Relato erótico
Noche bestial e inexplicable
La juerga del fin de semana empezó el jueves por la noche y el sábado aún duraba. Fue de bares con sus amigos y de pronto, una chica se le echó en los brazos y…
Fernando – Madrid
Quizá sea demasiado pronto para contar lo que me sucedió hace ahora dos noches, supongo que debería esperar para que el tiempo me diera una perspectiva más real de lo que pasó, pero estoy tan excitado que quiero dejar constancia de esto ahora, en caliente, sin que el paso del tiempo pueda confundir mis ideas. Así que contaré lo que me ocurrió. Después de salir la noche del jueves empalmándola con el día y la noche del viernes, a eso de las 8 de la mañana del sábado me fui a casa. Tenía partido de futbol a las 4, partido que, por supuesto, mi entrenador no me dejó jugar debido a mi deplorable estado. Aunque no había jugado, me metí en la ducha y el agua me despejó, dándome ganas de continuar lo que había dejado diez horas antes.
A eso de las 9 fui a buscar a mis amigos, con los que proseguí la fiesta. Cuando estaba en uno de esos bares de viejos que abundan en mi ciudad, ya comenzaba a sentir los estragos del alcohol y el cansancio. Pero la noche seguía. Por fin bajamos a la zona de marcha. Estaba como siempre, llena de gente que intenta encontrar más gente. Yo esa noche tuve suerte. Para ser sincero, no tengo ni idea de cómo comencé a besarme con una chica, pero ahí estaba yo, en un parque, con una de esas chicas que llevan vestidos negros ajustados y gabardina, bueno como decimos por aquí, una “siniestra”, aunque no creo que ella lo sea mucho, pero apariencia si tiene.
Como decía, allí estaba yo sin saber cómo, ni porque, sintiendo que una mujer me estaba besando, acariciando mi pecho, sentada encima de mí y oyendo la risa de mis amigos. Ante esto fuimos a otro sitio más tranquilo. Nos sentamos en el suelo y comenzamos a besarnos. Yo, la verdad, estaba asustado, no sabía porque estaba ahí, no sabía qué hacer, así que solo me limitaba a besarla. Pero ella quería algo más, comenzó a bajar su mano por mi pecho hasta llegar al vaquero que desabrochó con bastante facilidad. Mientras tanto, yo estaba flipando.
Comenzó a masturbarme allí, en un parque, delante de otras parejas que había. Por fin, me animé e intente soltarle el sujetador, pero con el ciego que llevaba me resultaba imposible. Mientras tanto ella había introducido mi polla en su boca, la chupaba como nunca me lo habían hecho. Primero despacio, después me acariciaba los testículos con su preciosa boca, deslizaba la lengua sin parar por toda mi polla que estaba a punto de estallar, y a mí, no se me ocurrió otra cosa más que coger un cigarro y comenzar a fumar.
Me gustaba, pero supongo que después de un rato se “aburrió” ya que digamos que cuando estoy ciego tardo bastante en correrme. Continuamos besándonos, cuando Sara, como la llamaré, dijo que porque no íbamos a su casa, al portal, porque vivía con su hermana y su padre y estaban en casa. Cuando íbamos para allí, pasamos por un bar y cogimos un par de cervezas que nos fuimos bebiendo por el camino. Hacía tiempo que no tenía una excitación como aquella. Por fin llegamos a su casa. Debía de estar forrada, vaya pedazo de portal que tenía. Allí comenzamos de nuevo. Por fin conseguí desabrocharle el sujetador y dejar al descubierto unas maravillosas tetas. Eran increíbles, grandes, tiesas. Sus pezones eran de fresa, como dice Sabina. Mientras tanto, ella había conseguido deshacerse de mis vaqueros después de quitarme las botas.
Allí estaba besando a una chica que no conocía. La noche continuaba, los dos desnudos una noche bastante fría de invierno en un portal que no sabía ni donde estaba.
Comencé a besarla, lentamente, mientras acariciaba con mi mano izquierda sus pechos, la derecha la deslicé desde sus tetas, por el vientre, a sus piernas. Parecía que le gustaba, pues no paraba de gemir. Suavemente, introduje mi dedo índice en su vagina y comencé a masturbarla, primero despacio, hasta coger el ritmo que más parecía gustarle. En ese momento sonó el ruido de una puerta y se encendió la luz de la escalera. Casi me salta el corazón. Nos quedamos los dos quietos, sin decir nada. Yo continuaba con los dedos en su coño, asustado pero sin sacarlos. Por fin, se apagó la luz. Parecía que no bajaba nadie, pero aun así, continuamos callados un buen rato. Por fin, ella aferrada de nuevo a mi polla, me masturbaba perfectamente. Sabía cómo hacerlo, cubría parte de mi polla con su mano y la deslizaba fuerte, pero con sentido, sin hacerme daño. Mientras la besaba, dejé de trabajarla con la mano y comencé a acariciarle el cuerpo con mi boca. Por fin llegué a ese delicioso manjar que solo mis manos habían explorado y comencé a besarla. Al tiempo que le succionaba el clítoris introducía dos dedos en su deseado coño. Ella, con habilidad profesional, se colocó encima de mí, en posición del 69 y mientras chupaba mi polla de nuevo, yo le comía su precioso coño.
Yo había sentido ganas de correrme dos o tres veces pero, como dije antes, aparte de estar ciego puedo controlarlo más o menos bien. De repente ella me preguntó lo que yo debería haber previsto, y claro, no tenía condón. Y entonces sonó una voz que dijo:
– ¡Yo sí!
Nos quedamos los dos helados. Era su hermana que se levantó lentamente, Estaba sentada detrás de nosotros, en la escalera, con una bata de estar por casa desatada, mostrando todo su encanto, unos pechos bastante más pequeños que los de su hermana, pero preciosos también. Creo que se estaba masturbando. Yo no sabía qué hacer, realmente me quedé paralizado.
Fue ella la que lo hizo todo. Se acerco a mí, que me había levantado y estaba como un gilipollas frente a ella, con una empalmada de caballo. Se agachó y comenzó a chupármela con la misma habilidad con la que lo había hecho su hermanita antes. Yo, solo era capaz de mirar a Sara, y ante mi sorpresa se estaba masturbando. Para ser sinceros, yo pensaba que era uno de los viajes que te pueden dar cuando te pasas de alcohol. Pero no, era verdad. Era cierto. Por fin, mi gran sueño, follar con dos mujeres a la vez, se realizaba. Era en un portal, pero… ¡que más da! Cuando pude recobrar el movimiento, por fin, le dije a Sara que ayudara a su hermana. Se acercó y comenzó a chupármela. Yo no lo creía pero veía como dos chicas bastante atractivas me la estaban chupando. Cuando una trabajaba la polla, la otra estaba con los huevos y de vez en cuando veía como sus bocas se rozaban, haciendo que mi excitación fuera a mayor. Por fin, Sara comenzó a hacérmelo con sus tetas, sus increíbles tetas. Introdujo mi polla entre ellas y comenzó a restregarlas, masturbándome como nunca lo hicieron.
A todo eso, Noelia, así la llamaremos, me estaba besando. Por fin estaba yo a punto de correrme cuando Noelia se bajó de nuevo y esta vez no pude impedirlo. Me corrí en sus caras. Fue increíble. Pero eso no había acabado. Hicieron que me sentara y me regalaron un número de lo más excitante, que hiciera que me pusiera otra vez a tono rápidamente. Me acariciaron, me chuparon, lamieron y mordisquearon sin parar hasta que yo ya estaba preparado. Me coloqué el condón, me levanté y me puse a jugar con ellas. Se la metí a Sara. Se lo debía. No me costó mucho pues ya estaba dilatada por sus dedos y los míos. Mientras yo bombeaba a Sara, Noelia no paraba de besarme. Sabía que ella también quería lo suyo. Salí de Sara, me tumbé y Noelia comenzó a cabalgar sobre mí, pero no de rodillas, sino de cuclillas, flexionando las piernas, a un ritmo frenético. Mientras tanto Sara se había colocado encima de mí, así que metí mi boca en su coño.
Al rato, levanté a Noelia y coloqué a Sara a cuatro patas. En una noche todos mis sueños sexuales juntos. Además el alcohol me permitía aguantar como un campeón. Yo taladraba a Sara por el culo, dándole una intensidad increíble y cuando, por fin, noté que iba a correrse yo, no sé cómo, pero conseguí llegar al orgasmo con ella. Nos separamos y nos sentamos en el hueco de las escaleras, los tres, a medio vestir. Se levantaba la mañana cuando a mi se me bajaba la polla y comenzaba a vestirme. Me despedí con un simple:
– Hasta la próxima.
Solo hubo un beso de despedida para cada una, una caricia, y un cigarro ya que ellas no tenían. Esta noche, aparte de mi mayor experiencia sexual, me dejó un mal recuerdo. Perdí todas las llaves, la del coche, la de casa, el mando del garaje, todas, y un esguince en el tobillo. Ahora, no paro de masturbarme con el pie en alto pensando en esa maravillosa noche.