Relato erótico

Nuevas experiencias

Charo
31 de mayo del 2020

Acababa de llegar a Barcelona y tenía poca experiencia sexual. Se hizo amigo de un chico algo mayor que él y lo invitó a ir a la playa con unas amigas. Aprendió mucho y bien.

Michael – Barcelona
Voy a contaros como empezó mi vida sexual en Barcelona, ciudad donde me trasladé desde mi Guinea natal hace cinco años. Yo tenía 19 años y muy poca experiencia en los secretos del sexo pero tenía un amigo, mayor que yo, que se llamaba Ricardo y con el que salía cada tarde en verano, con dos chavalas. Marta era la suya y yo me lié con Julia, una amiga de ella, cuatro años mayor que yo. Todo empezó un día en que Santi tenía que ir a comprar unas cosas en un súper situado en el barrio de la Barceloneta. Fuimos los cuatro pero el camino de vuelta lo hicimos por la playa donde había muchos rincones, en los que muchas parejas iban a pegarse el lote o a follar claramente. Cuando estábamos en la segunda cala, curiosamente totalmente vacía, Santi apuntó la posibilidad de bañarnos.
– ¡Si no llevamos bañador! – exclamé yo.
– Es igual, lo hacemos en pelotas, total aquí no hay nadie – me contestó.
Yo ya sabía que él y Marta se acostaban pero yo aún no tenía ninguna experiencia con las chicas de aquí.
-¿Es que no te atreves a enseñarnos lo que tienes entre las piernas? – dijo entonces Julia.
– ¡Te lo enseño y te lo presto! – le contesté rápidamente sintiéndome algo molesto por su sonrisita irónica.
Fuimos a un espigón y nos desnudamos los cuatro. Nada más ver el cuerpo de las dos muchachas, se me puso la polla tiesa, con cierta vergüenza por mi parte. Eran las primeras españolas que veía en pelotas y la verdad es que las dos estaban muy buenas. Contemplé sus tetas, grandes y tiesas, sus pezones colorados, sus culos redondos y salidos y sobre todo, sus peludos coños. Pero quizá lo que más me excitó fue ver como Julia abría los ojos al ver mi pendulona verga de 22 cm. Estuvimos un rato en el agua jugando y tocando. Mi erección era enorme. Le tocaba el culo y las tetas a Julia sin disimulo alguno, aunque a ella parecía no importarle en absoluto ya que se ponía en posturas como para facilitarme el sobeo.
Cuando subimos al espigón a secarnos con el sol, pues no teníamos toalla, Santi y Marta, calientes por los toqueteos que también se habían dado en el agua, empezaron a meterse mano delante de nosotros con todo descaro. Al final ella tendida de espaldas sobre el duro suelo y él encima, acabaron con un 69. Era de lo más excitante para mí ver como la polla de Santi se metía entera en la boca de su novia y como esta chupaba sin descanso al tiempo que, con las chupadas que el amigo le daba a ella en el coño, sus huevos se mecían como campanillas.

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Entonces me atreví a decirle a Julia que me gustaría hacerlo con ella. Me contestó que lo que estaban haciendo nuestros amigos era demasiado fuerte y que follar no quería porque era virgen y deseaba seguir siéndolo. Pero viendo mi cara y sobre todo la erección tan brutal de mi polla, añadió:
– Además tu enorme polla, me asusta, nunca había visto nada igual, solo accederé, si quieres, a hacerte una paja para calmarte.
Acepté su oferta y ella, cogiéndome la verga con la mano comenzó a movérmela lentamente. Pero yo siempre he tardado mucho en correrme. Por dicho motivo y en la actualidad, las mujeres que han hecho el amor conmigo siempre han quedado más que satisfechas. Cuando, al cabo de una eternidad en la que yo me estaba muriendo de gusto, pero, no me venía el orgasmo, ya empezaba a dolerle la mano de tanto meneármela, me dijo:
– Te voy a hacer algo mejor.
Pensé que, a pesar de lo que me había dicho de conservar su virginidad, íbamos a follar pero ella se agachó y metiéndose mi polla en la boca empezó a chupármela con desespero. A pesar de que solo era capaz de meterse el glande, mamaba que era una maravilla. Mientras me la chupaba, una de sus manos agarraba mi polla por la raíz y la otra me sobaba los cojones que yo tenía bien repletos de leche. Así estuvimos hasta que no pude más y reventé en su boca lanzando los abundantes chorros de mi esperma en su garganta.
– Ahora me toca a mí – me dijo cuando acabó de tragarse toda mi leche.
Sentada, se abrió lo que pudo de piernas y me señaló su coño. Era una cosa que nunca había hecho pero que tenía ganas de probar. Ahora fui yo el que me agaché colocando mi cabeza entre sus muslos y pegando mi boca a su peludo coño. Con agrado aunque sin saber exactamente como debía hacerlo, se lo comí notando su sabor salado, por el agua del mar y por sus jugos. A pesar de mi inexperiencia, debí de hacerlo muy bien, mejor de lo que yo esperaba pues Julia, gimiendo profundamente, se corrió no una, sino tres veces, mientras yo no paraba de lamer todo su coño y de chupar un clítoris largo y duro. Estuve tanto rato lamiendo, chupando aquella chorreante raja, y tragándome los jugos que destilaba sin parar que Santi y Marta ya habían terminado pero se nos quedaron mirando. Entre los gemidos de Julia, sus movimientos y los golpes que pegaba con su coño contra mi cara, me tragué con gusto todo lo que salía de aquella cueva, enrojecida y caliente.

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– Me ha gustado lo que me has hecho -me dijo Julia ya vestidos -Al menos una vez a la semana tendríamos que venir aquí, a la playa para repetirlo. ¿Te parece?
Inmediatamente le dije que sí. Quedamos para un día de la otra semana, ahora solos, sin Santi ni Marta. Volvimos al mismo lugar, nos bañamos en pelotas, nos calentamos jugando en el agua y de nuevo, tras comerme ella la polla hasta hacerme eyacular en su boca, yo le comí el coño hasta hacerla correr dos o tres veces. Intenté convencerla para que me dejara follarla pero ella siguió negándose en redondo. Aquello, me dijo, era para el novio que alguna vez tendría. Estuvimos todo el verano acudiendo una vez a la semana y gozando de esas comidas mutuas de sexo insistiendo yo, de vez en cuando y a pesar de sus continuas negativas, en follármela hasta que un día me dijo:
– Eres un pesado pero tengo que confesarte que yo también quiero sentir tu polla en mi cuerpo. He pensado mucho en ello y al final he decidido que lo vamos a hacer pero no por el coño. Te voy a dar el culo.
Al oírla decir eso casi me corro de la impresión. Era algo con que yo había soñado pero como sabía que muchas mujeres no quieren por esa parte, ni se me había ocurrido pedírselo. Y ahora ella me lo daba graciosamente. Se colocó a cuatro patas sobre el espigón, mirando al mar pero antes de que yo me colocara de rodillas detrás de su fabuloso culo, me dijo:
– Busca en mi bolso un tubo de vaselina. No quiero que me rompas el ano.
Busqué el tubo, lo abrí con manos temblorosas, me unté los dedos y luego los pasé por aquel agujerito marrón, muy contraído. A continuación metí un dedo y lo removí. Julia suspiraba pero no parecía dolerle. Entonces metí dos. Tampoco dijo nada, al contrario, parecía querer abrirse más de piernas. Al tercero gimió. Entonces me entretuve en meterlos y sacarlos como si me la follara con ellos. Al poco rato de este tratamiento, ella suspiraba y removía el culo como si le gustara. Creí llegado el momento de cambiar dedos por polla. Apreté con fuerza y todo el capullo entró en aquel culito virgen. Ahora sí que Julia lanzó un agudo chillido. Asustado paré pero ella, girando la cabeza, me gritó:
– ¡No pares ahora, burro, ya estás dentro, sigue metiéndola…!
La obedecí en el acto y tras cuatro o cinco empujones, logré meterla entera en un canal tan estrecho que sentía toda mi polla completamente comprimida. Mi gusto era increíble y entre suspiros y gemidos incontrolables por mi parte inicié la primera sodomización de mi vida. Se quejaba hasta que me dijo:
– ¡Tócame el coño, mastúrbame mientras me rompes el culo!

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De nuevo obedecí y mientras le daba por el culo le hice una soberana paja en su abultado clítoris. Justo cuando ella lograba su orgasmo, apretó tanto su ano contra la base de mi polla que no pude resistirlo y descargué mi leche en aquel oscuro canal, el primero de mi vida. El placer de ambos fue tan grande que Julia cayó cuan larga era sobre el suelo y yo encima de ella, aún con mi verga metida en su ano. Desde entonces ya no nos limitábamos a las comidas de coño. También había una enculada hasta que el ano se le abrió y solo sentía placer.
Ya os seguiré contando como siguió mi historia con Julia.

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