No sé como pasó

A veces pasan cosas que no se entienden. Quería a mi marido, era feliz y sin embargo cedí al deseo salvaje de mi vecino. Fue una vez nada más y no me arrepiento, pero…

Sara – HUESCA
La historia que estoy por contar es algo que me da vergüenza pero que, a su vez, es el momento que más gocé en mi vida. Me llamo Sara, tengo 39 años, vivo en Huesca y estoy casada desde hace 16 años.
Un día, alrededor de las dos de la tarde, estaba sola, y haciendo gimnasia en casa, tenía puesta una sudadera, un pantalón elástico de color blanco y de repente todo se quedó oscuro. Se había cortado la electricidad. Entonces llamé por teléfono a mi vecino, que se llama Jesús, tiene 42 años y sabe mucho de electricidad. Enseguida vino a casa y en 10 minutos todo funcionaba correctamente.
Yo mido 1,59 ctm, peso unos 48 kilogramos y mi vecino, Jesús, es alto, mide 1,86 pesa unos 88 kilogramos. Estas diferencias entre él y yo son importantes por lo que hicimos juntos.
Después de que él guardara sus herramientas, nos quedamos de pie charlando hasta que, de repente, se me quedó mirando directo a los ojos y a continuación se me acercó hasta quedar a muy pocos centímetros y sin yo esperarlo, de repente sus manos comenzaron a rodearme la cintura hasta llegar a mi espalda y después bajaron hasta mi culo acariciándomelo entero.
Yo me quedé helada, quería detenerlo, pero mi cuerpo no me respondía, sabía que si no lo detenía me iba a follar, aunque aún no sé cómo, pero lo sabía. Entonces cerré los ojos y él me besó, pero de repente no sentí más sus manos ni sus besos aunque no me atreví a mirar lo que pasaba, pero unos segundos después lo volví a sentir, pero esta vez una manos me acariciaba mis grandes tetas, mientras la otra bajaba, se metía dentro de mi pantalón, después dentro de mi braga y no paró hasta que un dedo se hundió en mi coño. Entonces comprendí que él estaba detrás de mí.
Yo sabía que tenía que parar con esto, que yo estaba casada y él también, pero el placer que sentía me lo impidió, no lo pude resistir más, no pude ocultar lo que sentía y comencé a gemir, luego me incliné hacia delante y sentí algo enorme que chocaba contra mi culo. Naturalmente era su polla en forma de un enorme bulto, Eché una mano hacia atrás, la puse entre él y yo y tomé ese enorme bulto en mi mano. Entonces, mientras me apretaba por detrás, Jesús comenzó a decirme:
– Quiero follarte, hace tiempo que te admiro, me gusta tu cuerpo, me encanta tu culo, pequeño y redondito como a mí gustan y desde que te conocí siempre me preguntaba cómo sería penetrarte…
Sus manos comenzaron a bajarme el pantalón, y yo me di la vuelta y también comencé a bajarle el pantalón, y luego, al bajarle el calzoncillo, algo duro, largo y grueso, apareció entre mis manos. “¡Que polla tan enorme!” pensaba yo. Si había llegado hasta ahí ya no podía detenerme, ahora estaba dispuesta a todo y sin pensarlo mucho, me agaché delante de él, tome su verga con mi mano y me la metí en la boca, aunque casi no me entraba. Jesús me cogía de la cabeza y me la empujaba hacia él.
Después de lograr meterme la mitad de aquel aparato y chupárselo un buen rato, él me levantó, me hizo sentar en una silla y sin que él me dijera nada, yo me abrí de piernas y Jesús se colocó delante, cogí su polla con la mano y me la puse entre las piernas. Inmediatamente él empujó y comenzó a metérmela lentamente. Al principio me dolió pero luego el placer me cegó y solo sentía placer y más placer.
Enseguida toda su enorme polla entró dentro de mí, mientras Jesús me besaba la boca y las tetas, al tiempo que toda su polla entraba y salía una y otra vez rozando mi clítoris y poniéndome cada vez más loca.

Poco tiempo después tuve un orgasmo con unos gemidos tan fuertes que casi grito de placer. Fue entonces que de la boca de Jesús salieron las palabras que toda la vida recordaré:
– Date la vuelta – me dijo
Cuando terminé de correrme, yo sabía lo que eso significaba y sus consecuencias, entonces le expliqué:
– Jesús, no, por favor, de atrás soy virgen y ni siquiera a mi marido le he entregado nunca mi culo por miedo a que me lastimara y eso que mi marido no tiene la polla tan grande como tú.
En ese momento fue cuando pensé en sus 88 kilos y en su enorme verga dentro del pequeño culo de una mujer de 48 kilos, solo pensaba en si resistiría esa penetración, además siempre pensé que el sexo anal era algo sucio y doloroso.
Pero luego, tras pensarlo mucho, quise ser penetrada. En ese momento no pensé en lo sucio ni en el dolor, solo quería gozar más y más y por primera vez en la vida quería que una enorme polla entrara hasta el fondo de mi culo sin importar lo que yo sufriera si me partía en dos, entonces solo le dije
– Soy toda tuya Jesús… incluyendo mi culo.
Él, me cogió de la mano y me llevó al sillón donde me pidió que me acostara boca abajo, luego me colocó un almohadón debajo de la cintura y quedé con el culo levantado, él se puso crema en la verga y se colocó detrás de mí pasándome la polla por el culo, sobre las nalgas, por el coño, sobre el ano, hasta que lentamente introdujo un dedo en mi ano y luego dos, mientras me decía:
– Abre más las piernas, relájate y…
De repente vi las estrellas, sentí un dolor tan fuerte que se me escapó un pequeño grito, pues algo duro y grueso me estaba desvirgando el ano.
Los segundos de penetración parecían minutos y al rato pensé que ya me la había metido toda, pero cuando me dijo que solo había entrado la punta, pensé “¡Oh, no, me va a desgarrar el culo…! Pero bueno, de algo hay que morir”.
Estaba tan caliente que no me importaba desmayarme de dolor, solo quería que él, mi vecino, me partiera el culo y para demostrárselo le dije:
– ¡Dale Jesús… deja a tu vecinita bien enculadita! – y empujé el culo hacia arriba.
Él continuó empujando muy lentamente, a veces me la sacaba toda y me la volvía a meter, pero cada vez un poco más adentro, lo hacía con mucho cuidado y yo sentía como mi culo se abría y su polla entraba centímetro a centímetro, mientras un par de lágrimas brotaron de mis ojos. Entonces Jesús me preguntó si me dolía mucho y yo le mentí, pues le dije que estaba bien y que me la metiera toda, porque eso era lo que quería.
Después de un rato de darme por el culo, me dijo:
– Ya la tienes toda adentro.
Me había penetrado completamente y yo no podía creer lo que estaba haciendo. Mi vecino me estaba penetrando por el culo, tampoco podía creer que toda su enorme polla hubiera entrado en mi culo, pero sentía la punta de su verga en mi estómago y mi culo desgarrado y partido en dos.

Una vez penetrada por completo, gemíamos los dos, nos movíamos los dos juntos, enculándome y enculándome, gozando del sexo anal un largo rato hasta que tuve mi segundo orgasmo. Yo tampoco sabía que el sexo anal podía provocar un orgasmo, pero seguro que lo estábamos disfrutando. Luego Jesús comenzó a temblar y a gritar mientras yo sentía como su polla se sacudía cada vez que eyaculaba dentro de mi culo. Nunca había imaginado a mi vecino gozando de esa forma y menos follándome como lo hizo.
Cuando Jesús me sacó la polla del culo, me dijo que un hilo de sangre chorreaba de mi ano, pero eso no me sorprendió, pues me había imaginado que me desgarraría el ano con semejante polla.
Hoy, un tiempo después de esa movida tarde, me sigo preguntando como fui capaz de hacer lo que hice, y de cómo pude resistir esa penetración anal con un dolor que nunca olvidaré, pero también una experiencia y un placer que tampoco nunca olvidaré, como tampoco olvidaré a mi vecino que, hasta ahora, fue el único dueño de mi trasero.
Besos.