Relato erótico
Ocurrió aquella noche
Eran amigos desde siempre, pero no se habían “liado” nunca. Los padres de su amiga les dejaron un apartamento para pasar una semanita en la playa y aceptaron. Lo que no había ocurrido en años, ocurrió aquella noche.
José María – Zaragoza
Pilar y yo éramos muy buenos amigos desde niños. Nos gustaba mucho estar juntos y ya habíamos ido de vacaciones solos otras veces. En aquella ocasión sus padres nos habían prestado un pisito que tienen en Benidorm y habíamos ido a pasar una semana.
Pasamos todo la semana de playa por el día y de marcha por la noche. El sábado por la noche volvimos a salir. Eran nuestros últimos días y queríamos aprovecharlos a tope. Recorrimos varios bares y estuvimos bailando en una discoteca que habíamos frecuentado esos días. Llevábamos toda la semana saliendo y a las tres de la mañana Pilar me dijo que estaba un poco cansada y que quería volver al piso.
Llovía a cantaros y cuando llegamos al hotel estábamos empapados. Con el agua su top se había ceñido a su cuerpo marcando sus pezones y dándole un aspecto muy sexy. Subimos al piso y una vez dentro, ella entro en su habitación y me pidió que fuera a por unas toallas para secarnos.
Yo cogí una para mí y le lleve otra a ella. La cogió y empezó a secar mi cabeza. Yo hice lo mismo con la suya. Ella estaba tiritando y yo la abracé. Sentir nuestros cuerpos tan juntos me hizo sentir algo especial. Algo que nunca había sentido antes con ella.
Nos quedamos quietos mirándonos a los ojos y sin saber cómo los dos acercamos nuestros labios y nos besamos. El calor de sus labios y su boca me embriago. Ella me dijo que estaba muy guapo con el pelo mojado y yo le contesté que ella también estaba preciosa. Nos miramos y volvimos a besarnos esta vez de forma más apasionada. Yo me quite la camiseta y ella hizo lo mismo con su top.
Nuestros cuerpos estaban húmedos y resbaladizos. Ella seco mi pecho con la toalla y yo hice lo mismo con sus tetas. Nuestra excitación iba subiendo y pronto las toallas cayeron al suelo. Yo empecé a devorar sus tetas y sus pezones mientras ella acariciaba mi cabeza.
Me incorporé para besarla y ella con su mano sobó mi paquete. Mi polla se puso a cien y yo me apreté contra sus caderas para que la notara presionando sobre su sexo. Sin parar de sobarla la acerque a la cama y los dos nos recostamos sobre ella. Volví a besar sus labios y por su cuello descendí a sus tetas para recorrer después toda su cintura hasta llegar a sus vaqueros.
Entonces saque mi pañuelo, lo doble a modo de venda, rodeé su cabeza y le tapé con cuidado los ojos. Ella confiada, me dejó hacer. Desabroché el botón de sus vaqueros y se los quité. Juguetee con mis dedos en la costura de sus braguitas mientras besaba su vientre. Ella estaba súper excitada. No paraba de arquear su cuerpo y morder sus labios de placer.
Entonces le quite sus empapadas braguitas y empecé a repasar con mi lengua su chochito. Noté en sus gemidos lo mucho que lo disfrutaba. Lo recorrí entero sin dejar nada. Separé sus enrojecidos pliegues y mi lengua lamió con saña su clítoris hasta llevarla al orgasmo.
Entonces me levanté y me quité los pantalones. Mi polla estaba dura como el acero y deseosa también de ser satisfecha. Me acerqué y acaricié su chochito ardiente con mi polla recorriendo sus labios de arriba a abajo para luego subir a sus tetas y juguetear con mi capullo en sus pezones. Esto fue algo que nos excito mucho a los dos. Ella no paraba de gemir y eso me ponía cada vez más cachondo. Finalmente acerque mi polla a sus labios y los roce. Ella saco su lengua e insaciable empezó a lamer mi polla una y otra vez. El no poder verla la excitaba aun más. La metió toda en su boca volviéndome loco con sus movimientos. Cuando vi que iba a correrme la saqué y me corrí en sus tetas y en su cara. Temí que le disgustara pero no fue así y comenzó a relamerse para poder mamar la mayor cantidad de corrida posible. Entonces sin darle respiro volví a recorrer con mi lengua todo su cuerpo y lamiendo su chorreante chochito le regalé otro orgasmo. Me encantaba ver como se estremecía. Para entonces mi polla ya se había recuperado y volvió a endurecerse.
Ella lo notó. Se quitó la venda y me la puso a mí. Me beso en los labios para después descender besando mi pecho hasta llegar a mi polla. La sujetó con la mano y comenzó a darle pequeñas lamiditas lo suficientemente placenteras para llenarme de placer y lo suficientemente espaciadas para que no me corriera.
Pensé que iba a enloquecer. Cuando se cansó de darme placer con la lengua, se colocó sobre mi y metió mi polla en su chochito. Comenzó a cabalgarme mientras yo estrujaba sus tetas. Cuando estaba a punto de hacerme correr me quite la venda y sin sacar la polla de su chochito nos dimos la vuelta y me coloqué sobre ella para seguir follándomela. No tarde en notar cómo se estremecía y entonces yo también me corrí en su interior.
Aquel fin de semana fue fantástico. Lo hicimos de todas las formas en todas las posturas posibles. De regreso a casa no hemos vuelto a repetirlo pero conservamos intacta nuestra amistad.