Nuestra primera “comidita”

Tenía relaciones sexuales con su novio, pero hasta aquel día nunca habían tenido sexo oral. Un día mirando una película porno, vio como los protagonistas se comían el chocho y la polla. Le daba vergüenza, pero cuando lo probó…

Raquel – TARRAGONA
Hola, me gustaría contar a todos los lectores cuando hice mi primera mamada y con mi novio. Con él había comenzado una vida sexual activa, hacíamos el amor al menos tres veces por semana, aunque nuestros encuentros cada vez se hicieron más intensos. Cuando teníamos sexo, notaba como él se calentaba cada vez más, me besaba y lamía cada parte de mi cuerpo, yo me encontraba muy a gusto, pero a veces, después de terminar me daba pena.
Nunca me gustó usar preservativos ni métodos anticonceptivos, al usar condón me sentía incómoda y la píldora me sentaba mal, así que decidimos usar el método del ritmo, o sea, no tener sexo en mis días fértiles, además, me encanta notar cuando se corría dentro de mí.
Un día veíamos una película porno, estaban enfocando un primer plano de una comida de chocho y dije:
– ¡Oh no, qué asco! – Y le pregunté – ¿Tú podrías hacer esto?
Me contestó que a mí, sí que me lo haría, me dio risa y me quedé pensativa, aunque casi no le di importancia y me olvide del tema.
Un fin de semana que mis padres se marchaban, le dije que podía venir a mi casa. Podríamos follar tranquilos y todo el tiempo que nos diera la gana.
Llego puntual, y nos fuimos directos a mi habitación. Nos desnudamos, y empezó a acariciarme todo el cuerpo. Le gustaba tocarme y mientras lo hacía, se excitaba. Al poco rato, estábamos follando como locos. Me penetraba con fuerza y no tarde en tener mi primer orgasmo. Cuando el notó mis espasmos, no tardo en correrse.
Fui al lavabo y me lavé el chocho en el bidé. Cuando volví me acosté, charlamos mientras nos acariciábamos y al poco rato, volvía a tener la polla dura. Lo “monté” y cabalgué sobre su polla despacito, era la primera vez que lo hacíamos en aquella posición y me gustó mucho. Volvimos a corrernos a la vez. Como estábamos solos, le pedí que se quedara a dormir.
Al día siguiente nos duchamos, desayunamos y nos fuimos a comer a un restaurante. Cuando llegamos a casa, ya estábamos calientes como una estufa y nos fuimos directos a mi habitación.
Nos desnudamos, nos besamos y empezó a chuparme las tetas, mientras me acariciaba el chocho. Cada vez que tocaba mi clítoris, me revolvía como una culebra y suspiraba de gusto.
Sin que me diera cuenta, fue bajando lentamente por mi vientre hasta llegar a mi coño, yo le estaba pidiendo que me follara. Se colocó entre mis piernas y yo esperaba su polla, pero en lugar de eso fue sobando y besando mis piernas, llegó a mis tobillos y después subió de nuevo, esta vez lamiendo todo el largo de mis piernas. Eso me calentó mucho. A continuación se dirigió a mis caderas, las acarició y besó, se colocó de nuevo entre mis piernas, las abrió un poco más, besó los muslos por dentro y por fuera y yo, instintivamente, coloqué una mano para taparme el chocho, ya que me daba vergüenza que me lo viera así de cerca, pero él apartó mi mano y me dijo que no pasaba nada, que quería verme bien. Al decir esto, me dio un beso en el coño y yo me estremecí, lamió suavemente mi rajita, se acercó a mi oído diciéndome:

– Quiero probarte.
– Hazlo – tan solo contesté.
Puso su cabeza entre mis piernas y empezó a lamer mi rajita. Aquello era una locura, me daba corte pero me estaba volviendo loca de gusto, pero cuando empezó a succionar mi clítoris, fue demasiado, quería correrme pero me daba apuro. Intenté apartar su cara, pero me dejó y me dijo que me corriera. Tuve un orgasmo como nunca lo había tenido. El placer era incomparable a todo lo vivido anteriormente.
Se tragaba todo lo que salía, mi cuerpo temblaba pero quería más, él lo notó y me puso sobre la orilla de la cama, mis piernas colgando hacia abajo y él se arrodilló ante mi chocho y de nuevo me lo lamía, con fuerza y desesperación, hasta que puso mis piernas sobre sus hombros y metió su lengua hasta el fondo del chocho. Esta vez la sentía más profundo, mi sexo apretaba su lengua, sentía de nuevo que me venía otro orgasmo y comencé a gritarle:
– ¡Más… más…!
Cogí con ambas manos su cabeza y la hundí en mi sexo mientras me corría sobre su rostro. Luego, como pude, me recosté y él se colocó a mi lado, lo besé y lamí su rostro, limpiando mis propios fluidos, que tenían un sabor muy fuerte.
Cuando me recuperé, y pensando en lo que había visto en la película porno, le dije que se tumbara en la cama. Agarré su polla y empecé a pajearlo despacito. Le acariciaba los huevos y poco a poco baje mi cabeza hasta metérmela en la boca. Mi novio soltó un suspiro tremendo, me di cuenta que aquello le encantaba. Seguí chupando, lamiendo y recordando lo que había visto, con una mano lo masturbaba y con la boca subía y bajaba a lo largo de su polla. Le comí los huevos y vi como de su capullo salían unas gotitas de líquido, el cual me apresuré a recoger. Andrés, que así se llama mi novio, se movía al ritmo de mis chupadas y me follaba la boca. De pronto aceleró y me dijo:

-Cariño, voy a correrme.
Le dije que lo hiciera. Me soltó un lecherazo que al principio, me dio un poco de asco, pero conforme iba notando los chorros, fui tragando y cuando acabó, le limpie la polla con mi lengua, despacito y con cariño.
Nos quedamos los dos tumbados en la cama, estábamos agotados. Nos tapamos y quedamos profundamente dormidos.
Aquella fue nuestra primera experiencia se sexo oral y no hace falta que os diga que a partir de aquel día, cada vez que nos encontrábamos, el me comía el chocho y yo le chupaba la polla.
El sexo oral, nos solucionó el sexo de los días que podían ser fértiles, aunque al cabo de un tiempo, probé la píldora ya que creímos que era lo más seguro.
Un beso muy fuerte para todos los lectores de Clima, mi novio y yo leemos los relatos y nos ponemos muy cachondos.