Relato erótico

No me lo imaginaba

Charo
13 de mayo del 2019

Llego el primero a casa para poner un poco de orden. Iban a una cena de la empresa de su mujer. Una compañera de trabajo de ella iría a su casa a cambiarse y marcharían los tres juntos.

Pedro – La Coruña
Era un típico viernes por la noche, tráfico por todas partes, un calor sofocante, gente corriendo de un lugar a otro, todos apurados por llegar temprano a sus casas. Al final llegué del trabajo con el tiempo justo para poder sacarme la ropa y ponerme cómodo antes que llegara Susana, mi mujer y una amiga suya. Teníamos que ir a una fiesta de su trabajo y como la amiga vivía en un pueblo cercano, le había ofrecido que viniera a casa a cambiarse. No había terminado de ordenar un poco el salón cuando escuché el timbre en la puerta. Al abrir me llevé una sorpresa ya que no conocía a Elsa, la amiga de Susana. Es una mujer grande, algunos dirían gorda, de cabellos negros, ojos verdes, grandes senos, muy sensuales que parecían escapar de la blusa. No podía dejar de espiar a cada momento los senos de Elsa, me resultaban fascinantes.
Mi mujer tenía un físico normal, no era delgada pero sí podríamos decir que algo rellenita, tenía pechos algo chicos para mi gusto, pero hermosos. Susana era una mujer muy sensual, y lo sabía, conocía cómo moverse, qué decir o hacer para que todos los hombres se hicieran todas las fantasías con ella, sabía cómo calentarme. Cuando estábamos en la cama yo siempre le contaba mis fantasías aunque ella casi nunca me dijera las suyas. En ese sentido era una chica tímida, era reacia a dejar salir lo que tenía dentro. Estaba en esos pensamientos cuando Susana me pidió que trajera algo para su amiga. Cuando abrí la nevera casi me da algo, estaba vacía, parecía el desierto, solo había cava y vino. Abrí una botella de cava y les puse unas copas.
– Bueno, esto nos va a ayudar a ponernos a tono para la fiesta- dijo Susana.
Con el calor que hacía era un placer sentir eso frío en la garganta. Mientras esperábamos que se hiciera la hora, charlamos del trabajo, de cosas intrascendentes, y durante todo ese tiempo seguía espiando la blusa de Elsa. Un par de veces incluso Susana me vio pero en vez de una mirada reprobadora había un brillo pícaro en sus ojos. Finalmente llegó la hora de cambiarnos para salir. Elsa y Susana ocuparon el dormitorio principal y yo me fui al estudio. Como era de esperar me olvidé el desodorante y fui a buscarlo al baño. De pasada vi la puerta entreabierta del dormitorio, allí estaban las dos a medio cambiar, Susana casi desnuda y Elsa con el torso descubierto. Me quedé como paralizado mirando y no pude evitar que Susana me viera. Rápidamente seguí hasta el baño y me quedé un rato allí para disimular. No había logrado ver bien los pechos de Elsa, estaba algo de espaldas, pero la parte que vi me encantó, su piel blanca, sus curvas sensuales y llenas. No podía creer lo que estaba haciendo, más cuando mi mujer estaba conmigo.

Luego de lavarme salí del baño y rápidamente pasé al estudio donde terminé de cambiarme. Me senté luego en el salón tomando las últimas gotas de cava esperando que las chicas terminaran. Al cabo de casi media hora acabaron, Susana vestida con una minifalda, una blusa escotada y zapatos de tacón alto, todo muy sexy, estaba para desvestirla allí mismo. Elsa no se había quedado atrás, usaba una faldita amplia, zapatos bajos, pero la blusa era muy escotada en un color rojo furioso, que hacía imposible evitar mirarla. Cuando le presté más atención, me di cuenta que no llevaba sujetador y que la blusa era muy similar a una que tenía mi mujer. Estaba impresionante, daban ganas de tirarse de cabeza en sus pechos.
El viaje en el coche me hizo transpirar mucho más, Susana estaba a mi lado y Elsa detrás, que debía agacharse un poco cuando quería hablarnos. Allí se me iban los ojos ya que podía ver claramente sus senos. No sé como llegué sin que tuviéramos un accidente, porque hasta Susana, normalmente tranquila cuando estábamos con otras personas, no dejaba de tocarme la pierna o de darme besos en la oreja. La fiesta no resultó mucho más tranquila que el viaje, ya que en la mesa Susana se sentó a mi lado y Elsa enfrente. Parecía que estaba todo preparado, yo fantaseaba cada vez más. Cuando se puso la música fuimos inmediatamente a bailar con Susana y al rato se nos unió Elsa. El vino de la cena ya estaba empezando a surtir sus efectos ya que las chicas bailaban totalmente desaforadas al ritmo de la música. En uno de esos temas, Elsa saltaba y se movía tanto que una de sus tetas terminó fuera de la blusa. Al instante, Susana que estaba a su lado, se la cogió entre las manos como una burda imitación de querer cubrirla.
Todos alrededor vieron lo que pasó y más de uno comenzó a silbar, yo estaba sorprendido, mi mujer estaba totalmente desinhibida. Ella siguió como si nada, sonrió mientras Elsa agradecía los aplausos y me miró picara. Yo ya estaba más que excitado y creo que se notaba en mis pantalones y gestos, ya que en medio de la fiesta Susana me sugirió que nos fuéramos y lleváramos a Elsa con nosotros. Obviamente no iba a negarme, rápidamente saludamos a algunos amigos y fuimos al aparcamiento. En la calle no había nadie ya que era algo tarde, las chicas iban solas, abrazadas delante mío ya que yo me demoré pidiendo las llaves del coche. Cuando estaban llegando al coche me llamaron para que me diera prisa y cuando menos me lo esperaba gritaron “¡¡¡Mira!!!” y se levantaron las blusas. Me sorprendí mucho y debo decir que no sabía con cuál de las dos me quedaba. Los pechos de Susana eran redondos, algo pequeños, con unos bellos pezones oscuros, mientras que los de Elsa eran grandes, con unos pezones muy claritos.

Ya era hora que dejara de ser el “tonto” de esta salida me dije y agarré a Susana de la cintura con una mano mientras que con la otra le tocaba un pecho y la besaba. Después abracé a Elsa y la besé apasionadamente. A través de la camisa podía sentir sus senos en mi pecho, estaba en el cielo. Susana me interrumpió rápidamente y me empujó hacia el coche pero no había furia en su mirada, sino todo lo contrario. Yo me subí mientras ellas se colocaban al asiento trasero. Sin detenerme ni un minuto encendí el motor y enfilé hacia casa. Esta vez fue más milagroso que no chocara… Elsa y Susana no tardaron mucho más en sacarse el resto de la ropa y cada prenda era tirada hacia el asiento delantero. Pude ver como varios conductores que nos pasaban miraban hacia el asiento trasero asombrados. Seguí acelerando y rogando que ningún policía nos detuviera.
Una vez que terminaron con la ropa comenzaron a excitarme dándome besos en la nuca y en la oreja, yo no tenía manera de saber quien me los daba. Como veían que no podía participar mucho, a menos que decidiera chocar o parar, rápidamente se aburrieron y se quedaron en el asiento trasero. Por el espejo retrovisor veía como Susana le acariciaba el pecho desnudo a Elsa, no tardó mucho en llegar a sus pechos y comenzó a acariciárselos con un dedo mientras la miraba a los ojos. Mi polla parecía a punto de reventar el pantalón. Era la máxima fantasía hecha realidad, mi mujer con otra mujer y yo con ellas. Sin que se dijeran nada, Elsa se acercó a Susana y la besó en los labios mientras tomaba su mano y se la llevaba a su pecho. Lenta pero apasionadamente se besaron mientras sus manos no dejaban de acariciarse, tímidamente al principio pero luego cada vez más ardientes. Se veía que ambas estaban algo indecisas, como si fuera la primera vez, Susana fue la primera en romper el beso y tras mirarme con la más pervertida mirada que le haya visto en años comenzó a besar los senos de Elsa, que se revolvía de placer.
Susana definitivamente sabía donde besarla. Al principio le fue rodeando los pezones con la lengua hasta que estuvieron bien firmes, primero uno y después el otro, y ya cuando Elsa lo pedía más, cogió los pezones entre sus labios y se los chupó bien fuerte. Podía escuchar los gemidos de Elsa claramente, deseé poder parar el coche allí mismo y unirme a ellas. Mientras seguía mirando la carretera me distraje y cuando volví a mirar por el espejo retrovisor no veía a Susana, me giré un momento y vi su cabellera entre las piernas de Elsa. Era obvio que le estaba chupando el coño y la estaba haciendo gozar como nunca. Ella gemía casi a gritos. Cuando terminó pegó un grito fortísimo, yo ya no podía más y casi acabo me corro allí mismo, pero al fin logré llegar hasta casa. Sin decirme nada bajaron abrazadas, desnudas, tocándose y se metieron en casa, directas al dormitorio.

Por el camino me saqué la ropa y para cuando llegué al dormitorio las chicas se estaban enfrascadas en un frenético 69. Era hermoso verlas, ambas tan distintas y con la misma pasión. Elsa no dejaba de lamerla y de meterle los dedos en el coño a Susana. A punto de estallar me acerqué a ellas con la polla en la mano y comencé a refregarla por el coño de Susana. Cuando Elsa me vio allí sonrió, la cogió entre sus manos para llevársela a la boca, se pudo escuchar en ese momento el lamento de Susana por dejar de recibir los cariños adecuados. No la hice esperar un momento y con la ayuda de Susana, le inserté la polla. El gemido esta vez fue de placer, inmediatamente empecé a empujar mientras Susana seguía chupando. Era la primera vez que la metía en un coño que no fuera el de mi mujer y me encantó. Elsa se movía lentamente y cada tanto apretaba el culo y sentía su apretón en mi polla.
Después de todo el show que había tenido en el coche, más la excitación de la fiesta, no tardé mucho en correrme. Creo que grité, fue una de las acabadas más buenas de mi vida. Podía sentir todo mi semen en el coño de Elsa, y sentí como ella también se corría en ese momento, mientras Susana llena de jugos en la cara, terminaba allí también. Susana siguió chupando hasta que Elsa estuvo limpia y allí ella se dio la vuelta y se besaron nuevamente. Después de esta sesión placentera nos quedamos tirados los tres en la cama, en silencio. Yo estaba en el cielo, no podía creer lo que había pasado, solo de pensarlo, me volvía a excitar. Elsa se dirigió al baño a limpiarse y nos quedamos Susana y yo solos.
Susana se dio la vuelta y me besó profundamente, allí pude sentir el gusto al coño de Elsa junto con el sabor de mi semen. Ya podía sentir un conocido cosquilleo entre mis piernas.
– ¿Te ha gustado la experiencia con Elsa? -me preguntó con mirada pícara.
– Sí, me excitó mucho, sabes que nunca había estado con otra chica
Mientras hablábamos y con las caricias de Susana, mi polla ya se estaba poniendo dura nuevamente.
– ¿Por qué no la ayudas a lavarse la espalda? – me insinuó.
– Si tú me lo pides…
Me dirigí hacia el baño y allí encontré a Elsa todavía enjabonándose. Con el cristal de la mampara de la ducha empañado, se podía distinguir el contorno de su cuerpo. Se veía grande, todo piel para ser besada, chupada, lamida, sus grandes senos resultaban una invitación imposible de desechar. Sin pensarlo me metí en la ducha con ella. Apenas se dio la vuelta y me dio la esponja para que la frotara. Lentamente comencé a frotarle la espalda desde la nuca hasta la cintura y luego bajando por el culo hasta las piernas. Cada movimiento era replicado por un gemido de ella, parecía una máquina de sentir que estuviera hecha solo de placer. Luego se dio la vuelta y me limpió, deteniéndose en mi polla que estaba cada vez más dura. Nos enjuagamos rápidamente y sin dejarla que llegase al dormitorio, la acosté en la alfombra del baño y empecé a chuparle el coño. Ella gemía y se revolvía de placer, descubrí que era mucho más sensible que mi esposa.

Cada gemido de ella me excitaba cada vez más, le cogí los pechos y le pellizqué los pezones, cada vez gemía y se retorcía más. Sin dudarlo agarré mi polla y la dirigí hacia su coño, mientras seguía con su teta en la boca y con la lengua acariciándole el pezón, grande y rosado. Ella se retorcía y me empujaba con las piernas para que la penetrara. En ese momento la puerta del baño se abrió y entró Susana. Yo no dejé de ocuparme de Elsa y seguí chupándole las tetas hasta que en una fuerte embestida se la metí hasta el fondo. Ella pareció correrse en ese momento, gritó y comenzó a moverse. Susana que no quería perderse la acción se acercó a Elsa y le dio su coño para que se lo chupara. Allí estaba yo, follándome a la amiga de mi mujer, mientras ella le chupaba el coño. Empujé con más fuerza todavía, cada vez más fuerte.
Estaba a punto de correrme, me salí de Elsa y le pedí a Susana que se pusiera a cuatro patas. Sin demorarse, se dio vuelta y me puso su hermoso culo a mi entera disposición, mientras, Elsa ni corta ni perezosa se dio la vuelta y comenzó un 69 con Susana mientras yo le lubricaba el ano. Sin darle tiempo a protestar comencé a meterle la polla en el culo. Era increíble lo bien que se sentía y cómo me gustaba follármela por detrás, podía sentir que me apretaba la polla, el esfuerzo que costaba metérsela al principio, como se quejaba hasta que se acostumbraba. No le di tiempo y comencé a follarla cada vez más rápido.
Me encantaba ver mi polla salir y entrar en el culo de Susana, era fabuloso. A todo esto Elsa seguía chupándole el coño y cada tanto le metía un par de dedos. Podía sentir que estaba a punto de acabar, la excitación era fabulosa, me encantaba todo esto. Me encantaba que mi mujer estuviera con otra y que yo también pudiera follármela. Me gustaba que ella compartiera el sexo de esa manera. Estaba en esos pensamientos cuando por fin acabé. Esta vez fue mucho más intensa que la vez anterior y di un fuerte gemido mientras derramaba todo el semen en el culo de Susana, para que seguidamente, Elsa se lo chupara. Nos quedamos otro rato en el suelo del baño, totalmente exhaustos y luego nos bañamos los tres juntos. Nos despedimos de Elsa con un tierno beso en la boca, prometiendo repetir e intentar mejorar la experiencia.
Un beso de los tres.

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