Relato erótico

Paris bien vale un polvo

Charo
25 de marzo del 2020

La nueva compañera de trabajo lo impactó. Joven guapa y muy inteligente. La asignaron a su departamento para que la instruyera en el funcionamiento de la empresa. Una de sus primeras “tareas” era un viaje a la central de París.

Daniel – Vigo
Mi nombre es Daniel tengo 34 años y estoy soltero, mido 1,82 m. y según dicen mis amigas, atractivo. Soy Ingeniero de producción de una importante industria de la ciudad de Vigo, esta empresa tiene la casa matriz en Francia por lo cual bastante a menudo he de desplazarme a ese país.
El mes de Marzo la empresa contrató a una chica, Marisa, también Ingeniero con la carrera recién terminada y es un portento en todos los aspectos, tiene 24 años, 1,72 m. de estatura, un cuerpo divino, muy morena, una cara preciosa siempre sonriente y es tremendamente inteligente.
Mis jefes la asignaron a mi departamento para que la formara en todos los aspectos técnicos de la empresa. La primera parte de la formación necesariamente tenía que ser en una de las fábricas matriz situada en el ámbito de París por lo cual programamos un viaje de dos semanas en la capital de Francia.
Las jornadas de trabajo eran muy intensas pero el viernes terminamos al mediodía. Marisa me dijo que quería hacer unas compras y le dije que podía hacer una siesta que ya la despertaría yo.
Fui a mi habitación, leí un rato, me di una ducha, me cambié de ropa y salí a llamar a Marisa, aporreé la puerta de su habitación y… ¡Hostias! salió tapada solo con una toalla y chorreando agua, me mandó pasar y con toda la tranquilidad del mundo de espaldas a mí tiró la toalla y empezó a vestirse, yo babeaba mirando su culo y piernas, el culito respingón enmarcado en unas caderas redonditas y rotundas de las cuales partían unos muslos potentes, lisos, con el tamaño justo y unas piernas que parecían esculpidas, vista así por atrás parecía una estatua Griega, sin poder evitarlo mi polla se puso a mil, ella se puso unas braguitas de encaje negras muy finas y seguidamente se colocó sobre ellas una faldita que apenas llegaba a cubrírselas, se giró ligeramente hacia mí y quedó a mi vista el perfil de uno de sus senos ¡Que tetas Dios mío!. Cogió un sujetador también de encaje negro (Hacía juego con la braguita) se lo colocó y un suéter muy fino, a continuación una chaquetita haciendo juego con la faldita, estaba preciosa, yo estaba tan embobado mirándola que debía tener una cara de tonto de mil pares de C… Ella al verme la cara soltó la carcajada y me dice:
– ¿Qué pasa? ¿Es que nunca viste a una mujer?
– Mujeres he visto muchas, como tu ninguna, dije yo.
– Bueno Daniel, dejémonos de sandeces ¿Por qué no me llevas a cenar y luego echamos unos bailecitos en una buena Boite? ¿Te parece?

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– Es justo el programa que yo tenía preparado solo pendiente de tu aprobación y como veo que tu ya lo tienes decidido ¡En marcha!
Cenamos en un restaurante muy romántico que ya conocía y le entusiasmo la comida. Tomamos un buen vino y cuando acabamos me dijo que quería ir a bailar. Fuimos a una Disco que yo conozco, es muy elegante y discreta. Tiene una pista de baile con luces muy, muy discretas, pequeños reservados donde los clientes gozan de una cierta intimidad. A Marisa le encantó, nos dirigimos u uno de los reservados, pedimos unas copas y fuimos a bailar. En esa disco toda la música es suave y melodiosa, tomé a Marisa por el talle y la atraje hacia mí, ella se me pegó como una lapa, me miró a los ojos, acercó su boca a la mía y me besó dulcemente.
Sentir su cuerpo pegado al mío era electrizante, sus senos se notaban durísimos, el calor de su pubis y muslos llegaba a los míos y en un santiamén tenía mi polla a mil. Ella colocó sus brazos alrededor de mi cuello y yo mis manos sobre sus nalgas y más que bailar nos frotábamos el uno contra la otra y viceversa, ella intentaba que mi polla se alojara entre sus muslos pero la faldita se lo impedía (Era de una tala bastante fuerte) Con un descaro increíble bajó una mano, sacó mi polla de su alojamiento, se subió un poquito la faldita y alojó mi polla entre sus muslos pegadita a su coño, lo hizo tan rápido y las luces son tan tenues que creo nadie se enteró y si alguien se enteró no le dio mayor importancia, estuvimos así mucho rato disfrutando mutuamente de nuestros atrevidos roces y besándonos continuamente, entonces ella me susurró al oído:
– Metete la polla dentro del pantalón querido y vamos a sentarnos un ratito.
Con cierto disimulo me giré un poquito y guardé mi polla. Nos dirigimos al reservado y ambos nos quitamos nuestras respectivas chaquetas, llamé al camarero le pedí otras copas le di una buena propina y le rogué que no nos molestara nadie, el chico me hizo un guiño picaresco, me entregó una llavecita y me susurró:
– Luego me la devuelve.
En cuanto salió cerré la puerta con llave y sin perder tiempo cogí a Marisa entre mis brazos, nos besamos con pasión inusitada, nuestras lenguas se enroscaban la una en la otra, intercambiábamos nuestra saliva, nos saboreábamos mutuamente, ella bajó otra vez su mano y sacó otra vez fuera mi polla, muy suavemente comenzó a subir y bajar la piel, me empujó contra el sofá que allí había, se arrodilló entre mis piernas y comenzó a hacerme una fenomenal mamada, en dos minutos y sin poder advertirla comencé a soltar chorros de semen que ella se tragaba con verdadera voracidad, en cuanto terminó sin inmutarse cogió su copa y le largó un buen trago, se la veía satisfecha.

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Cogí a Marisa y le saqué el suéter y seguidamente el sostén, la cogí de la cintura y le quite la ropa. Se coloco sobre la mesita, le separé dulcemente los labios y con un dedo excité su clítoris, acerqué mi boca y comencé a darle lametones, aprisione el clítoris entre mis labios y ella empezó a correrse. Tuvo un orgasmo, como ella dijo después, de lo más dulce, yo estaba desesperado por follármela, pero se levantó, se vistió y dijo:
-Querido la función termina en el hotel, me gusta follar a gusto y cómodamente.
Nos fuimos al hotel y ya en el ascensor nos comíamos a besos, nos metimos en su habitación (era la primera) Y entonces sí, nos desnudamos mutuamente, nos tiramos sobre la cama y yo me embelesaba con su divino cuerpo, la besé de pies a cabeza, metí mi cabeza entre sus hermosos muslos y mi lengua recorrió todo su chochito sin dejar ni un solo rincón al descuido, ella se había girado y me hacía una mamada de época, no sabía ni donde chupaba ni donde tocaba, acariciaba o arañaba, notaba sensaciones de todo tipo, no sé cuantos minutos duró pero nos corrimos simultáneamente, nos comimos nuestros jugos mutuamente se puede decir que realmente los paladeamos, nos giramos y con nuestras bocas empapadas de nuestros respectivos jugos nos besamos e intercambiamos con verdadero placer, mi polla seguía totalmente erecta me situé sobre ella, ella cruzó sus piernas sobre mis caderas y muy suavemente mi polla fue penetrando en su deliciosa vagina (Tuve una ligera decepción, no sé porque me había hecho ilusión de que todavía era virgen pero claro esta eso en estos tiempos es una verdadera utopía) Fue un polvo divino, en cuanto acabamos nos quedamos profundamente dormidos.
Nuestra estancia en París fue maravillosa, a pesar del trabajo que realmente era duro, al finalizar la jornada salíamos de paseo, hacíamos el amor, en fin lo pasamos realmente bien. Cuando regresamos a Vigo hicimos un pacto, seguir nuestra vida normal esperando a ver que pasaba.

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Los dos nos echábamos de menos por lo cual decidimos vivir juntos y a los ocho meses nos casamos. Podemos asegurarles que somos la pareja más feliz del mundo. Eso sí, tengo que averiguar cómo se las apaña para viajar conmigo siempre que la empresa lo ordena. Desde que vivimos juntos nunca más viaje solo y mucho menos con otra chica. Realmente Marisa es más inteligente que yo, pero soy muy feliz teniendo una mujercita como ella.
Gracias por leer mi relato y os mandamos muchos besos.

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