Relato erótico
Oferta especial
Está casada, el sexo con su marido siempre había funcionado pero, el ritmo cambió. Abrieron una nueva peluquería cerca de su casa y decidió aprovechar las ofertas que ofrecían por la inauguración. Fue un acierto total.
Carmen – Valencia
Somos una pareja de unos 40 años y con una vida sexual prácticamente inexistente desde hace cuatro años y hasta hace un par de meses. Soy bastante resultona y según dice mi marido, y algún que otro comentario que he escuchado, parece que tengo unas magníficas tetas, aunque algo caídas para mi gusto, aunque siempre he sabido sacar partido de ellas con buenos escotes, y sobre todo en la playa, donde procuro llevar pequeños bikinis que dejan a la vista casi todo el pecho, para el deleite de mi marido y de los demás, a juzgar por las miradas.
A mi marido no parece importarle que me miren, al contrario, es él quien me anima a comprarme algún que otro bikini que sería incapaz de ponerme si fuera sola. Digamos que mi punto débil sería el culo y me he negado sistemáticamente al sexo anal y aunque mi marido me lo haya solicitado desde que me acuerdo, lo más que ha conseguido es hacerme unas formidables pajas mientras me comía el coño con un dedo dentro del culo.
Mi marido era el niño guapo de la pandilla. Cuando conseguí enrollarme con él todas mis amigas me odiaron porque era de los más solicitados. Por eso mismo me dediqué a que no tuviera que buscar nada fuera desde el primer momento, hasta que quedamos firmemente comprometidos. La verdad es que fueron unos años maravillosos, follábamos en cualquier sitio y allí donde no era posible siempre estaba dispuesto a hacerme una paja que posteriormente se vería recompensada por mi parte, me ha llegado a reconocer que nunca le habían hecho una paja como yo se las hago, así que debe ser que las hago bastante bien. Tiene una polla normalita, nada del otro mundo, pero tarda una barbaridad en correrse y siempre me ha hecho sentir mucho.
Cuando nos casamos, llegó la monotonía, y poco a poco la frecuencia de las relaciones pasó a ser de una vez por semana, a dos a lo sumo. Sin embargo, él sigue pidiéndome prácticamente a diario que necesita sexo aunque muchas veces no me encuentra dispuesta a ello. Sigo ofreciéndole de vez en cuando una de mis maravillosas pajas, o una buena cubana cuando tengo más ganas de guerra.
Hace poco empezó a decirme lo cachondo que se pone cuando piensa que en mi trabajo estoy follando con otros y que nada le gustaría más que verme follar con otro, de hecho cuando me está follando me pide que le cuente como lo hago con otros, aunque sea mentira. Yo no le hago caso, pero reconozco que alguna que otra vez he fantaseado con que al final de una reunión me quedo discutiendo con algún compañero y acabo follándomelo salvajemente. Bueno vayamos al grano.
Hace poco fui a una peluquería nueva que han abierto cerca de casa. Había una oferta especial por apertura en la que te hacían el corte de pelo y, además, te daban un bono para unos masajes capilares, me corté el pelo y quedé para los masajes durante cuatro sábados consecutivos, ya que no podía hacerlo a diario. El primer día llegué y pasé a una especie de trastienda donde se encontraban las cabinas en las que aplicaban los masajes y pude leer un cartel que colgaba de la pared con los diferentes servicios que proporcionaban, además del masaje capilar, hacían depilación integral y peluquería íntima, entre otros. Cuando me tocó el turno pasé a la cabina y me recibió una señorita, Mireia, que amablemente me acomodó en una camilla muy especial. Parecía el sillón de un dentista con múltiples ajustes de altura e inclinación pero a partir de la cintura se dividía.
Comenzó a activar pedales y botones hasta dejarme en la postura que necesitaba para hacer su trabajo, colocó una música relajante y comenzó la sesión. Durante la misma, me pareció escuchar gemidos y gritos provenientes de las cabinas contiguas, pero estaba tan relajada que no sabía si era un sueño o realidad. Al final de la sesión le pregunté por los servicios de depilación integral y peluquería intima, me los explicó y me presentó a los encargados de ello, Carlos, Nacho y Ana, todos ellos con un aspecto excelente. Cuando llegué a casa mi marido me preguntó que tal me había ido y yo le dije que fenomenal, que debería probarlo y le di uno de los vales que tenía para mí.
La siguiente sesión, antes de entrar, le dije a Mireia que estaba interesada en el servicio de depilación pero que no deseaba una depilación integral, sino una depilación normal, axilas piernas e ingles. Me dijo que no había ningún problema y que si me parecía pasarían mientras ella me estaba dando el masaje para realizar su trabajo, yo le dije que me parecía bien. Al pasar a la cabina me dijo que me desnudara y me pusiera una bata. Así lo hice, me coloqué en la camilla y comenzó el trabajo. Al poco tiempo me encontraba en la misma gloria cuando noté que abrían la puerta y entraba uno de los chicos que había conocido con una serie de botes y aparatos que no acertaría a describir, me invitó a quitarme la bata y yo inmediatamente miré a Mireia como asustada, ella me dijo:
– No te preocupes y tápate con esta toalla.
Me quité la ropa y me puse la toalla que a duras penas tapaba mis enormes tetas y por abajo me llegaba justo hasta el inicio del coño.
Comenzó a hacer su trabajo, y antes de empezar con una axila entró otro compañero, Nacho, que me dijo:
– Mientras Carlos te hace las axilas, si te parece yo empezaré con las piernas.
Asentí con la cabeza y a los pocos instantes Mireia me estaba aplicando un maravilloso masaje capilar, Carlos me embadurnaba las axilas con una suave crema que me hacía unas cosquillas muy agradables y Nacho hacía lo propio con mis piernas. Mireia acabó su trabajo y abandonó la cabina. En ese momento yo estaba completamente relajada y cualquier cosa que prolongara esa situación la habría aceptado, ellos parecían saberlo y me propusieron gratuitamente un corte de pelo íntimo, inmediatamente les dije:
– Haced conmigo lo que queráis.
Entonces Ana entró en escena manipulando la camilla de manera que mis piernas comenzaron a abrirse a la vez que se flexionaban, dejando mi coño perfectamente ofrecido para que pudiera hacer su trabajo. Me retiraron la toalla y Ana se sentó en un taburete entre mis piernas a escasos centímetros de mi coño, completamente abierto y ya empapado a esas alturas.
Comenzó la preparación de la zona, aplicándome una loción tipo gel, para ablandar los pelos mientras Carlos me aplicaba una crema calmante en las axilas para después de la depilación y descuidadamente sus manos se aventuraban sobre mis grandes tetas cuyos pezones comenzaban a ponerse duros. Le miré a los ojos como dándole consentimiento, cogió más crema con sus manos y comenzó a sobarme descaradamente las tetas. A esas alturas mi respiración entrecortada y mis gemidos hacían evidente mi estado de excitación. Nacho acabó su trabajo en las piernas y al ver a Carlos, se acercó a mis tetas, para seguir dándome placer. Instintivamente mis manos buscaron sus pollas que, bajo el pantalón, parecía que iban a estallar y en menos de cinco segundos se quedaron completamente desnudos y sus dos enormes pollas se balanceaban a escasos centímetros de mi boca invitándome a que las chupara. No había tiempo que perder, estaba tan caliente que le dije a Ana:
– ¡Ana, cariño, si no quieres que me corra en tu cara termina ya, que estoy chorreando!. Me habéis puesto tan cachonda entre todos que necesito meterme algo por el coño para calmarme.
Acabó su trabajo, me secó y me aplicó una crema refrescante con un pequeño masaje, que terminó de ponerme como loca. Recogió sus trastos y salió de la cabina. En ese momento la estampa era la siguiente: yo estaba en una cabina cerrada, tumbada en una camilla, en pelotas, completamente abierta, con el coño rasurado, todo el cuerpo embadurnado con cremas, cachonda perdida y con dos rabos para mí solita, así que puse cara de vicio y les dije:
– ¿Quién de vosotros va a ser el primero en meterme el rabo hasta las bolas?. No os preocupéis que tendré para los dos. ¡Os prometo que me follaréis hasta quedar secos!
Automáticamente Nacho se colocó entre mis piernas, subió un poco la altura de la camilla y empezó a meterme su polla que era mucho más grande que la de mi marido, y empujaba lentamente. Se veía claramente que no era la primera vez que lo hacía y entendí los gemidos que me pareció oír el primer día, y yo estaba tan caliente que antes de que llegara hasta el fondo de mi coño ya me había corrido. A partir de ese momento todo fue maravilloso.
Nacho empezó a bombearme con su rabo, mientras yo le dije a Carlos que se sentara sobre mis tetas a horcajadas para hacerle una cubana. Una vez estuvo en el lugar correcto, coloqué su nabo entre mis grandes mamas y comencé a moverlas arriba y abajo. Esta otra verga no era tan gorda pero si tan larga que en sus envites llegaba hasta mi boca, momento que yo aprovechaba para chuparlo poniéndolo a cien.
En esta situación no tardaron en llegar los orgasmos de los que perdí la cuenta, cuatro, cinco… Nacho adoptó un ritmo lento pero constante haciéndome disfrutar con cada centímetro de polla que entraba por mi coño pero cuando ya no podía más le pedí que acelerara su ritmo y me llenó con su leche caliente, casi a la vez Carlos agarró mis dos tetas con ambas manos y dando fuertes envites descargó abundantemente sobre ellas. En ese momento me quedé en tal estado de relajación que no me di cuenta que alguien más entraba en la cabina y comencé a notar una lengua caliente que lamía mi coño, limpiando toda la leche que Nacho me habían dejado dentro. Cuando miré me llevé una grata sorpresa, era mi marido. Estaba lamiendo como loco la leche que minutos antes había salido del rabo de Nacho y en mi estado de excitación le solté:
– ¿Esto es lo que querías verdad, cabronazo? Cuando acabes de limpiarme el coño, sube a mis tetas y termina tu trabajo. Quiero que me dejes limpia para que puedan volver a follarme como a una perra. Como a tu perra, cornudo. ¿Verdad que te gusta?
Debo decir que la situación me ponía muy caliente. Mi propio marido estaba limpiando los restos de semen que dos pollas acababan de desparramar en mi coño y mis tetas y empezaba a disfrutar de todo esto. Muy obediente, el cornudo me dejó el coño y las tetas perfectamente limpias, pero sin quererlo me había vuelto a poner a cien y esta vez éramos uno más a disfrutar. Una vez terminó le dije:
– Siéntate ahí y mira como disfruto con dos rabos de verdad. Vas a ver como soy capaz de tener dos pollas dentro y tú no te preocupes, puedes sentarte y masturbarte como haces en el baño de casa, pero esta vez no te hará falta imaginarte nada, esta vez lo vas a poder vivir de cerca.
Enseguida se abalanzaron sobre mí y en poco tiempo volví a tener dos grandes rabos dispuestos a darme placer a mí y al cornudo de mi marido. Uno de ellos cogió un bote de crema y empezó a untarme el culo, metiéndome primero un dedo, luego dos hasta que mi culo se dilató lo suficiente para lo que me aguardaba. Mientras el otro me tapaba la boca con su polla que enterró hasta mi garganta y yo chupaba como podía. Me bajaron de la camilla y se sentó en ella Carlos, con el rabo apuntando al cielo, y me dijo:
– Ahora vas a gozar de verdad, te vamos a follar como nunca te lo habrá hecho el cornudo de tu marido, nos pedirás mas y lo tendrás. Tendrás todo el rabo que seas capaz de soportar. Ven aquí zorra, que te va a gustar.
Confieso que me asusté un poco, pero tener a mi marido allí al lado me tranquilizó. Me agarró por la cintura y me sentó sobre su vientre, dándole la espalda, me abrió las piernas y comenzó a sobarme las tetas, pellizcándome los pezones, que volvían a estar duros nuevamente. Intentó meterme la polla por el culo, pero entre la postura y la crema no atinaba muy bien, mirando a mi marido, completamente empalmado viéndolo todo le ordené:
– ¿Tu no has querido siempre darme por culo?. Pues he decidido que en este momento te voy a conceder ese deseo, pero tendrá que ser con la polla de Carlos así que cógela y métemela por el culo, cabrón, quiero que presencies en primer plano como me desvirgan el culo.
No había terminado de decirlo cuando el cornudo ya estaba agarrando la polla de Carlos e intentaba torpemente introducirla por mi culito virgen. Esta vez fue diferente, ahora sí. Colocó el capullo en el sitio correcto y presionó ligeramente hasta que consiguió que el capullo entrara. Una vez entró la cabeza grité, pero inmediatamente me dejé caer y me ensartó toda la verga hasta que los cojones llegaron a mi culo.
Me quedé inmóvil, sin respiración, parecía que algo se me iba a romper por dentro, pero al cabo de unos segundos, el dolor se transformó en calor y empecé a subir y bajar por aquel pedazo de carne que me llegaba hasta las entrañas. Mis tetas comenzaron a moverse arriba y abajo siguiendo los envites del nabo de Carlos, un placer nuevo para mí comenzó a surgir y comencé a gritar como una perra:
– ¡Así, cabrón… aaah… que gusto… sí fóllame el culo… me gusta, no pares de meterme la polla, sigue así… ¿Ves cabronazo lo bien que me están follando…?. ¡Así, más, más no pares… llena mi culo de perra con tu leche… aaaah…!.
A la vista de todo esto, Nacho estaba nuevamente empalmado y colocándose frente a mi coño, apunto con su rabo y empezó un nuevo metisaca que me llevó al delirio. Cuando me entraba la verga de Carlos por el culo, salía la de Nacho de mi coño y viceversa, estaban perfectamente sincronizados y luego supe que era un numerito que hacían con bastante asiduidad entre las clientas, de manera que, los orgasmos se sucedían indistintamente provenientes de mi culo y de mi coño, hasta que no pude distinguir el origen y empecé a gritar, arañarles, morderles, como loca y los dos se corrieron dentro de mi inundando mis dos agujeros. Fue una sensación muy placentera sentir todo ese liquido caliente entrando por mis dos agujeros.
Al sacarme sus pollas, la leche goteaba de mis orificios, pero mi marido se apresuró a lamer ambos y dejarlos perfectamente limpios, aunque un poco enrojecidos. Al terminar se dio la vuelta y comenzó a limpiarles la polla a Nacho y a Carlos hasta dejársela igualmente limpia, mientras yo le cogía la polla y le hacía una mamada hasta que me llenó la boca de su propia leche, que tragué con gran placer. Era lo menos que se merecía después de todo.
Nos vestimos y nos despedimos. Una vez en casa mi marido me confesó lo mucho que había disfrutado y me echó otro polvo con más ganas que nunca. Desde entonces, mi vida ha dado un giro considerable, visto siempre más provocativa, me retoco el pelo del coño una vez al mes, y aunque le prometí a mi marido que si él no estaba presente no lo haría con nadie más, reconozco que cada vez que lo recuerdo mojo mis bragas y si no tengo a mi marido cerca tengo que hacerme una paja.
A mi cornudo le encanta todo esto y me echa unos polvos de campeonato. Se me ocurrió sugerirle el ir a un club de intercambio donde pueda tener una buena sesión con varios hombres y desde entonces no para de follarme y pajearse pensando en ello. Estoy pensando en darle ese gusto y de paso correrme una buena. Os prometo que sabréis como acaba. Besos.