Relato erótico

“Orgiando” que es gerundio II

Charo
13 de diciembre del 2015

Felipe nos cuenta la segunda parte de la orgia que organizaron, él y su mujer, en un bar musical. Lo pasaron divinamente.

Felipe – BURGOS
Con el título de “Orgiando” que es gerundio” publicamos la primera parte del testimonio de un lector llamado Felipe, que tiene 30 años, es abogado, está casado, no es muy alto ni muy musculoso, y aunque hay amigas que no lo encuentran feo, no se siente el más atractivo. Vive en Burgos y nos confiesa que en estos momentos es totalmente adicto al sexo, le encanta. Esto último, nos dice, tal vez porque tuvo una juventud un poco reprimida, además que no tuvo mayores experiencias juveniles, se pajeaba constantemente a sus 17 cuando oía lo que contaban sus amigos del colegio. Según ellos habían hecho cosas que los relatos publicados en esta página serían cuentos, pero no importa hoy en día pues ha logrado acumular suficiente experiencia y descubrir que le encanta el sexo y sobre todo le encanta el voyerismo, la infidelidad consentida, las orgías, el intercambio de pareja, y otras cosas por el estilo.
A continuación nos contaba la primera orgía de su mujer y de él, y afirma que todo es 100% real, tan real como la vida misma.
Los lectores recordaran que, animados y en busca de aventuras, fueron al bar de siempre y ella comenzó a bailar con su marido. Le encanta la música electrónica, música brasileña, etc. y ese día bailaba haciendo gala de su mayor sensualidad. Levantaba los brazos, conciente que eso dejaba al descubierto parte de sus abultadas mamas, se agachaba como para que se pudiera ver mejor su culo y al final entablaron amistad con un grupo de chicos al mismo tiempo que ella, Lina la mujer, empezaba a desmadrarse causando cierto escándalo entre los presentes por lo que el dueño del local los invitó a pasar al sótano donde había otra sala más discreta.
Allí siguieron con sus juegos, cada vez más calientes… pero ahora cedemos la palabra al amable lector.
En otra de las mesas del sótano, habían dos mujeres jóvenes que nos miraban. No estaban nada mal, también usaban vaqueros muy bajos, con unos hermosos tops que apenas cubrían un par de apetitosas tetas. Ellas, al ver que las miraba, me sonrieron, yo sentí valor para ir a hablar con ellas, me acerqué y me dijeron que teníamos una fiesta de maravilla. La verdad es que ellas conocían a mi mujer, pues habían ido juntas a la Universidad y por ende, sabían quien era yo. Eso me avergonzó mucho, para ser sincero, pues confiaba en que nadie nos reconociera, pero reaccioné cuando me dijeron que si se podían unir o que si yo prefería una fiesta para mi solito. Yo les dije que ya volvía. Se lo conté a Lina y ella me dijo que le encantaría verme gozar con una de esas mujeres o con las dos. Entonces volví donde ellas estaban y nos pusimos a bailar.
Yo, ya muy excitado, les fui metiendo mano a las dos, y ellas entre risas se dejaban hacer lo que yo quería. Tenían unas tetas formidables, yo soy adicto a las tetas, y unos culos de infarto y la verdad es que no tenían nada que envidiarle a mi mujer. Se llamaban Tere y Susana, y yo sin haber terminado de bailar una canción muy de moda, las comencé a besar alternativamente, viendo como a mi mujer se la pasaban de mano en mano, y todos le hacían algo.
Al rato, mi mujer organizó un sorteo, diciéndome que tenía ganas de sortear su ropa y que no tendría inconveniente en salir desnuda a la calle. Pues bien, yo le dije que estaba de acuerdo, pero que no quería perder el tanga, pues era un recuerdo de nuestro viaje a Londres. Ella aceptó.

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Mis amigas se presentaron, se reconocieron y se rieron de todo lo que estaban haciendo, y ellas dijeron que también querían participar en el sorteo y que también sortearían sus propios tangas, no tan espectaculares como el de mi mujer, pero que no estaban mal. Yo le dije que sortera el tanga, pero que hiciera que me lo ganara yo.
Así comenzamos, se sorteó primero el top de Susana, que se lo ganó uno de los amigos de Javier. Ella no tenía nada debajo, así que quedó con las tetas al aire. Ella se me acercó, a la vista de mi mujer, para que yo le protegiera su desnudez, y se la protegí con mi boca. Mi lengua chupaba sus pezones rosado oscuros, y se los endurecí de tal forma que parecían pequeños penes queriendo eyacular.
Tere se ofreció para el segundo sorteo, y ofreció también su top. Se lo ganó Javier, quien pidió poder quitárselo y se lo quitó con la boca, chupando lo que quiso. El cierre del sujetador era delante.
Ahora le tocaba a Lina, quien dijo que sortearía su tanga, y que quien lo ganara se lo guardaría, pero que el segundo premio era que quien se lo iba quitar, se la quitara con la boca. Ya sabía que ganaría el tanga, era el trato, pero no sabía quién se lo iba a quitar. Poco a poco nuestra esquina del sótano, a pesar de la penumbra, era la que atraía más ojos.
Efectivamente me gané el tanga, pero puse cara de sorpresa y de molestia por no ser quien se lo quitaría. Sorteó y se lo ganó otro de los amigos de Javier, con quien ella no había bailado. Ella se quitó el pantalón sin recato, y se dejó caer en el suelo haciendo movimientos bastante eróticos al ritmo de la música. Se movía lentamente de arriba a abajo, en redondo, en fin, de todo para que nos calentásemos y le dijo al muchacho que comenzara a quitarle el tanga. El muchacho se arrodilló y comenzó a coger con sus labios la prenda por el centro, es decir de la parte del coño, pegándole una mamada en el chocho en mi cara, hasta que poco a poco comenzó a apretar, lo que hacía que también apretara el clítoris de Lina y que ella gimiera de gusto.
Luego fue bajando el minúsculo pantaloncito y dejó a descubierto un coño húmedo, rasurado totalmente, como a mi más me gusta y abiertos sus labios, lo que evidenciaba que le habían metido los dedos. En fin, un postre apetitoso. El muchacho se le iba a abalanzar encima, pero ella lo paró y le dijo que más tarde. Así mi mujer, se quedó totalmente desnuda, a la vista de todo el mundo, sin que le diera vergüenza. Bailaba, a la vista de todos. Luego siguió el sorteo. Susana ofreció también su tanga, con la misma condición que puso Lina, aunque ella hizo que se la ganara otro de los muchachos, y que quien se lo quitara fuera yo. También hice lo mismo que le habían hecho a Lina, pero con un poco más de atrevimiento. Le metí la lengua en su raja y ella gemía de puro gusto hasta que me dijo que quería que me la follara allí mismo, sin más dilaciones. Miré a mi mujer y ella puso cara de que sí podía.

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Sin más, me saqué la polla y se la hundí en el coño y a pesar de que me había hecho una paja menos de media hora antes, no pude más y me corrí casi al instante por la excitación en que estaba, pero después de eyacular, seguí bombeando con fuerza, y cuando volví la cara, vi que mi mujercita estaba siendo follada por Javier, quien se la metía y se la sacaba con mucha fuerza, haciendo que ella gimiera ruidosamente.
Tere, mientras tanto, era empalada por uno de los amigos de Javier, mientras que los otros se pajeaban. Una vez yo terminé, se acercó uno de los otros y también se folló a Susana. En fin, todos, éramos cinco, les dimos una buena dosis de polla a las tres muchachas.
Cuando estábamos en eso, bajó el dueño del bar, que sin decir mas nos echó. Vale la pena decir, que las muchachas no tuvieron tiempo de vestirse, así que salieron desnudas a la calle y todas se metieron en nuestra camioneta. Los muchachos se despidieron y nos fuimos. Las dejé en sus casas, a cada una, cogiendo la dirección de cada una de ellas.
Cuando llegamos a casa volvimos a hacer el amor, hasta que estuvo bien entrada la mañana, sin importarnos nada de lo que pudiera suceder en el mundo, recordábamos todo lo que hicimos, y nos prometimos nunca más ser tímidos ni mojigatos con respecto al sexo del uno o del otro. Desde entonces siempre intentamos conseguir amigos y amigas que quieran escandalizar y tener sexo del más abierto. Yo me encargo de las chicas, no sin antes hacerles un riguroso examen de aptitudes y ella, mi mujer, hace por su lado lo propio.
Besos de los dos.

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