Relato erótico
Nos retaron y…
Habían ido a una fiesta con un matrimonio amigo. Les acompañaban a casa cuando, en una esquina, vieron a unas cuantas prostitutas. Sus maridos, que iban un poco bebidos, las retaron a vestirse como ellas y acudir a aquella esquina.
Lola – Badajoz
Era muy tarde, regresábamos de una fiesta y nos acompañaban un matrimonio amigo al cual acercábamos a su casa. Delante de la camioneta iba mi marido conduciendo y nuestro amigo, detrás íbamos Luisa y yo. Todos habíamos bebido más de la cuenta. Durante el camino de regreso íbamos hablando de todo de manera escandalosa y desinhibida debido al alcohol. Cuando pasamos por una zona donde había un grupo de prostitutas, nuestros maridos se detuvieron, bajaron las ventanillas, les preguntaron cuanto cobraban y les dijeron las cosas que harían con ellas, lo que nos pareció de mal gusto.
Mi amiga molesta les dijo que eso era de mal gusto y que si les parecería bien que a nosotras nos dijeran lo mismo, ellos riéndose contestaron que solo se fijarían en nosotras si fuéramos putas y que si ni siquiera éramos capaces de vestirnos como ellas, mucho menos ir a una esquina y conseguir clientes, que para eso se requería estilo y buen cuerpo.
Esto nos encendió de coraje y les contestamos que si quisiéramos podríamos y envalentonados por el alcohol nos retaron, nos dijeron que si éramos capaces solamente de vestirnos como ellas y pararnos en una esquina ellos dejarían todo un año de ver y jugar a fútbol (ambos fanáticos de este deporte). Me quedé callada pero la respuesta de mi amiga me dejó sorprendida. Después de reponerme de la respuesta le apoyé y les pedí que para probarlo nos llevaran a casa para vestirnos apropiadamente y que regresaríamos a cumplir el reto. Ellos se envalentonaron aún más y aceptaron el reto seguros de que no seríamos capaces de hacer algo así y además agregaron que si ellos ganaban, nosotras les concederíamos libre una noche de todas las semanas sin que les preguntáramos nada, nosotras aceptamos.
Llegamos a casa y mientras ellos se quedaban en la sala bebiendo, yo cogí una botella de tequila y subí junto con Luisa a la habitación para cambiarnos de ropa. Bebimos un buen trago de tequila y le pregunté que si en verdad lo íbamos a hacer, ella asintió. Cogí un vestido de licra color rojo corto y ajustado que mi marido me había comprado para usar una noche especial y se lo di a Luisa, que al ser más alta que yo y tener una talla mayor, el vestido le quedaba como una segunda piel y apenas le cubría las braguitas. Al verse al espejo decidió quitárselas igual, que sus medias. Tampoco llevaba sujetador, por lo que sus tetas y pezones erectos, así como su entrepierna se marcaban claramente a través de la tela del vestido, por lo que para cubrir un poco le presté un tanga de hilo dental en color blanco. Yo me puse un vestido de encaje negro que tenía un fondo de tela satín que se podía desprender, se lo quité y el vestido quedó totalmente transparente.
Me puse un tanga de hilo dental negro de encaje, sin sujetador y un liguero negro con medias del mismo color. Por último me puse unos zapatos de color negro de tacón alto. Nos cubrimos cada una con una gabardina negra, tomamos otro trago de tequila y fuimos dispuestas a cumplir el reto. Al bajar observamos que nuestros maridos seguían bebiendo, al vernos nos dijeron que si íbamos en serio y contestamos que solo si se retractaban y aceptaban haber perdido no lo haríamos.
Ellos pensaron que simplemente estábamos jugando, por lo que nos dirigimos a la camioneta y salimos rumbo a la zona roja.
En el camino nos maquillamos llamativamente, de tal forma que pareciéramos efectivamente prostitutas. Al llegar, se acercó una de las chicas a ofrecer sus servicios y se quedó sorprendida al vernos. Le pregunté que quién era la mujer a cargo de ellas y señaló a una señora ya un poco grande.
Nos bajamos de la camioneta y nos encaminamos hacia donde estaba la señora, mientras nuestros maridos se quedaban hablando con la chica. Al llegar con la encargada nos recorrió de arriba hacia abajo, nos preguntó que queríamos. Brevemente le explicamos el motivo, nos pidió que abriéramos las gabardinas y al vernos vestidas dijo que no había ningún problema en ayudarnos siempre y cuando cubriéramos su parte. Así lo hicimos, le dimos el dinero, lo cogió y llamó a un par de chicas, les dijo que nos ayudaran, ellas se rieron y dijeron que nos ayudarían. Nos llevaron a una de las esquinas y dijeron que nos esperáramos y nos quitáramos las gabardinas. Nos explicaron que no solo era estar en una esquina, que era necesario hacerlo con estilo en la que se resaltaran las piernas, las nalgas y los senos, así lo hicimos.
Al poco rato empezaron a llegar clientes pidiendo nuestros servicios, los cuales rechazamos. Al principio estábamos nerviosas pero poco a poco fuimos superando nuestras inhibiciones, al fin y al cabo era solo un juego. Después de estar un rato así, regresaríamos a la camioneta e iríamos a casa a celebrar nuestro triunfo. Al cabo de un rato de estar jugando a ser prostitutas llegó un coche de lujo con chofer y dos personas en la parte trasera. Se detuvo con la señora encargada e intercambiaron palabras. La mujer se acercó a nosotras y nos dijo que esa era la oportunidad que buscábamos para “volvernos putas”. Nos dijo que era gente fina, no supimos lo que responder, pues una cosa era jugar a ser prostituta y otra muy diferente serlo. La encargada le hizo señas al chofer del coche, se acercó donde estábamos, uno de los hombres se asomó y nos pidió que nos subiéramos. Poniéndonos en nuestro papel, contestamos nerviosas que ni siquiera habían preguntado el precio, el caballero sonrió y contestó que no importaba ya que lo valíamos.
Giramos hacia la camioneta tratando de que se dieran cuenta de lo que estaba pasando, pensando que seguramente vendrían, armarían un escándalo y nos rescatarían, pero vimos que los muy cabrones habían subido a la chica con la que estaban hablando y se la estaban “trabajando” sin importar que estábamos allí.
Esto nos enfureció y decidimos subir. En el interior del coche habían dos señores de unos 55 o 60 años, uno de ellos alto, con mucha personalidad y de cuerpo atlético, bastante bien para su edad. El otro era más bajito pero también de cuerpo atlético, aunque regordete. Este ordenó al chofer se pusiera en marcha.
Nos sentamos entre ambos y al pasar el señor alto nos agarró por el culo, y por instinto tratamos de quitar su mano. Entonces le dijo al otro.
– Sí, son mujeres.
Tan pronto como se alejó el coche, se nos acercó un coche de color blanco, el bajito les hizo una señal y nos empezaron a seguir. Al parecer eran guardaespaldas. Nos dirigimos a uno de los hoteles que está en las afueras de la ciudad, al llegar el chofer hizo una seña al portero. En vez de entrar por la puerta principal entramos por una puerta lateral disimulada con plantas que daba a un camino y llevaba a una casona rodeada de paredes altas y jardines. Al llegar a la puerta pararon el coche, primero bajaron tres tipos, entraron a la casa y al parecer la revisaron. Salieron de ella haciendo una seña al chofer de que no había problema y procedió a estacionar en una cochera. Los otros tres subieron al coche blanco y se quedaron dentro, montando guardia. Luisa y yo nos preguntábamos con la mirada en qué clase de problema nos habíamos metido.
Se bajaron y el chofer nos ayudó a bajar, entramos a la casa, esta tenía un aspecto singular, era solo una gran habitación con una pequeña piscina en el centro rodeada de plantas y paredes de vidrio. Había también varias camas grandes acomodadas de tal forma que fácilmente se podía pasar de una a otra ya que no estaban separadas por nada. Había toda clase de barras de mármol a diferentes alturas donde una mujer u hombre cabían perfectamente acomodados. Había también un pedestal con un tubo al centro y varios sillones de fina piel alrededor del pedestal. En uno de los extremos había un bar y en una de las paredes unas cómodas, así como una pantalla de televisión. Por último, había un par de duchas fabricadas con vidrio espejo con la parte reflectante hacia la parte interna del baño. Había en otro extremo dos baños más, hechos de mármol que conocimos más tarde. Claramente se veía que era una casa de reuniones privadas. El chofer sirvió cuatro copas de coñac. Tan pronto como entregó las copas se encaminó hacia la puerta cerrándola al salir.
Hasta ese momento se habían comportado como unos caballeros, no nos habían hecho sentir como prostitutas, lo cual de alguna manera calmó un poco nuestros nervios. Tomamos apresuradamente nuestras copas; la combinación del tequila que habíamos bebido con el coñac fue fatal, desaparecieron todos nuestros temores e inhibiciones que quedaban. Se sentaron en los sillones de piel junto al pedestal, pusieron música y pidieron que bailáramos, no sabíamos cómo hacerlo pero tratamos de improvisar. En ese momento su actitud cambió, se transformaron de caballeros a hombres libidinosos y vulgares. Se quitaron la americana y la corbata y ambos saltaron hacía el pedestal, fuimos prácticamente devoradas por dos bestias sedientas de sexo. A mí me tocó el pequeño y a mi amiga el alto. Sentía que mi acompañante tenía muchas manos por la forma que era manoseada; igual trato estaba recibiendo mi amiga. Sus besos y aliento recorrieron mi cuerpo desde mi nuca hasta mis piernas, sus manos recorrieron y apretujaron encima del vestido senos, vientre y entrepierna. Me dio la vuelta, me apoyó en el tubo del pedestal y volvió a recorrer con sus besos, se arrodilló y olió tanto como pudo el tanga. Mis jugos habían empapado ya la tela del tanga lo que imagino lo excitó aún más, levantó mi vestido y chupó la humedad de la tela, mis pezones se pusieron muy duros.
De reojo pude ver el trato que estaba recibiendo mi amiga. Estaba acostada sobre una de las barras de mármol, tenía las piernas totalmente abiertas y estaba siendo devorada también por caricias en todo el cuerpo. Su ropa también había sido desgarrada. Estaba recibiendo algunas de las palabras más obscenas que había escuchado en mi vida, sin embargo se veía que lo estaba disfrutando por los quejidos de placer que estaba emitiendo y las palabras muy obscenas con la que estaba animando a su amante a que continuara.
Mi amante se detuvo y me rompió el tanga, apresuradamente me quitó el vestido rasgándolo un poco, quedando únicamente con mi liguero y mis medias puestas, se veía una enorme erección debajo de su pantalón. Se quitó la ropa de la parte de arriba quedando un torso muy musculoso, me hizo arrodillarme y me pidió que le hiciera una mamada, yo le obedecí. Bajé su bragueta y saltó un trozo de carne muy duro, me lo metí en la boca y por primera vez en mi vida comencé a chupar y besar una polla que no era la de mi marido. Aunque no era muy diferente a la de él, el hecho de saber que era de otro hombre me excitaba. La recorrí tantas veces con mi boca y lengua que podría describirla perfectamente si alguien me lo pidiera. Seguí así hasta que sentí que su líquido lubricador comenzaba a salir, entonces fui obligada a probarlo, sabía diferente al de mi marido. Mi amante me detuvo. Dijo que todavía no quería terminar.
Me cogió de la mano y me llevó a una de las camas, me tiré en ella, me abrió de piernas y empezó a chuparme el clítoris y el chocho. A partir de ese momento fui objeto de toda clase de posiciones sexuales, éramos el Kamasutra viviente. Miré de reojo a Luisa y, estaban realizando un 69, ella le devoraba ansiosamente la polla mientras, él le animaba a seguir sin detenerse. No aguanté mucho y tuve mi primer orgasmo de la noche.
– Ahora vas a probar lo que es una verga de verdad. –dijo.
Me la clavó hasta el fondo, lancé un gemido de placer. Comenzó a bombear, me abrió las piernas lo más que pudo, sabía cómo mover su pene, ya que en cuestión de minutos me volvió a poner muy caliente. Ahora era yo la que gritaba obscenidades:
– No te detengas, fóllame, soy tu puta.
A los pocos minutos se corrió. Yo hubiera querido durar un poco más hasta terminar juntos. Como me había dejado caliente empecé a frotarme el clítoris con el dedo, se dirigió hacia donde estaba el bar y de uno de los cajones sacó un vibrador en forma de pene y me lo entregó ordenándome que me masturbara. Dada mi calentura cogí el vibrador y lo comencé a frotar contra mi clítoris, abrí las piernas lo más que pude dándole a mi amante un buen espectáculo mientras él descansaba sentado tomando otra copa de coñac, giré para ver a Luisa, estaba recibiendo en ese momento la descarga de su amante ya que gritó todo lo que pudo. También se dirigió hacia uno de los cajones entregándole otro vibrador en forma de pene pero este de color negro más grande que el que yo tenía. Frenética no solo se lo puso en el clítoris también lo empezó a meter en su vagina. Yo estaba observándola cuando una mano tomó mi vibrador y sin decir nada lo metió todo en mi vagina comenzándolo a mover por todos lados, mientras lo subía hasta la velocidad más alta. Era la primera vez que tenía un vibrador, era nuevo para mí pero empecé a tomarle gusto hasta tener otro orgasmo.
Nuestros amantes se acercaron a nosotras, nos hicieron poner en posición de “perrito” y comenzaron a chupar los jugos que emanaban de nuestros chochos. Mi chocho y mi ano eran lamidos por su lengua, igual trato recibía mi amiga. De pronto noté la lengua de mi amante introducirse totalmente en mi ano, sentí un temblor en casi todo mi cuerpo. De pronto sacó su lengua y sentí como mi ano era penetrado por el vibrador; estaba perdiendo la virginidad de mi trasero. Me dolía pero mi amante no me hacía caso. Al cabo de unos minutos el dolor cedió un poco. Luisa había corrido la misma suerte.
Así nos tuvieron un rato hasta que cambiaron de posición; el que había sido mi amante se dirigió hacia donde estaba mi amiga y el otro hacia donde estaba yo. Al grito de “una, dos, tres” sacaron los vibradores y metieron sus pollas en nuestros anos. Nuevamente sentí dolor, ahora estaban siendo desvirgados por penes de verdad.
Su polla era más grande que la de mi otro amante y el de mi marido, sentía como me llegaba hasta todos los rincones de mi trasero, mientras con su mano metía el vibrador en mi coñito. No sé cuanto duro, yo solo apretaba los dientes para calmar el dolor hasta que sentí como era inundada. Mientras tanto Luisa y su amante estaban probando toda clase de posiciones sexuales. Finalmente su amante la volvió a penetrar por el ano y también la llenó de semen, cuando terminó pedimos nos dejaran descansar un poco a lo que uno de ellos contestó que aún les faltaba el tercer agujero (se refería a nuestra boca). No nos dejaron descansar mucho, nos obligaron a arrodillarnos y empezamos a besar, lamer y mamar ambos rabos. Estos al cabo de un rato se endurecieron nuevamente pero no tanto como antes por lo que tuvimos que masturbarlos con la mano hasta quedar nuevamente duros.
Dado el fragor de la batalla, tuvieron que ayudarse con su mano masturbándose mientras nosotras los mamábamos, esto fue más rápido, ambas fuimos sujetadas por la cabeza con su polla dentro de nuestras bocas mientras ellos siguieron masturbándose hasta que recibimos cada una, su descarga de semen en la boca, siendo obligadas a tragarlo entre las palabras más vulgares. Los cuatro nos recostamos en la cama exhaustos sin decir palabra. Estuvimos así un buen rato. Ambas estábamos inundadas de semen, jugos vaginales y sudor.
Uno de ellos llamó al chofer para indicarle que nos llevará a donde le indicaran. Habían nuevamente recuperado su actitud caballerosa, en nada se parecían a las bestias sexuales que habían devorado nuestro cuerpo. Nos cubrimos con las gabardinas y pasamos a los baños a lavarnos un poco. Al terminar recibimos cada una un sobre cerrado, sin decir palabra salimos y el chofer tenía ya el coche listo, nos ayudó a subir y preguntó hacia dónde nos dirigíamos. De camino a casa pasamos por la zona donde había comenzado nuestra aventura, allí estaba todavía la camioneta con nuestros maridos, ambos estaban bien dormidos. No nos detuvimos, seguimos hasta el punto donde había indicado al chofer. Al llegar le pedí se detuviera, bajamos y tan pronto como nos vio entrar a casa, se alejó rápidamente.
Subimos a la habitación agotadas, entramos al baño, nos duchamos y nos acostamos. Abrimos los sobres, habíamos recibido cada una 800 euros, la ganancia había sido muy alta. Nuestros maridos llegaron a casa por la mañana y se quedaron dormidos en el salón. Cuando nos levantamos ya estaban despiertos con una cara descompuesta por los estragos de la borrachera. Les contamos que nos habían ganado, que no nos habíamos atrevido, que simplemente nos adentramos en la zona y cuando volvimos estaban dormidos. Que habíamos tomado un taxi de regreso y que nos habíamos quedado dormidas esperando. Ellos se burlaron diciendo que ya sabían que éramos incapaces, al parecer no se habían dado cuenta de nada.
Ahora ellos salen todos los jueves por la noche y no llegan hasta el amanecer, oliendo a alcohol y perfume de mujer barato. Nosotras aprovechamos también esa noche para divertirnos y ganar un poco de dinero, tenemos derecho, ya que nosotras ganamos la apuesta…
Besos de este par de “novatas”.