Relato erótico

Ocurrio sin planearlo

Charo
3 de febrero del 2020

Aquel fin de semana pudo realizar una de sus fantasías. Sin planearlo le salió redondo.

Daniel – ALICANTE
Amiga Charo, quisiera contarte como, cuando menos lo esperaba, se hizo realidad una de mis más anheladas fantasías: hacer “travesuras” en compañía de dos mujeres.
Estaba disfrutando de una escapadita de fin de semana con mi amiga Berta al lado de la piscina de un confortable hotel de una población costera, cuando se nos acercó Rita, una amiga de esa población. Rita y yo habíamos vivido nuestras aventuras años atrás y nos unía una amistad muy intima. Venía de jugar al tenis y llevaba un conjunto de falda corta que parecía una colegiala.
Se acercó sorprendida de verme y tras presentarle a Berta, se sentó con nosotros. Entre tragos y bromas no dejaba de mirarla y de recordar las locuras vividas con ella, pero estaba con Berta y debía quedarme tranquilo, aunque ella, sin embargo, no dejó de hacer comentarios pícaros sobre mi escapadita con Berta. En una de esas, Berta la invitó a que se bañara en la piscina con nosotros, que el agua estaba divina y el día caluroso, pero Rita comentó que no tenía traje de baño y Berta le ofreció uno de ella. Aún no sé si fue premeditado pero ese fue le punto de partida de todo.
Nos fuimos a nuestro apartamento, una de las cabañas que bordean la piscina, allí Berta sacó dos trajes de baños para que Rita escogiera y para mi sorpresa dijo:
– Puedes probártelos aquí, seguro que él ya conoce tu cuerpo.
Yo no dije nada, pero Rita tuvo un gesto entre picardía y sorpresa y comenzó a bajarse la falda de pie frente al espejo, dándome la espalda pero cuando se agachó para sacar la falda por los pies, pude ver su hermoso culo vagamente cubierto por un tanga blanco, luego se sacó la camiseta para quedar con un delicado conjunto de sostén y tanga. Berta, que no le quitaba la vista de encima, de repente exclamó:
– ¡Creo que mis traje de baño se verán mejor en ese cuerpo! ¿Cual te quieres probar? Creo que este azul te va quedar bien, pero termina de desnudarte, no seas tímida…
Rita obedeció y en segundos estaba completamente desnuda ante los ojos curiosos de Berta. Y los míos.
– La parte de abajo te queda muy bien pero tus tetas son más grandes que las mías, hermosas pero más grandes – dijo Berta.
– ¿Verdad que son perfectas? – añadí.
– Gracias a mi cirujano – confesó Rita.
– ¿Son operados? – replicó Berta – No lo puedo creer, no se nota, son muy grandes pero perfectos. ¿Como los sientes?
– Bien, normal – añadió sonriendo Rita.
Berta no dejaba de mirarlos y de repente no aguantó y preguntó:
– ¿Puedo tocarlos?

Rita se sorprendió, me miró como buscando respuesta pero Berta ya se le había adelantado y tocaba su pecho derecho de afuera hacia adentro, luego hizo lo mismo con el izquierdo y al llegar a los pezones pude ver como se endurecían y aumentaban de tamaño. Rita tenía esa mirada que yo ya conocía, estaba excitada, muy excitada y pensaba en qué hacer cuando Berta le preguntó:
– ¿Como se sienten… no afecta su sensibilidad?
– Obviamente no – respondió Rita con cara de picardía pero con la voz entrecortada.
– Disculpa, no era mi intención – dijo Berta retirando sus manos, pero sin quitarles la vista de encima – Se ven preciosos, te felicito – añadió.
– Veamos como me queda el traje de baño – dijo Rita buscando cambiar la situación.
Yo, tratando de disimular mi excitación, observaba como esos hermosos pechos desbordaban el sostén, provocadores, sensuales y los pezones, aún duros tratando de romper la tela, le daban un toque erótico.
– Te queda perfecto – comenté – Te ves demasiado buena.
– Pero hay algo que no me gusta – dijo Rita – No me he depilado y se me ven los pelos, eso no me gusta.
– Eso lo podemos resolver, tengo tijera y máquina de afeitar, además él te puede ayudar, es experto y le encanta hacerlo – saltó Berta.
No supe que decir, Berta siempre le gusta que sea yo quien le afeite cada vez que vamos a la playa o piscina pero nunca pensé que me haría propaganda. Mientras entendía qué estaba pasando, Berta la tomó de la mano y le dijo:
– Ven, que estás en buenas manos, no te vas a arrepentir.
La acostó en la cama y le quitó la parte de abajo del traje de baño mientras yo buscaba mi crema de afeitar, mi maquinilla y una toalla. Mientras colocaba la toalla debajo de Rita la miré a la cara, tenía los ojos cerrados, los labios apretados y trataba de respirar profundo pero su respiración cada vez iba más rápido. Pude ver que su corazón estaba a mil. En eso llegó Berta con unas tijeras pequeñas y le dijo:
– No tienes mucho, esto va a ser rápido, relájate y disfrútalo – luego me miró con una picardía que nunca le había visto, me dio un beso en la boca y me dijo – Yo te ayudo.
En el acto comenzó a cortar los vellos más largos de la parte arriba del pubis sin llegar a tocarla. Yo estaba acostado entre las piernas de Rita y Berta a un costado. Berta fue bajando con la tijera a la zona de los labios y siguió su trabajo cuidando de no tocarla. Tras de unos pequeños cortes pude ver que algo brillaba entre los labios de Rita. Estaba bañada, su lubricación era abundante y su respiración cada vez más rápida. Yo estaba alucinando con ese “paRitaje” cuando Berta dijo:
– Es tu turno – y me dio la espuma de afeitar.

Dejé caer un poco sobre su pubis e Rita saltó, estaba muy sensible. Comencé a regar la crema por su vientre y cuando toqué sus labios se le escapó un gemido seguido de una respiración profunda, tal vez para mantener el control. Pronto pude ver como su clítoris crecía aceleradamente y en segundos tenía en mis manos el clítoris más grande que haya visto en mi vida, a pesar de que ya lo conocía. Lo toqué a través de los labios y estaba durísimo, palpitaba y yo estaba disfrutando de ese espectáculo cuando Rita dijo:
– Me va a explotar…
– No te preocupes, estás en buenas manos, disfrútalo – respondió Berta mientras soltaba el nudo del sostén y liberaba unos pechos recrecidos con la aureola del pezón enrojecida y encendida, con los pezones firmes, endurecidos como queriendo tocar el cielo.
Comencé a pasar la maquinilla de las piernas a los labios y cada pasada arrancaba un salto, un gemido, del cuerpo de Rita quien no había querido abrir los ojos. ¿Para qué si lo que necesitaba era sentir, no ver? Aparté los labios para rasurarlos y fue como romper un dique pues bajó toda la lubricación acumulada empapando la toalla y chorreando hasta su culo permitiéndome ver su entrada brillante, rosada, hermosa.
Tras rasurar los labios estaba dándole forma de triangulo a los vellos del vientre cuando levanté la mirada y vi a Berta de rodillas a un lado de Rita acariciando su cabello mientras miraba lo que yo hacía. Al cruzar nuestras miradas Berta sonrió y miró los grandes pechos de Rita para luego mirarme como buscando aprobación o complicidad. Yo sonreí con un gesto de “hazlo” y Berta comenzó a acariciarlos, primero uno, luego el otro, primero de afuera hacia adentro, después en circulo, luego los pezones. Rita se estremecía y su pecho saltaba.
Yo, mientras tanto pasaba mi lengua por la zona depilada para estar seguro de que había quedado bien y cada lamida arrancaba gemidos y suspiros, luego fui abriendo los labios para saborear ese dulce néctar que emanaba a chorros de las hambrientas entrañas de Rita y también miré a Berta que me observaba excitada, embelesada. Sabía lo mucho que yo estaba disfrutando y eso la excitaba más. Entonces fui subiendo poco a poco para encontrarme con ese enorme clítoris que pedía a gritos que lo lamiera, lo chupara, me lo comiera. Levanté otra vez la mirada y vi como Berta apartaba su traje de baño para acariciar su propio coño húmedo, caliente, ansioso.
Separé bien los labios del coño de Rita para descubrir el clítoris por completo y, como si lo hubiésemos planeado así, mientras acercaba mi boca al clítoris Berta metía un pezón en la suya y al unísono Rita sentía como eran comidos su clítoris y su pezón. Saltó, gimió y se estremeció hasta que gritó:
– ¡No puedo más, para, no sigas! Fóllame, fóllame de una vez… no aguanto más…! -pero yo seguía mientras Berta pasaba de un pezón a otro- ¡Fóllame… ya no aguanto más te quiero dentro de mi coño!

Levanté la mirada y Berta me miró como invitándome a hacerlo. Me levanté lentamente sin dejar de acariciar su clítoris con una mano mientras la otra liberaba mi polla erecta, enrojecida, enloquecida. Quedé arrodillado entre sus piernas, Berta me pasó un condón de los que quedaron al lado de la cama la noche anterior, y me lo puse mientras Berta seguía acariciando a Rita que no dejaba de gemir. Primero deslicé mi verga por todo su coño lubricado como para que se reconocieran e Rita se estremecía y gritaba.
– ¡Penétrame… fóllame…!
Al final entré poco a poco sintiendo como mi polla recorría cada espacio de su coño, los labios, la entrada, sentí sus paredes y como con sus contracciones lo apretaba, lo soltaba, lo arropaba completamente. Era increíble, estaba en la gloria. Entraba y salía lentamente, sin parar, contraía mis músculos para que Rita sintiera más mi polla pues yo sabía que eso le encantaba. Entraba salía, apretaba, gemía, gozaba. Rita gritó, gimió mientras sus orgasmos seguían unos tras otros, se contraía, estaba como loca.
– ¡Que gusto… que polla tan gorda y dura…!.
Entonces Berta se fue deslizando hasta quedar acostada sobre ella con su boca a la altura del vientre y comenzó a lamer su clítoris. Era la locura. Yo estaba viviendo la penetración más preciosa de mi vida, nunca había sentido cada rincón de una vagina en mi pene y de repente, ahí ante mis ojos una mujer le comía el clítoris a otra. Era demasiado para mi y tuve un orgasmo tan fuerte que sentía como si todo mi cuerpo saliera por mi polla y se me contrajeron los músculos en la base del rabo de una forma tal que no sabía si era dolor o demasiado placer, luego esa contracción me fue subiendo por la espalda hasta recorrer todo mi cuerpo y explotar en mi cabeza.
Berta, que estaba a ahorcajas sobre Rita, me abrazó, me dio un beso y nos dejamos caer sobre el cuerpo sudoroso de Rita que todavía temblaba de gozo. Así nos quedamos dormidos entrelazados en un fuerte abrazo. Al cabo de no sé cuanto tiempo me desperté abrazado a Rita mientras Berta estaba acostado a nuestro lado, ambas estaban despiertas, calladas, pero despiertas. Rita me miró, miro a Berta y nos dijo sonriendo:

– Me las vais a pagar
Eso es algo que ya os contaré en una próxima carta.
Besos y hasta pronto.

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