Relato erótico

Ocurrio según lo esperado

Charo
13 de abril del 2019

Había planeado un viaje a Cuba con una de sus amigas, tenían buenas referencias de otras que habían ido. Según ellas, llegaron saciadas de sexo. La realidad, superó la ficción.

Cristina – Valladolid
Para las vacaciones planificamos junto a una amiga viajar a Cuba. Sabíamos que ese país presentaba situaciones inmejorables tanto turísticas como económicas, para pasarlo “a todo trapo”, ya que algunas buenas amigas mías me habían contado los placeres que se habían dado en la isla, donde todo parece funcionar en torno a la sensualidad.
Sinceramente no hice más que bajar en el aeropuerto y mi coño comenzó a vibrar, es que todo en ese lugar llama al sexo. Desde la primera noche que llegamos, ambas comenzamos a darle gusto a nuestra libido, ya que esa misma noche me entregué a un brioso italiano que me la metió hasta por las orejas. A mi amiga no le fue peor, ya que el español que se la zumbó, la dejó con una sonrisa que no se le borro en todo el día.
A la noche siguiente volví a disfrutar de las técnicas sexuales de ese maravilloso italiano cuarentón, pero con la energía de un adolescente. Lamentablemente al otro día tuvimos que despedirnos porque él regresaba a su país. Para fortuna de mi amiga, su español aún permanecería en la isla durante otros dos días, por supuesto que esos días se lo pasaron encerrados en la habitación y yo en la tercera noche me encontraba sola, triste y abandonada, y mientras cenaba recordaba a mi maravilloso amante europeo.
Esa noche fui hasta la playa del hotel, donde se celebraba una fiesta nocturna al aire libre. Ahí pude comprobar en vivo y en directo, lo atractivos y sensuales que son los cubanos, sus cuerpos en movimiento cadencioso y brillantes por el sudor, eran una verdadera invitación al placer.
Había muchos, varios de ellos muy atractivos, pero mis ojos se fijaron especialmente en un negrito de rasgos tipo mulato, que lo hacían lucir especialmente sensual. Además y para ser sincera, el volumen que guardaba en su entrepierna, era notoriamente impresionante.
Como todas las mujeres, yo había fantaseado hasta el cansancio con tener sexo con un negro, ya que todo el mundo hablaba de lo bien dotados que son los hombres de esa raza, era una de las fantasías más recurrentes mientras planificaba el viaje. A mí me fascina chupar y lamer hasta el cansancio un rico miembro, sobre todo si es enorme, grueso y cabezudo. Los hombres dotados de pollas grandes, me fascinan, aunque estoy convencida que el tamaño solo está relacionado con el morbo y no con el placer. La verdad que ambas cosas juntas son dinamita para mí.

Le hice sentir mi agrado por él con provocativos gestos y miradas sensuales. No pasó mucho tiempo hasta que estuvo sentado a mi lado. Como todos los cubanos, Pepe era muy alegre, divertido y liberal, pero sobre todo muy sensual. Después de conversar y coquetear largo rato, fue él el que rompió el hielo diciéndome francamente:
-¡Mira cariño, por un regalo o una atención, puedo hacerte todo lo que quieras!
La frase fue mágica, mi cabeza se llenó de fantasías. No podía apartar de mí la idea de tener esa noche un esclavo sexual y para colmo era un “negro”, tal como deben ser los esclavos. No lo podía creer, por apenas nada, podía hacer realidad todas mis fantasías con un recio macho negro. Intentando controlar mi lujuriosa sonrisa, le dije:
– ¡Bueno, acompáñame a mi habitación a buscar tu regalo!
Él me explicó, que no podía subir junto a mí, pero que si le decía la habitación, muy pronto se reuniría conmigo. Apenas entré a mi habitación, mi entrepierna se encontraba tan excitada que mis bragas recogieron todas las húmedas pruebas de mi calentura. Decidí darme una ducha y prepararme para recibir a “mi negro”. No había alcanzado a vestirme, cuando sentí que llamaban a la puerta. Apenas abrí lo encontré ahí frente a mí. Avanzó cerrando la puerta de la habitación y me abrazó besándome en los labios. Me tenía atrapada entre sus brazos, mientras con sus manos recorría mis intimidades lascivamente.
Todo comenzó a hacerse muy vertiginoso, en medio de los besos y caricias él se fue desprendiendo rápidamente de su ropa. Me hallaba de pie, desnuda y frente a mí se encontraba el hermoso cuerpo casi desnudo de ese hermoso hombre. Su miembro estaba absolutamente erecto, apuntando amenazante hacia mí, me impresiono su tamaño y grosor, pero sobre todo me excitaba el color de su verga, el tronco era muy negro y la cabezota relucía en un intenso color púrpura. Era el primer pene de un negro que veía en directo y sin duda, tanto su tamaño como su forma y color me excitaba.
Se agarró el miembro con una mano y comenzó a masturbarse, eso fue demasiado para mí y me acerqué inclinándome hacia su miembro y un extraño olor a macho emanaba de él. Se la aferré con mi mano y sentí su calor y textura, fue tan divina la sensación que me pareció casi como si por primera vez en mi vida agarraba un pene masculino. Me arrodille y me la metí en la boca. Increíblemente su aparato reaccionó, creciendo aun más entre mis labios y comencé a sofocarme en mi intento de absórbela lo máximo posible.
Súbitamente fui atraída hacia esa estaca de ébano, obligándome a tragármela, casi hasta embutirla en mi garganta. Yo pensaba que por el hecho de pagarle, era yo quien debía manejar la situación, pero me equivoqué rotundamente, ya que en ese mismo instante él me agarro de los brazos levantándome casi en vilo, me lanzó sobre la cama y se me echó encima. Al instante me sentí ensartada por ese poderoso miembro, sin darme tiempo casi ni a respirar, me la metió entera de un solo envión, machacándome el útero.

Su reacción animal me sorprendió, pero a la vez me calentó al máximo, era casi como una violación, fantasía largamente añorada por mí, a pesar que yo misma había contratado sus servicios. El seguía enterrándome su oscuro falo sin cesar, totalmente ajeno a mis sensaciones. La verdad no sé si era su inmenso miembro el que me hacía gozar tanto, o era la manera como él me trataba, de verdad es que yo en ese instante era su puta. Me cabalgaba con briosas embestidas, metiendo su miembro hasta el fondo, para luego retirarlo casi hasta sacármelo, para volver a embutírmelo hasta los huevos. Mi única reacción fue cooperar enlazando mis piernas a su cintura estrecha, firme y musculosa.
Cuando ya me preparaba para soltarle mis jugos en una exquisita corrida, de pronto interrumpió la follada desenvainándome el negro y brillante miembro, me agarró con sus manos y me giró en la cama, a lo perrito.
El negrazo con su mano guío el terrible falo a mi dilatado chocho y me la enterró de un fuerte empujon, mis rodillas flaquearon y comenzaron a ceder a cada embestida, pero el negro no cesaba en sus profundas penetradas. Hacía mucho tiempo que una polla no me hacía sentir lo que en ese momento estaba sintiendo, entrando y saliendo en rápido y sostenido vaivén dentro de mí con increíble dureza y potencia.
Gocé con ese inmenso miembro hasta que sin poder soportar más el exquisito martirio comencé a correrme como una loca, en medio de histéricos gritos y jadeos.
En ese momento y para mi sorpresa, el negro me saco su verga y tomándome de los cabellos condujo mi boca hacia su oscuro aparato, casi al instante comenzó a explotar en sucesivas descargas sobre mi rostro, intentando apuntar los sucesivos chorros a mi garganta. Mi boca, lengua, garganta y todo mi rostro fueron recibiendo uno a uno los potentes chorros de su blanquecino semen, que saltaban sin cesar sobre mí. En un acto de suprema lujuria le agarré el miembro con mi mano y mientras se lo refregaba, me metí todo el glande entre los labios y chupé de manera frenética, igual que una tragona enamorada de aquel inmenso y azabache miembro. Y ya no me detuve hasta que por mi garganta corrían sin cesar los flujos de sus oscuros testículos.
Cuando cesó de eyacular, con mis manos comencé a esparcir por mi cara, tetas, brazos, todo el abundante semen que encontraba sobre mí, quede totalmente cubierta con su esperma. Entonces caí en cuenta que a pesar de la terrible descarga, su miembro seguía totalmente enhiesto. Acercó su rostro al mío y su lengua penetró mi boca, enseguida comenzó a chupar mis tetas humedeciendo mis pezones y liberando un consistente olor a semen. La visión de su oscuro rostro, contrastando con la blancura de mis senos me provocó una irrefrenable y morbosa excitación. Mis pezones al contacto con sus gruesos labios, adquirieron una gran elevación y dureza; a la vez él manoseaba con sus dedos mis entradas sexuales, embadurnándolos con mis espesos y abundantes jugos vaginales.
Entreabrí mis piernas para permitirle que sus dedos me penetraran aún más profundamente, él no tuvo reparos en avanzar y en un instante me tenía clavados dos de sus gruesos y negros dedos en el coño, en tanto por el culo me penetraba con un dedo de su otra mano, refregándomelos deliciosamente. Aquel hirviente juego se prolongó por espacio de largos minutos.

Cuando a él le pareció que ya me había penetrado lo suficiente mis entradas, se arrodilló entre mis muslos y comenzó a refregarme la dura protuberancia de su glande, justo a la entrada de mi chocho, me frotó deliciosamente mi gruta, mientras daba algunos pequeños empujones hacia adelante insertando toda la cabezota en mi coño, enseguida me lo extraía y lo cargaba sobre mi clítoris con movimientos del coito.
Aquello le dio el resultado que deseaba haciéndome aullar de placer. En ese instante dirigió su potente verga hacia direcciones más recónditas, colocándomelo justo sobre mi ano que palpitaba bajo mi chorreante chocho. Era obvio lo que él deseaba hacer y, ¿quién era yo para impedírselo? Tomó mis piernas y las acomodó sobre sus firmes y fuertes hombros, dejando mi culo totalmente expuesto y en posición, acomodó con la mano el brillante glande justo sobre mi arrugado agujero y comenzó a golpetearlo en un rítmico y lascivo movimiento.
En mi cabeza fluían ardientes y desafiantes pensamientos. Esperé aguantando mis temores. Algo me decía que solo debía dejarlo hacer sin resistirme a lo inevitable. Me agarró por la cintura, y encajó su bestial miembro justo en mi abertura anal.
Yo solo estaba a la expectativa, sentirlo en mi agujerito empujando con fuerza, me causó una serie de escalofríos. Cerré los ojos y esperé el ataque decisivo, intentando prepararme para resistir aquellas terribles embestidas, que buscaban encajar el oscuro glande en mi ojete.
Entonces dirigió su ataque justo al medio de mi trasero. Empezó poco a poco a introducirme el aparato entre mis nalgas, mientras sonreía con una lujuriosa expresión en su rostro. Finalmente separó mis nalgas con sus manos y me penetró el culo por completo con aquel terrible aparato.
Comenzó a darse el gusto empujando y proporcionándome una entrada a fondo. Solté un irreprimible quejido y mis nalgas se tensaron en un vano intento por ofrecer resistencia al voluminoso invasor, pero lo único que logre al apretar mis glúteos, fue aumentar el placer que él sintió, pues la unión se hizo aun más estrecha. Totalmente ajeno al dolor que me pudiera provocar sus clavadas, comenzó a bombear en mi culo, hasta el fondo en cada embestida. Estaba gozando a mares mientras su terrible aparato incursionaba en las profundidades de mi trasero. Mientras él intentaba profundizar en mi recto, me decía:
-¡Tengo que reconocer que tienes un culito delicioso, me quema la verga y me la estruja!
El temible aparato siguió taladrándome el culo, entrando un poco más cada vez y deslizándose en mi estrecha cueva, que cedía al paso de tan impetuoso visitante. Pasada la primera impresión, comencé a cooperar moviendo lo que podía mis caderas, mientras él seguía embistiendo con fuerza. No puedo explicar cómo, pero la verdad es que de pronto comencé a estremecerme en un infinito orgasmo.
Me tensé de una manera incontrolable, intente olvidar las molestias que aún quemaban mi ano y me consumí en un terrible clímax. Mi cuerpo se curvó hacia él permitiendo que su estaca profundizara aún más en mi recto, en un gesto que parecía que deseaba fundirme con él.
Cuando él percibió que yo me estaba corriendo, me siguió embistiendo el culo, sus penetraciones se hicieron más lentas pero mucho más profundas, cargando hasta el fondo.

El negro sudaba a raudales, goteaba como una regadera bañando mis tetas y mi pelvis con su transpiración. Era un polvo realmente salvaje, animal, en donde yo lo único que tenía que hacer era soportar sus apasionadas arremetidas que golpeaban con fuerza mis nalgas, haciendo estremecer mis intestinos.
Desde mi posición podía apreciar, como me lo metía dejando apenas sus huevos fuera, me costaba aceptar que ese tremendo aparato sexual se pudiera enterrar en toda su extensión en mi agujero trasero, pero la realidad de lo que veía, era que eso era cierto. A esas alturas el culo me ardía terriblemente, pero a la vez me sentía como hechizada por la lujuria de ese macho de ébano que me estaba dando con toda su pasión.
Sus vaivenes anales eran cada vez más contundentes, en tanto sus manos se aferraban a mis esponjosas tetas, arremetiendo sin cesar en mi culo. En los pocos segundos y aunque parezca increíble, mi lujuria se apoderó de mí, mientras sentía un masoquista placer, muy pronto otra vez mi clímax me consumió y me corrí febrilmente en un segundo orgasmo, que me hizo gritar, gemir, putear y revolcarme totalmente fuera de sí. Justo en ese momento, sentí que empujaba todo su terrible miembro en mi culo y lo revolcaba en mis entrañas, mientras comenzaba a correrse.
Se restregó dentro de mi ano hasta que vació todo el espeso contenido de sus testículos, hasta la última gota, solo entonces, me lo saco del culo. Se dirigió al baño y mientras yo intentaba recuperarme, todavía tirada sobre la cama, sentí como se duchaba. En seguida salió radiante del baño, comenzó a vestirse y me dijo:

– ¡Cuándo quieras más candela, ya sabes dónde encontrarme!
Me besó y salió tan alegre como había llegado.
Saludos.

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