Relato erótico
“Ordenando” el archivo
Era verano y el trabajo había aflojado un poco, aprovechó la tarde para ordenar papeles, archivar, etc. Cuando fue al archivo vio que estaba sucio y desordenado. Llamó a la chica que limpiaba las oficinas para que le ayudara.
Antonio – Tarragona
Me llamo Antonio, tengo 35 años, soltero, estatura normal y quizá con algunos kilitos de más que disimulo haciendo algún deporte los fines de semana. Ahora quisiera contaros la situación tan especial que estoy viviendo en los últimos meses. Trabajo en una bodega de la zona y, para la limpieza de las oficinas, tenemos a Yolanda, una chica casada de 38 años. Conozco a su marido por nuestra relación laboral y de coincidir alguna vez por el pueblo. Todo empezó hace unos meses, justo en pleno mes de julio, en el cual en la bodega tenemos muy poco trabajo y además coincide con la época en que muchas de las personas que trabajan aquí, están de vacaciones.
Fue en uno de esos días tontos en los que había poco trabajo que me puse a ordenar los papeles del archivo, trabajo que siempre vas dejando para cuando te sobra un rato. El resto de la gente de la empresa se fue marchando y a última hora quedamos tan solo Yolanda, limpiando en una parte de las oficinas, y yo atrás, en el archivo. Allí siempre hay mucho polvo y suciedad por eso, al oír a Yolanda limpiando, la llamé para enseñarle como estaba el archivo y para que le pegara un repaso. Cuando vino nos pusimos, mano a mano, a limpiar archivadores, expedientes, etc. En una de esas, limpiando una de las estanterías de arriba y con ella subida en una pequeña banqueta, se venció para adelante y como en las películas, allí fui yo contra ella para sujetarla apoyando, sin querer, las manos en sus pechos.
La situación era totalmente embarazosa. Los dos casi abrazados y con mis manos apretando sus tetas. Al intentar soltarla, se cayó del todo y ahora tuve que cogerla por la cintura por lo que quedamos totalmente unidos. Ella estaba sofocada y yo creo que lo estaba aún más que ella. No sé como ocurrió pero cuando nos dimos cuenta estábamos besándonos como locos, con mis manos en su culo y apretándola bien fuerte contra mí. Ella no decía nada. Tan solo movía la cabeza y con sus manos en mi cuello, me apretaba contra su cuerpo. Cuando nuestras bocas se soltaron del interminable beso, empecé a pasar mis labios y mi lengua por su cuello y por los lóbulos de sus orejas.
Entonces empezó a suspirar, gemir y a ponerse loca. Yo, a la vez que le chupaba el cuello, le iba diciendo palabras bien subidas de tono y ella cada vez estaba más agitada y acelerada.
En uno de los movimientos que hicimos, la arrimé a la pared y allí me apreté contra ella, restregando todo mi paquete por su entrepierna, a la vez que le mordía el cuello. Mis manos se fueron a sus tetas que, al principio estuve acariciando por encima de la blusa, pero al poco le desabroché los botones y luego el sujetador dejando al aire sus pechos, menudos pero tiesos y con unos pezones, con aureolas pequeñas, pero también tiesos, tan tiesos como estaba ya mi polla. En pocos minutos y sin dejar de mordernos y chuparnos, tenía a Yolanda desnuda del todo. No sé muy bien como hice para bajarle los pantalones pero de lo que sí me acuerdo es que para bajarle las bragas, unas preciosas bragas de algodón, blancas, sencillas pero arrebatadoramente excitantes, antes estuve acariciando su entrepierna por encima de ellas, pasando la palma de mi mano arriba y abajo por todo su chochazo y con mi dedo queriéndoselo clavar dentro de su agujero, con braga y todo.
Desnuda como estaba, se restregaba contra mi paquete y a mí me dolía ya la polla de lo dura que estaba así que, mordiéndole suavemente la oreja, le pedí que me soltara los pantalones. Con manos temblorosas empezó a soltarme el cinturón y a bajarme los pantalones con lo cual mi polla dejaba una tienda de campaña terrible en el slip. Realmente, no tengo una picha muy grande ni muy gorda pero ese día, con el morbo de la situación, estaba más tiesa que nunca y Yolanda no paraba de sobármela por encima de los calzoncillos. Por eso estaba más que a dos mil por hora. Además yo tampoco paraba de decirle palabras fuertes. Cuanto más le decía “zorra”, “puta”, “más que puta”, más se apretaba ella a mí.
Enseguida estaba yo también desnudo del todo y mi polla apuntando a su coño, por eso la cogí por los mulos para abrirla del todo y de un empujón se la metí hasta adentro. Yolanda chilló como una cerda y no paraba de gritar que era mi putita y que no parase de follarla. Supongo que fue la tensión contenida por ambos, pero el caso es que al poco de estar taladrando su chocho con unos empujones terribles, nos corrimos los dos. Primero ella y justo entonces, yo vacié toda mi leche en su coño. Así nos quedamos los dos apretados contra la pared pero con esa flojera que te queda después de un polvo súper intenso y yo todavía con la polla dentro de ella, aflojándose poco a poco. Yolanda me abrazó y dándome un beso en la oreja, me dio las gracias por el polvo que habíamos echado. Yo le devolví el beso y reconocí que el agradecido era yo por haber podido compartir un polvo con un pedazo de mujer como ella. Me salí de su coño entre risas de los dos, porque estábamos totalmente pringados.
Me confesó al oído que se había meado de gusto al correrse y eso, con sus flujos y toda la leche que le resbalaba coño abajo, nos dejó “manchaditos” del todo. Cogiéndola de la mano, nos dirigimos a los lavabos, recogiendo antes toda nuestra ropa tirada por todo el archivo y con toda ella en un montón y desnudos como estábamos, atravesamos las oficinas para meternos en el servicio de señoras. Allí, en los lavabos, nos limpiamos un poco el sexo aprovechando yo para meterle mano de nuevo y al ponérseme juguetona la picha otra vez, la abracé por la espalda y empecé a acariciar sus pezones con una mano y con la otra a jugar con los rizos de su coño. Yolanda se dio la vuelta y agarrándome la polla me dijo:
– A mí tampoco me importa repetirlo, pero debemos buscar un lugar más cómodo.
Dejamos toda nuestra ropa en los lavabos y nos fuimos a una pequeña sala de reuniones que tiene unos mullidos sofás. Sin dejar de acariciarla y meterle mano, me senté en uno de ellos atrayendo a Yolanda hacia mí, sentándose encima.
Con cuatro restregones, tenía yo la polla otra vez dura como un poste así que ella se sentó encima, clavándosela hasta el fondo en su coño, subiendo y bajando como una loca.
Yo la tenía cogida por el culo para que no se cayera en uno de esos movimientos frenéticos, a la vez que le pegaba unas fuertes palmadas en las nalgas y mi boca no paraba de morderle los pezones. No sé si se corrió una vez o fueron varias o bien fue una interminable, pero lo que sí sé es que no paraba de boquear, jadear y pedirme caña.
Después de la primera corrida yo aguanté un buen rato con la polla dura dentro de su coño hasta que, con tantos movimientos, consiguió ordeñarme de nuevo. Cuando me salí de ella, estábamos chorreando sudor y con un intenso beso, decidimos levantarnos.
Al mirar el reloj de la pared, nos dimos cuenta que eran casi las nueve de la noche y que habíamos pasado más de dos horas follando, con el riesgo de que alguien nos hubiera pillado. Volvimos a los servicios y nos vestimos. Hablando con ella le pedí de repetir el encuentro, a lo que ella me contestó que hoy la había pillado muy necesitada de rabo pues había discutido con su marido por una tontería y no se dirigía la palabra, pues ninguno de los dos quería ceder. Y aunque su marido es muy fogoso y potente y follan casi todos los días, al estar enfadados llevaban más de dos semanas sin que se la clavara. Además su marido se la meneaba todas las mañanas para que ella viera que no le hacía falta y así excitarla más para que fuera ella la que pidiera perdón, pero a Yolanda no le gusta mucho masturbarse ya que, según ella, prefiere follar, y por eso estaba totalmente salida.
Al final me reconoció que hoy se iba a reconciliar con su marido, aunque fuera cediendo ella, y que se lo iba a follar sin darle respiro. La abracé e insistí en pedirle permiso para repetir lo de esa tarde, diciéndole que me había quedado con ganas de meter mi lengua por su conejito y su culito.
Me contestó, sonriendo, que todo se andaría. A fecha de hoy, nos hemos encamado varias veces y cada día me sorprende más pues es una auténtica máquina de follar y por supuesto, me he comido su coño, su culo y la he dado por ese mismo culo varias veces, pero esas experiencias intentaré contarlas en otra ocasión.
Saludos.