Relato erótico
!No me lo esperaba¡
Después de unos años de casados se dio cuenta de que a su marido el sexo no le atraía tanto. Reconoce que cuando él quería probar “algo nuevo” ella se negaba y esta situación acabó por aburrirle. Pero, a veces ocurren cosas que lo cambian todo por completo
Carmen – Lugo
Hola Charo, mi nombre es Carmen, soy de Lugo, ojos negros, cabello negro lacio hasta la espalda, mido 1.60 de estatura, y aunque no me he tomado mis medidas puedo decir que soy menudita, mas bien delgada y con cuerpo formado, pero eso sí tengo unas hermosas tetas, no porque lo diga yo sino porque a mi marido le encanta y cuando paseo por la calle es motivo de algunos piropos y comentarios no tan agradables ya que me gusta vestir con escotes pronunciados, mi trasero es de lo mas normal, pero trato de que luzca sexy poniéndome pantalones y minifaldas ajustados con un tanguita de hilo o hasta a veces dejo de usarlo.
Todo lo que voy a contar ocurrió cuando yo tenía 23 años y ya estaba casada con Antonio, él es mayor que yo, dos años, y llevábamos tres de casados. Debo decir que nuestra relación siempre fue de lo más normal en cuanto a sexo se refiere, mi marido algunas veces trataba de inventar algunas posiciones, cosa que no me agradaba mucho ya que lo veía como un sucio o pervertido, también algunas veces me insinuó que tuviéramos sexo anal, cosa a la que nunca accedí por miedo, inexperiencia, ya que sabia que dolía demasiado porque alguna vez un novio mío lo intentó hacer y esto no me produjo placer sino únicamente me lastimó, pero en fin como ya dije creo que fue la inexperiencia de ambos.
Después de tres años de casados fue decayendo nuestra vida sexual, supongo que por mis negativas a experimentar cosas nuevas ya que mi marido se comportaba indiferente y ya no insistía en tener relaciones ni juguetear en la cama hasta el grado de tener a lo mucho tres veces sexo al mes. Esto ya me empezaba a preocupar realmente porque pensaba en que mi marido ya habría conseguido alguien más y que me estaría poniendo los cuernos. Me encontraba consternada y con sentimiento de culpa por ello.
Días después, yo tenía que llegar temprano para abrir el estanco donde trabajo, ya que la encargada de abrir se había puesto enferma un día antes y el dueño nunca llegaba temprano. Al llegar saqué mis llaves del bolso y aunque un poco incomoda me tuve que agachar para abrir los candados de la cortina metálica. Trate de levantar la cortina pero pesaba demasiado y no podía hasta que un hombre se acercó y me ofreció su ayuda, le di las gracias mientras ya con facilidad abría la puerta de cristal del negocio.
El me dijo que necesitaba unos cigarrillos y sin más lo dejé entrar, pasé al mostrador y me di la media vuelta para buscar los cigarrillos que me había indicado en eso sentí como se acercaba a mí con una media puesta en la cara. Con una mano me tapó la boca para que no gritara, con otra mano me agarró fuertemente del abdomen para arrastrarme hacia el fondo de la tienda sin dejar de aprovechar la situación para apretarme los pechos y tratar de levantar mi falda.
Yo forcejeaba e intentaba soltarme pero mis intentos fueron inútiles, y en eso llegó otro hombre con una media en el rostro y cerró la cortina de acero. El que me tenía sujetada le indicó que las llaves de la tienda estaban en el mostrador, el tipo las cogió y cerró la puerta de vidrio con llave. Allí me encontraba yo con los dos desconocidos. Al principio pensé era un robo, pero a esa hora de la mañana no había nada de dinero ya que la noche anterior ya se lo había llevado el dueño del lugar. Entonces el que me sujetaba me tiró al suelo, pero seguía tapándome la boca y sujetando mis manos fuertemente.
– ¡Que tía tan buena, tenías razón, realmente es un desperdicio, esta yegua se merece unas buenas pollas por todos sus agujeros!
El otro individuo se acercó a mí y se sentó sobre mi estomago para que me dejara de mover, y solo podía patalear, de un tirón bajó mi blusa y dejó al descubierto mis pechos, los empezó a frotar con ambas manos primero con delicadeza y en círculos, después rápido y apretándolos firmemente, haciéndome pensar que me iban a explotar por la fuerza con la que los magullaba.
– ¡Ya basta, no, por favor…! – trataba yo de gritar.
– ¡Sí, eso es, arráncaselos de una buena vez, mira como se retuerce de dolor esta puta!
Después de eso, el que me estaba sujetando las manos dejó de taparme la boca para que con una mano también tocara mis tetas y más salvajemente las retorcía, tiraba de los pezones y hasta les daba tremendas palmadas que las hacia bambolearse de un lado para otro. Los dos se divertían. A pesar del dolor, a mí me empezaba a excitar tal situación, no sé por qué. Estar ahí sometida ante dos tipos sin poder hacer nada por defenderme, siendo para ellos su juguete para lo que se les ocurriera, realmente me estaba poniendo cachonda, mis labios vaginales se empezaban a humedecer y no sabía hasta donde podría terminar esto.
Con anterioridad había tenido la fantasía de ser poseída por dos hombres o más, pero nunca se lo llegué a comentar a mi esposo por temor al que podría pensar de mí, además de que tal vez nunca lo hubiera hecho realidad, pero esta situación en donde no fui yo la responsable y que ellos tomaron la iniciativa, además de ser contra mi voluntad sin siquiera poder decidir hacerlo o no, me ponía muy caliente, tal vez si mi marido me hubiera tomado por la fuerza así de esta manera hubiera despertado este instinto animal que estaba en mí. Entonces uno de ellos empezó a desabrocharse y se sacó su verga frente a mi cara diciéndome:
– ¡Mámamela, puta, mámamela hasta que me saques toda la leche y te la tragues!
Acto seguido, con una mano me sujetó con fuerza el rostro y al yo negarme me soltó una bofetada, entonces entendí que lo tenía que hacer y me la metió en la boca.
Al principio me dio algo de asco ya que me la metía hasta la garganta con una furia loca y me sujetaba de los cabellos para que no pudiera sacarlo, pero al cabo de un ratito ya estaba mamándola como una puta profesional, dándole mordisquitos, rodeando su pene con mi lengua, succionándola.
– Mírala como me la mama, se ve que no le han dado su biberón desde hace un buen rato.
El otro que se encontraba en mi vagina, tras levantarme la falda sacó una navaja de su bolso enseñándomela y pasándola por mi cara mientras se la mamaba al otro, que ya estaba por correrse en mi boca. Entonces bajó y cortó mi tanga dejándome el coño al descubierto, con los dedos de ambas manos abrió mis labios ya bien lubricados, al tiempo que el tipo que estaba en mi boca empezó a eyacular. Yo traté de apartarme, pero me sujetó bien del pelo haciéndome para atrás asegurándose de que me tragara todo su veneno, después me la sacó.
– ¡Trágatelo todo, que no quede una sola gota! ¡Puta, y límpialo, quiero que quede como nuevo!
Empecé a limpiarlo con mi lengua, recorriendo todo su pene de arriba abajo, luego le cogí las bolas y me las tragué succionándolas y limpiándole cada milímetro de su pubis. Mientras, el que tenía abajo se estaba desabrochando el pantalón, colocándose para penetrarme, y una vez con su verga fuera se colocó sobre mí y de un solo empujón me la metió toda hasta el fondo. Yo solo gemí de dolor y placer, pues aunque ya estaba bien lubricada, su miembro era grueso y duro.
– ¡Siiií… métemela toda… fóllame…soy vuestra, quiero sentirme viva…
así… aaah… así… soy su puta… usadme como queráis…! – me oí a mi misma gritarles.
Con el tipo sosteniéndome fuertemente mis manos, mis pechos al descubierto y bien abierta de patas, me estaban dando unas embestidas fenomenales que me sacudían y hacían vibrar toda, moviéndose mis tetas como un par de gelatinas, que eran mordisqueadas por el que me estaba follando salvajemente. Yo trataba de ahogar mis gemidos de placer pero era imposible, gemía yo más y más fuerte gritando de placer.
– ¡Así… aaah… así… que gusto…!
Mi primer orgasmo en verdad me hizo retorcer. Me estaba follando de maravilla hasta que él colocó mis pies en sus hombros quedando más apretada y nuevamente empezó sus embestidas. Estuvo así cerca de diez minutos bombeándome con verdadera furia.
– ¡Ah en verdad eres una perra en celo, maldita, toma toda mi verga! – me decía.
– ¡Sí… sí… soy una puta, me encanta ser una puta… aaah…!
– Te gusta que te follen ¿verdad? Dime que te encanta.
– Sí, me encanta, pero me encanta que me folles tú, no el desgraciado de mi marido.
Cuando me corrí de nuevo al sentir mi coño bañado por su esperma, pensé que ya todo había terminado, pero no, aún no porque el que me estaba sujetando venía a rellenar nuevamente mi vagina con sus jugos pero como ya estaba excitado no tardó mucho y se corrió a los pocos minutos.
Realmente ya no pude poner resistencia, solamente me dejé hacer lo que quisiera. Una vez que terminó, el que me había follado primero le ordenó:
– Gírala y sujétala bien, no quiero que se mueva.
Inmediatamente me puso boca abajo y me hizo ponerme a cuatro patas, me sujetó fuertemente de las manos y del pelo, el que estaba observando se acercó y sentó sobre mí, estrujando mis senos que quedaban colgando ostentosamente.
– Ahora si que te voy a montar como una verdadera potra – me dijo.
Creía saber lo que me esperaba. Empezó a untar algo líquido en mi culo que lo empezaba a poner caliente. Nuevamente me estaba excitando y más cuando metía y sacaba a su antojo sus dedos de mi chorreante coño y empezó a introducir un dedo en mi ano, lo sacaba y lo metía lentamente dejando caer un chorrito de este liquido hasta el fondo de mi culo, hasta empezar a hacer círculos con su dedo e introduciendo un segundo, aunque para entonces ya no sentí dolor, estaba bien lubricada.
– ¿Ahora qué te parecen tres? – dijo.
Introdujo tres dedos juntos en mi ano con toda facilidad, esto me estaba poniendo al mil, inexplicablemente lo que creía sucio y reprobable me estaba causando una sensación desconocida que me excitaba con facilidad, había deseado este momento aunque nunca lo hubiera reconocido y aunque no se lo hubiera dejado hacer a mi marido. Por un momento no sentí nada, pero se estaba colocando en la entrada de mi ano para desvirgarme. Sentí su cabezota en mi entrada y como empezaba a penetrarme lentamente, ya que era demasiado grande. Sentía como algo dentro de mí se abría y era indescriptible la sensación de dolor y placer.
– No te muevas muñeca, que te va a doler menos.
Solo podía apretar los labios y mover la cabeza indicándole que no lo haría. Lo volvió a sacar despacio y nuevamente echo lubricante en el interior de mi ano, luego introdujo su pene lentamente abriéndose camino en mí, pero esta vez ya no me dolía tanto, solamente empezaba a haber placer y por fin, me la metió toda por mi culo. Estuvo ahí inmóvil dentro de mí como unos 10 minutos.
– Es para que se acostumbre tu culo a mi verga y ya no te duela, quiero encularte y hacerte vibrar de placer, putón.
Después de eso empezó con movimientos lentos de entrar y sacar, cogiéndome por las caderas mientras con una mano acariciaba mi espalda lentamente. Entonces el que me sujetaba las manos me soltó y yo aproveché para agarrarle su verga y meterla en mi boca.
Quería hacerle otra mamada fenomenal mientras me enculaban. El se dejaba mamar y mientras me acariciaba los senos y el cabello. El que me estaba en mi culo estaba entrando y saliendo ya rápidamente mientras que yo frotaba mi coño, que estaba desocupado deseando que también estuviera lleno.
– Que rico culo apretadito tienes, seguramente era virgen. ¿Te gusta?
– ¡Me encanta, pero quiero que me llenen mis dos agujeros al mismo tiempo! – le solté muy excitada.
En eso el que tenía en el culo se recostó en el piso y yo me senté clavándome su verga nuevamente en mi culo, quedando recostada boca arriba sobre él y dejando al descubierto mi coño para ser penetrado, el otro se puso en mi entrada y pude sentir dos vergas perforándome mis orificios en un rico vaivén
– ¿Podemos hacerlo nuevamente en otra ocasión? – pregunté melosa al acabar de follarme.
– Vaya que te gustó cachonda.
– ¿Quienes sois, me buscaréis? Soy capaz de todo por volverlo a hacer con vosotros.
– ¿En serio? ¿Lo prometes? ¿Te podemos follar cuantas veces queramos?
– Sí, podéis hacerme vuestra las veces que queráis.
En eso uno de ellos se quitó la media que cubría su rostro y me dio un ardiente beso en la boca, luego el otro se acercó a mí y me dijo:
– Cierra los ojos.
Los cerré y se quitó la media que le cubría mientras me daba un largo y apasionado beso y cuando abrí los ojos mi sorpresa fue enorme. ¡Era Antonio, mi marido!
– ¿Por qué? – pregunté.
– Nos hacía falta algo, ya que siempre nuestra relación era fría y ahora ya ves lo que somos capaces de hacer, te hice gozar y me hiciste gozar, solo era cuestión de que quisieras, pero sabía que eso no sucedería así que tuve que planear algo.
– Pues realmente me gustó porque no conocía esta parte de mí y lo que me hiciste sentir, creo que tienes razón, nunca lo hubiera intentado.
– Solo quería reavivar nuestro amor y pasión.
Desde entonces somos una pareja feliz y ahora gozamos del sexo frecuentemente de todas las maneras posibles y en todos los lugares que podamos, tratando de gozar al máximo con nuestros cuerpos. Ahora me gusta ver películas, utilizar juguetes, afrodisíacos, lencería y todo esto que mejora nuestra vida sexual.
Besos de vuestra fiel lectora.