Relato erótico
Pasion sin remedio
Los dos tenían su vida, estaban casados, tenían familia y eran “felices”, pero, la relación que había entre ellos era tan especial que no había ningún obstáculo que la rompiera. Se veían esporádicamente y cada encuentro era muy especial.
Elena – Cádiz
Éramos amantes o amigos. Como sea, desde la última vez que habíamos dado rienda a nuestro amor habían transcurrido más de 6 meses.
Los deberes de cada cual en su hogar y trabajo lo hacían difícil, pero la ocasión por fin llegó, después de varios meses de no vernos al fin terminaban y cumpliríamos nuestro reprimido deseo de estar juntos y complacernos en todos nuestros deseos. Hablados y comentados, soñados y transmitidos. El momento había llegado.
Al vernos una corriente nerviosa nos cruzó y cuando estábamos juntos un suave beso con los labios y un fuerte abrazo nos hicieron olvidar todo a nuestro alrededor y vivir el mundo solo para nosotros. Nos saludamos y nos dijimos lo contentos que estábamos, de por fin reunirnos y poder hacer realidad nuestros deseos.
Tomamos un taxi y nos dirigimos a un lugar donde poder refugiarnos para dar rienda suelta a nuestro apetito mutuo. Mientras nos conducían al sitio elegido, abrazados en el asiento trasero nos tocábamos y besábamos presurosos y deseosos de llegar pronto a nuestro lugar. Cuando por fin llegamos, entramos al apartamento y dejamos nuestras cosas a un lado para dedicarnos a abrazarnos y besarnos apasionadamente, nuestras bocas se unieron en besos llenos de ganas, las lenguas se entrelazaban en una lucha por atraparse una a otra.
Entonces, deteniendo los besos a mis pechos, le anuncié que quería saludar a mi amor, y deslizándome me coloqué con mi cara justo sobre el sexo de mi hombre y quitando el slip desnudé el tronco de carne, duro por mí, y lo aprisioné entre mis dedos comenzando una serie de tiernos y deliciosos besos sobre la cabeza de su polla, para luego abrir mi boca y comerlo con gusto.
Cuando estaba dura y a punto de reventar, me tendí hacia un costado y él se me acercó por detrás rodeándome con sus brazos y acariciando mi cuerpo. En esta posición me besaba en el cuello y la nuca para luego buscar penetrarme desde atrás y yo facilité la entrada acomodándome para así comenzar a recibir su polla dura en mi coño, pero él me dijo que quería saludar lo que era solo suyo, el agujero de mi culo, mi ano, y separando un poco mis glúteos humedeció su dedo con los jugos de mi coño para así acariciar suavemente mi ano y luego llevar su verga hasta la estrecha entrada, clavándola con suavidad. Colocó la punta de su capullo en el pequeño orificio y abriendo más mis glúteos penetró un poco. Yo me quejé del dolor y le pedí una pausa, él me complació pero pronto volvió sobre mi ano con un golpe más fuerte que le permitió introducir su cabeza completa, pero como yo me quejaba aún, él me dejó relajarme y no avanzó más diciéndome que estaba bien, ya que solo era el saludo, pero que pronto habría una penetración absoluta a lo que yo respondí:
– Sí, mi amorcito, todo dentro de mí.
Entonces la sacó para meterla en mi chocho húmedo y caliente, que lo recibió con todo gusto y lubricación, deslizándose hasta mi interior a plenitud. Lograda la penetración comenzaron una serie de movimientos para acrecentar las sensaciones de placer, yo me cargaba contra el intruso y él buscaba penetrarme más cada vez. Al rato él me invitó a mirar hacia arriba y ver reflejados nuestros cuerpos unidos haciendo el amor, reímos para seguir nuestro juego. Me levantó sobre él, manteniéndome penetrada y así observó mi cuerpo de mujer poseído por él pero, como parecía venir ya el placer, optamos por tomar un descanso y refrescarnos ambos tomando una bebida fría, y así lo hicimos mientras conversábamos de lo delicioso que es amarse con tantas ganas.
Entonces nuevamente los besos unieron nuestras bocas y nuestros cuerpos se buscaron en caricias y calor. Yo le sonreí con ternura y picardía, le dije que me iba a dar un gusto ahora y me deslicé hasta colocarme sobre el sexo duro y caliente de mi hombre, comenzando a acariciarlo con mi mano, hasta olerlo y luego empezar a besarlo tiernamente, como si lo mimara. Con mi lengua acariciaba el contorno de la piel, recorría de arriba abajo y otra vez arriba, luego lo ponía dentro de mi boca y lo chupaba cerrando los labios alrededor y penetrándome la boca en un juego ardiente. Mi lengua no dejaba de tocar la piel más sensible y así él recibía placer a montones, desde su verga hasta recorrer su cuerpo, mientras él podía observar la escena en el espejo, viendo a su mujer dedicada absolutamente a satisfacer su deseo por disfrutar de su polla tanto como él disfrutaba del placer que recibía.
– ¿Qué sientes? – le pregunté retirando su verga de mi boca.
– Me siento volar de gusto – me contestó.
Entonces miré la polla que tenía atrapada aún en mi mano y vi como brotaba suavemente el líquido pre seminal, lubricándolo, y luego posando mi lengua sobre la verga me la mojé con el semen y limpié la cabeza con una chupada exquisita.
– Me gusta su sabor – le dije.
– Pues pronto habrá más – replicó él.
– Lo quiero todo.
Un respiro se hizo necesario para dar más fuego al placer. Entonces me acerqué más a él, nos besamos con pasión y nuestras lenguas unidas mezclaron los sabores sexuales. Con mis piernas abiertas llevé el pene a la abertura de mis labios del sexo donde recibí la penetración en forma total y deliciosa, jugando a cabalgar mi potro con lujuria y deseos de más. Me penetraba con fuerza y me sostenía para ir controlando mis arrebatos, así lograba prolongar el gusto por más tiempo. Cuando se acercaba mucho el placer, él sacó su verga húmeda y mojada por mis jugos y los propios. Entonces cambiamos las posiciones, él se puso sobre mí penetrándome de inmediato, manteniendo fuertemente su polla dentro de mí y yo solo repetía una y otra vez que me moría de placer.
Al rato se incorporó un poco quedando de rodillas sobre la cama, y yo con las piernas abiertas a su disposición y en esa forma me penetró otra vez, acariciando con su mano tanto mi clítoris como subiendo por mi vientre hasta mis pechos agitados. Yo, con una expresión muy picara en mi rostro y sosteniéndome, le pedí que me la clavara por el culo. Yo quería más y acercándome más busqué su polla hasta ponerla justo en la entrada de mi ano. Él me dejaba hacer ofreciéndome toda su erección y entonces yo comencé a moverme buscando la penetración que, poco a poco, iba abriendo camino.
Empujaba un poco y yo retrocedía para luego volver con un nuevo movimiento de caderas auto-penetrándome un poco más y así la cabeza entera logró penetrarme, pero el grosor de su polla me provocó todavía dolor y preferí relajarme y darme más tiempo. Sin perder tiempo, él me sostuvo por las caderas y aprovechando la posición puso su polla entre mis labios vaginales, los cuales se abrieron en un tibio beso invitando al resto de la penetración, completa.
Yo, al verme así poseída, le pedí que me penetrara sosteniendo mis piernas en alto. Era mi fantasía hacerlo así, como en una fotografía que él me había mostrado. Complaciéndome, levantó mis piernas y apoyándolas sobre sus hombros, me penetró directamente entrando con una profundidad mayor. Yo gemía y daba quejidos de placer con cada embestida. Estaba gozando a tope y mientras me penetraba acariciaba mis piernas y veía como yo me abandonaba al placer.
Cuando la situación alcanzó este punto él sintió que su sexo ya necesitaba descargar todo el placer acumulado y yo, por mi parte, había entrado en un trance sexual de arrebato total, me quejaba y gemía por las sensaciones a través de mi cuerpo, así que él bajó mis piernas, las dejó abiertas y se apoyó con todo su peso sobre mi cuerpo, penetrándome con fuerza y deseos ya incontrolables. Sus manos pasaron a mis caderas levantándolas para hacerme sentir más cerca aún su sexo, luego se fueron sobre mis tetas apretujándolas y mordiéndolas a la vez, mientras que, con su pene, entraba y salía a un ritmo fuerte y en aumento mientras me besaba y yo respondía con una lengua ansiosa. Las manos pasaron luego sobre mí para afirmarse mejor desde el borde de la cama para así penetrar con más dureza y fuerza el cuerpo de su mujer amada, o sea yo.
Mis manos de ella se aferraban fuertemente sobre sus glúteos, como para impedir que saliera de mi cuerpo, empujándolo más cada vez. En ese momento él levantó su rostro para mirarme y ver como yo movía la cabeza de un lado a otro gimiendo por placer. Al verla así de descontrolada, su pene ya no pudo aguantar más y explotó apretando muy fuerte para vaciar su pasión en mí. Dos fuertes sacudidas dieron paso a una descarga en la que el tronco de su polla pareció endurecerse más y las paredes de mi vagina comenzaron a convulsionarse apretándolo con calor y humedad.
Yo respiraba entrecortadamente, gemía y daba grititos hasta que suspiré fuertemente y el orgasmo me arrebató. Tras unos segundos de silencio y con los sexos palpitantes, aún muy unidos y manteniendo un suave ritmo, yo comencé a llorar, mis gemidos pasaron a un llanto suave pero claro, lágrimas asomaron a mis ojos y se deslizaron por la mejilla.
Al verme así se preocupó, pues no sabía que había pasado para que yo llorara, y cuando se serenó me preguntó que porque lloraba a lo que yo respondí muy emocionada:
– Es por el placer que me das.
Juntos fuimos hasta la estación. Yo lo acompañaba sin separarme, como no queriendo despertar de algo tan maravilloso que acababa ocurrir. Pronto él tomó el taxi y con rápido beso en mis labios, me dejó. Espero que hasta la próxima.
Besos, queridos amigos.