Relato erótico
Nuevas y gratas experiencias
Son una pareja liberal, felizmente casada y dicen que en el sexo lo han probado todo, pero siempre ellos dos. Nunca han estado con nadie, ni juntos ni por separado. Fue en un viaje a Barcelona, donde dieron un paso más en sus relaciones.
Rogelio – Asturias
Mi mujer y yo llevamos casados 18 años y hasta este momento nuestras relaciones sexuales han sido plenas y llenas de innovaciones y juegos de muy diversa índole. No existe nada que puedan hacer un hombre y una mujer en cuestiones de sexo que no hayamos realizado mi mujer y yo, desde sexo anal, bucal y naturalmente vaginal, hasta hacer el amor en el campo, en la playa, en el coche y dondequiera que nos pusiéramos calientes.
Mi esposa me ha follado el culo con consoladores cuando ha querido, después de desvirgármelo cuidadosamente hace ya unos años y ha llegado el momento de ampliar nuestros juegos un poco más.
Últimamente no paraba de decirme cuando la follaba que quería otra polla en su cuerpo y de tanto decírmelo decidí complacerla, a pesar de que desde que estamos juntos nunca hemos estado con otras personas, ni juntos ni por separado.
Aprovechando un viaje de trabajo a Barcelona me la llevé conmigo, pues el viernes, a las cuatro de la tarde, ya estaba libre y decidimos quedarnos todos el fin de semana en esta estupenda ciudad. Cuando llegué a la habitación del Hotel, con ganas de darme una ducha y dormir un poco la siesta, mi esposa estaba depilándose el chocho, pues yo le había dicho de salir esa noche a una conocida sala porno de la capital catalana.
Como siempre que salimos de marcha, se puso un vestido corto y escotado, con un tanga diminuto y sin sujetador pues está operada de los pechos y su talla es una 120, para que sus estupendos pezones de casi un centímetro, le marcaran la tela para ponerme cachondo y follar en cualquier sitio.
El espectáculo del local estuvo a la altura y después de estar un rato metiéndonos mano y calientes como teas, le dije de ir a tomar una copa a un club. Aceptó de inmediato, pues se imaginaba que iríamos a un pub normal, de esos con poca luz, para que le hiciera una paja o le mordiera las tetas sin que nadie nos molestara, para luego follar en un portal o en un parque, pero la llevé a un conocido club de intercambios swinger de Barcelona. En ningún momento reculó y se sintió entusiasmada de visitar un local de estos, pues lo habíamos comentado en alguna ocasión para calentarnos mutuamente.
Las pantallas del local emitían películas porno y nos situamos en la barra para pedir un par de gin-tonic, empezando a besarnos y a meternos mano cuando una señorita, que se identificó como relaciones publicas, se ofreció a enseñarnos el local, puesto que no nos había visto nunca por allí y pensó que podía interesarnos. La seguimos en el pequeño tour turístico por el local y después decidimos quedarnos en una sala donde había otras parejas. Estaba rodeada de divanes y algunas personas bailaban en la pista, ocupamos un diván que estaba libre y retomamos nuestros juegos.
Mi esposa se puso muy cachonda y me dijo que le excitaba que la vieran otras personas follando al mismo tiempo que me sacaba la polla del tanga y se dedicaba a hacerme una estupenda mamada con limpieza de bajos incluida. Cuando la tuvo bien lubricada y ya había conseguido que se le encharcará el coño con un buen masaje, se sentó encima de mí, clavándose mi estaca hasta los huevos y comenzando un metisaca que me estaba volviendo loco, pues yo también estaba muy excitado.
Estaba a punto de correrme cuando a nuestro lado se sentó una pareja que adoptó la misma postura que nosotros y la señora le pregunto a mi mujer si no le importaba que se pusieran a follar, a lo que mi mujer contestó con una mueca de asentimiento para indicarle a nuestra vecina que no le importaba. Seguimos follando y dándole caña al manubrio cuando mi mujer se acercó a decirme algo al oído que me puso todavía más a cien. Nuestra vecina de follada le estaba sobando el culo sin ningún disimulo y a mi mujer le gustaba. Cuando íbamos a cambiar de posición, la rubia que estaba a nuestro lado, de unos 40 años, mas o menos, le pegó un morreo a mi mujer y esta no solo no la rechazó sino que le dijo que quería la polla de su marido y que yo me la quería follar a ella, con lo que cambiamos de pareja, que de eso se trataba y nos lo montamos por separado estando uno al lado del otro. La excitación era tan grande que las pollas estaba a su máxima expresión cuando le llené el chocho de leche a mi maciza compañera casi al mismo tiempo que mi mujer recibía la leche de su compañero de monta.
Nos relajamos un rato después del polvo y nos presentamos. Eran de Barcelona, un agente de seguros y una enfermera y eran visitantes asiduos de este tipo de clubes, aparte de celebrar fiestas en su casa. Pero nos dijeron que sentían tener que marcharse en ese momento, pues al día siguiente tenían un compromiso muy importante y tenían que madrugar, por lo que quedamos invitados en su casa para comer al día siguiente, y como nos cayeron bien les dijimos que sí. Una vez que Jordi y Elena se hubieron marchado, dimos una vuelta por el local, acomodándonos en una habitación que tenía unas colchonetas en el suelo. Estábamos en plena faena cuando de repente, a mi mujer le metieron un cipote en la boca y a mi comenzaron a comerme el culo. Me di la vuelta y me encontré con una criatura de unos 20 años, que se puso a cuatro patas para que me la follara mientras una segunda me acariciaba la polla con muy buenas intenciones. Yo me las prometía muy felices con ese panorama cuando me dio por mirar a mi mujer, que tenía el culo sentado encima de un cipote, dándole la espalda a su follador, mientras un chico joven, luego me enteré que era la pareja de la que yo me estaba follando, le estaba perforando el coño y por la cara que ponía, seguro que lo estaba pasando de maravilla.
Estuvimos follando en el club hasta las seis de la mañana, cuando a mi solo me funcionaba ya la lengua, y cuando llegamos a la habitación del hotel y nos tiramos en la cama, mi mujer me confesó que se había tirado a siete tíos sin contarme a mi, que estaba rota por todos los agujeros, que se sentía tremendamente feliz y me quería muchísimo. Por mi parte, me corrí cuatro veces, la ultima con poca leche, todo hay que decirlo, pero me habría tirado seis o siete tías en total. Descansamos y cuando despertamos eran las 13,30, y habíamos quedado con nuestros amigos a las 14,30 en su casa, por lo que después de vestirnos y asearnos, llamamos a un taxi y nos presentamos en su casa.
Saludos y lo que sigue ya lo contaremos en una próxima carta.