Relato erótico
No me lo esperaba
Se conocieron en el trabajo, se hicieron amigos y después novios. Su primer encuentro, no fue todo lo satisfactorio que él esperaba, pero… Su chica le propuso ir un fin de semana a una casa que sus padres tenían en la montaña y aceptó a regañadientes. No quería volver a decepcionarse, pero a veces las personas cambian radicalmente.
Eduardo – SEVILLA
Yo tenía 30 y ella 26 años. Ella Marisa, yo Eduardo, la conocí en el trabajo y poco a poco nos hicimos amigos, de hablar de cosas banales, acabamos contándonos nuestras intimidades, como era nuestras parejas etc. Precisamente había roto hacia poco con su pareja.
Marisa, era guapa y tenía un buen cuerpo. Si bien es cierto que los vaqueros ajustados que solía llevar y las camisetas ajustadas le resaltaran sus encantos, es decir, marcaba un buen culo y unas buenas tetas.
En cuanto a mí, me considero un tío normal, dicen algunas ex que soy atractivo, pero sobre todo dicen que tengo buena conversación.
Al cabo de unos seis meses, más o menos, nos hicimos novios. Cuando por fin decidimos que había llegado el momento de echar un polvo nos pusimos de acuerdo para ir a un hotel.
Ese día no fue lo que esperábamos, resultó ser un desastre, que culminó en una relación sexual demasiado común. La siguiente semana en la oficina, después de una sesión de cachondeo y excitación, sucedió lo siguiente.
– Oye Eduardo, tengo ganitas…
– Yo también Marisa, ya son casi las nueve de la noche, todos se están marchando… ¿qué te parece si…?
– Pero me da miedo.
– No te preocupes, cerramos… ponemos música y nadie se va a enterar.
Al cabo de media hora, ya no había nadie, y como había dicho, puse música, cerré la puerta de la oficina y ella, entre nerviosa y ansiosa, se dejó llevar por mis besos. La tomé de la cintura y la pegué a mi cuerpo, los besos fueron haciéndose cada vez más calientes, más sexuales, nuestras bocas se hacían el amor con las lenguas entrelazadas.
Mis manos tocaban palmo a palmo su cuerpo por encima de la ropa. Le sobé las tetas y sus pezones se endurecieron rápidamente. Mientras tanto, Marisa empezó a tocar mi polla por encima del pantalón y lógicamente notó que estaba a punto de reventar. Mi polla sin ser la de un actor porno, debe medir unos 18 centímetros.
No tardamos ni un minuto en sacarnos los pantalones, ella se quedó en tanga y yo en calzoncillos. Marisa se arrodilló, y empezó a chuparme la polla. Tenía tantas ganas que notaba que estaba a punto de correrme, por lo tanto le dije que parara, que quería “durar” un poco más.
La levanté y empecé a comerle las tetas, sabía que esto la ponía muy cachonda, y mientras se las mamaba, con una mano le tocaba el chocho. Lo tenía completamente mojado y no parré hasta que conseguí que tuviera su primer orgasmo.
Aún estaba corriéndose cuando la hice colocar a cuatro patas y sin decir nada más se la metí en el chocho por detrás. Me encanta follarme a una tía a lo “perrito”, ver mi polla como entra y sale del chocho me calienta aún más.
Marisa gritaba como una posesa y decía cosas como estas:
-Así, así, fóllame como a una perra. Oh mi amor, voy a correrme otra vez, no puedo más, ahora, ahora….
Dejé que acabara de correrse y me senté en una silla que había por allí, la acerqué y la puse de espaldas a mí. Sin mediar palabra la hice sentar de golpe. Lanzó un grito y empezó a cabalgar mi polla ella solita. Era una gozada ver como saltaban sus nalgas.
Se volvió a correr y yo ya no podía aguantar más. Me levanté, la hice sentar en la silla y le metí la polla hasta el fondo de la garganta, le agarré la cabeza y empecé a follarle la boca. Era la primera vez que lo hacía y noté que se resistía un poco, pero al final cedió. Me corrí abundantemente y no le permití que apartara la cabeza, no tuvo más remedio que tragar todo el torrente de leche que le solté. Tuvo un par de arcadas, pero al final, hasta me limpio la polla con la lengua.
Cuando nos relajamos, fuimos a asearnos un poco, salimos de la oficina y la acompañe a su casa. Nos dimos unos besos en el coche y nos despedimos hasta el día siguiente.
La semana transcurrió normal, me hizo una mamadita en el cuarto de la fotocopiadora, pero nada más. Cuando salíamos de trabajar el jueves decidimos planear el fin de semana. Sus padres tenían una casa en un pueblecito cercano y como no iban estaría libre para nosotros solos. Por un lado me hacía ilusión, pero cuando recordaba el día que nos encamamos en el hotel y lo mal que fue, no sabía si de momento era mejor mantener encuentros guarros en la oficina o que. En fin, no sabía lo que iba a pasar pero, no podía decir que no.
Y llego el día “esperado”. Llegamos a nuestro destino. Colocamos la ropa y nos fuimos a cenar a un restaurante del pueblo. Se comía de maravilla y acompañamos los deliciosos platos con un buen vino, licores, etc… en fin que nos colocamos un poco, pero como no teníamos que coger el coche, ningún problema.
Llegamos a casa sobre la una de la madrugada, Marisa estaba especialmente caliente y nada más llegar sonriendo dijo:
-Podríamos darnos una ducha y así estamos listos para lo que tiene que venir.
Parecía que el alcohol le quitaba la vergüenza. No dimos una ducha rápida y Marisa acabó antes que yo. Cuando llegue a la habitación estaba preciosa. Se había puesto un conjunto de lencería negro, con ligueros y zapatos de tacón de muy alto. Cuando vio mi cara de sorpresa dijo:
-Ya sé que nuestro encuentro en el hotel fue un poco soso, pero es que estaba cortada y no quería darte a conocer mi “lado oscuro”, pero hoy no me importa que sepas que soy una mujer muy caliente y muy guarrilla.
Me quedé sin palabras. Se acercó a mí, me sacó la toalla que llevaba atada a la cintura y me hizo sentar en un sillón. Se arrodillo y empezó a mamarme la polla. ¡Joder con el gusto que me dio! Me comía los huevos, se los metía en la boca y los masajeaba con una maestría increíble. Aquella mujer no era la misma del día de nuestro encuentro. Ya no podía aguantar más y le dije que iba a correrme. Me miró a los ojos y susurró:
-Dame tu leche cabrón, si te crees que no me gusta tragar lefa, te equivocas. Te voy a dejar los huevos secos, pero no creas que he terminado contigo. Hoy me tienes que dar por el culo, quiero estrenarme contigo.
Supongo que me creéis, pero fue oír estas palabras y me corrí. Se trago toda mi corrida, me limpio los huevos y aprovecho hasta la última gota de leche que salió de mi satisfecha polla.
En cuanto acabó, se tumbó en la cama y con un gesto me indicó que era mi turno. Se abrió de piernas y me ofreció su chocho.
Bueno, creo que me estoy alargando un poco. Volveré uno de estos días con el final de lo que ocurrió aquel fin de semana. Solo puedo deciros que todo esto ocurrió hace casi un año y que actualmente me tiene “enganchaito”.
Besos para todos.