Relato erótico
Pasó sin querer
Su marido es mayor que ella y, se casó muy enamorada. Ha pasado un tiempo y aunque lo quiere, reconoce que sexualmente no la deja satisfecha. No quiere ser infiel, pero, a veces las cosas vienen sin planearlo.
Sara – MADRID
Esta historia que voy a contar es ciento por ciento verdadera, pasó en el segundo año de casados. Para empezar mi nombre es Sara actualmente casada con Andrés, mi marido, hace más de 3 años. Para comenzar con esta historia voy a describirme: Soy una mujer de 30 años, no muy alta de 1,65, pelo lacio teñido de negro, mis labios son muy carnosos, ojos de color marrón, mis pechos son grandes se podría decir que son 100 de medida y ellos, junto con mi culo, son lo mejor que tengo: bien redondo y voluptuoso.
Tenemos una buena posición económica. Mi marido es un hombre mayor, de 56 años, con un poco de barriga y calvo, es profesor universitario, muy culto además me trata muy bien como esposa, aunque sexualmente, yo necesito más que eso. Tiene una hija de 24 años de otro matrimonio, y actualmente vivimos solos los dos.
Para empezar a contar mi infidelidad os diré que la fantasía de acostarme con un macho musculoso y dotado, venía a mi cabeza una y otra vez, traté de sacármela de la cabeza pero me era imposible, y muchas veces necesito que cuando follo, me insulten y me ordenen.
Un día Marisa, una compañera de trabajo, hacía una fiesta de despedida porque se iba a casar. Al principio la idea de Marisa era permanecer en una discoteca o simplemente salir a tomar algo, pero luego se le ocurrió la idea de ir a un show de strippers. Yo no dudé, aceptando en el acto su invitación.
Esa noche me vestí muy provocativa: me puse una mini vaquera muy corta, con unas botas de cuero, un mini tanga debajo, y una blusa muy escotada, además me pinté mucho más de lo normal. Acabé con una pinta terrible de cachonda. Andrés no me miró con buena cara cuando salí. Al llegar estaba nerviosa, ansiosa, y más cuando apagaron las luces y salió el primer boy: un joven musculoso que se movía sensualmente. Mis ojos brillaban y mi boca estaba abierta, no lo podía creer, ver ese cuerpo me ponía cachonda.
El tercer chico pidió ayuda del público, y no dudé en levantar la mano. A todo esto mis compañeras me miraban asombradas, porque estaba casada y no se esperaban eso de mí.
Cuando me agarró de la mano no pude evitar el tiritón de excitación en todo mi cuerpo, notaba como este chico me restregaba su cuerpo sudado, me abrazaba, me apretaba, estaba muy mojada. De pronto me acostó y empezó a simular que me follaba, luego se fue con su bulto hasta donde estaba mi boca y me lo empezó pasar, pero sin tocar mis labios aunque yo, en ese momento, deseaba meterme todo ese pedazo de carne en mi boca, ya que estaba muy caliente.
Luego apagaron las luces y el stripper, me dejó en el escenario. Cuando bajé las chicas me miraban con cara de asombro, pero no me importaba.
Al rato fui al baño y mientras iba, alguien me agarró fuerte de la mano y me empujó hacia una habitación. Estaba asustada. Pero cuando pude ver quien era me excité de sobremanera… ¡era el stripper!
Lo miré y sin pensarlo nos comimos la boca y luego me empezó a besar todo el cuerpo, no paraba de lamerme y yo, en ese momento, estaba súper mojada, me tocaba las piernas y me las lamía hasta que, de repente, me sacó el tanga y comenzó a lamerme el coño y luego el culo.
Después de hacerme correr, se levantó, me puso de espaldas, sacó su enorme instrumento que pude ver un instante y me lo introdujo muy lentamente hasta el fondo del coño. Mi grito de placer se tuvo que oír más que la música del local y después de hacerme correr dos veces seguidas, me avisó que estaba a punto de correrse y me dio a mamar su hermosa polla, me la metí toda en la boca, aunque casi ni entraba, y me la llenó con su corrida. Luego me fui hacia donde estaban las chicas y siguió el show. Al fin se había cumplido el sueño de follar con un muy buen macho, pero tampoco podía creer que le había puesto cuernos a mi marido.
Al día siguiente actué como si nada con Andrés, y cuando me preguntó qué habíamos hecho anoche, le conté un rollo.
No dejaba de pensar en el polvo que me echó aquel macho y lo mucho que me hizo gozar. Al día siguiente, domingo, salgo a correr a un parque, y cojo un bus que me lleva directo al parque. Procuro subir en uno vacío para no ir apretada pero, aquel día, tuve que ir en uno que estaba lleno de jóvenes jugadores de rugby que iban a entrenar. Hice mis ejercicios y se acercó un chico de los que había por allí, era joven y muy atractivo.
Para abreviar, diré que nos pusimos a hablar y acabamos en un hotel a unas dos manzanas del parque, pasé tres horas follando como una golfa con este hermoso y fuerte joven, me hizo gemir y me hizo correr infinidad de veces. Le hice una mamada colosal y me folló hasta el fondo. Me porté como una verdadera guarra con él.
Me imaginé que si mi marido se enterara de lo que estaba haciendo… y esto me ponía más caliente todavía. Me fui del hotel directa a mi casa, después del intenso “deporte” que había hecho, estaba agotada. Cuando llegué a mi casa estaba Andrés, que me dijo:
-¿De donde vienes?
– De de correr en el parque, mi amor. ¿Por?
– No por nada, porque te estaba buscando por toda la casa.
– ¡Ah! Es que me fui a correr y además hice deporte intenso.
En ese momento no paraba de mirarle la cabeza e imaginarme el tamaño de sus cuernos).
– Bueno amor, anda, date una ducha si quieres…
Una vez que salí de la ducha Andrés me esperaba en nuestra cama. Parecía que quería follar, pero de todas formas intenté esquivarlo, la verdad que no tenía ganas de follar con él, en ese momento se enojó y yo directamente me hice la victima diciéndole que estaba muy cansada. Al rato Andrés me pidió perdón, pero me sentía muy puta pues la que se había portado mal había sido yo.
Pasaban los días y cada vez me iba soltando más, se ve que mis infidelidades me habían hecho una mujer más interesante, aunque no precisamente para Andrés. Me vestía cada vez con ropas más atractivas, faldas cortas, tanguitas, top, blusas ajustadas, jeans ajustados y me maquillaba muy llamativa. Cuando iba por la calle me decían de todo, y peor si Andrés estaba presente porque se ponía celoso.
Además de lo golfa que me había vuelto, había un tema que me tenia obsesionada. Quería follarme a un tío delante de mi marido y además, contarle lo cornudo que era.
Juan, es un compañero del gimnasio al que acudo y mi pareja de baile en las clases de salsa que también dan allí. Tengo una cierta confianza con él, pero aquel día me desmelené y le conté mis planes.
– ¿Y has elegido a esa persona para hacer esto?
– Sí, te elegí a ti – le dije.
Sin dudar Juan aceptó en el acto. La idea era simular un robo, pero tratando de evitar problemas serios, por lo que traté de que no fuera nadie a casa, es más le dije a Andrés que me encantaría que pasáramos un día solos en casa, lo que no dudó en aceptar.
Yo había montado todo un clima de erotismo, me había calzado unos zapatos con tacón de aguja, una mini, debajo un tanga súper chiquito y con un top. Además me había pintado como una verdadera puta, delineador en ojos y boca bien roja.
Esa noche Andrés me preguntó por qué me había vestido tan provocativa, por qué me había estado vistiendo así últimamente y por qué hacía mucho que no manteníamos relaciones. Para tratar de contestar a todas estas preguntas, supe esquivarlas contestando:
– Mi amor, me pongo así para ti, ¿para quién más sino?
– Perdona, es que he estado tan ocupado en mis cosas que poco interés habré mostrado estos días en mi hermosa esposa.
En ese momento no paraba de reírme por dentro de lo bien que lo pasaba sin mi marido. Nos pusimos a ver la película que había alquilado, una peli erótica acerca de un tema que me calentaba tanto: infidelidad. Al ver esta película Andrés ponía cara rara del por qué había alquilado esta película, y en un momento me dijo:
-¿Por que alquilaste esta película?
– Porque me gustaba – le contesté.
– ¿Acaso te gusta ser infiel?
– ¿A que viene esa pregunta, Andrés?
No sabía que contestar y en ese momento me fui al baño corriendo, haciéndome la victima, me metí, cerré la puerta y llamé al móvil de
Juan para que llamara a la puerta.
En ese momento en que Andrés me pedía disculpas llamaron a la puerta. Nos quedamos callados, Andrés fue atender la puerta y cuando la abrió oí un griterío… pero lo que sigue ya os lo contaré en una próxima carta
Besos y hasta pronto.