Relato erótico
Nuestro primer intercambio
Estaban enamorados, se querían y en cuanto al sexo, sabían poner la suficiente dosis de vicio y morbo como para que les funcionara bien. Les gustaba la lencería erótica, el látex, etc. Una noche vieron que un club liberal celebraba la Fiesta de la lencería. Fueron y desde aquel día su vida cambio, en positivo.
Salva- Cantabria
Somos un matrimonio de 45 y 39 que nos gusta especialmente la lencería, el látex, cuero, etc. Pienso que hay que darle un ambiente especial a la hora de follar, y que cada vez sea diferente.
Mi mujer se llama Mónica y yo Salva. Siempre había soñado con un intercambio o un trío, de hecho me imaginaba que era otro hombre el que saboreaba sus pechos de melocotón, el que les daba brillo al igual que a su corpiño de látex.
No soy un semental, pero si un vicioso y me encanta la situación de ver a mi esposa follando con otro, tal es así que siempre le preguntaba si le ponía el verse penetrada por otro, a lo que ella respondía que si relamiéndose los labios.
Propuse a mi mujer ir a un club liberal, cosa que nunca habíamos hecho antes. Nos enteramos de que aquel día se celebraba la Fiesta de la lencería y mi mujer se puso mi conjunto preferido que le había comprado en un sex-shop. Era un conjunto de látex negro que realzaba y dejaba bien al aire sus tetas. Llevaba cola de caballo alta porque sabe que me encanta besarle el cuello ya que se pone muy caliente. Ella estaba imperial. En cambio yo, aunque alto, fuerte y depiladito, marcaba más barriga que paquete con mi tanga de leopardo old fashioned.
Nada más entrar nos saludo un relaciones publicas que nos pregunto si ya habíamos estado antes, al decirle que no, nos lo fue enseñando con suma amabilidad. A Mónica le hizo gracia una de las salas que tenía unos huecos circulares en la pared del fondo. Había una pareja follando y de esos huecos aparecían nabos de diferentes formas y tamaños.
La noche era muy corta así que había que aprovecharla a tope. La pareja de la sala era demasiado joven y nosotros buscábamos alguna de nuestra edad o sea que estuvieran en los cuarenta.
Al pasar mi mujer por los pasillos la miraban con ojos de deseo y ella se excitaba pero se ponía muy colorada. Tomamos unas copas para ir entrando en ambiente. Me estoy empalmando solo de recordarlo.
De repente se nos acerca un tipo alto y muy buena presencia y nos dice si nos apetece tomar algo con él y su esposa que estaba sentada enseñando prácticamente todo. Nos presentamos con unos besos y fuimos hablando y cogiendo confianza, tanta que el amigo ya se permitía sobarle la espalda a Mónica. Las caricias no la dejaban indiferente ya que se le puso la piel de gallina. Se llaman Lina y Eduardo
A nuestro lado se sentaron dos negros enormes que no se cortaban y estaban mirando a nuestras mujeres con las pollas empalmadas que parecían dos bates de beisbol. Ellas miraron y a mi mujer se le pusieron los pezones duros como tornillos. Ellos sonrieron y se levantaron para saludarnos. El más cercano a Lina al izarse dejo la polla delante de su boca y ella ni corta ni perezosa empezó a chupársela presa de un apetito feroz. Mientras se la chupaba Lina miró a su marido con cara de guarra satisfecha. Eduardo, que estaba al lado de mi mujer, empezó a acariciarle las tetas y vi como Mónica iba abriéndose de piernas esperando que algún rabo la penetrara.
Eduardo dejó asomar su artillería y Mónica se relamió. El tío ya no se contuvo más, agarró sus pechos sudorosos y empezó pasar su lengua de arriba a abajo. Su mano está buscando el chochito de mi mujer y cuando localiza su tesoro depiladito, le mete un dedo. Mónica se retuerce de gusto. Entonces Eduardo se agacha y mira con admiración aquel coñito de labios brillantes y anhelantes y empieza a lamer todo su juguito. Mónica goza y yo aprovecho para cogerla por el pelo y besarla con mucho vicio. Lamo su cuello, su espalda, sus tetas.
Mientras observo como los tipos de ébano están empalando literalmente a Sonia mientras ella, reprime unos gritos de placer tremendos.
Mi mujer está cabalgando y follándose a Eduardo sin descanso. Él la tiene agarrada de las nalgas y la ayuda a subir y bajar a toda velocidad. El espectáculo me tiene caliente como un animal, me levante y le metí la polla en la boca de mi mujer para que me la chupara como solo ella sabe hacerlo. Solo se oían gemidos, grititos y suspiros, era una pasada.
De pronto Lina empezó a gritar diciendo que se corría, y los dos tíos negros, también. Vi como uno se corría en su boca y el otro en sus nalgas. Viendo todo esto y sin mediar palabra me corrí en la boca de Mónica, y mientras soltaba las últimas gotas me di cuenta de que Eduardo se corría en su espalda.
Nos fuimos relajando y nos dirigimos todos al baño, uno a uno nos duchamos y cogiendo de la mano a mi mujer le dije:
-¿Qué, preparada para un nuevo ataque?
Ella sonrió y me dijo que sí, que se le había despertado el apetito y que si tenía suerte a lo mejor se podía follar a uno de los dominicanos que se habían follado a Lina. Fue como si estuviera esperándola ya que apareció de pronto y se la llevó a la habitación de los agujeros en la pared. La colocó a cuatro patas con suavidad y le clavó su terrible herramienta en el chocho. A Mónica se le abrieron los ojos de par en par y fue como si le hubiesen puesto pilas. Ella sola se follaba a aquel tío culeando a toda velocidad. El tío le daba palmaditas en las nalgas y la bombeaba sin parar.
Mónica, gemía de placer y de dolor porque nunca había tenido alojada en el coño una polla como aquella.
El ritmo era frenético y acabó como era de esperar, cuando él tuvo ganas de soltar su cargamento, sacó la polla del chocho de Mónica, se colocó rápidamente frente a la cara de mi mujer y se corrió pringándole los ojos, la boca, el pelo y todo lo que pudo.
Cuando acabó, le tendió la mano a mi mujer, le dio un beso en la boca y se despidieron. Mientras ella se aseaba fui a sentarme al sofá en el que estaban Lina y Eduardo. Estaban tomando una copa y charlando. Cuando llegó Mónica, Lina le dijo que se sentara a su lado, le dio a beber un poco de su gen tónica y dejando la copa en la mesa empezó a morrear a mi mujer
Eduardo ni se inmutó, pero yo me quedé con la boca abierta. No habíamos hablado de la posibilidad de que se liara con una mujer, pero por lo que estaba viendo, le gustaba o al menos, se dejaba hacer.
Mientras la besaba, Lina acariciaba las tetas, el vientre y las piernas de Mónica que, poco a poco, iba abriendo las piernas pidiendo guerra.
Lina se arrodilló y empezó a lamerle la rajita a mi mujer y debía hacerlo muy bien porque a los pocos segundos gemía y susurraba diciendo:
-Ohh, que bueno, nunca me había sentido tan bien, pero que gusto…
La escenita me estaba poniendo cachondo perdido y entonces me di cuenta de que tenía el chocho de Lina a mi disposición. Por lo visto, Eduardo me estaba mirando y adivino lo que pensaba, me hizo un gesto con la cabeza, dándome permiso para hacer lo que quisiera.
Me agaché y empecé a comerle el culo a Lina, tenía la intención de encularla, pero no sabía lo que me diría. Se lo lubriqué a fondo y le coloqué la punta del capullo en la entrada del ojete. Lina se dio la vuelta, sonrió y dijo:
-Venga, dame por el culo mientras le doy placer a tu mujercita.
Se la clavé de una sola estocada y empecé a bombearla. Que gusto me estaba dando, tenía el culo estrechito y el placer era tremendo. Las cosas se fueron calentando poco a poco. Mónica gemía, Eduardo, sin que me hubiera dado cuenta le había metido la polla en la boca a mi mujer, y yo estaba enculando a Lina, habíamos montado una cadena de placer que estaba a punto de explotar.
La primera en correrse fue Mónica, que no podía decir nada porque estaba comiéndole el rabo a Eduardo, que fue el segundo en correrse. La siguiente, fue Lina y cuando la oí gritar, le llene el culo de leche.
Supongo que lo habréis entendido, os aseguro que mientras lo estoy escribiendo se me ha levantado la polla y me gustaría saber que también os habéis puesto a tono.
En cuanto nos calmamos un poco, fuimos todos al baño, nos duchamos juntos los cuatro, nos vestimos y tomamos la última copa.
No hace falta que os diga que como mínimo, una o dos veces por semana vamos al club y follamos con estos amigos y con otros a los que hemos conocido. Nuestra vida sexual es muy activa y somos tremendamente felices.
Si alguna pareja está leyendo este relato y se anima, os lo aconsejamos, el intercambio de parejas, nos ha funcionado de maravilla.
Por cierto, les he explicado a mis amigos que os enviaría este relato y me mandan besos para todos los lectores y uno muy guarro de cada uno especial para Charo Medina.