Relato erótico
Placer entre todos
Montaron su primer trío. El elegido era un compañero de trabajo de su mujer, más joven que él y muy bien dotado. Disfrutaron todos de todos.
Miguel – Gerona
Por fin, amiga Charo, me animé a pedirle a mi mujer que intentáramos hacer un trío, ya que era una asignatura pendiente en nuestra exploración de pareja. Era algo que ella había considerado en sus fantasías pero nunca se imaginó que le pudiéramos hacer realidad, pero con cierta excitación, me comentó que había un compañero en su trabajo que hacía tiempo que la cortejaba. Era un hombre soltero, un poco menor que ella y por supuesto, más joven que yo. Le pregunté si le atraía como para invitarlo a casa, a lo que me contestó que siempre le había llamado la atención, que incluso en alguna ocasión habían compartido besos y caricias después de algún festejo de la empresa en donde trabaja. Sin embargo, nunca había sido más que eso.
Decidimos que el siguiente fin de semana lo invitaríamos a una cena informal. Por supuesto en principio él no sabría que sería el único invitado, sería una sorpresa que en su momento le daríamos. Mi mujer con una directa coquetería, la cual anticipaba una promesa implícita, le invitó para el siguiente sábado a las 9 de la noche.
Ese día, mi mujer se arregló de manera muy provocativa. Se puso un vestido de esa tela que parece una camiseta, color rojo. Era tan corto que difícilmente le cubría sus minúsculas bragas. Sin sujetador se veía fenomenal. Se peinó y maquilló cuidadosamente, asimismo, cubrió su cuerpo con esa fragancia sensual que suele usar cuando quiere destacar su erotismo.
Lucas llegó un poco después de las nueve. Una suave música de jazz lento se escuchaba en el ambiente y el aroma de mi mujer se percibía tenuemente a través de las habitaciones de la casa. La mesa cuidadosamente puesta, lucía la vajilla clásica, las copas de cristal y las velas encendidas. La cena ya estaba a punto, ayudé a mi mujer a llevar los platos calientes al centro de mesa a fin de iniciar la deliciosa cena que habíamos preparado entre los dos. Empezamos con un brindis y, poco a poco, la atmósfera informal permitió que la belleza y sensualidad de mi mujer se hiciera cada vez más evidente. Sentada se veía estupenda, sus piernas se mostraban en su totalidad, finas y hermosas. Lucas con dificultad podía reprimir entregarse a la contemplación de tal hembra, un poco menos que desnuda.
Charlamos animadamente y después de la cena, mi mujer con movimientos sensuales, nos cogió del brazo y nos invitó a pasar a la sala. Puso una suave música de blues, una sensual melodía que aprovechó mi mujer para moverse voluptuosamente al ritmo de la música.
– ¿No os parece deliciosa esa música? Invita al amor, ¿no creéis?-comentó con una voz aterciopelada y sensual.
Lucas y yo nos quedamos como hipnotizados con la imagen de esa hembra en celo, la cual recorría las curvas de su cuerpo con sus finas manos hasta llegar a sus pechos. Se los acariciaba, logrando con ello, la erección de nuestras pollas.
Poco a poco se acercó a Lucas y le pidió que bailara con ella. El, estupefacto, se empezó a mover y ella se le acercó provocativamente, se giró y con sus deliciosas nalgas empezó a acariciar el miembro del atónito compañero de trabajo. La erección de Lucas era tan evidente, que mi mujer le comentó:
– Querido, me fascina la “dotación” que has traído esta noche.
Lucas, con nerviosismo, se giraba a mirarme como tratando de entender la situación. Mi mujer, entonces, levantó femeninamente su mano y con el dedo me hizo una seña diciéndome:
– Ven querido, únete a nosotros.
Me acerqué y mi mujer me besó largamente en la boca. Después, se giró, puso sus nalgas en mi polla, levantó sus brazos y rodeando el cuello de Lucas lo empezó a besar, abriendo los labios y metiéndole su delicada lengua en la boca, con pasión, entregándole la caricia, pero no dejó que me separara, estaba entre los dos, pidiendo con su actitud ser acariciada. Lucas, súbitamente dijo:
– ¡Ya no aguantó más, con tu permiso, José, voy a meterle mano a tu mujer!
– Adelante compañero, tienes mi permiso – le respondí.
Tomó a mi mujer por la cintura, la atrajo hacia sí y le dio un largo beso en sus turgentes labios, luego bajó su mano y le acarició sus redondas nalgas. Mi mujer, no pudo evitar el suave ronroneo, que suele emitir cuando siente placer sexual y con un fino movimiento, se giró y, cogiéndole las manos, se las puso en sus tetas, cerrando los ojos, como una muestra de un profundo disfrute de la atrevida caricia en sus pechos. Sus pezones se notaban prominentes a través de la tela del vestido.
Seguimos con ese juego, entre copas de cava y las caricias empezaron a ser cada vez más atrevidas. En alguno de los momentos, al volver del aseo, vi que Lucas acariciaba las piernas de mi mujer la cual, sentada en el sofá, ofrecía una imagen perfecta de sus piernas. La mano de él tocaba los labios externos de su sexo a través de las minúsculas bragas y ella disfrutaba la caricia con los ojos cerrados. Yo me senté y al momento sentí que mi mujer llevaba la mano a mi polla erecta. Se sentó y le pidió a Lucas que se pusiera de pié. En esa posición le abrió lentamente el cierre del pantalón y le liberó la tremenda verga, la cual empezó a mamar. Pasaba su lengua por la cabeza del falo y volvía a introducirla profundamente hasta su garganta. Metía y sacaba la verga de su boca.
– Que buena, me gusta mamarte la verga, como te lo he hecho antes.
En ese momento me di cuenta que mi mujer ya tenía una relación con Lucas que era mucho más que solo besos y caricias, como anteriormente me había comentado. Con esa escena no tuve más remedio que sacarme mi polla y empecé a masturbarme. Sentía un placer tremendo cuando pasaba mi mano por la cabeza de mi falo y observando a mi mujer tragándose la verga de su compañero, succionándola como una experta. Al darse cuenta de mi auto estimulación, me invitó a ponerme al lado de Lucas, y así empezó a agarrar una y otra verga y mamaba por intervalos cada una de ellas.
Luego se puso de pié y nos invitó a sentarnos en el sofá. Con movimientos lentos se empezó a quitar el vestido, regalándonos una maravillosa imagen de su desnudez. Bellísima, deliciosa. Desnuda, se acomodó en el sillón y abrió las piernas. Su sexo húmedo se ofrecía como pétalos de rosa. Lucas se aplicó y le chupó el clítoris, haciendo que mi mujer gritara de placer, gimiera y verbalizara palabras de agradecimiento:
– ¡Gracias, amor… aaah… que gusto… oooh… quiero más, siiií… que bueno… más… más… ¡
Entonces le pedí a Lucas el lugar para chuparle yo el sexo a mi adorable mujer, ya mezclado con la saliva de Lucas, y empecé a mamar más y más su coño, metiéndole la lengua por la abertura de su agujero. Mi mujer estaba como poseída, se retorcía y gritaba cuando se corría en espasmos de pasión y deseo que sin inhibiciones expresaba. Pero poco después, de las mamadas, suplicó que le metiéramos la verga dentro de ella.
Me adelanté y empecé a penetrarla con mi polla mientras mi mujer masturbaba con sus manos a Lucas. Sentía lubricada su vagina y mi polla entraba y salía de esa cueva que se nos ofrecía sin recato. Al sentir el crecimiento de mi verga previo a la eyaculación, mi mujer me dijo que parara, que quería sentir el semen de Lucas antes que el mío. Se le ofreció abriendo las piernas frente a él y cogiendo su polla se la colocó en la entrada de su vagina y se lo introdujo al tiempo que emitía un sensual grito:
– ¡Aaaah… cariño… que gusto… sí, fóllame…!
Estuvo entrando y saliendo mientras yo observa atónito el espectáculo. Mi mujer estaba follando con su compañero de trabajo como una perra en celo. La polla entraba y salía, brillando por los líquidos vaginales que secretaba el coño de mi mujer, producto de su tremenda excitación. Pero quise participar, mi excitación era descomunal, así que me acerqué a la pareja, me agaché a un lado de Lucas, el cual sudaba metiendo y sacando su tremenda verga por el coño de mi mujer, y con un impulso, acerqué mi boca al clítoris de mi mujer, chupándoselo mientras sentía en mi cara los huevos y la verga de Lucas que la penetraba con vehemencia. No lo resistí. Puse mis labios y mi lengua para sentir el lugar en donde entraba y salía la verga. Sentí su miembro en mi boca y en un momento que se salió de la vagina, sin reserva, metí su instrumento en mi boca y se lo empecé a chupar. Nunca lo había probado, los flujos de mi mujer junto con el sabor de su polla, me parecieron deliciosos. Me arrodillé ante su poderoso instrumento y me dejé llevar, succionando de arriba a bajo su deliciosa verga pero mi mujer, al cabo de un momento, me dijo:
– No seas goloso querido, lo vas a hacer eyacular en tu boca y yo quiero que me ponga su semen dentro de mi coño.
Deje de chupárselo y esperé que mi mujer se lo volviera a meter en el chocho, aunque yo seguí acariciando el tronco que entraba y salía con mi lengua, mientras mi mujer llegaba con un orgasmo, cuya intensidad no recordaba haber presenciado antes. Lucas eyaculó dentro del chocho de mi mujer y, aún con el semen chorreando la sacó y, metiéndomela en mi boca, se lo volví a chupar, sintiendo los espasmos que siguen al orgasmo. Yo me corrí masturbándome mientras le chupaba su riquísimo miembro.
Nos recuperamos y de nuevo, mi mujer quiso ser follada. Estaba insaciable, pero sin embargo, le pedí que me permitiera conocer la experiencia de sentir que una verga se vaciara en mi boca, así que estuve por minutos mamándole la verga a Lucas, de rodillas frente al macho sentado en el sofá, sintiendo como se le hinchaba su maravilloso instrumento, más, más y más, hasta que casi no me cabía en la boca y oyendo sus tremendos bufidos, sentí como el chorro de semen me llenaba hasta la garganta, no pudiendo evitar tragarme gran parte de tan espeso líquido. Mi mujer sonrió al ver mis labios llenos con esperma de Lucas y me pidió que la besara para compartir el resto del lechoso fluido, comentándome:
– ¡Qué bárbaro, eres bastante más goloso que yo! No sabía que tuvieras tanto talento para chupar pollas, lo haces mejor que yo.
Entonces me ayudó con su delicada mano a eyacular. Terminamos la velada en una sobremesa de pinchos y cava y le agradecimos a Lucas su compañía, con la promesa de que nos volveríamos a reunir.
Fue una sensación tremendamente placentera. Nunca pensé que ese sería la primera de muchas experiencias en las que le chuparía la verga a quienes se follasen a mi mujer
Saludos y hasta otra.