Parecía otra

Se encontró en un bar a la chica que normalmente les sube la comida a la oficina. Como no llevaba el uniforme de trabajo casi no la reconoció. Hablaron y una cosa llevo a…

Pablo – Asturias
Hola a todos, mi nombre es Pablo, vivo en Oviedo, tengo 24 años. No soy feo, ni nada por el estilo, soy un hombre normal, es más, muchas mujeres me dicen que soy atractivo, pero soy bastante tímido, cosa que siempre me fue en contra, en fin, lo cierto es que desde hace tres meses que no tenía ningún tipo de relación con ninguna mujer, por lo que mi calentura ya estaba en el punto exacto como quien dice.
Una noche de sábado de hace poco tiempo, salí con mis amigos a tomar algo, fuimos a la zona de bares y estando en uno de ellos, entre copa y copa, charlando, veo que entra Lourdes en el local. Lourdes es una chica que suele traerme la comida de un restaurante a la oficina cuando no salgo a comer, es muy simpática, pero la verdad es que nunca la mire con lascivia. Además, siempre está con el delantal con el que trabaja, con el pelo atado y con una gorrita muy fea, sin embargo cuando apareció en el bar me pareció bastante bonita, nos saludamos y no mucho más.
Estaba en la mesa con mis amigos y notaba que, de vez en cuando, Lourdes me dirigía miradas y cuando yo me giraba para mirarla, ella apartaba su mirada. Lo cierto es que creo que, producto de mi calentura, esa misma que vengo cultivando en los últimos meses, la situación empezó a excitarme y Lourdes pasó a gustarme bastante.
Tiene 21 años, no es muy alta, es morena, de pelo ondulado, no tiene lo que se dice un cuerpo espectacular, pero además de una cara muy bonita, tiene muy buenas tetas y es, como ya dije, muy simpática.
De repente, sentí ganas de ir a buscarla, de sacarle un tema de conversación, pero sin embargo no sabía como empezar, tenía miedo de quedar como un idiota, y como siempre me reprimí, me quedé atontado y cuando me quise dar cuenta Lourdes estaba acompañada de un tipo que no me gustaba nada, por lo que mi rabia era mucho mas grande y la calentura más, aunque de eso es mejor no hablar, pues supongo que os lo imaginaréis. Lourdes hablaba con este tipo, me seguía echando miradas cada vez más, como decirlo, insinuantes. Esa es la palabra, además ya no apartaba su mirada cuando yo la miraba, y me mantenía durante unos segundos la mirada.
Esa noche me fui sumamente enojado conmigo mismo, no podía creer lo tonto que había sido y para colmo, cuando llegué a casa terminé masturbándome, aunque lo único bueno de la noche fue que la paja fue memorable, por lo que consideré a Lourdes de otra manera a partir de esa noche.
Dejé pasar el lunes y el martes, pero el miércoles llamé al restaurante e hice mi pedido. Cuando llegó Lourdes con mi encargo, nos saludamos como siempre, pero antes de irse fue Lourdes la que me preguntó sobre la noche del sábado y me dijo:

– Jamás pensé en encontrarme contigo en aquel bar.
– Yo tampoco la verdad – respondí.
– Se está bien, a mi me gusta mucho ese lugar al que voy todos los sábados.
– Ya me di cuenta – respondí.
– ¿Por…? – me dijo Lourdes poniendo cara de ingenua.
– Porque lo pasaste muy bien, te vi muy bien acompañada… – mentí pues el tipo me parecía horrible, pero quería tocarle el tema.
– Tienes razón – me dijo – pero el tipo era un pesado, no pasó nada…, si por mi hubiera sido, hubiera preferido que fuera otro, lo hubiera pasado mejor.
Me quedé en silencio, no supe bien que decir y terminé preguntándole cuanto le debía, pero su ultima frase, esa de que hubiera preferido que fuera otro, fue una de esas indirectas tan directas que me dejó sin palabras. Al rato, Cintia, una compañera de oficina empezó a pincharme, a decirme cosas del tipo:
– ¿Ah, así que ahora quieres ligarte a la chica del restaurante? – por suerte no siguió durante mucho tiempo, sin embargo me dijo algo que me dio mucho aliento – ¡La tienes a punto, chaval! Te falta meter el gol nada más – después de reírse le seguí el chiste y por suerte, Cintia terminó con sus bromas.
Pero lo cierto, es que creí que Cintia tenía razón, solo tenía que avanzar, pero en el fondo, ese era el problema. Al sábado siguiente decidí volver al mismo bar, con la intención de encontrarme con Lourdes, llegué al local a eso de las doce y media de la noche y cuando entré enorme fue mi asombro. Lourdes estaba hermosa, con una falda negra que le quedaba de maravilla, con una blusa también negra y ajustada, con los tres botones de arriba sin abrochar que dejaban ver un sujetador negro en el que ese terrible par de tetas lucían como nunca. Lo terrible era que estaba en los brazos del mismo tipo de la semana pasada. Apenas la vi, exploté de rabia.
Ella me miró y siguió con lo suyo, ni se inmutó. Entonces me di la vuelta y me dirigí hacia la salida, pero cuando llegué a la puerta me encontré con una pareja amiga que hacía mucho que no los veía y no podía dejarles así por lo que me quedé con ellos. La escena era exactamente igual que la del sábado pasado, yo en una mesa con amigos, charlando tonterías y Lourdes matándose a besos con el mismo tipo feo. Sin embargo, esa noche tuvo un vuelco imprevisto, pues al salir del aseo me encontré cara a cara con Lourdes, y como estaba enojado la ataqué.
– Menos mal que era un pesado el tío aquel ¿o no? – dije con tono agresivo.
Lourdes estaba, digamos entonada por el alcohol y me contestó:

– ¿Eh… qué pasa bombón? ¿Cual es el problema? No te pongas celoso que tú eres mucho más guapo…- y sin pensarlo Lourdes me dio un besazo de impresión.
Como quien dice, me partió la boca, allí mismo, en la puerta del aseo de los hombres, pero yo no me quedé atrás, la cogí por la cintura y la seguí besando, por lo que enseguida me excité mucho, ya que sentía sus enormes tetas contra mi pecho. Estuvimos así, besándonos en el mismo lugar casi cinco minutos, después Lourdes reaccionó y quiso volver hacia donde estaba el tío aquel, pero yo la cogí del brazo y sacando valor no sé de donde, le dije que nos fuéramos de allí y por fortuna, ella me siguió.
Salimos, yo dejé a mis amigos sin despedirme y nos metimos en el bar que estaba justo al lado, la música estaba a mil, sonaba a más no poder y fuimos directo a los reservados, nos sentamos en un rincón oscuro y muy propicio para los planes que nuestra calentura tenía y ahí empezó la acción.
No nos hablamos, solo jadeábamos de calentura, y seguimos besándonos, dejando que nuestras lenguas jugasen sin límite alguno, mis manos tocaban todo su cuerpo, en especial esas tetas que me volvían loco, pero en un momento, Lourdes paró, se levantó y se fue al aseo, yo me quedé sentado, pues no podía levantarme por la erección que tenía, mi polla estaba más grande que nunca, mojada y con ganas de sexo. A los cinco minutos volvió Lourdes, se sentó y seguimos la acción, pero esta vez más a mil los dos. Me besaba como desesperada, me mordía los labios, el cuello, me tocaba la verga, la agarraba por encima del pantalón, y mientras me besaba y me mordía el cuello me susurró al oído:
– No sabes las ganas que tengo de chuparte la polla…
Era fuego, no podía soportar tantas ganas de follarme a Lourdes y en un acto reflejo, bajé la cremallera del pantalón y saqué mi polla que estaba con la punta mojada, chorreando calentura. Apenas la vio, Lourdes se abalanzó sobre ella, se la metió en la boca y la chupó con sumo placer, subiendo y bajando a lo largo de mi miembro como una experta, lo hacía estupendamente bien. Además me la agarraba con la mano y comenzaba a subir y a bajar a lo largo sin dejar de chupármela. Yo no podía más y mi mano buscó entre sus piernas. Lourdes ayudo abriéndose, permitiendo la entrada de mi mano y para mi sorpresa, la muy zorra ya se había sacado la braga y estaba súper mojada.
En el acto, comencé a jugar con mis dedos en su coño mientras ella chupaba mi polla desenfrenadamente, no tardando mucho en eyacular, aunque antes se lo dije con voz entrecortada. A Lourdes no le importó, tragó mi polla hasta el fondo y exploté, le llené la boca de leche. Fue hermoso.

Se reincorporó y me besó apasionadamente, estaba en llamas, mis dedos seguían entrando y saliendo de su coño mojadito, pero ella me pedía más y no tardó mucho en tener un orgasmo bestial. Gemía y me decía todas las cosas sucias que nos gusta escuchar a los hombres. Estuvo impresionante.
Después de recuperarnos tomamos unas cervezas y nos fuimos. Fue maravilloso y otro día contaré como siguió la relación entre Lourdes y yo, pero lo de esa noche fue inolvidable.
Saludos y hasta pronto.