Relato erótico

Orgía y algo más

Charo
31 de octubre del 2018

Vivió una agradable experiencia con varios hombres. La repitieron, pero en esta ocasión el final fue diferente, sorprendente y duradero

Bárbara – BARCELONA
Hola, mi nombre es Bárbara, ahora tengo 35 años, estoy casada y tengo dos niñas pequeñas, mido 1,72, estoy delgada, pero tengo una buena silueta, pechos pequeños, cintura muy marcada, glúteos bastante bonitos, piernas largas, ojos cafés y llevo el pelo largo.
Cuando tuve mi primera experiencia de sexo en grupo, tenía 19 años y un mes después de ocurrir aquello, y en la boda de la hermana de una amiga, nos volvimos a encontrar los protagonistas de la “noche loca”.
Mi pareja en aquella ocasión era Alberto y allí estaban también Carlos y Enrique, que iban solos.
Carlos me sacó a bailar haciendo comentarios sobre aquella noche, inmediatamente me acordé, me sonrojé, él me dijo que ojalá un día lo volviéramos a hacer, yo le dije que no moviendo la cabeza, cuando acabó la canción me dirigí hacia mi lugar junto a Alberto.
Media hora después llegó Enrique y también se sacó a bailar, y al igual que Carlos me comentó lo mismo, pero también le dije que no. Esto se lo comenté a Alberto, él me preguntó que si me gustaría volverlo a repetirlo, le dije que tal vez, pero que ese día no, aunque por dentro mi cuerpo pedía a gritos.
Como es normal, en la boda la bebida corría a chorro y como es lógico estábamos todos algo colocados. Carlos y Enrique se sentaron en nuestra mesa y charlamos un rato, de pronto noté como un pie, descalzo, se metía entre mis piernas. Mi primer instinto fue cerrar las piernas, pero entre la fiesta y el alcohol estaba muy caliente y deje que siguiera con aquella caricia.

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La cosa se iba animando, salimos los cuatro a la pista para bailar y Carlos me abrazó y me acarició las nalgas, entonces
Enrique y Alberto se unieron a nosotros y parecía que estuviésemos bailando, cuando en realidad lo que hacíamos era sobarnos.
Estaba caliente a tope y cuando me susurraron que habían pensado en ir a casa de Alberto para montar una buena juerga les dije que si rápidamente.
Antes de subir al coche, me pegue un buen morreo con todos.
En cuanto llegamos, nos fuimos hacia la habitación de Alberto que tenia una cama enorme.
Me sacaron la ropa y quedé completamente desnuda, ellos hicieron lo mismo, y en un momento tuve tres pollas, enormes y erectas para mi sola. Alberto se colocó entre mis piernas y empezó a comerme el chocho. Es una práctica que le encanta y es un verdadero maestro. Enrique y Carlos se arrodillaron y me dieron sus pollas para mamar.
Las alternaba, las chupaba suavemente, les mamaba los huevos y las mamaba como si me fuera la vida en ello.
Alberto me estaba chupando el clítoris y ya no pude aguantarme más, me corrí en su boca largamente.
Se acercó y me dio un morreo que sabia a mi chocho. Estábamos todos a tope.
Me colocaron a cuatro patas y Carlos se tumbó debajo de mi para comerme el coño, Alberto me dio su polla a mamar y Enrique me la metió en el coño. Me estaba volviendo loca, las chupadas de clítoris que me daba Carlos y la follada de Enrique me proporcionaron otro largo orgasmo.
A los chicos les babeaba la polla, y querían correrse. Carlos se tumbo y me metió la polla por el culo, Enrique me la metió en la boca y Alberto en el chocho.
Era una locura, solo se oían gritos y gemidos.
Cuando Enrique acabo de correrse en mi boca, les limpie la polla a los otros dos y nos quedamos tumbados un rato en la cama.
Cuando casi estábamos dormidos, sonó el móvil de Alberto, era Juan Antonio, uno de los que también había participado en la primera “orgía” y que no había podido venir a la boda. Dijo que había llamado por teléfono a los novios y cuando le dijeron que nos habíamos ido todos juntos, se imagino que estábamos repitiendo la aventura. Dijo que venia corriendo a casa de Alberto.

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Juan Antonio, llegó “fresco” o sea sin copas, pero caliente a tope. Se desnudo y fue directamente a mi entrepierna.
Tenía el chocho lleno de la leche de Alberto, pero no le importó. Me comía el chocho como un poseso, me metía un para de dedos y chupaba el clítoris muy deprisa, por supuesto me corrí en pocos minutos.
Entonces se colocó sobre mi cara y con cara de vicioso dijo:
– He llegado tarde, pero voy a recuperar el tiempo. ¡Cómeme los huevos y la polla!, pero despacito, quiero disfrutar.
Tenía los huevos en mi boca y empecé a lamerlos despacito, mientras con una mano se pajeaba la polla. El muy cerdo estaba muy caliente y de vez en cuando me ponía el agujero del culo en la boca y decía que lo chupase. En cuanto me metí la polla en la boca, me la folló como un loco, pero cuando parecía que iba a correrse paró.
No me había dado cuenta, pero los otros tres, estaban sentados en la cama pajeándose como mandriles y con las pollas tiesas.
Se sentaron los cuatro en el borde de la cama y me dijeron que les comiese las pollas a todos. Aquello era una locura.
José Antonio era el que estaba más caliente y cada vez que me la metía en la boca, me agarraba de la cabeza y la empujaba hasta el fondo de mi garganta. Me venían unas arcadas tremendas, pero me gustaba.
Así pasamos un rato, hasta que volvió a tocarle en turno a José Antonio. El muy cabrón en una de esas metidas profundas, me cogió la cabeza con fuerza y se corrió en mi garganta. Creía que iba a ahogarme y casi vomito toda la leche.
Me levanté cableada y le dije que aquello no me gustaba, pero no pude decir nada más, porque Alberto, me hizo arrodillar otra vez y me la metió en la boca. Me la follaba como si fuera un coño, y en una de esas, lleno mi boca de leche.
Quedaban Enrique y Carlos, pero dijeron que querían disfrutar un ratito más. Enrique se tumbó en la cama y me dijo que se la mamara, mientras, Carlos, me comía el coño por detrás y cuando me corrí me la clavó hasta el fondo.

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Me escocia el chocho, de tanto follar y de correrme. Entonces, Enrique se cambio de posición. El me follaba por detrás y Alberto me ofreció su polla para que se la limpiara.
Enrique era un tío con mucho aguante, o sea, que cuando se cansó de follarme el chocho, me la metió en el culo. Di un respingo, ya que de los cuatro, era el que la tenia más gorda y más larga. Pero en cuanto mi ano se acostumbró a aquel capullo que parecía un champiñón, yo misma culeaba para que no parara. De pronto, aceleró la follada y se corrió en mi culo.
Estábamos agotados, nos duchamos y nos repartimos en diferentes habitaciones para dormir. Les dije que quería dormir sola y Alberto me dijo que me acostara en la buhardilla que era la habitación de su hermana, ya que aquel fin de semana estaba fuera con su novio.
Debían ser las 5 de la madrugada y como era pleno invierno estaba todo oscuro. Me dormí, hasta que de pronto me despertó un placer inigualable. Uno de los chicos me estaba comiendo el coño. Había separado muy bien los labios y pasaba su lengua suavemente por mi botoncito. No quise abrir la luz y gimiendo le dije que no parara. Cuando le cogí la cabeza para apretarla y correrme, me encontré con un pelo de mujer. Fue tal mi sorpresa que quise apartarme, pero no me dejó. Abrí la luz y vi a la hermana de Alberto en plena faena, pero era tanto el gusto que estaba sintiendo que me dejé ir y me corrí largamente.
Me iba a incorporar, pero me susurrando me dijo:
– No he podido resistirlo, estabas tan atractiva que me han entrado ganas de hacerte feliz, pero no te mueva, no he terminado.
No sé que me pasó, pero le hice caso. Me quedé tumbada y vi que se dirigía a su armario y sacaba una bolsita. Nunca había visto nada como aquello. Una era un consolador de color verde, y aparentemente blando. Eso si, era enorme. Después saco una especie de mini consolador con una cable largo. Por supuesto la deje hacer.
Enchufó el aparato pequeño y vi que se lo ponía en el dedo. Me lo enseñó y vi que era como una funda, de un material blando y con una especie de bolitas. Estaba caliente e intrigada.
Le dio marcha a lo del dedo y me lo colocó directamente sobre mi pepitilla. ¡Era una locura! Daba casi más gusto que una lengua. Empecé a moverme, necesitaba polla. Entonces me metió el enorme consolador hasta el fondo y empezó a follarme despacito, pero profundamente. No tarde ni dos minutos en correrme. Pero ella no paraba, seguía dándome marcha con los aparatitos. Aquello era una locura, cuanto más me corría, más caliente estaba, llegó un momento que con solo rozarme el clítoris me corría. Al final le dije que parara que no podía más.
Me sacó el consolador, y sin esperármelo lamió en profundidad mi coño y sorbió todos mis orgasmos, era como me pasara la corriente. La muy zorra sabia lo que hacia, ya que sin esperármelo volví a correrme.
Se acercó a mi cara y me dio un beso largo y profundo. Pude saborear mi propia corrida y no me disgustó. Con su cara cerca de la mía me dijo:
– Nadie sabe que me gustan las mujeres. Es más, hace dos años que tengo novio y funcionamos bien, pero nada es igual al placer que me proporcionan las mujeres. Espero que ahora me hagas sentir lo mismo que yo te he hecho sentir a ti.
Le dije que nunca había estado con una mujer y que no sabía si me apetecía, pero me dijo que lo probara y acepte.
Se colocó encima de mi cara, y me ofreció su depilado y sonrosado coño.
Primero le pasé la lengua con suavidad por el clítoris. Lo tenía hinchado y cada vez que lo rozaba tenía un espasmo. Le metí la lengua dentro del chocho y lo folle como si mi lengua fuese una polla. Se fue poniendo caliente y acabó restregando el coño contra mi boca, estaba como loca y le llegó el primer orgasmo. Casi me ahogo, era muy diferente a una corrida de tío.
Comerle el coño me había calentado, o sea que seguí, pero con una mano me estaba pajeando. Cuando Natalia, que así se llamaba, lo vió, se levantó y me hizo colocar de lado. Montamos un 69 increíble. No recuerdo las veces que se corrió, ni las que me corrí yo.
Como veréis, fue una noche de lo más completa. Pero la sorpresa viene ahora. Actualmente Natalia también está casada y sabéis que yo también, pero desde aquella noche, hemos sido amantes y por supuesto, nadie se imagina nuestra historia. Puedo confirmaros que ningún hombre me ha hecho tan dichosa en el sexo como ella.
Besos para todos.

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