Relato erótico

¡Locos por el sexo!

Charo
16 de diciembre del 2019

Dice que a él y a su novia, les ponen cachondos los relatos de Clima. Hoy nos cuentan una experiencia que vivieron un fin de semana.

Miguel – MADRID
Amigos lectores, la verdad es que soy un lector asiduo a este tipo de relatos que aquí se publican. Tanto a mi novia como a mí nos gustan leer estas historias juntos, formándose la base de un buen calentamiento para luego echar un polvete o lo que surja, y hoy me he animado a contaros una historia real que nos ha pasado a mi novia y a mí hace poco tiempo.
Mi novia se llama Teresa, es una chica de 1,70 morenita, ojos marrones que embrujan y sin ser una belleza deslumbrante, es una chica que posee un gran atractivo, tanto físico como de forma de ser, ya que tiene mucho carácter. Físicamente anda con una talla de pecho sobre los 95, con unas tetas redondas y duras, con unos pezones que se ponen como una roca al sentir el contacto de cualquier parte de mi cuerpo. Su culo también es muy bonito, redondito, resultón, aunque según ella gordo, pero vamos, eso es lo que dicen todas las chicas. En cuanto a su coño, le encanta rapárselo, bueno más bien cortárselo al milímetro, que se vea bien la rajita que tanto le gusta mostrarme.
Ahora ya voy al grano y la historia que os voy a contar es real, por increíble que pueda parecer. Ocurrió un sábado por la noche en que salimos con nuestros amigos como un sábado más, ya que quedamos pronto para irnos a los típicos bares cutres en los que bebemos cerveza, calimocho y chupitos, para entonar un poco la noche ¿por qué negarlo?
Después fuimos a otros bares a bailar con los amigos, las chicas bailando como locas, los chicos más a su rollo, con birra en mano, hablando de nuestras cosas, y mirando de reojo a nuestras chicas, lo bien que se lo pasaban y lo preciosas que iban esa noche.
Teresa vestía una falda vaquera por debajo de la rodilla, y una camiseta rosa chillona con el anagrama de una marca. A mi me encanta que vaya así, me pone muchísimo con esa ropa.
Ya avanzada la noche, cuando nuestros cuerpos estaban ligeramente cansados del ajetreo de bailar, ligeramente bebidos de tanta copa, deseamos hacer nuestra escapada nocturna de los fines de semana. Al no disponer todavía de casa donde vivir juntos, siempre nos vamos a mi coche, el cual tengo guardado en un pequeño garaje público, pero de no más de 8 plazas, donde hacemos el amor de un modo bastante frecuente.

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Por la escasa cantidad de coches en el garaje, es complicado que alguien entre cuando estás con tu chica, pero las veces que ha ocurrido también resulta bastante excitante, ya que nos acurrucamos como podemos para no ser vistos pero no paramos de hacer nuestras cosas, sea masturbación, sea un polvo.
El caso es que cuando íbamos al garaje, de camino a él, la excitación era muy grande, con comentarios sobre lo que íbamos a hacernos, tocamientos por ambos y yo tanto por encima de la camiseta como por debajo, así que nos dimos bastante prisa esa noche por llegar, ya que el calentón que teníamos los dos era enorme.
Cuando estábamos cerca, yo me apresuré a llegar antes y abrí rápidamente la puerta del garaje, bajando muy deprisa y esperándola al final de unas escaleras, que bajé más deprisa que nunca. Ella bajo lentamente, provocándome más aun ese instinto animal que todos llevamos dentro, y cuando por fin llegó a mi lado, la agarré fuertemente con mis brazos, la apoyé contra la pared y la empecé a besar con fuerza, mientras mi mano se deslizaba por debajo de su camiseta rosa, desabrochando rápidamente el cierre de su sujetador y dejando sus preciosos pechos al descubierto. Cuando los tengo delante me encanta comenzar a tocarlos muy lentamente, eso le pone a cien, tanto que al cabo de un rato de estar sobándoselos ella me pidió que nos metiéramos en el coche.
Era tanta mi excitación que me había olvidado de bajar el coche al garaje así que subí rápidamente a buscarlo y nada más aparcar, ya dentro del garaje, nos metimos los dos en la parte de atrás. Al instante los dos estábamos desnudos, ambos con un tanga como única prenda, pues yo llevaba también uno que ella me regaló y que me había puesto a propósito esa noche sabiendo lo que nos esperaba. Así que nos habíamos desnudado mutuamente en plan salvaje. Allí estaba ella, tumbada, desnuda, mirándome con ardiente deseo y esperando a que yo la follase. Y eso hice.

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La empecé a besar bruscamente, primero en labios, bajando mi lengua, arrastrándola por su barbilla y cuello para ir bajando lentamente a sus pechos, donde hice esa paradita que tanto le excita, esos lametones, suaves pero directos, y seguir bajando hasta su coño, comenzando a jugar con su tanga con mis dientes, hasta acabar quitándoselo con la boca, y dejando su precioso coño al descubierto, que empecé a lamer lentamente, recorriendo pausadamente todos sus labios, buscando ese punto que tan fácil le encuentro y que tanto la excita.
Rápidamente lo encontré, lo lamí muy suavemente y lo mordí, mientras con una mano le tocaba los pechos y los pezones. Ella se empezó a calentar muchísimo y jadeaba, por lo que incrementé la velocidad de mi lengua y así se corrió con mi lamida, cosa que le encanta, pero yo, antes de dejar que se corriera del todo, se lo volví a lamer y ella se corrió varias veces con grandes gritos de placer, y es que cuando nos ponemos a eso, ella me tiene que retirar la cabeza porque no aguanta más de tanto correrse. Se quedó extasiada durante unos segundos, pero rápidamente me dijo:
– Ahora me toca a mí.
Me hizo tumbar, me apartó el tanga y me empezó a comer la polla como ella lo hace, de forma fantástica, lentamente primero, recorriendo con su lengua todo mi glande, y tocándome con su pulgar en la puntita. Así es muy difícil aguantar sin correrse. A ella le encanta hacerme sufrir cuando me la mama, le encanta que cuando incrementa el ritmo y me ve cercano a orgasmar, parar. Ella sabe que eso me molesta mucho, pero también sabe todo lo que voy a disfrutar cuando me lo hace.
Ella me siguió haciendo una mamada de campeonato y cuando ya por fin me dejó disfrutar a lo grande de mi corrida, cuando ya me dejó expulsarlo todo, disparé un chorro de leche calentita directa a su boca, la cual ella saboreó durante un instante, aunque luego la escupió.
Pero allí no se acabó la cosa, ella quería más y más, por lo que le empecé a meter el dedo en el coño, primero tocándole su puntito, siempre visible por su grado de excitación, y luego metiéndole otro dedo en su vagina, metiéndolo y sacándolo, hasta lograr que ella tuviera un doble orgasmo. Ya se había corrido unas seis veces entre sexo oral y dedos. Y juro que no miento, pues ella es multiorgásmica. Entonces me dijo sonriendo:
– Ahora toca follar.
Me puse el condón, y muy lentamente se la empecé a meter, pero como, pese a haber follado varias veces, le sigue doliendo un poco, siempre tengo que ir con cuidado. Cuando el dolor desapareció, empecé a ir más rápido, y antes de que yo me diera cuenta ya se estaba corriendo, corriendo a lo bestia, con unos gritos agudos de placer inmensos.

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Rápidamente hizo como que me parase, pero como yo sabía que ella necesitaba más, de nuevo y sin dejar que se fuera la excitación, me puse a follármela, muy suavemente al principio, dejando que se expresase con gritos más suaves, pero incrementando el ritmo rápidamente con lo que sus gritos y su gozo también aumentaron. Así hasta que ella tuvo tres orgasmos más.
Entonces cambiamos de postura, ella se puso encima de mí, verticalmente, y solo el hecho de sentir mi polla dentro de ella le causó otro orgasmo. Sus orgasmos son intensos pero poco duraderos, lo que le permite conseguir un gran numero de ellos seguidos y así follamos hasta que yo logré el mío, derramándome en el condón con un increíble placer que hizo que a ella, como ya era normal, le viniera el ultimo de la noche.
Más que satisfechos, nos vestimos, la llevé hasta su casa y yo me fui a la mía. Había sido otra noche memorable.
Saludos de los dos.

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