Relato erótico

Noche de morbo y vicio

Charo
12 de octubre del 2019

Fue recoger a su novia para ir de marcha. Es una chica espectacular y le gustaba provocar al personal. Aquella noche se lució y fue una velada especialmente morbosa.

Ivan – Murcia
Aquel sábado hacía mucho calor. Pasé a recoger a Merche a eso de las diez por su casa para salir a dar una vuelta por la zona de bares de la ciudad. En julio y agosto se llenan de gente por la calle y hay mucho ambiente. Merche es mi novia desde hace seis meses y está imponente; de cara es preciosa y su largo pelo castaño y ojos verdes, me vuelven loco, del resto del cuerpo mejor ni comentarlo, mide 1’68m y tiene un tipazo. Toqué el portero automático de su casa, un piso que compartía con otras amigas estudiantes de la universidad. Me acababa de dar una ducha tras salir del trabajo y todavía llevaba el pelo mojado, gracias a eso se podía soportar el calor. La gente pasaba arriba y abajo y el calor de los coches agobiaba un poco más, si cabía.
– Ya estoy aquí- dijo.
Aquella noche estaba espectacular. Su piel estaba morena por el sol y se había puesto un precioso conjunto azul cielo de camiseta y falda cortita que le lucía unas preciosas y delgadas piernas. Ella hundió su boca en la mía en un beso. La cena transcurrió entrando y saliendo de bares, degustando una larga variedad de tapas. A las once y media estábamos cenados y contentos por las cervezas. Sin embargo, el calor parecía que iba a más y solo se podía estar dentro de los bares con aire acondicionado. Entramos en uno que tenían música y al cabo de cinco minutos salimos a bailar, casi no se podía hacer otra cosa puesto que el volumen estaba muy alto. Merche estaba exuberante bailando en medio de la pista, me miraba y me sonreía pícaramente a la vez que me guiñaba un ojo.
Su culito era espectacular y esa faldita remarcaba aún más su redondez, sus pechos tenían el tamaño justo y tenía la sensación de que todos los hombres del bar solo la miraban a ella. Bailando se acercó a mí y poniendo su trasero sobre mi delantera, empezó a moverse, creía que iba a explotar. Le puse las manos sobre la cintura desde detrás y empecé a acariciarla disimuladamente. Un momento después me indico que saliéramos de la pista. Al momento estábamos en el coche saliendo de la ciudad y dirigiéndonos por la autopista hacia la playa. No había tráfico y la oscuridad del cielo solo estaba acompañada por la música del coche a todo volumen.

No habíamos hecho más que pasar el peaje cuando noté que su mano se deslizaba sobre mi pantalón, entre mis piernas.
– ¡Qué vas a hacer! ¿Quieres que nos estrellemos?
Era tarde, su mano ya había bajado la cremallera y buscaba en el interior con suavidad. Siempre me ha encantado una mano de mujer moviéndose por ahí. Segundos más tarde, mi verga, en toda su plenitud, se erguía ante ella. Su mano la acariciaba tan solo rozándola suavemente por todos los sitios con todos sus dedos a la vez y entreteniéndose en la punta. En un rápido movimiento se recostó sobre mí y se lo introdujo en la boca sin dejar de acariciar su base. Los siguientes minutos fueron momentos deliciosos y bruscamente interrumpidos por la bocina de un camión que nos adelantaba. Ya no pudimos seguir. Un rato más tarde una salida de la autopista ya indicaba la playa y allí la abandonamos. Eran las 3 de la madrugada y el pueblo estaba a rebosar de gente por la calle. La temperatura era más agradable, pero a pesar de todo hacía mucho calor.
– Podíamos ir a aquella discoteca que había al otro lado de la playa, creo que no cierran hasta bien entrada la mañana. Si tenemos suerte podemos encontrarnos a algún conocido que nos invite a dormir y sino siempre podemos utilizar el coche -dije yo.
– Si, pero antes nos tomamos un cubata por aquí.
Merche estaba alegre, no fue una copa sino dos y cuando nos dirigíamos a la discoteca, el alcohol empezaba a hacer sus efectos. Una larga cola de gente se arremolinaba en la discoteca, era muy grande, de esas que organiza fiestas durante los fines de semana de verano y que incluso tiene una cala privada dentro. Por fin pudimos entrar y tras algunos empujones nos situamos en un extremo de la pista, viendo como bailaba la gente. La pista era al aire libre y había un ambiente fenomenal, estaba a tope y hacía calor a pesar de la hora. Sin duda contribuía la cantidad de personas que había. Nos acercamos a la barra y nos pedimos un licor. La gente bailaba, empujaba, hablaba y se respiraba un ambiente de diversión. Mi mano se deslizó por sus muslos y ella me abrazó por el cuello y me besó apasionadamente, casi nos caemos, lo siguiente fueron unas risas por la situación y por lo bien que estábamos. Nos acercamos a la pista central de baile que estaba llena de gente, nos pusimos cerca de los altavoces y dejamos los vasos allí mientras bailábamos.
La canción era pegadiza y con mucho ritmo. Los empujones de la gente eran casi inevitables. No podía dejar de mirar a Merche, estaba como en el cielo, bailaba con los ojos cerrados en movimientos sensuales, cuando abría sus ojos verdes, me sonreía pícaramente, daba vueltas a mi alrededor, me acariciaba el trasero, me desabrochaba un botón de la camisa. Yo también hacía lo propio, la abrazaba suavemente por detrás rozando intencionadamente sus tetas; era su punto débil, cualquier caricia en sus pezones y se volvía loca. Continuamos bailando un buen rato. En un momento determinado se puso de espaldas a mí y apoyo su culito sobre mí, debía notar lo crecido de mi bulto. Yo apoyé mis manos sobre sus muslos y subí las manos hasta sus caderas por debajo de la minifalda, no pude resistir la tentación de levantar la minifalda un poco más para ver que se había puesto su braguita tanga de color blanco y que su culito estaba maravilloso. Ella se volvió rápidamente desplegando toda su melena.
– ¿Qué haces? Me van a ver todos

– No he podido evitarlo, estás como un tren.
Sabía que no había nada como piropearla para conseguir que se excitase.
– Además, no me importa que te vean todos. ¡Que el mundo se pare para mirarte!
– Si hombre, que me vean desnuda.
– Me encanta la idea, quítate la ropa -le sugerí.
Lo que siguió fue un segundo de mirada de sus preciosos ojos verdes que me pareció una eternidad. No sé cómo podía haber dicho aquello pero lo había dicho y vaya si lo deseaba; en ese momento deseaba con todas mis fuerzas que se desnudara y todos vieran que tenía la novia más guapa del mundo. Todos estos razonamientos tenían buena parte de su apoyo en las copas que llevábamos.
– ¿Quieres que me desnude ahora delante de todos?
Me la acerqué cogiéndola por la cintura y la besé en los labios profundamente. No necesitaba que nadie me dijera cuando ella estaba a mil, lo notaba por cómo me abrazaba, por cómo me besaba, seguro que en ese momento estaba completamente mojada.
– Si, por favor, me excita. No nos conoce nadie.
La música retumbaba y aunque había menos gente en la pista de baile, todavía estaba llena. Alguien a nuestro alrededor abrió una botella de cava después de agitarla mojándonos a todos. Ella me miró lujuriosamente a los ojos. Me separé un poco de ella para admirarla. Hacía mucho calor y mi camisa estaba completamente desabotonada. Ella cerró los ojos y comenzó a bailar suavemente al ritmo de la música mientras pasaba sus manos sobre su cuerpo. Dio una vuelta despacio con un dulce movimiento de caderas e introdujo sus manos por debajo de su camiseta acariciándose su lisa tripita morena. De un movimiento rápido se quitó la prenda por encima de su cabeza quedándose tan solo en sujetador en la parte superior. El sujetador lo conocía y era sin tirantes, a juego con el tanga. Sus pezones se marcaban en la tela del sujetador y pugnaban por salirse por encima de él. Sin parar de bailar, me miró maliciosamente mientras dejaba la camiseta encima del altavoz de la discoteca. Noté como algunos de los que bailaban a nuestro alrededor comenzaban a mirarla. Ella se me acercó y me susurró al oído.
– ¿Te gusta?
– Estás preciosa.
Dudó, pero siguió bailando. Dirigió sus manos a los cierres de la faldita, los soltó y bajo lentamente la cremallera sin dejar de contonearse, soltando la prenda esta cayó hasta el suelo. Con las manos se intentaba tapar su desnudez tan solo cubierta por las minúsculas prendas de su ropa interior, pero le faltaban manos.
– Déjame verte bien -le susurré.
Levantando los brazos continúo bailando. Su excitación estaba al máximo, aunque no lo quisiera reconocer, y la mía, para que voy a contar. Se me volvió a acercar y me besó en la boca.
– No lo dejes a medias ahora -le dije.
– ¿Quieres que me lo quite todo?
– Todo.

Se volvió a separar de mí mientras tomaba aire. La gente que bailaba a nuestro alrededor comenzaba a hacer corro sin dejar de bailar. Ella no paraba de mirarme con deseo. Sus manos se dirigieron a su espalda hacia los botones de su sujetador, que fue soltando uno a uno. Una vez soltados, con sus manos sostuvo la prenda mientras agitaba su larga cabellera castaña con movimientos sensuales. Levantando las manos cayó su sujetador al suelo, mostrando sus hermosos pechos y sus pezones completamente erectos. No podía creer lo que estaba viendo. Merche, mi novia, mi espectacular novia, me estaba haciendo un striptease en medio de una discoteca abarrotada de gente desconocida. Mi pantalón apenas podía contener mi polla que pugnaba por salirse. Decenas de hombres la miraban con deseo y nunca la había visto tan bonita. Tan solo le quedaba el pequeño tanga. Sus ojos denotaban vergüenza y excitación por igual. Ahora era incapaz de parar.
Ella continuaba bailando cada vez más frenéticamente, se acariciaba toda con sus manos, sus pechos, sus caderas, sus muslos, introducía la mano por dentro de su tanga completamente empapado de humedad. Se tocaba con las dos manos las nalgas y las piernas.
Me miró nuevamente y yo asentí con la cabeza, deseaba que se desnudara completamente. Introdujo sus pulgares por las tirillas laterales del tanga y comenzó a bajarlo suavemente, y a subirlo, y a bajarlo. Y lo bajó hasta las ingles mientras daba una vuelta contoneándose suavemente, mostrándonos a todos su perfecto trasero. De un tirón se quitó completamente las braguitas. Allí estaba ella completamente desnuda, con su coñito y su triángulo de pelitos. Sus suaves muslos, sus pechos, su culo… No entendía cómo no me había corrido yo todavía con la escena. Ella no paraba de bailar ahora. Muchos hombres se habían acercado y algunos empezaban a acariciarla.
A ella no parecía disgustarle, al contrario, más bien estaba teniendo un orgasmo en ese preciso momento con los ojos cerrados y emitiendo jadeos de placer. Los siguientes segundos fueron espectaculares, estaba temblando de placer y multitud de manos le tocaban las tetas, el coño, el culo, los muslos. Todo a la vez mientras la música no paraba de sonar y las luces destelleaban.
Yo también me acerqué y ella se abrazó a mí.
– Hazme el amor -me dijo.

Recogimos las ropas del suelo y nos abrimos paso entre la gente abrazados. Ella se apretaba contra mí con fuerza y nos dirigimos a un rincón de la discoteca que estaba oscuro. Me senté en un sofá desabrochándome el pantalón y ella se sentó encima de mí. Hicimos el amor y ella tuvo, al menos, dos orgasmos más. Al final me corrí en lo que creo que ha sido la mejor corrida de mi vida y acabamos de pasar la noche en el coche abrazados sobre los asientos reclinados hasta que se hizo de día.
Saludos.

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