Relato erótico
No me lo esperaba
Volvían de pasar unos días en la playa y pararon a cenar en un restaurante de carretera que estaba lleno de camiones aparcados. Cuando volvieron al coche, le entraron unas ganas locas de hacerle una mamada a su marido. Lo que ocurrió a continuación, no se lo esperaba.
María José – Madrid
Somos un matrimonio en la cuarentena avanzada, sin hijos y muy convencionales. Somos muy apasionados y nos gusta el sexo pero nunca habíamos traspasado los límites estrictos de la pareja hasta un día de finales del verano pasado.
Yo soy una mujer más bien llenita, sin ser gorda, con pechos abundantes y unos pezones muy prominentes y morenos. A pesar de mis cuarenta y seis años me considero una mujer atractiva, como lo demuestran las miradas de deseo que me dedican los hombres.
Aquel día regresábamos a Madrid en coche tras pasar unos días en la playa. Acabábamos de comer en un restaurante de carretera muy frecuentado por camioneros de grandes rutas. El aparcamiento estaba abarrotado y habíamos tenido que aparcar el coche en un extremo, en un sitio muy discreto oculto tras un gran camión TIR y en las lindes de un bosquecillo de acacias.
Al subirnos al coche yo estaba muy caliente, quizá por el efecto del vino que me había tomado con la comida. Estaba empapada y sentí grandes deseos de acariciarle la polla a mi marido.
Como iba vestido con un pantalón de baño y una camiseta, resultó muy fácil comenzar a masajear su pene y sentir, a través de la fina tela del bañador, como iba respondiendo a mis deseos.
Bajé el elástico del bañador y salió a la vista su polla gorda, dura, brillante en la punta por las secreciones de la excitación que le estaba produciendo mis mimos. Me volvía loca su aroma afrutado, acerqué mi nariz para captar todos sus olorcitos y empecé a rodear su glande con mi lengua.
Mi marido estaba respirando con fuerza su excitación y me acariciaba la cabeza con su mano.
Yo deseaba sentirlo más aun y comencé a tragarme aquel maravilloso plátano que tanto me gustaba. Lo sentía colmándome la boca al vaivén que le imprimía mi marido al moverse. Continuaba mi mamada, muy excitada y presintiendo la recompensa de su leche llenándome la boca, atragantándome con su abundancia. Mi marido siempre tenía unas eyaculaciones muy abundantes.
En ese momento, cuando estaba tragándome todo su falo, con la cabeza entre sus piernas, sentí una cierta rigidez en mi marido. De repente interrumpió sus movimientos.
Sorprendida alcé la cara y me encontré con un joven que, cerca de la ventanilla del lado del conductor, se estaba masturbando una polla enorme, larga y juvenil, mientras nos miraba sin ningún pudor.
Lo miramos un segundo y entonces mi marido bajó la ventanilla del coche. Nos volvimos a mirar y el joven se acercó más a nosotros y no me lo podía creer lo que vi, mi marido le agarró la pija con la mano y comenzó a masturbarle. No podéis imaginar la sensación que aquello me produjo. Nunca hubiera imaginado ver a mi marido, tan macho, tan hetero haciéndole una paja a otro hombre. Pero la cosa fue a más.
El chico muy excitado pegó su cuerpo a la ventanilla y metió completamente su pene tieso y largo dentro del coche y entonces para mi asombro y excitación, vi como mi marido se tragaba aquella pija larga y brillante, mientras crecía la excitación del camionero, que empezó a mover las caderas como follando a mi marido en la boca. Yo estaba como loca ante aquella escena inesperada. Me uní a la fiesta y a la experiencia deliciosa de chuparle los dos a la vez la polla a aquel desconocido. Al escribir estas líneas evoco la sensación de nuestras bocas rozándose entre sí y con la punta de la polla de aquel chico y se me empapan las bragas de excitación.
El joven, que se llamaba Ángel, resultó ser el conductor del camión que estaba aparcado justo al lado de nuestro coche y en medio de su excitación nos invitó a subir a su camión. Nos dijo que tenía mucho sitio y que allí estaríamos más cómodos. Nosotros nos miramos un momento y aceptamos encantados.
Yo estaba chorreando y mientras trepaba al camión sentía como unas gotitas de secreciones me resbalaban por el muslo.
En la cabina, detrás de los asientos el camión disponía de una auténtica cama, que utilizaba Ángel para descansar en sus largas rutas europeas.
Nos desnudamos con prisas y comenzamos a besarnos, chuparnos y olernos por todas partes.
Ángel se tumbó boca arriba, me agarró entre sus brazos, me colocó sobre su pecho y comenzó a chupar mis pezones morenos y gruesos. Yo miraba a mi marido que no dejaba de acariciar, chupar y oler la polla de Ángel. Estaba como obsesionado con un juguete recién descubierto.
Ángel estaba cada vez más excitado tanto por las caricias y besos que nos dábamos, como por el efecto de la mamada que le estaba haciendo mi marido.
En un momento me subió con sus brazos fuertes hasta colocarme en cuclillas sobre su cara; mi coño completamente sobre su boca. Me excitaba sentir cómo su nariz olfateaba mi interior, abría mis labios con los dedos y disfrutaba con mis aromas de excitación. Me sentía una perra a la que huele su macho antes de penetrarla.
Empezó a meterme la lengua por cada rincón de mi coñito, a veces la introducía hasta dentro y sentía como lamía las paredes de mi vagina. Luego se dedicaba a acariciarme el clítoris con la punta de su lengua que movía con arte y delicadeza. Nadie me había comido el coño como lo estaba haciendo aquel chico. Yo le dejaba hacer, sumida en una locura de placer, sintiendo las ganas que había despertado en aquel chico tan joven. Le veía, con su cara metida entre mis muslos, cómo se regodeaba chupando mis secreciones, goloso, disfrutaba con la punta de la lengua todos mis sabores. Me sentía amada, deseada, valorada.
Con tanta excitación me corrí sobre su boca y derramé sobre él tal cantidad de secreciones como si hubiera tenido una auténtica eyaculación. Ángel estaba muy excitado y su respiración era tan fuerte que casi rugía. Mi marido seguía mamándole la polla y metiendo su nariz por todos los rincones. Veía como metía su nariz y su lengua en el culo de Raúl como queriendo obtener la recompensa de todos sus sabores y sus olores.
En un momento Ángel gritó, como si pidiera permiso, como si solicitara una especie de venia de mi marido: ¡voy a follarme a tu mujer!
Obediente ante sus deseos me dejé resbalar a lo largo de su cuerpo, buscando su polla con mi coño. Y me di cuenta de que mi marido iba a disfrutar de verme follada por otro hombre, ya que agarró la polla de Ángel con su mano y colaboró en introducirla dentro de mí.
Fue una sensación nunca experimentada por mí. Aquella polla me llenaba por entera, jamás me había sentido tan colmada, tan mujer como en ese instante. Comenzamos a movernos. La polla de Ángel me abrasaba de placer.
Entonces sentí como mi marido se colocaba encima de mí y comenzaba a meterme su polla por el culo. Al principio me dolió un poco pero luego me produjo un placer inmenso sentir las dos pollas frotándose entre sí a través de la pared de la vagina.
Durante varios minutos recibí embestidas por los dos agujeros que me taladraban y se frotaban entre sí en mi interior.
Tuve en ese momento un orgasmo como nuca lo había sentido. Mi cuerpo se agitaba como si tuviera convulsiones, incapaz de controlarlo. Mi orgasmo coincidió con el de los dos hombres que me follaban y sentí dentro de la vagina y dentro del ano el calor de los chorros de semen que me inundaban.
Nos quedamos un buen rato entrelazados quietos, recuperando nuestra respiración y nuestras emociones, aun sentía las dos pollas que me ensartaban, y apreciaba como continuaban estremeciéndose dentro de mí a la vez que iban aflojando su tensión.
Me sentí como nunca me había sentido follada y abrazada por dos hombres a la vez. Me sentía la mujer más mujer del mundo.
Aquel suceso cambió nuestras vidas para mejor. Desde entonces disfrutamos en nuestro matrimonio de experiencias que antes nos teníamos prohibidas, aunque lo deseáramos. Yo os recomiendo que no os inhibáis de vuestros deseos. Muchas veces ese tipo de experiencias no rompen las parejas sino, como en nuestro caso, las estabilizan y mejoran.
No lo dudéis, atreveos.
Y ahora me vais a disculpar. El escribir estas líneas y el evocar momentos tan excitantes, me ha puesto a cien. Mi marido no está en casa y no puedo contar con su ayuda. Así que voy a tumbarme en mi cama y voy a masturbarme pensando en Ángel, mi camionero.