Relato erótico

Noche de verano

Charo
10 de mayo del 2018

Este asiduo lector quiere contarnos lo que le paso una caliente noche de verano con su novia. Morbo y vicio a raudales.

Carlos – Estepona
Esto me sucedió el verano pasado con la que entonces era mi novia, y que espero que vuelva a serlo pronto. Ella es alta, morena, con unos ojazos impresionantes, y unos pechos y un culo aún más impresionantes. Yo me llamaré Carlos y ella Merche. Y ambos tenemos 24 años.
Esa noche habíamos salido a cenar con unos amigos, y después fuimos a tomar algo en uno de los típicos locales de verano al aire libre. Ya en la cena habíamos bebido algo y la verdad es que íbamos todos bastante alegres cuando llegamos. Una vez allí siguió la fiesta bebiendo y bailando. Ella estaba vestida con un top brillante bastante ajustado y unos pantalones aún más ajustados que hacían que no pasara desapercibida su presencia en el local. Si ya solo con eso ya me volvía loco, durante toda la noche ella no había parado de rozarse conmigo y de vez en cuando disimuladamente echarme mano al paquete. Yo me lo estaba pasando en grande hasta que empecé a sentir los efectos de tanta bebida y a arrepentirme por haberme tomado ese último whisky. Si es que el alcohol es lo peor.
Después de estar un rato sentado dije que me iba al coche a ver si se me pasaba, y ella un tanto preocupada, decidió acompañarme. La verdad es que me sentía fatal por haberle estropeado así la diversión, pero tenía que irme. El coche estaba aparcado en una calle no demasiado apartada y aunque no pasaba mucha gente, desde luego no estaba desierta ni mucho menos.
Yo me senté en el asiento del conductor y ella lo hizo a mi lado, ayudándome a reclinar un poco el asiento hacia atrás. Todavía estaba un poco mareado así que cerré los ojos y me recosté en el asiento hasta casi quedarme dormido pero cuando ya se me estaba pasando el mareo, ella apoyó su cabeza sobre mí y comenzó a acariciarme el pecho. Yo abrí los ojos, sonreí y nos fundimos en un largo, lento y apasionado beso.
Casi si darme cuenta yo había empezado a acariciarle los pechos por encima del top, y es que de verdad que no podía resistirme a esa tentación, a lo que ella respondió bajando su mano buscando mi ya evidente erección. El beso se hizo cada vez más y más apasionado, y yo notaba como ella se iba calentando por momentos.

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Yo suponía que todo iba a quedar en eso, porque aún pasaba gente por la acera y también algún que otro coche, pero de repente ella me desabrochó el pantalón, metió su mano para sacarme la polla y comenzó a masturbarme lentamente. Después de eso, estaba tan excitado que no me importó que la gente pudiera vernos y levantándole el top por encima de los pechos le desabroché el sujetador y me lancé a por sus gordas y redondas tetas como un poseso, pero como de vez en cuando pasaba alguien ella se abrazaba a mí para que no pudieran ver lo que estábamos haciendo. Pero una de las veces apoyó su cabeza en mi pecho y fue bajando hasta colocarse acostada sobre mi polla y se la metió de golpe en la boca. ¡Yo no podía creérmelo! No era la primera vez que lo hacía, pero si la primera vez que lo hacía en plena calle aunque no pasara mucha gente.
Pasada la sorpresa inicial eché la cabeza para atrás, cerré los ojos, y me puse a disfrutar de la increíble mamada que me estaba haciendo. Yo seguí acariciándole las tetas por debajo del top, de manera que no se viera desde fuera, aunque la verdad es que poco me importaba ya si nos veían o no, y ella seguía acariciándome el capullo con la lengua mientras mi polla salía y entraba de su boca.
Una de las veces que abrí los ojos vi como tres chicas que pasaban junto al coche se quedaban mirando de reojo, e incluso una de ellas se paró y se quedó mirando descaradamente mientras yo decía mentalmente:
– ¡Sí, sí, me la está chupando! ¿Qué pasa?
Estuvimos así un buen rato hasta que nos iluminaron las luces de un coche y ella se incorporó para volver a abrazarse a mi pecho, escondiendo así mi polla y sus tetas. Tenía los labios húmedos con una mezcla de saliva y los jugos que lubricaban mi endurecido miembro, y después de darnos otro apasionado beso me sonrió y me dijo al oído:
– Esta vez no se me escapa, así que relájate y disfruta, que pienso llegar hasta el final.
No era la primera vez que hacíamos sexo oral, pero yo nunca me había corrido en su boca porque tenía miedo de que se enfadase, así que lo que me dijo me puso más excitado de lo que ya estaba, y ella volvió agacharse para meterse de nuevo el aparato en mi boca. Ahora me lamía el capullo mientras me masturbaba con una mano y me acariciaba los huevos con la otra, al tiempo que yo seguía con las manos en sus tetas mirando de reojo por si alguien pasaba, aunque ahora me importaba menos todavía que antes.

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Me estaba matando de gusto y aunque sentía que iba a explotar, no quería hacerlo todavía, quería que esto durara para siempre, pero cuando ya no puede aguantar más descargué todo mi semen dentro de su boca, a lo que ella respondió con una amplia sonrisa que hizo que parte de la carga se le escapara entre los labios. Luego se lo tragó todo pero siguió chupándomela hasta que creí desmayarme. Antes no quería que acabase y ahora iba a perder el conocimiento si no paraba.
Después de un rato se secó los labios con la palma de su mano, me volvió a meter la polla en el pantalón, y se levantó sonriendo y abrazándose de nuevo a mí. Yo seguí acariciándole las tetas a lo que ella respondió terminando de quitarse el sujetador y volviendo a su asiento. Yo me recosté sobre ella y me puse a besarle sus tetas mientras con una mano comencé a acariciarle la entrepierna por encima del pantalón. Incluso a ella ya le daba igual que nos pudieran ver por lo que se levantó el top hasta el cuello mientras yo le desabrochaba los botones del pantalón para poder meter la mano dentro de sus bragas y acariciar su húmedo sexo.
Todo iba de maravilla hasta que un coche apareció al final de la calle y aparcó justo detrás del nuestro. Ella se colocó la ropa como pudo y nos incorporamos como si no pasara nada. Al final todo quedó en un susto, porque el que bajó iba un portal cercano y no a darnos el coñazo. Superado el susto, terminamos de arreglarnos y nos dispusimos a irnos. Ninguno de los dos quería dejarlo así, pero ya no podíamos seguir allí, así que arranqué el coche y nos fuimos a un lugar algo más apartado al que ya habíamos ido alguna vez.
Pero bueno, eso ya lo contaré en otra ocasión.
Saludos.

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