Relato erótico

No me lo creia ni yo

Charo
5 de septiembre del 2019

Como era habitual, salió con su amiga Pilar de marcha. Vino acompañada de dos amigos y se fueron a la discoteca, allí se encontraron con más gente y acabaron formando un grupo de ocho personas. Fue una noche de lo más “completa”.

Daniel – Almería
Nunca me habría esperado ni mucho menos lo que me pasó aquella noche. Salí con mi amiga Pilar y dos amigos suyos que conocí aquella noche. Pilar siempre me había maravillado, era más bien bajita, morena, con una cara de entre ángel y demonio, unas tetas perfectas, muy grandes, pero sin llegar a ser excesivas. Vestía una camiseta de tirantes negras con un escote generoso y unos pantalones negros. No voy a nombrar sus amigos porque no tuvieron mucha trascendencia aquella noche, aunque yo sí. En aquellos momentos, Pilar, salía con un chico, pero no había venido. Yo nunca había conseguido acostarme con ella pese a llevar tiempo deseándolo.
Así pues llegamos a la discoteca los cuatro donde nos teníamos que encontrar con dos amigas: María y Sara. María era de estatura normal, muy delgadita, pero con unas buenas tetas, una carita sonriente que te hacía empalmar con una sola sonrisa, era diríamos como una flor al que todo el mundo le gustaría poseer, pero era un poco reprimida y solo había tenido relaciones con el único chico con el que había salido. Sara era más alta, con buenas caderas, muy estilizada, morena y con unas tetas de muerte, también era un poco cerrada en aspectos sexuales por lo que teniendo 20 años aún era virgen. Sara y María llevaron a dos amigos gays que también conocí aquella noche.
En total éramos un grupo de ocho personas. La pista era muy grande y donde pinchaban los dj’s había gogo’s bailando, llevaban poca ropa y estaban buenísimas. La cuestión es que María estaba muy cariñosa aquella noche, bailábamos muy pegados, me abrazaba, decía que estaba muy guapo. Llevaba un buen rato empalmado y empecé a evitar que ella se enterase. Al rato me dijo que la acompañara al lavabo y para no perdernos fuimos andando uno detrás de otro mientras yo le cogía de las caderas. Durante todo el camino a los lavabos le estuve restregando mi polla tiesa contra su culo sin que ella dijera nada. Cabe decir que a aquellas alturas ya habíamos bebido un poco todos.
Esperé ansioso a la salida del lavabo de mujeres y cuando salió María se repitió el ritual. Andábamos con mi tronco enganchado a su culito. Cuando estábamos a punto de llegar donde estaban bailando nuestros amigos, cambió bruscamente de dirección pero mi polla la siguió, evidentemente. Fuimos al piso de arriba, que básicamente era un mirador para observar toda la pista de baile, donde había unos sofás y unas mesitas apoyadas a la barandilla, bastante viejas, pero que providencialmente iban muy bien para la gente que subía y se enrollaba. Me dirigió a un rincón donde no había nadie, aunque la gente iba pasando, y me hizo sentar. Yo casi temblaba de lo caliente que estaba y me dijo:
– Llevas algo duro ahí.
-Veo que lo has notado… – le contesté.
Yo no estaba para conversaciones, así que la cogí por su cinturita y me la senté encima. Ella sonrió y aproveché para ir subiéndole la falda e ir tocando mientras ella se restregaba contra mi polla y se tocaba el pelo poniéndome sus tetas en la cara.

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Estuvimos así un rato y se me ocurrió quitarle el tanga ya que estaba en situación y luego le murmuré al oído que se lo guardase en la bolsa, y así lo hizo. Entonces la senté de cara a mí y mientras nos besábamos le iba metiendo el dedo por el coño, que ya tenía mojadísimo.
– ¿Tienes condones? – le pregunté.
Me respondió que no hacía falta, que siempre tomaba la píldora y que podíamos hacerlo a pelo. Acto seguido me bajé un poco los pantalones y los calzoncillos y empecé a bombearla. Como su falda era más bien corta todo el que pasase le vería todo el culo así que nos tapamos un poco con su chaqueta, aunque por nuestros movimientos todo el mundo que pasaba deducía que estábamos follando. Incluso un grupo de chicos que estaban bailando en la pista alzaron el dedo pulgar y me animaron. Me excitó que la gente que pasaba nos viera y seguro que también se excitaban. Además podíamos gemir todo lo que quisiéramos porqué el ruido de la música lo ahogaba, cosa importante porque María soltaba unos alaridos impresionantes.
Seguí bombeándola y sobándole los pechos hasta que los dos nos corrimos, después fuimos al lavabo a limpiarnos, entramos los dos en un reservado del de chicos, previos comentarios obscenos que los tíos que meaban dedicaron a María, y allí nos limpiamos y nos toqueteamos un poco más.
Cuando volvimos, Sara fue directamente a hablar con María y yo me quedé bailando con los otros. Se ve que Sara se había liado con uno de los dos gays que resultó no ser tan gay y éste se había ido enseguida, cosa que no había gustado mucho a Sara. Luego pude oír vagamente como María le contaba a Sara que nos habíamos ido a follar unos metros más arriba, y aunque lo que le contestó Sara no lo pude oír, pronto lo sabría.
Como ya he dicho Sara aún era virgen y era un poco cerrada en asuntos de sexo, a menudo me decía, en broma, que quería perder la virginidad conmigo, porque era un buen amigo. Yo siempre le contestaba que me tenía a su disposición cuando quisiera, pero todo quedaba en nada. Eso sí, siempre que salíamos o hacíamos alguna fiesta y bebíamos yo aprovechaba para sobarla. Cuando terminaron de hablar, María y Sara vinieron, me llevaron un poco lejos del grupo, y María me contó lo que le dijo Sara:
– Sara me ha dicho que piensa que ya es el momento, quiere que la desvirgues.
Yo me quedé de piedra, al igual que mi polla. Me dijo que si no me sabía mal que me utilizasen así, pero María me sonreía como diciendo “que suerte tienes cabrón”. Sara estaba bastante borracha.
Volvimos donde estuvimos María y yo un rato antes y Sara se me tiró encima.

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Lo más excitante, aún más que enrollarme con Sara, más que hacer un doblete, más que desvirgar a una chica, era que María estaba allí mirándonos. Usamos un condón que Sara confesó que se los había comprado su madre y utilicé la misma táctica que antes. La senté encima de mí, le bajé los pantalones y el tanga y nos tapamos con mi chaqueta.
Tuve que estar un buen rato penetrando con el dedo para abrir camino a un chocho “sin estrenar”
Al cabo de un rato le metí mi polla despacito. Sara gemía y gritaba, pero de pronto empezó a cabalgarme salvajemente y decía:
– ¡Cabrón… me estás follando… me estás metiendo la polla…!.
Era todo un espectáculo y más con María en el sofá de delante tocándose por debajo de la falda. Como María tenía los ojos cerrados y Sara estaba medio en trance, le subí el top y empecé a lamerle los pezones, a mordérselos, a morderle las tetas, unas tetas geniales pero cuando la gente le empezó a ver los pechos, le bajé la camiseta. Incluso un chico que pasó por ahí y al deducir lo que pasaba, le preguntó a María directamente si quería follar, ella le contestó que no y el chico se fue, creo que pelársela en el baño.
Aprovechando la situación me corrí cuando me dio la gana, sin esperarla, le di unas palmaditas en el culo, le subí los pantalones, me quedé el tanga y se lo entregué a María. Luego me fui solo al lavabo. De lejos vi como María acomodaba a Sara en el sofá y siguió dándole al dedo. Supuse que quería acabar su paja.
Al volver del lavabo ya habían vuelto María y Sara con el grupo y estaban todos bailando. Sara estaba ya muy ida, bailaba medio zombi y gracias a mí ya no era virgen. María seguía guapísima y vino con su sonrisa a bailar muy pegadita a mí, y como es lógico mi polla volvió a ponerse dura.
Mientras bailaba, con María, estuve mirando a Pilar con su camiseta negra de tirantes y sus tetas que no tenía vergüenza a mostrar, estaba más que apetitosa. Era normal que los chicos que bailaban o pasaban cerca de ella la mirasen libidinosamente, ya que sus labios hacían imaginar las más sexuales fantasías. Aquella noche no se había liado con nadie, raro en Pilar, y estaba bailando con Fran, uno de los dos amigos que había traído. El otro había triunfado con una tía y se había marchado a su casa.
Seguí bailando con María hasta que aquello cerró, ya a altas horas de la madrugada. Quedamos que Fran y yo, que habíamos venido a ver a Pilar, dormiríamos en su piso de estudiantes, para mañana volver a nuestras ciudades. Nos despedimos de María, Sara y sus compañeros y Pilar, Fran y yo cogimos un taxi para ir a casa de Pilar.
En teoría estaba vacía, pero resultó que había una de las compañeras de piso de Pilar, así que Fran y yo tuvimos que compartir habitación, lo sorteamos y a mí me tocó la cama, mientras que Fran durmió en un saco en el suelo. Pilar se puso a dormir en su habitación mientras su compañera ya hacía horas que dormía en su cuarto. Estábamos reventados así que fuimos rápidamente a la cama.

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El alcohol no me dejaba dormir y cuando cerraba los ojos todo me daba vueltas, así que me quedé mirando el techo. En unos minutos se abrió un poco la puerta y la luz del pasillo dejó entrever una silueta explosiva. Pilar miraba hacia dentro. Llevaba una camiseta de tirantes muy fina y unas braguitas, entró y me dijo al oído:
– ¿Es que seré la única que me quedaré sin juerga esta noche?
No me dio tiempo de contestar, ya había retirado la manta que me tapaba, me bajó los calzoncillos como un rayo y empezó a chupar mi polla como una desesperada en silencio. La situación era de lo más morbosa, Pilar estaba arrodillada en el suelo comiéndose mi polla, mientras Fran dormía a un metro. Pilar chupaba con pasión, como si le fuera la vida en ello, se estaba tocando el chocho por debajo de las braguitas, cosa que me puso un montón y estuve a punto de correrme. Después de dejarla un rato disfrutando de mi rabo, la cogí, ya que como dije es bajita, y la coloqué encima de la cama. Ella rió, se acomodó, se puso las manos en la nuca, abrió totalmente las piernas y vi que estaba muy mojada.
Me puse encima de ella y le aparté un poco las bragas, lo suficiente para que pudiera pasar mi polla. Al principió costó, pero acabé bombeándola. Tiene unas tetas tan perfectas que hasta una se le salió de la camiseta de las estampidas que le daba. Le cogí los dos pechos y se los saqué por encima de la camiseta hasta que, con el ruido y los gemidos de ella, Fran se despertó. Se quedó pasmado, pero a mi me daba igual que nos mirara.
La coloqué a cuatro patas y seguí penetrándola, mientras, con el rabillo del ojo vi que Fran se estaba masturbando.
Los dos nos corrimos y quedé tirado en la cama, agotado de una noche de tanto folletéo. Entonces vi que Pilar, ya desnuda, le estaba chupando la polla a mi amigo y no paró hasta que se corrió, después salió de la habitación.
A la mañana siguiente me despertaron los rayos de sol que se filtraban por la persiana, tenía un poco de resaca en el estómago y algo de dolor de cabeza. Fran ya se había levantado, salí de la habitación y ya estaban todos desayunando, incluida la compañera de Pilar, una chica que vestía un corto camisón de dormir, con unas tetas exuberantes que luchaban para salir, unos labios que te comían y unos ojos que te mataban.

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Sonreí dando los buenos días y pensando si podría conseguir una cuarta conquista y un cuarto polvo. Ya os lo contaré si eso ocurre.
Saludos para todos.

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