Relato erótico

No se dbe tentar a la suerte

Charo
4 de febrero del 2020

Ha sido infiel pero, una vez hecho, no se arrepiente. Su aventura ha sido corta y le hubiese gustado verlo otra vez pero, no se puede jugar con la suerte.

Arantxa – Vitoria

Un pequeño rayo de luz se coló por la ventana del hotel despertándome de un sueño pesado. Había dormido como un bebe después del rato tan placentero que había pasado la noche anterior con Ramón, mi amante. Aún sonaban en mi cabeza sus palabras del día anterior: “Mañana quiero pasar toda la noche contigo, pero quiero que tú me lo pidas”. Pensando en eso, mi cara se contrajo en un gesto de preocupación… ¿Qué pretendía Ramón con eso? Yo no tenía ningún problema en buscarlo en la noche, si sabía que me esperaba con ansias. No ha sido mi estilo el buscar a un hombre que no es mi marido y menos si es para pasar la noche con él, pero ya roto un plato, que más daba romper el resto de la vajilla, y más si era con Ramón, que me atraía muchísimo; sus labios seductores, sus ojos penetrantes, su voz varonil que me hacía estremecer, velludo de pies a cabeza como un osito… como a mí me gustaba. Ya eran las 7 de la mañana, debía apurarme para estar a las 8 en la alcaldía.
Quería terminar ese día el trabajo que habíamos empezado el día anterior, puesto que al día siguiente debía irme temprano a una reunión, debía encontrarme con un socio de la empresa llamado Cesar, quien a su vez tenía una cita con un contratista de la zona. Me coloqué una sudadera y deportivos para salir a correr hasta el trabajo de Ramón, tomé la cámara fotográfica y los formatos que debía llenar. Me encontré con Ramón pasando un poco de las 8 y después de ultimar detalles, salimos en compañía del chofer y de un topógrafo a hacer los recorridos. Algo enojada porque insistieron en dejarme ir delante, junto al chofer, partimos. Lógicamente quería ir detrás con Ramón, pero tanto él como el topógrafo prácticamente me hicieron desistir. No quise insistir mucho porque sonaría sospechoso. El camino antes de llegar a las obras era angosto y sin pavimentar. Se me hizo aún más largo porque Ramón y su amigo en la parte de atrás no hicieron otra cosa que hablar de las mujeres del pueblo todo el camino, lógicamente yo hervía de rabia, no era lo que esperaba de ese día, que Ramón se fuera olvidando de lo de esa noche, ni loca lo buscaría después de que no me había dedicado ni una mirada en toda la mañana.
El tiempo que estuvimos allí y el camino de regreso fue igual, así como el recorrido de la tarde, ni siquiera me invitó a almorzar ni dio pie para que yo lo hiciera, como si la noche anterior no hubiera pasado nada, como si no hubiera sido la tercera vez que hacíamos el amor con locura. Después de llegar al pueblo por la tarde, casi sin despedirme me dirigí al hotel, estaba exhausta, tenía el cuerpo molido de tanto bache en ese 4×4. A muchos mi trabajo les parecía unas vacaciones permanentes por mis continuos viajes, pero no se imaginaban que no todo era placer, también debía trabajar para ganarme el pan. Esa noche no hacía otra cosa que mirar el teléfono con impaciencia. Sabía que él no me iba a llamar, lo sentía. Comprendía un poco su comportamiento durante el día, pero no lo compartía. Finalmente me decidí y lo llamé. Contestó uno de sus hermanos, me dijo que acababa de irse a jugar fútbol. Me sentí peor aún, pues sabía que demoraría un buen rato y que a lo mejor estuvo esperando mi llamada antes de irse. Un par de horas más tarde llamé de nuevo, aún la noche era joven y podríamos aprovecharla. Me contestó él y sentí que el corazón me dio un vuelco, su táctica, cualquiera que fuese, estaba dando resultado, me tenía excitada.
– Hola Ramón, llamé hace un par de horas y tu hermano dijo que habías salido.
– Si, fui a jugar un rato con los muchachos, ya sabes, el fútbol me apasiona.
– ¿Estas muy cansado o quieres que nos veamos un rato?
– Me he lesionado la rodilla y no puedo moverme, ¿lo podemos dejar para mañana?

– Si…. no te preocupes, cuídate y que te mejores. Adiós.
Si antes estaba enfadada, ahora estaba enfurecida. Que excusa tan ridícula había inventado, tenía ganas de irme a su casa y revisar esa rodilla, pero no quería pasar por una histérica sabiendo que entre él y yo no existía ningún tipo de compromiso. ¿O sería que estaba esperando que yo le dijera lo que me había pedido? No lo sabía, no era adivina para saber lo que pasaba por su mente en esos momentos, por qué se comportaba así, además, él sabía que yo me iba al día siguiente y que pasarían varios días antes de volvernos a ver. Decidí no pensar más y preparar la maleta para irme temprano, y acostarme a dormir. Dormí poco y mal, ni ganas tuve de masturbarme aunque mi cuerpo me lo pedía. Me levanté antes de las 7 y fui hacia el pueblo, que quedaba cerca de donde estaba, a unos 75 minutos en coche. A las 8 tenía una cita con el alcalde de esa localidad. Me instalé en el hotel y me fui para la alcaldía, al entrar vi de reojo que una persona me observaba insistentemente. Giré a mirar y era otro de los hermanos de Ramón, el cual vivía en ese pueblo. Lo saludé brevemente y seguí mi camino.
Al mediodía llamé a mi colega que venía de camino, le di todas las indicaciones del hotel donde me hospedaba. Me dijo que casi seguro no llegaba pues el coche le estaba fallando y seguro tendría que pasar la noche en un pueblo intermedio pues no le gustaba conducir de noche. Al final de la tarde me fui a un bar a tomar un par de copas con mi actual mejor amigo, Toni, el cual me acompañaba de vez en cuando en mis viajes y pensaba quedarse en el hotel a pasar la noche en la misma habitación para que no me sintiera tan sola y para compartir gastos.
Él es 100% gay declarado, así que con él no había ninguna posibilidad que pasara nada. No vive en el pueblo, pero por cuestiones de trabajo viaja mucho igual que yo y ese día la buena suerte hizo que nos encontráramos. Con él me siento muy bien, como si estuviera con una buena amiga; hablamos de todas las cosas que hablan dos mujeres, principalmente de hombres. Las ocupaciones del día habían logrado que apartara a Ramón de mi mente y me distrajera.
Nos encontrábamos con Toni en el bar, sentados en un balcón con vistas a la calle, criticando a todo el mundo y riéndonos como locos, hasta coqueteando con el barman, que nos miraba algo asustado. Era viernes, así que decidimos ir a bailar y a emborracharnos. No pensaba dejarme amargar por nada ni nadie, estaba decidida a pasarlo bien, como todas las veces que me encontraba con mi amigo del alma. Fuimos al hotel a cambiarnos, me vestí especialmente sexy esa noche, con una faldita tejana muy ajustada y un top blanco, el cual me quedaba muy bien por lo bronceada que estaba esos días y con el que, por supuesto, dejaba ver el sexy tatuaje de mi espalda y el piercing de mi ombligo.

Tanto Toni como yo queríamos ligarnos un par de hombres aquella noche para olvidar las penas (él también estaba algo enfadado por causa de su novio). Aún era temprano para ir a bailar, así que decidimos comenzar la noche en el mismo bar de antes con unas cuantas cervezas. En esas estábamos cuando sonó mi móvil, era Ramón.
– Hola Marcela, ¿dónde andas?
– ¡Hola Ramón! Estoy en el pueblo con mi amigo Toni.
– En que parte, yo también estoy en el pueblo, quedé con mi hermano para pasar el fin de semana. Dime donde estás y estoy allí en media hora.
– Estamos en el bar La Terraza.
– Ok. Allí nos vemos antes de media hora.
Y diciendo esto colgamos.
Unos veinte minutos después llegó Ramón. Se sentó a mi lado y pidió una cerveza.
– Pero que sorpresa tenerte hoy por aquí, no pensé que te vería tan pronto. ¿Cómo sigue tu rodilla?
– No fue nada del otro mundo, ya estoy mucho mejor.
– ¡Dónde está tu hermano? ¿No va a salir hoy?
– Si, quedamos de vernos más tarde en el bar de uno de sus amigos, claro está, si queréis ir…
Como no iba a querer si ese bar era de lo más acogedor y oscurito, tanto como para coger a Ramón contra un rincón y violarlo, jejeje. Tomamos un par de cervezas más y a eso de las 8 nos fuimos donde Ramón había quedado con su hermano y unos amigos. Toni hizo amistad enseguida con el disc-jockey por su conocimiento de música y mezclas y se instaló con en su cubículo a “acompañarlo”. Yo me senté en una mesa con Ramón, su hermano y unos amigos y amigas de este. Éramos un grupo como de 10 personas en total.

Bebimos y charlamos un rato más mientras hacíamos las respectivas presentaciones y luego Ramón me llevó a la pista de baile. Me fascina bailar con él, lo hace muy bien, me gusta cómo me coge y aprieta contra su cuerpo, cantándome al oído. Poco a poco noté como su polla se iba poniendo más y más tiesa, y a cada paso se frotaba contra mi pierna. Me acerqué al lóbulo de su oreja y lo besé succionándolo, provocando que de su boca saliera un pequeño gemido. Después de esa canción nos sentamos. Estábamos solos en la mesa mirando a las demás parejas bailar, momento que aprovechamos para besarnos y acariciarnos levemente, sin dar un espectáculo.
Me excitaba que nos pudieran ver, pero prefería la intimidad, el estar completamente solos para dar rienda suelta a nuestra pasión e imaginación. Así que continuamos bailando, besándonos y bebiendo como hasta las 11 de la noche, momento en que con Toni decidimos irnos al hotel. No había planeado que la noche acabara tan pronto, pero quería pasar la noche con Ramón sin proponérselo pues yo no quería facilitarle las cosas para nada, quería hacerme un poco la difícil. El hecho de que estuviera Toni conmigo, lo cohibía un poco de decirme lo que ambos queríamos escuchar. Ramón me dijo que también estaba algo cansado y decidió alquilar una habitación en el mismo hotel, puesto que en casa de su hermano no había espacio por la llegada de sus amigos. Se registró y le correspondió la habitación 301. Toni y yo estábamos en la 201, justo debajo. Ramón nos acompañó hasta la habitación y me dijo:
– Quiero que me acompañes a mi habitación para entregarte los proyectos.
Todo eso era completamente incoherente, hasta Toni se había dado cuenta que Ramón quería que yo subiera a su habitación, pero para entregarme una buena porción de verga y unas cuantas cucharadas de semen.

– ¿Y por qué no los bajas tú? O mejor aún, me los entregas mañana.
– Te espero ya en mi habitación.
El tono en el cual enfatizó cada palabra no me dio lugar a dudas, pero no me gustó y menos aun cuando dos segundos después estaba llamando a mi móvil.
– Ya estoy entrando a mi habitación. Te espero.
Yo pensaba subir, pero no enseguida. Quería hacerlo esperar aún más, a pesar que sabía que llevaba por lo menos un par de horas con la verga tiesa y desesperado por meterla en mi coño. Me bañé y me puse un camisón corto de algodón blanco y sin ropa interior. Subí descalza y con cuidado que nadie me viera. Golpeé en la puerta y me abrió de inmediato, como si estuviera al lado de la puerta. Sin demora me tiró hacía adentro devorándome con la mirada. Apenas si cerró la puerta y me pegó contra la pared besándome. Sin demora, metió sus manos bajo el camisón, notando enseguida que no llevaba tanga. Apretó mis nalgas empujando mi cadera hacia su cuerpo, que temblaba de emoción. Yo aproveché para desabrochar su camisa con la rapidez que me daban las ganas de sentir de inmediato su piel contra la mía. Desabroché el pantalón y lo bajé, liberando su rica polla curva, que tanto me gustaba y tan buenos momentos me había hecho pasar. Estaba en su máxima expresión, desafiante y dura. La frotó contra mi sexo repetidamente, haciéndome soltar unos pequeños gemidos de placer.
Acabó de quitarse los pantalones mientras bajaba los tirantes del camisón, dejando ver mis tetas y pezones completamente tiesos, mirando hacia él. Mi respiración se tornó entrecortada cuando se agachó y tomo entre sus labios uno de los pezones, succionándolo con fuerza y tomando ambas tetas con sus manos estrujándolas. De las tetas pasó luego por el cuello, hasta llegar de nuevo a mi boca. Tomó mi cara entre sus manos observándola un momento y me besó con ternura. Poco a poco sus besos fueron aumentando de velocidad, hurgando con su lengua en mi garganta y mordiéndonos los labios. Me dejó desnuda por completo y me levantó sosteniéndome contra la pared, me penetró por fin. Estuvimos un rato en esa posición hasta que me llevó a la cama sin sacar su verga de mis entrañas. Me acostó colocándose sobre mí, embistiéndome una y otra vez, arremetiendo contra mí, mientras yo rodeaba su cuerpo completamente con mis piernas, apretándolo aún más contra mí, sin dejar de besarlo y de acariciar su espalda, su cabello, su culo y piernas. Cambiamos de posición haciendo la del estilo perrito, para penetrarme por el culo más fácilmente.
La entrada de su verga en mi culo entró sin problema, ya que estaban completamente lubricados, sin embargo, lo hizo con sumo cuidado. Unos minutos más tarde se vino dentro de mí, llenándome por completo. Luego, sin darme tiempo a reaccionar, metió tres dedos en mi aún dilatado coño mientras con el pulgar masajeaba mi clítoris. Continuó esta maniobra un rato más, hasta que me vine en sucesivos orgasmos que estuvieron a punto de hacerme gritar. Cansados nos acostamos uno al lado del otro, desnudos y sudorosos. Me quedé medio dormida hasta que él me dijo:
– Me pareció escuchar la voz de Cesar llamándote.

– Estás paranoico, ¿cómo va a ser Cesar a estas horas?
Las sospechas de Ramón se vieron confirmadas cuando minutos después golpearon la puerta y escuché la voz de Toni diciendo que saliera. Me vestí como pude y abrí la puerta un poco, Toni me dijo que Cesar había llegado y me estaba buscando. Ramón me entregó un par de carpetas antes que Cesar apareciera en el umbral de la puerta, provocándome un susto de muerte, puesto que no solo era socio en la empresa junto a mi marido, sino que era el mejor amigo de este. La situación era para morirse. Como pude cerré la puerta tras de mí, de una habitación que permanecía en silencio y a oscuras. Saludé a Cesar sin mucha emoción y para colmó me indicó que caminara delante de ellos. Me imagino la vista que tuvo Cesar de mi desde donde estaba, despeinada, descalza y sudorosa y lo que era peor, se notaba que no llevaba ropa interior debajo, pues mis pezones se notaban y por detrás la delgada tela trataba de meterse entre mis nalgas. Nada que hacer, me habían pillado y de la manera más estúpida que podía haber.
– Estaba en la habitación de Ramón revisando estos proyectos que trajo. Me los entregó aprovechando que yo voy para la ciudad en un par de días.
– Y Ramón ¿cuando llegó?
– Esta tarde, precisamente le estaba comentando que llegabas en cualquier momento.
Cesar nos acompañó a Toni y a mí hasta nuestra habitación. Por fin se marchó a su habitación, que quedaba justamente al lado de la de Ramón. Minutos después llamó Ramón a mi móvil para averiguar cómo había terminado todo. Le conté que no nos había ido muy bien y que lo más seguro era que no nos volviéramos a ver pero que lo mejor era que al día siguiente saliéramos a desayunar los cuatro y así actuar como si nada hubiera pasado y tantear el terreno. Así fue.
Al otro día salimos los cuatro, invitamos a Cesar a desayunar como si nada hubiera pasado, aunque el ambiente se podía cortar con un cuchillo de lo tenso que estaba. De eso ha pasado un año. Lo recuerdo bien porque fue unos días antes de mi cumpleaños. Cesar nunca le contó nada a mi marido o si se lo dijo, este no le creyó, el caso es que a los pocos meses del suceso Cesar nos cedió sus acciones de la empresa quedando mi marido y yo como únicos socios en partes iguales. De Cesar no he vuelto a saber nada afortunadamente, ya que nunca me cayó bien.
Lo que más me duele de todo esto, es que no he vuelto a ver a Ramón, solo nos hemos hablado por teléfono unas cuantas veces y no me atrevo a volver a encontrarme con él por miedo a que esta vez mi marido se entere. Por lo tanto, llevo un año de completa fidelidad, aunque con mi mente he sido infiel muchas veces durante este tiempo.

No me considero infiel por naturaleza, solo creo que las circunstancias y el hecho de encontrarme con la persona adecuada, en el momento adecuado, me llevaron a serlo. Ayer fue Ramón, mañana a lo mejor vuelva a caer…
Saludos para todos.

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