Relato erótico

Nuevos vecinos

Charo
31 de julio del 2020

Es guapa, tiene un buen cuerpo y es joven. Desde hace un tiempo no tiene pareja y sus necesidades sexuales no estaban cubiertas. Una noche, al llegar a casa, vio que el apartamento de al lado ya estaba ocupado. Tenía nuevos vecinos.

Susana – Marbella
Me llamo Susana y tengo 33 años. En estos momentos no tengo pareja, aunque tengo algún amigo con derecho a roce. Dicen que soy atractiva y que tengo un buen cuerpo. Desde que me mudé, el apartamento “F” no terminaba de venderse lo cual era bastante bueno para mí porque mi dormitorio estaba pegado a uno de los ambientes de esa casa y las paredes de la mía eran bastante finas así que se oía todo.
Es más, en uno de los ambientes de mi casa hay un tragaluz que da de lleno al ambiente superior de la casa contigua y se ven hasta los movimientos de quienes vienen a querer conocerlo así que la comunicación era casi inevitable.
Hace cosa de un mes me enteré que lo habían vendido pero no supe ningún detalle más hasta que los nuevos dueños se mudaron Era un matrimonio joven, de unos 30 años cada uno más o menos. El hombre era alto, fornido y parecía mulato. Ella era un poco más baja que él, con un cuerpo que la verdad, quitaba el aliento, cabello oscuro y ojos profundamente negros.
Lo que más me llamó la atención de ella fue su físico. Era imponente, tenía unas tetas enormes, pocas veces vistas y un culo firme, salido. No era excesivamente bella de cara pero creo que la naturaleza había sido equitativa con su belleza porque lo equilibró todo con el cuerpo. Juntos daban un espectáculo fantástico, era agradable a los ojos verlos. Más allá de esos detalles físicos, parecían simpáticos. El primer día que los vi nos saludamos cortésmente y al otro día fue cuando nos presentamos.
El se llamaba Richi y ella Catalina. Después supe que el hombre era mulato de verdad, había nacido en Brasil pero vivía en Barcelona desde los diez años, su padre era negro y su madre blanca, por eso ese color chocolate en su piel. Los dos eran súper educados y amables. A medida que pasaban los días y nos veíamos ocasionalmente, intercambiábamos más palabras.
Cuando lo veía a él, para ser sincera, se me iban los ojos. Era francamente hermoso, su piel brillaba a la luz del sol, sus dientes eran blancos como la nieve, sus manos respondían al conjunto del físico porque lucían anchas, fuertes y el resto del cuerpo era casi escultural. Sus piernas parecían columnas, cada vez que lo encontraba me detenía con cualquier pretexto para poder tener una radiografía completa de ese mulato que sinceramente estaba demasiado bueno para ser cierto. Para colmo usaba un perfume que siempre me había encantado y al salir de su casa dejaba a su paso un aroma tan delicioso que era irresistible.

De tanto en tanto podía oír alguna que otra charla que tenían, sobre todo cuando subía al último ambiente de mi casa y por ese tragaluz que había me llegaban sus voces. Por las noches, la pared de mi dormitorio me traía los sonidos de su televisión, que por cierto parecían escuchar a un volumen bastante elevado pero como no la apagaban tarde, no molestaba.
Una noche que volví de madrugada de una fiesta, subí la escalera que me llevaba a mí casa y al pasar por la puerta del apartamento de Richi y Catalina, escuché ciertos sonidos que me parecían familiares. Me detuve dos segundos frente a la puerta y ante lo inconfundible de la situación, decidí retirarme por una cuestión de pudor. Ambos estaban haciendo el amor y se oían los gemidos de los dos de forma casi inusual.
Entré a mi casa algo nerviosa y mientras me cambiaba para meterme en mi cama, pude apreciar que también desde allí podía oírlo todo. Algo me decía que siguiera atenta a lo que pasaba, sentirme excitada parecía inevitable así que me metí en la cama y me quedé conteniendo la respiración para no perder nada de lo que sucediera.
¡Que manera de follar! A juzgar por los gemidos de Catalina, parecía que Richi era más que un experto amante y de solo imaginar la situación, mi excitación aumentaba paso a paso. La cantidad de cosas que se dijeron y llegué a oír, provocó en mi unas ganas tremendas de poder ver al tiempo que escuchaba pero no había posibilidades de eso así que me conformé con las palabras y mi imaginación.
Conforme avanzaba la situación, podía sentir como mi sexo se mojaba y necesitaba de mis manos y mis caricias. Siempre me gustó masturbarme, aun estando en pareja, así que no vi por que no podría hacerlo en este momento que mi cuerpo me lo pedía y que del otro lado del cuarto me estaban dando la oportunidad de que todo fuera más placentero todavía.
Me dejé llevar por lo que captaban mis oídos más lo que me imaginaba a medida que escuchaba y me acaricié como pocas veces lo había hecho. Era altamente excitante masturbarme mientras escuchaba como del otro lado de la pared había una pareja gozando como lo hacían ellos. Los gemidos de placer de Catalina me dieron envidia, las palabras que alcanzaba a escuchar de boca de Richi me calentaban cada vez más y me daban ganas de tenerlo entre mis piernas, para que me hiciera gozar lo mismo que a esa mujer. Mis dedos volaban sobre mi sexo esparciendo mi flujo por todos lados, por mis muslos, por el interior y exterior de mi chocho pero necesitaba más, quería más. En medio de esa exquisita calentura, me levanté de la cama y fui rápidamente a buscar mi consolador.

Mi momento de placer fue completo. Metí y saqué mi consolador de mi interior tantas veces como calculaba que Richi le metía la polla a Catalina en su coño y trataba de seguir el ritmo que podía oír a través de las paredes y repetirlo con mis manos. Cerraba los ojos e imaginaba que ese tremendo mulato era el que me follaba y la excitación aumentaba cada vez mas, mis líquidos manaban de mí facilitándome la penetración con el consolador hasta rincones donde antes parecía no haber llegado. Así tuve varios orgasmos de esa manera, al tiempo que trataba de captar la corrida de mis vecinos.
Caí rendida sobre la almohada después de haber gozado de aquella sesión de sexo gratis que me habían regalado y descansé hasta el día siguiente como hacía mucho que no lo lograba. La verdad es que cuando desperté agradecí la delgadez de las paredes y la mudanza de aquella pareja porque auguraba momentos realmente mágicos desde aquella noche en adelante.
En los días siguientes, cuando veía a Richi no podía evitar excitarme al recordar lo que había pasado esa noche, no podía dejar de imaginarlo follando y lo que es mejor aun, conmigo en la misma cama. Me parece que mis miradas eran algo más que sugestivas porque de buenas a primeras me dio la sensación de que Richi había cambiado la forma de dirigirse a mí y eso me encantaba. Estaba lanzada, y si se presentaba la oportunidad, no iba a desaprovecharla. Ya era una cuestión de orgullo poder acostarme con ese tremendo exponente masculino. Poco me importaba que fuera casado o no, me daba igual. Si estaba a mi alcance, iba a hacer todo lo posible para conquistarlo y tener una noche de sexo con él. Después que fuera lo que tenía que ser.
Fui provocando encuentros con él de las formas más insólitas y todas resultaban más que positivas. Logré que un día, estando solo en su casa, llegara hasta la mía con la excusa, aunque después supe que fue un pretexto, de pedirme el teléfono porque el de ellos no funcionaba.
Lo hice pasar a mi casa y mientras él hacía una llamada, lo invité a un café. Nos quedamos charlando en la cocina un rato y allí me convencí de que sus miradas eran claramente provocativas. Eran una preciosa invitación al pecado. Comenzamos hablando de su casa nueva, de su matrimonio reciente, de la excelente persona que era su mujer y así, de buenas a primeras, terminamos hablando de fantasías y de sexo.
Bueno, a decir verdad, no fue tan de buenas a primeras porque con mis mas y mis menos, fui llevando la conversación al terreno que me dio la impresión que los dos queríamos llegar. La conversación fue adquiriendo un tono intimista que no venía nada mal en este caso y a medida que charlábamos nuestras sillas se iban acercando cada vez más.

Richi no tenia reparo alguno en posar sus negros ojos sobre mi escote y yo menos en mostrarle le generosidad de mis pechos, para que fuera paladeando lo que podía llegar a tener entre sus labios si ambos nos decidíamos a vivir lo que nos marcaba el deseo. Suavemente Richi depositó la taza del café en la mesa y con sus manos comenzó a llevar mi cabello hacia atrás, para dejar libre mi pecho y poder recorrerlo con sus ojos a gusto. Tenía manos calidas, más fuertes de lo que se veían y sus dedos eran suaves, toda su piel lucía tersa y suave.
Lo dejé hacer, confiada en la experiencia que tendría y que había adivinado aquella noche cuando lo oí con Catalina. Dejó resbalar sus manos hacia mi escote y sin dudarlo, cogió mis tetas con ambas manos. La fuerza con la que las agarró me encantó, me sentí poseída en ese preciso instante y me imaginé esas manos cogiendo otras partes de mi cuerpo, sin poder evitar que esa imagen me calentara más todavía. Mientras me acariciaba de esa forma, nuestros ojos no dejaban de mirarse profundamente. Era una escena silenciosa pero con el aire cargado de erotismos.
Al tiempo que tenía mis pechos entre sus manos, dejaba que sus pulgares acariciaran mis pezones, permitiendo que adquirieran un volumen que elevaba la tela de mi blusa hacia delante, provocando las inmensas ganas de tenerlos entre sus labios.
Sentir la firmeza de sus caricias y la lujuria de su mirada, me ponía cada vez más y más caliente, con un deseo terrible de que me arrancara las ropas y me follara allí mismo, sobre la mesa o en el suelo de la cocina.
Había comenzado a deslizar una mano sobre mis muslos cuando oímos la llave de la casa de Richi abriendo la puerta e inmediatamente nos separamos. Era más que evidente que Catalina había llegado a casa, lo buscaría y lo más probable era que me tocara el timbre a mí para saber si lo había visto. Dejó pasar unos segundos hasta que calculó que ella había entrado al apartamento, para levantarse y salir no sin antes tomarme de la nuca, atraerme hacia su rostro y dejando que su lengua me lamiera los labios a modo de provocación, me dijo:
– La próxima vez, llegamos hasta el final.
Así lo vi traspasar la puerta de mi casa e irse hacia la suya. Me quedé en un estado de calentura en el que pocas veces me había encontrado, mi sexo nadaba en flujo, mis pechos habían quedado ardiendo, mis pezones durísimos, necesitaba tocarme, acariciarme, sacarme esas ganas que el mulato me había despertado con sus manos. Decidí llenar la bañera con agua tibia y sales, sumergí mi cuerpo en ella y me dejé llevar nuevamente por su imagen, ahora con hechos más concretos, acariciándome como segundos antes lo habían hecho sus manos, anticipándome un encuentro que seria más placentero del que podía pensar.

Me regalé dos orgasmos impresionantes con la figura de Richi tocándome en la cocina y cuando quedé saciada me fui al baño, me sequé el cuerpo relajado por mis caricias, me cambié de ropa y me recosté un rato a dormir.
Por la noche nuevamente mis queridos vecinos me dieron cátedra de pasión a través de las paredes y nuevamente creció en mí la necesidad de probar aunque fuera una sola vez a ese monumento masculino que ahora mataba de placer a su esposa. Los gemidos de Catalina me calentaban tanto que no sabía con que quedarme, si con la fantasía de Richi entre mis piernas o la de ella. Se la oía tan pasional, tan caliente, tan hembra que mi mente era un torbellino de tentaciones impensadas.
Después de tres días sin ver a ninguno de mis vecinos, una tarde me arriesgué a tocar el timbre con un pretexto cualquiera, creyendo que me abriría Catalina pero grande fue mi sorpresa cuando vi a Richi dejándome entrar a su casa. Es mas que obvio que no creyó ni media palabra de la cantidad de cosas que inventé para justificar mi presencia allí, pero no importó. Parecía recién salido de la ducha porque su aroma a perfume, ese que me encantaba, ocupaba cada rincón de la casa. Después de mostrarme la casa, ambiente por ambiente, se sentó en un mini bar que tenían y me invitó a un trago. No suelo beber alcohol pero como lo preparó con frutas frescas, con un estilo bien tropical, accedí. La verdad es que estaba delicioso, era un trago suave y fresco pero los efectos del alcohol no tardaron en hacerse sentir. Me sentía más liberada que nunca y deseosa de decirle que conocía sus hazañas sexuales porque las oía a diario.
Pienso que me he alargado demasiado así que contaré lo que sigue de mi experiencia en una próxima carta.
Besos.

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