Relato erótico

No nos relajamos, pero…

Charo
29 de julio del 2018

Era un viernes por la noche y llegó a casa cansado de trabajar. Se dio un baño y le dijo a su mujer que podían ir a cenar y a relajarse un poco. Todo fue muy bien aunque exactamente “relax” no es lo que consiguieron.

Rogelio – CUENCA
Esta historia me sucedió hace dos años y aún me acuerdo como si fuera ayer. Me llamo Rogelio, tengo 38 años, estoy casado, mi mujer se llama Lola, mide 1,65 m y tiene unos pechos preciosos que cuando se excita, los pezones se le ponen durísimos y tiesos y tiene unas piernas bien torneadas.
Un viernes por la noche, llegué cansado del trabajo a casa y decidí invitar a mi mujer a cenar para pasar una noche agradable. Nos dimos un baño y nos vestimos para salir. En cuanto la vi, me excité llevaba un vestido azul pegado al cuerpo, por encima de la rodilla y con medias negras. En fin, se la veía caliente y lista para la acción.
Nos fuimos a un restaurante italiano y nos sentamos en una mesa que se estaba en una esquina y por donde pasaban los hombres para ir al baño. Después de haber pedido la cena, llegaron un par de muchachos de entre 25 y 30 años de edad, quienes se sentaron en una mesa al otro lado de un pasillo y frente a nosotros. Cuando se sentaron se giraron a mirarnos y nos dijeron buenas noches. Nosotros les contestamos y ellos le sonrieron a mi mujer, ella se sintió orgullosa y se le notó en la mirada que le había gustado aquel saludo.
Durante la cena, miraban de vez en cuando a nuestra mesa y observaban a mi mujer, por lo que Lola se empezaba a excitar y yo sentía una sensación al principio extraña pero que después me empezó a gustar.
Ella se movía mucho, y le pregunté que le pasaba, a lo que me contestó que tenía algo de calor y que el sujetador le molestaba, a lo que yo le contesté que por qué no iba al baño y se lo quitaba. Ella al principió dudó, pero después aceptó, fue al baño y cuando regresó, sus tetas se le notaban por el vestido y sus pezones apuntaban hacia fuera y al sentarse, se agachó apareciendo el pezón del lado derecho. Los muchachos lograron verlo y no dejaban de mirarla después de sentada. Ella llevaba ya tres piñas coladas, por lo que aquella situación no la incomodó, sino al contrario, empezó a abrirse un poco más el escote del vestido para que sus pechos se le vieran cada vez más.
Ellos pasaron al baño, mínimo tres veces cada uno, y al pasar junto a nuestra mesa, miraban de reojo el escote de mi mujer, y en una de esas veces, se les notaba una tremenda erección y cuando pasaron junto a mi mujer, uno de ellos le rozó el hombro con la verga caliente, notando que a ella le gustó porque no me dijo nada, solo se giró a mirarlos. Yo me excitaba cada vez más al ver aquella situación y me sentía orgulloso de mi mujer. De pronto ella fue otra vez al baño y al regresar tenía una sonrisa traviesa y le pregunté qué le había sucedido, se me acercó agachándose y dejándome ver sus pezones, me dijo:
– Mi amor, te tengo un regalito.
Extendió la mano y Lola colocó en la mía su tanga. Se lo había quitado, por lo que me excité y le di un beso húmedo y caliente en la boca.
Ella se sentó y al hacerlo abrió las piernas, por lo que los muchachos de enfrente pudieron ver su coño bajo el vestido. Yo le subía el vestido por debajo de la mesa y le acariciaba el sexo mientras los muchachos no perdían detalle de lo que hacíamos.

Terminamos de cenar, pedimos la cuenta y los muchachos hicieron lo mismo. Fuera del restaurante, nos dirigimos al estacionamiento y fuimos a la pared del fondo donde había estacionado la camioneta. Al llegar a ella, apoyé a mi mujer en la puerta, de frente, le abrí el escote y le acaricié con la lengua sus pezones mientras ella gemía y decía:
– ¡Aaaah… aaah… que gusto!
Le levanté el vestido y le acaricié las piernas cerca de su sexo. Estábamos excitadísimos por lo que no oímos cuando los muchachos llegaron a su coche, nos vieron y nos dijeron buenas noches. En ese momento los vimos y mi mujer con la mirada excitada, sonriendo, un pezón a la vista y el vestido arriba, les dijo coquetamente:
– ¿Ya os vais?
Ellos se miraron sin saber que contestar, yo me sorprendí pero pensé que ahora era el momento y se me ocurrió decirles:
– ¿Qué pensáis de mi mujer?
– Está buenísima, que suerte tienes…
– Pues acercaros y veréis lo que es bueno – añadí.
Ellos, al principio, no sabían si lo decía en serio o no, pero después reaccionaron y se acercaron a Lola, uno por cada lado. Uno de ellos la besó en la boca, mientras que el otro le besaba el pezón a la vista, después ambos la acariciaron por todos lados y ella me dijo excitada:
– Mi amor, abre la camioneta.
Abrí la camioneta y ella se subió en la parte trasera, los dos muchachos la siguieron, yo me subí al lado del conductor y cerré las puertas. Miré hacia atrás y vi a mi mujer con dos vergas en la boca y las tetas en las manos de los muchachos, quienes ya se habían quitado pantalones y calzoncillos.
– ¡Que buena mujer tienes… que bien mama las vergas! – decían mientras mi mujer les mamaba las pollas como a mi me encanta que me lo haga
Entonces me saqué y la verga y me la empecé a jalar mientras veía como mi mujer estaba excitada mamando dos vergas y gimiendo. Después de un rato, uno de ellos le quitó el vestido quedando ella solo con el liguero y las medias negras, entonces uno de ellos le dijo:
– Te vamos a follar a base de bien, acuéstate boca abajo en el sillón.
Ella se acostó y empezó a mamarle a verga a uno de ellos mientras que el otro le ponía saliva en su culo y empezaba a meterle el dedo por detrás.
– ¡Aaah… mmmmm… que caliente estoy, folladme! – decía Lola mientras sentía el dedo del muchacho en su culo apretado.

Yo me sentía extraño y sumido en aquella situación desconocida, pero muy excitante y me seguía meneando la verga diciéndoles:
– ¡Follárosla entre los dos para que ella sepa lo que son dos vergas en su cuerpo!
El que le tenía el dedo en el culo se acostó en el piso de la camioneta boca arriba con la verga tiesa y con las dos manos en sus caderas, la tiró hacia él y ella, al mismo tiempo que le mamaba la verga al otro muchacho, se acercó para sentarse en esa verga, pero por la inclinación de ella no podía atinarle, así que dije:
– Con permiso – cogiéndole la polla a muchacho acostado en el suelo y poniéndosela en la entrada del coño de Lola.
– ¡Aaah… que polla tan grande! – dijo ella al sentir la cabeza de la verga y se sentó en ella ensartándose aquel monstruo.
– ¡Oooh… que gusto! – “exclamó Lola cuando se sacó de la boca la verga del otro muchacho y empezó a moverse hacia atrás y hacia delante.
Después, con la mano derecha, cogió la polla al muchacho que estaba de pié frente a ella y se la empezó a mamar otra vez. Al cabo de unos minutos, este muchacho que estaba frente ella, le sacó la verga de la boca y fue hacia detrás de mi mujer mientras se meneaba la verga. Al llegar frente al culo de Lola, se puso saliva en la punta de la verga y a la entrada del culo de mi caliente mujer. Yo me emocioné cuando vi que a mi mujer se le iba a hacer realidad su fantasía de follar con dos vergas, le apuntó su glande en la entrada de su culo y de dos empujones le metió la polla por el culo mientras su compañero se la seguía metiendo por su coño.
– ¡Que gusto, que gusto… oooh… mi amor, que gusto…! – decía Lola mientras su rostro estaba excitado y apretaba los dientes.
En ese momento me corrí yo con un gran chorro de semen en el tablero de la camioneta. Ella se giró mirándome y me lanzó una sonrisa que me calentó aún más. A los pocos minutos, que parecieron horas, los dos muchachos terminaron, primero el que se la estaba follando por detrás y después el que estaba acostado debajo de ella, dejando ambos sus chorros de semen dentro de Lola.
Ella terminó agotada, les acarició a ambos las vergas y les dio un beso a cada uno. Nos reímos todos mientras que nos dábamos las gracias mutuamente, nos empezamos a limpiar y a vestir, ellos se presentaron y nos dieron su número de teléfono. Se llamaban uno Alberto y el otro Ricardo, ambos eran del sur del país y estaban trabajando por un par de meses en la ciudad.
Quedamos en hablarles otro día para juntarnos otra vez, salieron de la camioneta, se subieron a su coche y se fueron mientras nosotros nos quedábamos un par de minutos recobrando el aliento y luego nos fuimos a casa.

Por el camino ella iba acariciándose el coño mientras me decía lo bien que había follado, sobretodo con el muchacho que estaba acostado en el piso de la camioneta, porque tenía la verga del tamaño de un pepino que había comido por la tarde.
Cuando llegamos a casa, nos duchamos, nos dimos unos abrazos y besos mientras que nos decíamos que nos amábamos y luego nos fuimos a dormir.
Esta verdaderamente fue una experiencia grandiosa.
Saludos.

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