Relato erótico

Nos liamos todos

Charo
31 de diciembre del 2019

Se ha liado con un representante que suele visitar la tienda. La propietaria es una mujer madura que está muy buena y, en aquellos momentos, llevaba varios días enfadada con él y por lo tanto de sexo, nada de nada.

Mercedes – Zaragoza
Aunque tenía novio tuve un encuentro sexual con Manuel, un representante de comercio. Mi primera infidelidad, la cometí en su coche, y cuando nos despedimos, me propuso quedar para el día siguiente en un pub. Yo no tenía claro si presentarme, pero al pasar por la puerta de dicho pub, aunque me dieron ganas de salir corriendo, mis deseos de sentirlo de nuevo dentro de mí, como la noche anterior, me hicieron entrar en el local. Allí estaba él esperándome. Salimos y ya en el coche me besó dulcemente diciéndome al oído:
– He tenido que masturbarme esta mañana deseándote.
Y diciendo esto introdujo sus manos entre mis mulsos llegando a la braga mientras me mordía los labios y decía:
-Me acordaba de esto, de esto que tienes aquí ¡qué coño más estrechito tienes!
Mientras nos acariciábamos totalmente desnudos sobre los asientos reclinados, le conté cosas mías y él a su vez me explicó las suyas, pero cuando entramos en el tema de mi trabajo, me dijo:
– Oye, ¿tú crees que Inés follaría con alguien que no sea su marido?
Inés era la dueña del supermercado donde yo trabajaba, mi jefa y amiga. Yo le contesté diciéndole que pensaba que era una mujer fría pero él, sonriendo, me dijo:
– ¡Que te crees tú eso! Inés debe ser fuego en la cama, pero está acostumbrada a su hombre que piensa que con un polvo que le eche a la semana es suficiente y lo normal. Tírale de la lengua y lo veremos.
Manuel me volvía a follar. Creo que perdí la cuenta de mis orgasmos, pero sí recuerdo que su polla entraba en mi coño como anillo al dedo.
A la mañana siguiente, faltando una hora para cerrar, Inés sacó el tema del sexo al ojear una revista en la que se notaba bastante el bulto de un cantante.
– Esta gente – dijo- se debe pasar las noches de cama en cama y nosotras siempre con el mismo hombre.
– ¿No has estado con otro que no sea tu marido?- le pregunté entonces.
– ¿Yo? – contestó algo enfadada- ¡En mi vida! El fue el primero y ha sido el único que me ha tocado, aunque creo que él no puede decir lo mismo.
Pensé que era el momento adecuado y le pregunté cuantas veces lo hacía a la semana y ella, bajando la voz a pesar de que no había nadie, contestó:

– Me lo hace de vez en cuando y ahora, como estamos enfadados, llevo más de quince días. Si no fuera por los críos iba a ver este. – y continuó con la lengua desatada. – Llega a la cama, me abre de piernas y se coloca entre ellas. Yo misma me levanto el camisón y hay veces que, en vez de sacarme las bragas me la mete por un lado y venga dale que te pego. Si viene caliente de beber tarda en correrse y entonces también me corro yo pero si no es así, se corre él y luego me mete los dedos hasta que yo lo consigo. – Y marchando hacia la puerta terminó – Hoy te he dicho muchas cosas y no es bueno que sepas tanto, Mercedes.
Nos sentamos a comer como cada día y le dije que quizás yo sabía mucho más, incluso estando soltera y poco a poco le hablé de Manuel sin decir que me gustaba. Y ella misma se descubrió.
-Me gusta ese chico- dijo- y la verdad es que me come con la mirada. Me he dado cuenta de que me mira a través de los pliegues de la bata.
Yo le dije que me gustaba y que no me importaría que me hiciera “algún favor” a lo que ella, limpiándose los labios con una servilleta, contestó:
– En verdad no es nada del otro mundo pero, como suele decirse, tampoco está nada mal.
-¿Está casado, no?- y al decirle yo que sí, continuó – Bueno, tú no lo estás pero estas cosas siempre traen problemas y sobre todo a mujeres como yo, cansadas de estar casadas. A los hombres no les pasa nada pero a las mujeres… Rápidamente nos llaman putas o algo por el estilo.
Pasaron varios días en que Manuel no venía por la tienda, pero una tarde, poco antes de cerrar, se presentó. Creo que me puse colorada al verle. Inés estaba en la pequeña oficina. Manuel se acercó a la caja y me dijo:
– ¿Que…le tiraste de la lengua?
Le conté en pocas palabras que estaba pasando un mal momento y que me hablaba mucho del asunto y Manuel me contestó en el acto:
– Es el momento ya que su marido la tiene a dieta – y al ver la cara que yo ponía se pasó la mano por la entrepierna y me preguntó:
-¿Quieres que nos veamos por la noche?
Solo afirmé avergonzada, con la cabeza. Manuel entró en la oficina, hablaron unos instantes y luego salieron los dos e Inés me dijo:
– Mercedes, Manuel nos invita a tomar un café ya que cumple años ¿vienes?
Salimos los tres de la tienda y nos fuimos al famoso pub. No sé cómo pero el caso es que se las apañó para colocarse entre las dos. Volviendo la cara hacia atrás me guiñó un ojo. Miré hacia abajo y vi que iba pegado a ella. Creo que incluso me enfadé un poco. Por la mañana en un momento en que nos quedamos solas, Inés me dijo:

– No sé si te diste cuenta pero el amigo Manuel intentó varias veces pasarse. Me puso la mano por detrás acariciándome las nalgas sobre la falda y a la salida me dijo que quería quedar un día conmigo.
Rápidamente deduje que estaba tan salida que no le importaba inventarse un lio. Los apretones habían surgido su efecto. Esa misma noche follé con Manuel y después le conté la charla con Inés y él, acariciándome el coño, me dijo:
– Mañana voy a la tienda y si no me la follo, te pago una cena y una habitación en el mejor hotel.
Puse mala cara diciéndole que estaba enfadada con él.
– Tu lo que estás -me dijo sonriendo- es celosa.
El día transcurrió con normalidad, excepto por la mala cara de Inés que al final explotó:
– ¡No te cases, no aguantes a ningún hombre! Esta mañana, después de casi veinte días, me dice que se va tres días fuera y sin hacerme nada. De verdad que se merece unos cuernos.
Manuel, llegó como el día anterior, a la hora de cerrar. Inés en vez de recibirlo sería como decía, le ofreció una amplia sonrisa y después, al poner el cartelito de “cerrado” nos dijo:
-Ahora nos tomaremos una botella de cava los tres, ¿Queréis?
Manuel, después de tomarse la primera copa, comenzó a decirnos piropos a las dos. Inés estaba sentada de medio lado, con un pie en el suelo. Se le veía medio muslo y Manuel que no perdía ocasión le dijo:
– Y tu Inés, ¿Cómo es que tienes tan bonitos muslos?
– Eso son cosas mías. Además no has visto nada. Si te enseño el resto te mueres y más con el conjunto de ropa interior que llevo puesto. – Le contestó ella tapándose.
– Y tú, Mercedes – me dijo Manuel- ¿De qué color llevas tu ropa interior?
– ¿Lo quieres ver? – solté yo en un arrebato de celos.

Me acerqué a la puerta y puse el cierre, luego me coloqué cerca de la caja y pregunté:
– ¿Que quieres ver lo de abajo o lo de arriba?
– A ti lo de abajo y a Inés lo de arriba – contestó Manuel.
Sin más tiré de la falda mostrándole mis muslos y mi braga negra. Manuel se mordió el labio inferior.
-Ahora tú, Inés -dijo.
Se desabrochó la blusa dejándonos ver la parte superior de un body rosa. Manuel la tenía la polla tan dura que casi le rompe la cremallera del pantalón cuando dijo:
– Bueno, ahora me toca a mí.
Diciendo esto se bajó el pantalón junto con el calzoncillo y le salió como un muelle aquella polla que yo tan bien conocía.
– Pero…pero… ¡qué haces!- exclamó Inés sorprendida y colorada.
Manuel, agarrándosela, cogió una mano de Inés para llevársela hasta su polla, pero ella retirándose exclamaba:
– No, eso no… ¿Estás loco?
Yo me acerqué y cogiéndosela se la acaricié suavemente mientras Manuel recorría con sus dedos mi raja sobre la braga. Inés nos miraba incrédula. De nuevo Manuel la cogió de un brazo y aunque ella se resistió, acabó acariciándola cuando yo aparté la mano. Manuel atrajo a Inés por la cintura y la besó en la boca, pasándole la mano por todo el culo.
-Te estoy deseando desde hace tiempo, Inés. Y hoy te la voy a meter.
– ¡No, meter no! Te la acaricio y basta- decía ella.
Manuel movía su cintura restregando su entrepierna en la de Inés y pasándole los labios por el cuello haciendo que su respiración se entrecortara por el gusto que debía darle. Yo, como una tonta, asistía al espectáculo mirando cómo se acariciaban. En el fondo me gustaba verles tocarse y estaba tan caliente que, apoyada en la caja registradora, empecé a acariciarme el coño.
– Mira como estoy, Mercedes. Chúpamela un poquito, cariño…
Pero yo cogiéndole la mano la metí entre mis muslos y le dije:
– ¿Ves como lo tengo? Quiero tenerte dentro, sentirte, dámela, por favor.
Me separaba los labios del chocho que rezumaba caldos y se la mostraba, pero acabé arrodillada ante él y después de besar el capullo varias veces le pasé la lengua metiéndome a continuación aquella gorda polla en la boca.

Inés seguía acariciando su espalda y Manuel besándole el cuello y cada vez que él le decía que quería follar recibía de ella la misma negativa.
– No insistas, metérmela no.
Yo le lamía los grandes cojones como nueces y creo que era tanto el deseo que sentía de tener su polla dentro que, soltándola me quité la braga y me senté en el pequeño mostrador abriendo bien las piernas. Manuel soltó a Inés y después de pasarme la polla como una brocha, de un golpe de cintura me la metió hasta lo más hondo. Yo dejé escapar un profundo gemido de placer. Inés nos miraba pasándose la lengua por los labios, mientras que Manuel seguía follándome hasta que, cogiéndola de una mano, la acercó y empezó a besarle los labios a la vez que metía la mano bajo su falda.
– Manuel – le decía ella en voz baja- Compréndelo, estoy empapada pero no podría hacerlo así, como lo haces con Mercedes… ¡Aaah…no muevas la mano…aah…aaaah… se me doblan las rodillas…!
La boca de Manuel bajó a los pechos de ella y tirando del body hacia abajo sacó las tetas de Inés que lamió con delicadeza. Yo me sentía en el penúltimo cielo con aquella polla entrando y saliendo de mi coño ya casi a punto de correrme. Les miraba y veía como Manuel seguía lamiendo sus pezones dando Inés pequeños gemidos a cada chupetón. Comencé a flaquear, estaba a punto de correrme, le apreté fuerte contra mí, cogiéndolo de sus nalgas y sentada como estaba, moví el culo jadeando mientras mordía mis labios para no gritar. Me quedé parada aunque Manuel seguía entrando y saliendo de mi coño.
– ¡Aaaah, cariño -le decía yo- ¡Que gusto, golfo me matas…aaah…sigue, sigueeee…!
Cuando Manuel salió de mí, trató de colocar su polla bajo la falda levantada a medio muslo de Inés pero ella cerró las piernas.
– No, por favor, eso no… – le decía en voz baja mientras él, nervioso, trataba de separárselas.
– Solo entre las piernas – decía él.
– Bueno, solo eso…entre los muslos.
Manuel se separó de mí y cogiéndosela la llevó entre los muslos blancos y carnosos de ella. Le acarició la espalda y mirándome me dijo:
– Vete al baño, anda, vete un momento.
Me senté en el bidet y me lavé el chocho y a punto estuve de hacerme una paja. Cuando salí, Manuel iba empujando a Inés, muy abrazados, hacia la mesa de la oficina. Las nalgas de ella chocaron contra la madera y así la fue tumbando hasta quedar con las piernas fuera y el resto del cuerpo sobre la mesa. Le recogió la falda en la cintura y le abrió las piernas. Luego metiéndole una mano justo donde ella escondía su coño vi como también le subía la parte baja del body, hasta descubrir el vello de su pubis, no demasiado poblado. Inés con un brazo se tapaba la cara y con la otra mano en la cadera de él le decía:
-Sobre todo, cuidado. Sal antes de correrte, no tomo nada. Manuel, cuidado, despacio, despacio…!
Las nalgas de Manuel se contrajeron al meter su polla en el coño de Inés. Muy lentamente entraba y salía de ella. Isabel gemía a cada movimiento de cintura hasta que le rodeó con sus piernas y moviendo la cabeza de un lado a otro le decía:
-¡Aaaah, me voy a correr. No pares, no pares…!
Ella le soltó la cintura y comenzó a manosearse los pechos mientras Manuel seguía dando golpes de cintura hasta que aceleró el ritmo y sacando su polla dio unos golpes de mano. Su leche llegó hasta los pechos de Inés que no pudo evitar un largo gemido. Manuel siguió acariciándole el culo con una mano mientras que con la otra recorría su coño abierto como una granada, al mismo tiempo que Inés daba señales de un nuevo orgasmo. Cuando estaba en plena corrida, Manuel se puso de rodillas y colocándose un muslo en cada hombro, lamió su coño entre los ahora gritos incontenidos de ella que decía:
-¡Ah, otra vez…ponte algo y métemela de nuevo…otra vez…!
Desde esa tarde Manuel nos viene a ver de vez en cuando, pero llamando antes por teléfono. Inés ha perdido la vergüenza y no se corta por estar yo presente mientras Manuel le mete su polla.
Ya os iré contando nuestros morbosos encuentros. Besos

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