Relato erótico
Piqué el anzuelo
Trabaja como tatuador y nos cuenta se le han insinuado muchas veces, incluso chicos. Entró una chica que quería que le hicieran un sol en el ombligo. Le hizo el sol y algo más.
Kevin – Madrid
Soy de Madrid, que tengo 25 años y dicen que no estoy mal. Moreno, 1,85 con tatuajes y algún que otro piercing en lengua, pezones y orejas, trabajo de tatuador y no es raro que más de una clienta se me insinúe, tanto señoras maduras como jóvenes e incluso algún que otro chico, aunque solo me gustan las mujeres.
Era un día normal de trabajo, acababa de terminar de hacer un tatuaje de un dragón alado en el omóplato de un chico y estaba tomándome mi descanso normal después de cada dibujo.
Entonces me llamó la recepcionista diciéndome que tenía otro trabajito. Era una chica alta de 1,90 más o menos, pelo rizado y aunque de cara no era demasiado guapa tenía unas enormes tetas, buen culo y en general no estaba nada mal.
– ¿Qué te querías hacer? – le pregunté.
– Un sol en el ombligo – dijo.
Para mí era un trabajo más, ya que como he dicho antes, es normal que vengan chicas a tatuarse, pero aquel día iba a ser diferente. Pasamos a mi cuartito pues cada tatuador tenemos una especie de oficina donde trabajar a gusto y comenzamos a hablar de que si dolía mucho, si tenía más tatuajes y ella me dijo que sí, tenía uno más en la espalda. Era un diablito y estaba bastante bien hecho.
– Me llamo Luis – le dije – ¿Y tú cómo te llamas?
– Yo Sara, encantada – respondió.
– ¿Cuantos años tienes? – seguí preguntando.
– Tengo 20 años – contestó.
– Ok, bueno empecemos
Le dije que se tumbase y se pusiese cómoda en una camilla que tenemos para trabajos delicados, ya que si es en brazos o zonas por el estilo se hace sentado en un sillón especial bastante cómodo. Le dije que se levantase un poco la camiseta que llevaba. Ella lo hizo así y comencé el trabajo. Tenía un vientre plano y se notaba que se cuidaba bastante.
Mientras estaba haciéndole aquel dibujo ella empezó a insinuarse diciéndome que haciendo aquello seguro que ligaba mucho y que seguro que a alguna me la habría tirado en aquella oficina, pero yo le dije que no, que el trabajo es el trabajo y que nunca me había mezclado con clientas. Entonces ella se levantó un poco más la camiseta y me dijo:
– Que calor hace, ¿verdad?
Yo le contesté que no tenía calor, que estaba bien, pero si quería pondría el aire acondicionado.
– No, no hace falta gracias -dijo ella- este calor no me lo calmará el aire.
Después de un buen rato de conversación y de trabajar le dije:
– Bueno por fin terminé.
Entonces ella se me acercó con cara de pena y vicio a la vez y me dijo que no tenía dinero para pagarme el tatuaje. Yo me quedé alucinado pues nunca me había pasado eso.
– ¿Entonces qué piensas hacer? Te tendré que denunciar – la amenacé.
– Había pensado en pagártelo como tú quieras.
Mientras me decía esto se estaba quitando la camiseta quedando al descubierto su sujetador y se acercaba hacia mí. Yo no sabía cómo reaccionar, pero aquello me daba muchísimo morbo y no estaría mal echar un buen polvo para alegrar la mañana. Entonces ella se quitó el sujetador y me puso aquellas enormes tetas en la cara
– ¡Cómemelas! – me dijo mientras me acariciaba la polla por encima del pantalón.
– Me estás poniendo muy cachondo y…
– Tú cállate y déjame hacer a mí – me cortó – Tú ya has hecho suficiente.
Me tumbó en la camilla y se quitó los pantalones mostrándome el tanga verde que llevaba y en el que se le marcaba todo el conejo. Entonces, mientras me besaba, empezó a quitarme la camisa, los pantalones y los calzoncillos que casi me los arranca.
– ¡Cómo me ponen los tíos con tatuajes y con piercings, estoy mojada! -me
dijo.
Comenzó a acariciarme los huevos mientras me besaba el pecho agarrándome de los piercings de los pezones e iba bajando por mí estomago. Yo tenía la verga a reventar y entonces, con la otra mano, me agarro con fuerza la polla y comenzó a acariciármela de arriba abajo, de arriba abajo. ¡Cómo me estaba gustando, era una autentica zorra! De pronto me levanté de la camilla y le dije:
– ¡Ahora sí que me lo vas a pagar por guarra… chúpamela!
Dicho y hecho. Empezó a mamármela como nadie lo había hecho hasta entonces, me presionaba con los labios mientras me agarraba los huevos y me acariciaba por todas partes y después de un buen rato ya estaba a punto de correrme.
-¡Te lo vas a tragar todo y así me pagaras una parte! – le ordené.
– ¡Sí, sí dámelo todo venga, quiero tragármelo todo, échamelo en la boca!,
Me corrí en su boca y aunque parecía que ella se iba a atragantar seguía mamando aun después de acabar mi corrida. Era una auténtica viciosa. Y al rato de seguir comiéndome la polla flácida se puso otra vez dura.
– ¿Otra vez tienes ganas? – exclamó- Se nota que te gusta cómo te lo hago pero ahora… ¡fóllame!
Tenía el coño chorreando y yo estaba aún muy caliente, puse música para que no se oyese desde fuera nada de lo que allí estábamos haciendo, la tumbé sobre la camilla y se la metí dentro con fuerza. Tenía un coñito rasurado precioso y le entraba de maravilla. Yo estaba encima de ella, agarrándole las piernas hacia arriba para que entrase hasta el fondo, veía todo su coño depilado y sus enormes tetas. Los dos estábamos a mil.
– ¡Menuda polla tienes cabrón! – decía – ¡Me vas a destrozar pero venga, no pares… sí, así… fóllame más… más… no pares, vamos… siiií…!.
Entonces le metí un dedo por el culo y ella lanzó un quejido diciéndome:
– ¡Por el culo no, que duele… aaah… por delante lo que quieras pero por el culo no por favor, fóllame el coño vamos!
No le hice caso y me propuse meter dos dedos mientras me la follaba y noté que le estaba gustando que le hiciese aquella masturbación anal y eso me puso aun más. Mis dedos empezaron a introducirse cada vez con más fuerza en aquel culo prieto hasta que le saqué la polla del coño.
– No pares, sigue follándome, pero… ¿qué haces? ¡Por el culo no, de verdad… no, eso nooo…! – gritó hasta que añadió más suavemente – bueno… sí, pero despacito, sí… vamos, empuja un poco más, vamos… aaaah… aaaah…!.
Se la metí por el culo y cada vez iba apretándola más. ¡Menuda sensación el follarme aquel culo! Ella se masturbaba el coño y se acariciaba a mil por hora el clítoris mientras le daba cada vez más fuerte y se meneaban sus enormes tetas.
– ¡Sí… aaah… era virgen del culo, pero me encanta… aaah… siií… siiiií… vamos, dame… dame… que me voy a correr… vamos, no pares ahora cabrón! ¿Me vas a cobrar bien caro el tatuaje, verdad? ¡Sigue, no pares, méteme hasta los huevos dentro del culo! – decía mientras se agarraba el culo abriéndoselo cada vez más y haciéndome creer que se lo iba a destrozar.
Entonces empezó a tener convulsiones. Se estaba corriendo como una perra y yo lo vi mientras se la metía por el culo y mientras se corría gritaba:
– ¡Sí… siií… aaah… me corro…!.
En ese momento le solté un buen chorro de leche en el culo y cuando se la saqué vi como chorreaba por sus dos agujeros. Fue una sensación única. Nos vestimos, ella salió por la puerta como si nada hubiese pasado, se fue con su nuevo tatuaje y con un buen polvo en el cuerpo y luego le dije a la encargada que ya estaba pagado, que era amiga.
Un saludo y ya contaré más historias como esta que me han pasado en mi vida.