Relato erótico

Noche loca, loca

Charo
28 de julio del 2018

Conocieron a una pareja que había ido a la isla para pasar los carnavales. Hablaron, se gustaron y pasaron una noche bestial y con mucho vicio.

Silvia – Palma de Mallorca

En el apartamento se lanzaron al goce de sus cuerpos, sin que ellas hicieran distinción de sexo y entre eso y que toda su actuación fuera filmada, les proporcionó placeres más intensos que nunca.
Somos Silvia y Martín, una pareja de Palma de Mallorca y queremos contar una experiencia que vivimos el día en que fuimos a disfrutar de los carnavales. Había un ambiente estupendo, como siempre en estas fiestas, nos pasamos casi toda la noche bailando y bebiendo hasta que nos fuimos a un bar a descansar un poco y comer algo para que el cuerpo siguiese aguantando toda aquella marcha. El bar estaba muy lleno así que, tras pedir permiso a una pareja, nos sentamos con ellos, en su mesa. Con la confianza que daban estas fiestas y la alegría que llevas en el cuerpo, empezamos a hablar con ellos. Se llamaban Belén y Enrique. Eran de una edad parecida a la nuestra, atractivos y simpáticos. Al cabo de un rato Enrique nos dijo:
– Todo esto está muy cargado, os invito a dar una vuelta con nuestro coche.
– Esperar un momento que me voy al servicio – le contesté levantándome.
– Voy contigo – dijo la mujer, levantándose también.
Yo, además de ser una mujer muy caliente y tener, junto con mi marido, mucha experiencia en el cambio de parejas, también soy bisexual por lo que, al oír que ella me acompañaba, pensé que si le iba el rollo podría ser una noche completa. Pero no fue así. Salimos del lavabo sin que hubiera ocurrido nada. Montamos en su coche y al ser ellos de Barcelona y no conocer nada de Palma, nos dijeron:
– Vamos donde digáis y así, de paso, nos enseñáis la isla.
Después de estar paseando un rato en el coche, hablando de todo un poco y mostrándoles los lugares más bonitos nos dimos cuenta de que Enrique tenía la mano bajo la falda de Belén y le estaba acariciando los muslos. Al darse cuenta él de que habíamos visto sus movimientos, sonrió y levantó la falda de su mujer para mostrarnos sus espléndidos muslos y la blancura de sus bragas. Así continuó con el magreo de sus carnes prietas hasta que ella se fue acercando a él para que le metiera mano en el coño. Mi marido y yo nos quedamos mirando como ellos se metían mano y acabamos haciendo lo mismo sin dejar de mirar cómo se sobaban. Enrique, entonces, encendió con la luz interior del coche y miraba por el espejo retrovisor como nosotros nos acariciábamos. A decir verdad con todo esto el hielo estaba suficientemente roto y Enrique debió pensar eso mismo cuando nos dijo:
– ¿Qué tal si nos vamos al apartamento? A Belén le gustan las mujeres y me ha comentado lo buena que está Silvia. ¿Entendéis lo que queremos decir?

– Sí, porque a mí también me gusta Belén – contesté, añadiendo – A nosotros nos pasó igual que a vosotros, nos preguntábamos si nos enrollaríamos y, por lo que veo, todo va sobre ruedas.
Con todo aclarado, nos fuimos a su apartamento, nos sirvieron unas copas y pusieron música. Yo bailaba con Enrique y Belén con mi marido. Los cuatro actuábamos ya con toda libertad. Las manos de Enrique me sobaban a placer todo el cuerpo mientras nos dábamos la lengua, y mi marido y Belén hacían lo mismo hasta que los dos hombres, tras dejarnos más excitadas que un horno, se sentaron para disfrutar del espectáculo que estaban seguros les íbamos a ofrecer Belén y yo. Empezamos a bailar las dos mientras, entre besos y caricias, nos íbamos quitando la ropa hasta quedarnos completamente desnudas. Los dos hombres no nos quitaban ojo de encima.
– ¡Que buen cuerpo tienen las dos! – oí que comentaba Enrique.
Seguimos bailando, restregando nuestras duras tetas, nuestros vientres, muslos y los pelos del coño. Con la temperatura en el cuerpo que todos teníamos, ayudada por el alcohol, vi como Enrique y mi marido empezaban a desnudarse, quedándonos así los cuatro en pelotas. Admiré las dos pollas, tiesas, gordas y duras, los cojones apretados y los ojos de calentura que ambos lucían. Entonces Enrique nos dijo:
– Tanto mi mujer como yo somos exhibicionistas y nos gusta que nos vean follar. ¿Queréis ser nuestros espectadores?
Por toda respuesta mi marido y yo nos sentamos en el sofá para ver como ellos se lo montaban. Enrique empezó chupándole las tetas, jugando con la lengua en sus tiesos pezones mientras, con las manos, le acariciaba las nalgas. Su verga golpeaba el aire, endureciéndose cada vez más al mismo tiempo que de su punta manaba un hilo blanquecino, muestra de su excitación. A continuación, él se tumbó en el suelo boca arriba dejando su erecta polla apuntando al techo, ella se arrodilló encima de su cara y le ofreció todo su coño para que se lo comiera. No veas lo excitados que estábamos nosotros dos por todo lo que estábamos viendo y oyendo. Mi marido tenía su mano en mi chorreante coño mientras yo, con la mía, le meneaba lentamente la polla. Al cabo de un rato de estar Enrique comiéndole el coño a su mujer y esta haberse corrido ya una vez ella, sin apartar su coño de la boca de su marido, se inclinó hasta que sus labios se tragaron la dura verga, acabando así en la posición del 69, haciéndose una mamada y una comida de coño sensacional.
Martín me metió los dedos en el coñito y notó que ya lo tenía súper mojado. Estuvieron un buen rato en esta posición hasta que ella se corrió de nuevo en la boca de su marido y este lanzó toda su leche en la garganta de Belén la cual se la tragó sin ningún problema.

– Ahora os toca a los dos con Belén – dijo entonces Enrique – mientras yo os grabo con la cámara.
Belén le dijo a Martín que se tumbara en el suelo, como antes había estado Enrique. Ella se puso a cuatro patas y empezó a hacerle una paja primero y luego a hacerle una mamada que no veas mientras yo me tumbé entre sus muslos, boca arriba y le comía el coño. Nos estábamos dando un gusto y un placer enormes. Mientras yo le comía el coño ella gemía sin parar y Enrique, sin perderse detalle, seguía grabando. Luego nos cambiamos de posición. Yo me tumbé en el suelo con las piernas encogidas y separadas, ofreciéndole mi conejito a Belén para que me lo comiera. Era una imagen tan fuerte, tan sexual la que ofrecíamos a los hombres, ver como Belén me comía el coño y el gusto que me estaba dando, que la polla de Martín, totalmente erecta, buscaba el culo de Belén, aprovechando la posición de cuatro patas en la que ella estaba. Cuando el glande encontró el agujero, estaba muy dilatado, ya que al entrarle la polla de mi marido por entero en el culo ella no lanzó ni un quejido, comenzamos un trío de lo más caliente.
Ahora éramos las dos las que gemíamos de placer mientras Martín le sacaba y le metía la polla en el culo a Belén, hasta que, sin poder soportarlo más, se la sacó del culo y se la metió en el coño, la agarró de las caderas lo más fuerte que podía y metía y sacaba la polla hasta que explotó en un orgasmo lanzando toda su leche en el ardiente coño de Belén. Cuando yo estaba ya a punto de correrme con las lamidas que Belén me estaba haciendo en el coño, Enrique le dijo a Martín que cogiera él la máquina que ahora quería darle también por el culo a su mujer. Así lo hizo y al poco rato nos corrimos los tres, Enrique, Belén y yo en un concierto de suspiros y gemidos.
No obstante, tras descansar un rato, aún tuvimos fuerzas Belén y yo para montarnos un caliente bollo ante la mirada encendida de nuestras parejas. Le pedí a Enrique copia de la cinta que había grabado y como ellos se iban al día siguiente para Barcelona, nos despedimos.

Nos dijeron que si podían intentarían venir de vacaciones a Palma y podríamos volver a montarnos unas buenas sesiones de sexo. Si esto ocurre, os lo contaremos.
Un saludo.

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