Relato erótico

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Charo
13 de octubre del 2019

Su mujer es muy atractiva y cuando salen de marcha le gusta vestirse provocativamente. En el sexo han ido avanzando y cada vez han “complementado” más sus relaciones.

Damián – Santiago de Compostela

Me llamo Damián, tengo 35 años, soy ingeniero, casado, no soy muy alto ni muy musculoso, y aunque hay amigas que no me encuentran feo, no me siento el más atractivo. Vivo en Santiago de Compostela y tengo que confesar algo, y es que en estos momentos soy adicto al sexo, me encanta. Esto último, tal vez porque tuve una juventud un poco reprimida, además que no tuve mayores experiencias juveniles, me pajeaba constantemente a mis 17 cuando oía lo que contaban mis amigos de colegio.
Según ellos habían hecho cosas que los relatos publicados en esta página serían cuentos, pero no importa hoy en día, he logrado acumular suficiente experiencia y descubrí que me encanta el sexo y sobre todo me encanta el voyerismo, la infidelidad consentida, las orgías, el intercambio de pareja, y otras cosas por el estilo.
Voy a comenzar por contar alguna de mis historias. La primera orgía de mi mujer y mía, todo es 100% real, tan real como la vida misma.
Cuando salimos con mi mujer, ella se llama Lina, siempre va vestida de forma espectacular, por ejemplo lleva pantalones bien bajos en la pelvis, y como se pone unos tangas diminutos, se puede ver el final de su espalda y el principio de su bien redondeado trasero al desnudo, incluso el pantalón lo recortamos para que quede aún más bajo de lo normal. Encima suele ponerse blusas muy escotadas que escasamente le tapan sus grandes y preciosas tetas, y bien maquillada. También dejamos los anillos en casa, pues no queremos que los posibles amigos de la noche se sientan tímidos al sentir al esposo cerca.
Al llegar al bar que elegimos para la sesión, no podemos evitar sentir que todas las miradas de las personas se fijan en mi mujer. La verdad es que con aquella ropa mi mujer queda muy llamativa y por eso todos la miran, las mujeres se burlan, lanzan miradas de desaprobación entre ellas o se miran con ojos de escándalo, pero eso no nos importa, al contrario, disfrutamos viendo como se escandalizan las mujeres. Los hombres por el contrario la miran y le dicen cosas morbosas que yo, atento, leo en sus labios y se lo cuento a mi mujer.
Normalmente salíamos en este plan y nunca pasaba nada, yo le contaba las cosas que oía o que leía en los labios de los otros, y luego, ya en casa, hacíamos el amor con pasión pensando en esas cosas.

Pero un día leyendo en vuestra revista un testimonio sobre una orgía, ella me dijo que ya que nos gustaban las cosas arriesgadas, por qué no hacíamos una orgía. Yo de inmediato acepté.
Tengo que añadir que siempre nos ha gustado hacer cosas extravagantes, como hacer el amor en público, en bares, en piscinas, en la playa, en un balcón a la vista de todos, etc. así que ese día me pareció de maravilla que pudiéramos hacer algo más. Y cumplir con esa fantasía.
Animados y en busca de aventuras, fuimos al bar de siempre y ella comenzó a bailar conmigo. Un muchacho, que supuso que éramos pareja, aunque no llevábamos anillos, me pidió permiso para bailar con ella. Yo le dije que sí y salieron a la pista. Él comenzó a decirle cosas al oído, que yo sabía que Lina me contaría después, y ella se reía y hacía gestos amables de que no.
Se acabó la pieza y ella volvió a la mesa, en donde yo tenía una botella de whisky, para que Lina se desinhibiera del todo, nada hay mejor que el alcohol. Yo le ofrecí un trago, y le pregunté que qué le había dicho. Ella me contestó que él le había dicho que le había encantado desde que llegamos, que yo quien era, que si era su novio o qué y yo le pregunté que qué le había contestado. Ella le dijo que yo no era nada, solamente un amigo y que no le interesaba tener un novio pues eso le quitaba libertad.
Yo salí a bailar con ella, y me acerqué a la mesa donde estaba Javier y sus amigos, que así se llamaba el muchacho, y le ofrecí una panorámica del culo de Lina, al tiempo que enredaba mis manos entre las tiritas del tanga y le pedí a ella que se colocara más sensualmente. Ella lo hizo, enredó sus finos dedos en las tiritas y bailando y a la vista de todo el mundo, las desamarró, las subió un poco y las volvió a amarrar más apretado lo que hizo que se entreviera que en la parte de adelante su coño estaba cubierto por un pequeño triangulito de tela brillante y detrás no había nada, quedando gran parte de su culo al descubierto y solo protegido por un débil hilito que se metía entre sus glúteos.
Entonces Javier se volvió a acercar y yo le dije a mi mujer que le calentara mucho más, a ver qué pasaba y que se dejara tocar, que le provocara, mejor dicho que le manosearan. Javier la sacó a bailar, era música trans, por lo que ella se movía sensualmente hasta el momento en que ella le dio la espalda y le tomó de la mano, y la puso encima de su barriguita descubierta, adornada con un hermoso piercing que le sienta de maravilla. Ella se veía que ya estaba excitada.

Después bailaba de frente, arqueaba la espalda y alzaba los brazos, consciente del efecto que surtía esa posición en su blusita, dejando al descubierto la parte inferior de sus tetazas.
El intentó darle un beso, y ella sin querer desvió la cara, pero para remediarlo se puso de nuevo a bailar de espaldas a él y le sobaba de arriba abajo la verga dejando que le diera todo tipo de besos con lengua detrás de sus orejas, de su cuello y de sus hombros. Luego él bajó la manó más debajo del ombligo, pero sin llegar a tocar su chocho.
La imagen era muy erótica, pues ella sabía cómo bailar. Todos los del bar me miraban y los miraban, riéndose de mí pensando en que era un cornudo, pero que va, no me importaba en lo más mínimo. Yo por mi parte lo disfrutaba.
Al rato él le dijo algo al oído y ella respondió, tal vez. Lo sé porque le leí los labios. Siguieron bailando la siguiente canción y ahora ya se besaban descaradamente. Se veía la lengua de él recorriendo la boca de mi mujer, y yo parecía sentir los besos que se estaban dando. Luego él le volvió a decir algo y ella volvió a contestar: tal vez. Supuse que se lo estaba pidiendo.
Cuando ella volvió a la mesa, yo le pregunté de nuevo que le había dicho y ella me dijo que él le pidió poder verla solamente vestida con el tanga.
– ¿Y tú qué le contestaste, tal vez, no? – le pregunté.
– Sí – me dijo ella.
– ¿Y después, qué te dijo?
– Me volvió a preguntar lo mismo y yo volví a responder que tal vez, y la última vez me dijo que si podría algún día quitarme ese tanga y repetí que tal vez.
Por mi parte estaba ya muy caliente, mi polla estaba tiesa y en su máximo esplendor y cuando ella me dijo que se lo dejara tocar, lo hizo de debajo de la mesa y comenzó a humedecerse los labios. Yo estaba que explotaba. Luego me dijo que le dejara dar un beso, que me amaba y me adorada, yo le dije que no, pues si no se perdía el trabajo hecho hasta ahora, ella consintió y él muchacho volvió a sacar a Lina.
Ella, sabiendo que yo estaba muy caliente, resolvió calentarme mucho más. Entonces ella comenzó de nuevo el sube y bajo por encima del pantalón del muchacho, apretando su culo a su polla. Al rato él le dijo algo, y ella asintió con ojos de lujuria y le volvía a hablar y ella contestaba. Yo estaba tan caliente que ya ni era capaz de leer los labios de ella.

Cuando ella se volvió a sentar, vi como Javier les decía a sus amigos cosas acerca del tanga y como añadía que su coño estaba depilado.
Entonces ella me dijo que porque no nos íbamos a otro lugar, o quizá en ese mismo bar había un sótano que era mucho más reservado. Yo le dije que si quería podríamos irnos los dos, o con Javier, pero ella me dijo con algo de picardía que con todos ellos. Los amigos de Javier eran cuatro muchachos más. Entonces yo le dije, que no bailara solo con Javier sino también con los demás.
Ella se acercó a la mesa y por sus pasos comprendí que el alcohol comenzaba a hacer efectos y sin más se sentó en las piernas de uno de ellos, que quedó como embobado viendo que semejante mujer se le sentara en las piernas, la tomó de la cintura y ella le dijo que quería bailar con él.
No habían comenzado a bailar, cuando él ya le estaba metiendo mano y la besaba con pasión, ella cerraba los ojos y se dejaba besar. Para este momento las demás personas se habían percatado de todo esto y no dejaban de mirar con cara de escándalo.
Cuando mi mujer se fue a bailar con el tercero, este también le echó mano y ella se dejaba hacer de todo, hasta que uno de los camareros se me acercó y me dijo que si podía controlar a mi novia, pues los demás clientes del bar ya se estaban quejando. Yo le dije que no era mi novia y que la verdad no era mi problema, que simplemente se trataba de una amiga que me había pedido el favor de divertirse y que yo la estaba acompañando, pero que si quería que ella parara, que se lo dijera el mismo.
El camarero se acercó y le dijo algo al oído y ella en lugar de achantarse, le pegó un beso en la boca y le dijo que no pasaba nada, que si no les gustaba que se fueran o que no la miraran. El muchacho quedó como paralizado, se fue con cara de vergüenza, mientras mi mujer se reía de su travesura. Yo también me reía desde mi rincón. Fue entonces cuando vino el encargado del bar y nos pidió que o le bajamos el tono al asunto o nos íbamos. Lina me dijo que nos fuéramos pero yo le pregunté al encargado que si había en el bar algún sitio más reservado, aunque ya sabíamos que había un sótano, pero queríamos que él nos lo dijera y precisamente nos indicó el sótano.
Así es que nos fuimos todos al sótano, mi mujer, yo, Javier y sus amigos. Aunque yo la verdad me retrasé un poco, pues fui al baño, pues me quería hacer una paja desde hacía rato y entré a hacer eso. Cuando me corrí dejé chorretones de semen por todos los lados, cosa que no me importó, incluso quedó un lagrimón cayendo por un espejo. Salí y dejé que los demás apreciaran mi obra.
Cuando bajé, ella ya estaba haciendo un bocadillo bailando con dos muchachos, quienes la magreaban por todas partes, la besaban, la chupaban, le metían las manos por entre la blusita, acariciando sus tetorras.
Cuando ella me vio, me dijo que me acercara, y vi que Javier estaba masturbándose a la vista de todo el mundo, lo que me emocionó. Lo mejor, fue cuando el camarero bajó para traernos nuestras copas y mi mujer se levantó la blusa, se le acercó y le dijo:
– ¿Por qué estabas tan duro, si tú también tienes derecho?

Ella, en lugar de dejarlo ir, empezó a bailar con él, le cogió la cara y le dio un tremendo beso y como el muchacho correspondió al beso, todos se calentaron y le pidieron que se quedara un rato, que le hiciera lo que quisiera, que si se la quería comer en ese momento que lo hiciera, él dijo que no podía, que su patrón estaba arriba y que lo echaría a la calle si lo encontraba en esas. Lo dejamos ir.
Entre tanto, en otra de las mesas del sótano, habían dos mujeres jóvenes que nos miraban. No estaban nada mal, a decir verdad también usaban jeans muy bajos, con unos hermosos tops que apenas cubrían un par de apetitosas tetas. Ellas, al ver que las miraba, me sonrieron, yo sentí valor para ir a hablar con ellas, me acerqué y me dijeron que teníamos una fiesta de maravilla.
La verdad es que ellas conocían a mi mujer, pues habían ido juntas a la Universidad y por ende, sabían quién era yo. Eso me avergonzó mucho, para ser sincero, pues confiaba en que nadie nos reconociera pero reaccioné cuando me dijeron que si se podían unir o que si yo prefería una fiesta para mi solito. Yo les dije que ya volvía.
Se lo conté a Lina y ella me dijo que le encantaría verme gozar con una de esas muchachas o con las dos. Entonces volví donde ellas estaban y nos pusimos a bailar.
Yo, ya muy excitado, les fui metiendo mano a las dos, y ellas entre risas se dejaban hacer lo que yo quería. Tenían unas tetas formidables, yo soy adicto a las tetas, y unos culos de infarto y la verdad es que no tenían nada que envidiarle a mi mujer.

Se llamaban Tere y Susana, y yo sin haber terminado de bailar una canción muy de moda, las comencé a besar alternativamente, viendo como a mi mujer se la pasaban de mano en mano, y todos le hacían algo.
Pero pienso que me he alargado demasiado así que continuaré con el relato en una próxima carta-.
Besos de los dos y hasta muy pronto.

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