Relato erótico
Pillada in fraganti
A veces cuando se queda hasta tarde en la oficina y para “desconectar” un poco visita paginas porno en internet. Se masturba tranquila porque sabe que está sola pero, aquel día, le pareció oír un ruido en el despacho de al lado.
Mónica – Ávila
Tengo 24 años, me llamo Mónica, estoy soltera, trabajo para una empresa informática y el motivo de haberte escrito es para contar una de mis varias experiencias, motivadas todas por mi casi constante calentura.
A veces, alguno de nosotros, nos quedamos en el despacho hasta tarde por no haber tenido tiempo de terminar un trabajo durante la semana pero también para jugar o descubrir cosas nuevas en Internet.
Una de esas noches de horas extras, indagando programas en Internet, me encontré con un porno y al ver esas imágenes tan excitantes me calenté de tal forma que, aprovechando la soledad de la oficina, me subí la falda, metí la mano dentro de mi braguita y acariciándome el coño, empecé a masturbarme.
Como estaba segura de que todo el personal de mi área se había ido, no me preocupaba de disimular mis gemidos de placer a medida que se me iba acercando el orgasmo mientras no perdía detalle de todo lo que ocurría en la pequeña pantalla hasta que, de pronto y antes de que pudiera caer en mi placer liberador, escuché algunos ruidos en la oficina de al lado.
Aún temblorosa por la excitación, fui a ver. Temía que fuera un ladrón, pero también esperaba que fuera mi compañero del despacho de al lado, un tío que está muy bueno, y si fuera él tuve el morboso pensamiento de que quizás podría tentarlo con mi hermoso palmito. Javier, ese compañero, siempre ha sido un hombre muy recto. Aunque muchas veces he notado su mirada sobre mi cuerpo, sobre todo deteniéndose en el bulto que mis pechos hacen en mis blusas o suéters, y también en mi culito, marcado a tope en mis estrechas minifaldas. Y no digamos sobre mis muslos que dichas minifaldas desnudas tan arriba como la decencia me lo permite.
Aquel día yo iba vestida con una blusa de botones y un sujetador de broche delantero, una braguita tipo tanga de color rosa y una de mis acostumbradas minifaldas. Antes de entrar en la oficina, miré por el cristal y vi que efectivamente era Javier, absorto ante su ordenador. Lentamente desabroché mi blusa, dejando buena parte de mis gordas tetas a la vista para probar si Javier caía en mi trampa. Cuando entré, lo encontré muy concentrado en la pantalla de su monitor, e incluso se asustó un poco al verme.
– ¿Qué estás haciendo hasta esta hora? – pregunté.
– Distrayéndome un poco en la red – dijo sonrojándose.
Pasé a ver y me sorprendí al darme cuenta de que estaba viendo, como había estado haciendo yo misma, un programa nada acorde con el trabajo de la empresa. El suyo no era porno pero sí se trataba de un caliente desfile de bellas y desnudas mujeres.
-Esto está bien – le dije – pero no tienes porque verlas en la pantalla, puedes verlas en la realidad.
Sin esperar su respuesta, desabroché mi blusa hasta la cintura, la aparté y solté mi sujetador. El hombre estaba atónito, pero luego sonrió nerviosamente.
-¿Quieres ver más? – le pregunté.
Con voz entrecortada, dijo que sí. Subí a una de las sillas frente a su escritorio y saqué mis grandes pechos por delante de la blusa, me los froté y le dije, con voz insinuante:
– Estoy muy caliente, Javier. ¿Quieres solucionármelo?
Subí al escritorio, donde él estaba sentado por el otro lado, y me senté frente a él con las piernas abiertas. Él, tras dudarlo unos instantes, metió suavemente sus manos, deslizándolas por mis muslos y luego tocó mi chocho, que estaba totalmente mojado de deseo, por encima de la braga. Mientras me acariciaba suavemente la raja sobre la tela, chupó mis pezones, endurecidos a tope, mientras con la otra mano se bajaba la cremallera de la bragueta del pantalón y se sacaba la polla. Al mismo tiempo que lo hacía, yo podía escuchar su respiración entrecortada. Al poco rato, acercando la cabeza a mi entrepierna, me separó todo lo que pudo la braga, desnudando mi peludo coño y me chupó el coño tan maravillosamente bien que casi me corro pero él, al notarlo, paró y me invitó a sentarme encima de él. Lo hice sobre su polla erecta, metiéndomela en el coño hasta los huevos y nos movimos sin parar. Cuando me corrí por primera vez, gimiendo y suspirando, hicimos un descanso durante el cual él, apartándome dulcemente, se levantó para poner el seguro en la puerta para luego seguir, sin problemas, con lo que teníamos pendiente. Entonces me apoyé en el escritorio, inclinándome todo lo que pude, para dejar mi trasero bien expuesto. Entendió perfectamente lo que yo quería. Separó mis nalgas todo lo que pudo hasta dejar bien a la vista el agujero, estrechito y contraído, de mi culo y apoyando en él su capullo, me folló por el ano.
No tenía yo mucha experiencia por este agujero, pero las pocas veces que me lo habían hecho me habían dado a conocer lo delicioso que podía ser el que te follen por el culo. Entraba y salía de mi recto sin descanso, me empujaba con fuerza hasta que tembló todo el escritorio. Algunos documentos ya estaban en el suelo. Nos corrimos los dos con un orgasmo de los más buenos que he experimentado.
Desde este día, Javier y yo somos más que amigos, pero no mezclamos las responsabilidades del trabajo con lo que pasa entre nosotros de vez en cuando ya que ahora nos gusta mucho hacer horas extras durante las cuales hemos probado el goce en su oficina, en la mía e incluso en los servicios.
Lo llevamos todo tan bien que nadie de la empresa sospecha nada, pues en horas laborales nos portamos muy serios y respetuosos, como siempre ha sido. El tiene su novia y yo sigo soltera, pero en ningún momento se me ocurrirá hacer daño a su relación. Me conformo con lo que me da cuando yo se lo pido.
Besos y hasta otra, si es que hay algo caliente que contar cosa que, con mi carácter, no dudo que pronto ocurrirá.