Relato erótico

Noche completa

Charo
23 de abril del 2020

Su mujer llegó a casa muy cachonda, le había ocurrido algo en el autobús que la calentó a tope. Se lo contó y él le dijo que se cambiara de ropa que saldrían y tendría la noche más satisfactoria de su vida.

Miguel Ángel – BADAJOZ
Amiga Charo, era un jueves, yo acababa de llegar del trabajo y me había tumbado cómodamente en el sofá para ver algún programa de televisión y evadirme de los problemas suscitados durante la jornada laboral. No llevaba ni media hora echado en el sofá cuando Carmen, mi esposa, se presentó en casa con la cara desencajada, venía con una expresión de lujuria, de deseo sexual, de estar terriblemente caliente y no me equivocaba.
– ¿Que te ocurre? – le pregunté.
– No te vas a creer lo que me ha ocurrido, vengo excitada al máximo, tengo las bragas completamente mojadas, necesito ahora mismo que me calmes este furor uterino – me contestó.
Se sentó a mi lado frotándose su sexo por encima del pantalón y yo le pregunté entusiasmado:
– Cuéntame, rápido cuéntame que te ha ocurrido.
Seguidamente, y sin dejar de frotarse el coño, me contó lo siguiente:
– Cuando regresaba del trabajo en el autobús, venía repleto, estábamos apretados unos contra otros y en un momento dado y cuando el conductor ha realizado una maniobra brusca he sentido que detrás de mi se colocaba una persona notando como restregaba su miembro contra mi culo. Al momento he tenido intención de retirarme, pero al sentir que tenía unas dimensiones demasiado grandes me ha invadido una calentura tremenda. He llegado a pensar en bajar la mano para coger esa herramienta y hacerle una verdadera paja. Menos mal que llegó mi parada y me he venido para casa esperando que ese ardor que tengo entre las piernas me lo puedas apaciguar.
Yo sonreía abiertamente de la exposición que había hecho y sobre todo del énfasis que estaba poniendo en restregarse su coño por encima del pantalón. Entonces se me ocurrió una idea genial. Le dije:
– Carmen, ponte atractiva y guapa que vamos a salir.
– Pero antes déjame un poco tranquila – me rogó.
– No te preocupes que esta noche te vas a quedar satisfecha plenamente, hazme caso – le contesté.
Refunfuñando se fue para el dormitorio y al momento apareció con un vestido “minifaldero” dejando ver la mitad de sus muslos y atado al cuello con dos tiras teniendo la espalda totalmente al descubierto y enseñando el empiece de sus senos. Solo de verla me excité.
– Te voy a llevar a un cine de barrio donde proyectan una película porno – le propuse ya en el interior del coche.

Cuando llegamos a la sala la película ya había empezado y en penumbra nos sentamos en las butacas de las ultimas filas. Mirando Carmen a su alrededor me indicó revolviéndose en su asiento:
– Mira a tu izquierda para que veas lo que están haciendo esos dos.
Yo gire la mirada hacia donde me indicaba y vi a un hombre semi echado en la butaca mientras otro le hacia una felación. Tanto por esta visión como por la de la propia película, mi mujer estaba que echaba chispas ya que no hacia mas que tocarse y frotarse su vagina. Entonces y lentamente, me levanté de mi asiento y fui hacia un señor corpulento, más bien gordezuelo, de unos 50 años y le dije:
– ¿Desea sentarse al lado de mi señora para que lo pueda masturbar, pero con la condición de que usted no haga nada?
El hombre aceptó encantado y rápidamente me siguió hasta sentarse al lado derecho de mi mujer. Yo rápidamente le dije a ella al oído:
– Entorna los ojos, recuesta tu cabeza sobre mi pecho, extiende la mano a tu derecha y da rienda suelta a tu imaginación.
Tal y como se lo había dicho así hizo encontrándose con la polla del que tenía al lado. Al instante noté como su cuerpo temblaba, no sé si de lujuria o de miedo, pero observé como lentamente seguía tocando todos los rincones del miembro. Luego noté como su respiración se hacía cada vez más fuerte y más deprisa. La mano de mi mujer tenía movimientos convulsivos y frenéticos hacia arriba y hacia abajo apretando fuertemente la polla del vecino. Al cabo de un rato la masturbación llegó a su final llenando de leche totalmente la mano de Carmen pero ella siguió dulcemente acariciando el sexo masculino hasta que dio por finalizada su tarea. Al instante me dijo:
– Por favor Miguel Ángel, vámonos.
Nos levantamos de nuestros asientos, nos dirigimos a la calle y cuando estábamos fuera le pregunté:
– ¿Qué tal?
– Eres un cabronazo tengo el chocho completamente chorreando, por favor llévame a casa y fóllame por todos los sitios que quieras, pero… ¡necesito joder! – me contestó
– No te preocupes que te voy a llevar a un lugar donde puedas realmente satisfacerte completamente. Hoy vas a llegar a casa inundada de placer – le respondí.
– Pues vamos rápidamente porque ya no aguanto más – me contestó.
Nos trasladamos en el coche a un pequeño pub del extrarradio de la ciudad. Yo lo conozco porque en algunas ocasiones hemos estado de juergas en él. Tiene la particularidad de que existe un altillo por encima de las mesas cuyo suelo es de cristal transparente y se ve perfectamente desde abajo toda la parte superior. Cuando llegamos estaban cuatro mocetones jugando a las cartas, de edades comprendidas entre los 24 y 28 años, un chico moreno y bien parecido de unos 25 años en un rincón del establecimiento y un hombre de unos 35 años en la barra tomándose una copa y hablando con el camarero.

Todos se volvieron cuando entramos mirando con lujuria a Carmen. Ella se sonrojó un poco al ver las miradas ansiosas sobre su cuerpo y apretándose a mí, nos sentamos en dos taburetes de la barra, le pedimos al camarero nos sirviera dos copas y le dije a mi mujer al oído:
– ¿Con cual de ellos te apetecería hacértelo?
– Ahora mismo y como estoy, con cualquiera, pero el joven del rincón está buenísimo – dijo ella.
– Ven conmigo al cuarto de arriba – le dije entonces.
Ella, complaciente, se dejó llevar. Desde lo alto pude ver como miraban todos para contemplar las piernas y los glúteos de mi mujer. Entonces le dije:
– Espera un momento aquí.
Sin decir nada más me encaminé hacia la puerta del pub y cerrando la puerta, con la aprobación del dueño, le dije al chico moreno:
– ¿Te gustaría follártela?
El chico respondió que si y yo, entonces, le indiqué el camino con la mirada. El joven subió deprisa las escaleras y encontrándose de frente con Carmen se quedó parado en mitad de la estancia. Ella mirándolo con verdadera ansia se le acercó y le dio un largo y cálido beso, a continuación se apretaron sus cuerpos y la mano hábil de mi mujer se la pasó por toda la bragueta estrujándole el miembro. El chico, sin poder contenerse, se bajó los pantalones enseñando su polla tiesa y levantándole el vestido la echó sobre el sofá. Sin quitarle las bragas, ya que se las retiró hacia un lado, le metió toda su polla dentro del chorreante conejo y dando embestidas como un poseso se corrió al momento.
Yo, que estaba contemplando el espectáculo como todos los presentes y antes de que se enfriara la situación, les indiqué a dos jóvenes de los cuatro, si ellos querían seguir con la función. Los dos rápidamente se dirigieron a la estancia superior y Carmen no había tenido tiempo de arreglarse el vestido cuando los dos jóvenes se pusieron uno a cada lado y le desabrocharon la parte superior, dejándole las tetas al aire. Uno se puso a comerle los pezones y el otro, agachándose, le quitó las bragas y empezó a chuparle el coño. Ella se recostó aún más en el sofá. A continuación los chicos se desvistieron y sacando sus penes lo pasaban por la boca y por el cuerpo de Carmen haciendo que ella se retorciera de placer. Y fue cuando tomó la iniciativa, cogió la polla de uno y se la metió en la boca, al otro joven lo sentó en el camastro y se puso encima de él dándole la espalda pues de ese modo podía estar comiéndose la otra polla, y así continuaron un rato hasta que, cuando vi que los dos chicos se corrían sobre mi mujer, les dije a los tres restantes espectadores:
– No dejéis pasar la ocasión, ya podéis subir.
Como resortes se presentaron los tres. Mi mujer se quedó sorprendida pero ellos no la dejaron ni respirar. El más mayor la giró y le metió su tranca, ya tiesa, por atrás mientras los otros se dedicaban a pellizcarle los pezones.

Ella mientras, les cogía las pollas y otras veces se las engullía en su boca. Al rato la pusieron sobre una mesa de la estancia, echada sobre ella y uno tras otro se la fueron follando, incluso el primer joven repitió ya que su picha se había vuelto a hinchar, y participó otra vez follándosela de nuevo. Todos acabaron corriéndose unos dentro de su coño y otros por su cuerpo. Totalmente exhausta, llevaba las piernas un poco abiertas, nos retiramos para casa y en el viaje de regreso me dijo:
– Me has hecho ver el firmamento entero, me he corrido cinco veces, eres un grandísimo cabronazo, pero soy feliz a tu lado.
Y dándome un beso largo y cálido llegamos a nuestra casa.
Saludos y hasta otra.

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