Relato erótico

No sé que me pasó

Charo
8 de abril del 2017

Se considera una chica “normal” en muchos aspectos. Hace un año que tiene novio y sus relaciones son también muy normales. Algo ocurrió aquel día que le despertó un apetito sexual bestial.

Marina – VALENCIA
Nunca he destacado por la calle por ser una chica diez ni de esas que levantan pasiones cuando andan. A lo más, algún que otro piropo perdido por parte de algún obrero viejo y feo, una vez que se me levantó el vestido con el viento.
Soy una chica normal y corriente, tirando a bajita y morena. No estoy gorda, pero tampoco tengo un cuerpo estilizado. De cara soy normal, ni guapa ni fea, para gustos se hicieron los colores, ¿verdad?
He tenido varias relaciones con varios chicos, antes de que me pasara lo que os voy a contar, pero muy normales, no creo que destacara mucho en la cama ni cosas de esas. Cuando salgo con mis amigas tengo éxito, es cierto, pero más porque suelo caer bien a los chicos que porque sea una belleza.
Trabajo en un supermercado en una ciudad del País Valenciano, pero no voy a dar más datos, perdonadme, porque no quiero que nadie se llegue a dar cuenta de quién soy. En ese momento tenía 21 años y estaba saliendo con un antiguo compañero de instituto, nos habíamos encontrado un día en un bar de copas, nos enrollamos esa misma noche y empezamos a salir más o menos formalmente. Vamos, yo le consideraba mi novio y él me consideraba su novia. Llevábamos así más de un año. Yo acababa de terminar en la universidad, y como tampoco había destacado muchísimo en los estudios, soy así de normal, me había buscado un trabajillo donde fuera, mientras que estudiaba idiomas e informática, en fin, para completar estudios, ya sabéis.
Como ya he dicho, encontré trabajo en un pequeño supermercado, ni siquiera en un hipermercado o algo así. Me pusieron a trabajar primero de reponedora, pero finalmente, como se me daba bien la gente el jefe se decidió a ponerme de cara al público en la sección de congelados. A veces mi novio venía a buscarme, cuando podíamos echábamos un polvo rápido, a veces se la chupaba, ya se lo había hecho a otros, pero tampoco lo hacía con demasiado entusiasmo y jamás le había permitido que se corriera en mi boca. Él tampoco es que fuera una maravilla, la mayor parte de las veces terminaba casi antes de que yo hubiera empezado. Pero como yo tampoco había tenido muchas experiencias en mi vida, casi me había acostumbrado a que fuera así.
El día que empezó todo yo estaba en los congelados, como cada día, de pronto, un hombre dio un tropezón y se cayó. Acudí para ver si se había hecho daño, pero me dijo que no. No sé lo que me pasó, pero notar cómo me “repasaba” el escote y el culo, me puso cachonda. Él me miró los pezones y yo, roja como un tomate, me di la vuelta un poco y le pregunté si podía ayudarle en algo, el hombre tartamudeó un poco, estaba tan nervioso como yo. Diciendo que no, me dio las gracias y se marchó. Me quedé en medio del pasillo, más caliente que una perra en celo y me puse a recoger unas cajas. No podía concentrarme, así que pensé que lo mejor era hacer como la mayoría de las veces cuando acabo con mi novio, ir al baño y masturbarme. Le pedí a un compañero que se quedara mientras iba al baño y me fui a la parte de atrás.
Mis pezones, se iban poniendo cada vez más duros solo pensando en aquel hombre que había despertado mis instintos.

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Cuando estaba cerca del baño, y al estar sola, comencé a acariciarme los pezones. Y hubo un momento que puse la mano en mi entrepierna, cuando oí un ruido, de nuevo me ruboricé, cuando vi que era uno de los repartidores. Me di la vuelta para meterme al aseo y no sé por qué lo hice, pero me desabroché en un segundo los dos botones superiores de mi bata de trabajo. Como ya he dicho, ese día no llevaba sujetador y con los pechos erectos como los tenía me acerqué al repartidor, preguntándole si quería ayuda, según andaba notaba que mi bata se abría y cerraba dándole una visión bastante buena al chico que había abierto la boca mientras me decía en voz muy bajita que no necesitaba ayuda.
– Yo creo que sí la necesitas. Y cierra la boca, que te van entrar moscas…- le dije, con una sonrisa.
– Solo tengo que coger esa caja – dijo agachándose, aunque sin poder apartar la vista de mis pechos.
Me las arreglé para inclinarme lo suficiente para que él tuviera una buena visión. Su polla había comenzado a crecer. Cuando él se levantó con la caja en las manos, le rocé suavemente el paquete y a él se le cayó de las manos la caja. Es que era un chico muy joven, 19 años, y acababa de entrar en la empresa. Era la primera vez que le veía, pues no siempre venían los mismos. Le pedí perdón por haberle tocado y me respondió poniendo una de sus manos en una de mis tetas, como con miedo. Yo no hice nada, así que se animó y me cogió la otra. No me creía que pudiera estar haciendo aquello, pero todo se disparó. Comenzamos a besarnos como si fuera lo último que hacíamos en nuestras vidas. Entonces yo le saqué la polla del pantalón y me arrodillé a chupársela, como nunca había hecho en mi vida. Casi explota allí mismo, aunque me di cuenta y no quise quedarme así, teniendo que masturbarme al final. Le cogí de la camiseta y le metí en el baño. Él se sentó en la taza y yo, apartándome un poco la braga me metí su polla hasta el fondo. Estaba teniendo un orgasmo. No me lo podía creer.
Y seguí subiendo y bajando, pidiéndole que se aguantara. Entonces él me levantó, con fuerza, sin miramientos y me dio la vuelta, me la metió por detrás como si fuera una perra y cómo lo estaba disfrutando. Gemía sin parar, sin control, hasta que el chico estalló dentro de mí, también sin control ni nada, menos mal que tomaba la píldora y ni siquiera pensé en enfermedades.
Me dejó las bragas destrozadas, y le dije que se largara y que no quería verle más. Yo me lavé como pude y tiré las bragas envueltas en mil papeles a la papelera. Solo de pensar que alguien me hubiera visto en esa situación me daba vergüenza. Volví a mi puesto de trabajo, diciéndole al jefe que no me encontraba muy bien y que por eso había tardado tanto. Me dijo que me fuera a casa, pero no quise.
Seguí trabajando y llegó un cliente que compró dos cajas de un determinado producto. Allí solo tenía una, así que le dije que iba al almacén por la otra y él me dijo que mientras tanto pagaría. Puse las dos cajas en un carrito y le dije que se lo llevaba a su coche. El hombre, este que era barrigudo y viejo, me dijo que lo tenía aparcado en el garaje más próximo.

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El tío no me excitaba en absoluto, ni siquiera había pensado en el sexo con él, así que le acompañé. Cuando estábamos llegando, el hombre iba detrás de mí, el carro chocó un momento con una piedra de la carretera y se paró por un segundo. Eso bastó para que yo frenara en seco y el hombre chocara contra mí, mi culo tocó su paquete y durante esos dos segundos, yo se lo froté.
Pensé al momento, ¿pero qué hago? Y seguí mi camino, al entrar en la oscuridad y lo anterior, me desabroché el botón de la bata y caminé moviendo mis caderas delante del hombre. Sabía que el tío me miraba y no se lo podía creer, tendría como 60 años. Al meter las cajas en el capó del coche me incliné lo suficiente para darle una vista esplendida de mis tetas. Me estaba poniendo a cien, ya no podía parar. Al acabar, hice lo anterior, cuando iba delante me paré en seco, él chocó contra mí y yo me incliné a atar mi zapatilla, rozándole increíblemente. Su polla empezaba a crecer, era ahora o nunca. Me di la vuelta y me abrí la bata, el viejo, con los ojos fuera de las órbitas, me tocó el duro pezón con la mano y como le dejé comenzó a chupármelo mientras yo buscaba su polla. Joder, que grande la tenía el cabrón y le estaba creciendo rápido para ser tan viejo y decrepito. Se la manosee y le dije que me la metiera ya que, no podía más.
Entonces me di cuenta, en el coche había otro viejo, que acababa de abrir la puerta para ver mejor el espectáculo. Le hice señas para que se acercara y mientras le decía al otro que me la metiera, me ponía a cuatro patas sobre el suelo. El otro viejo llegó y comenzó a chuparme las tetas. Era increíble, me estaba follando dos viejos y me estaba gustando. Le saqué la polla al otro, era más pequeña y me la metí en la boca mientras el otro me follaba sin descanso. Me lo estaba pasando genial. Luego cambiaron y me puse a cabalgar sobre el viejo al que se la había chupado mientras el primero me tocaba y chupaba las tetas sin descanso.
El viejo se corrió justo en el momento en que íbamos a hacer otro cambio, pero lo hizo fuera de mí, el viejo que me chupaba las tetas, tomó rápidamente su lugar y me folló como un loco, estaba sobre mí, desenfrenado, pensé que igual le daba un ataque al corazón, ponía los ojos en blanco y se le estaba cayendo la baba y yo estaba teniendo otro orgasmo. Era increíble, con dos viejos asquerosos, hasta que también se corrió, mierda, otra vez dentro de mí, pensé que a este paso, tenía que coger condones.
Uno de ellos se metió la mano al bolsillo y sacó dos billetes de 100 euros ¡Joder con los viejos! Encima me había tomado por una puta. Y eso, sin querer, hizo que me excitara. Arrancaron el coche y se marcharon. Estaba caliente otra vez y tuve la idea de buscar el peligro, algo que al momento olvidé, tampoco estaba en ese plan.

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Llevaba la bata medio desabrochada, el guardia se dio cuenta y como no aparataba la vista de mis pechos, me abroché al momento, pidiéndole perdón recatadamente. Él me dijo que no pidiera perdón, si a él le estaba haciendo un favor. Me reí, y sin querer le dije que podía hacerle más si él quería. ¡Joder! Pero qué me pasaba, yo nunca he sido así y ahí estaba diciéndole a un tío que me follara allí mismo.
Decidí cambiarme de trabajo porque me daba la sensación de que todos sabían que era una golfa. Por supuesto, a mi novio no le dije nada, aunque al poco tiempo lo dejamos, pero esto es otra historia que ya os contaré otro día.
Besos a todos.

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