Relato erótico

No la podré olvidar

Charo
11 de febrero del 2020

Lo que le ocurrió aquel día, nunca lo olvidará, es más significó mucho para ella. Sigue recordándolo como algo maravilloso.

Montse – Lérida

Antes que nada, quisiera presentarme. Mi nombre es Montse, tengo 20 años, soy alta, de piel blanca, pelo negro y ojos oscuros y grandes. Tengo muy buen cuerpo, con unas grandes tetas y un culo muy bien puesto. Lo que os voy a contar es algo que me sucedió no hace mucho tiempo, pero desde ese día no puedo olvidar aquel momento, ese sentimiento que se quedó dentro de mí.
Todo empezó un día que estaba arreglando mis cosas para irme con mis amigas a pasar fuera un fin de semana, pero por unos problemas en mi casa, no pude ir. Me enfadé mucho, porque todas mis amigas iban a ir, así que hablé con una de mis amigas, Lourdes, para que se quedara conmigo en mi casa, y aceptó encantada. Llego el fin de semana, fuimos a comprar cervezas y nos dirigimos a casa.
Empezamos a beber y a hablar de cosas sin importancia. Al cabo del rato, llamarón unos amigos al móvil, que estaban en la bolera, iban a echar unas partiditas y nos propusieron que fuéramos para allá; así lo hicimos. Cuando llegamos, Lourdes se dirigió a saludar a una chica. Cuando la vi, me quedé alucinada, era una chica guapísima. Alta, muy blanca de piel, ojos color miel, cabello rubio. En fin, era una preciosidad. Me acerqué y me la presentaron, se llamaba Lola, pero como soy muy tímida y estaba muy cortada, casi no hablé con ella. Estábamos sentadas las tres, Lourdes, Lola y yo, ellas hablaban y hablaban, yo solo escuchaba… En eso que Lourdes se levantó y se dirigió al baño, quedándome sola con Lola. Me miro y me dijo:
– ¿Por qué estás tan seria?
– No soy seria, es que soy algo tímida y me cuesta entablar conversación.
Sonrió y ya empezamos a hablar. Me preguntó si tenía novio, le dije que no, yo también le pregunté y me dijo que estaba casada; no podía creerlo, era súper joven, tendría unos 25 años como mucho. Entonces llegó Lourdes y seguimos hablando y bebiendo, mientras los demás estaban jugando a los bolos. Le explicamos que estábamos solas en mi casa todo el fin de semana y entonces Lourdes se dirigió a Lola, haciéndole una propuesta:
– ¿Porque no te quedas a dormir tú también con nosotras?
– Pues la verdad es que me encantaría. Se lo comentaré a Manuel (su marido).
Y así fue pasando el tiempo, seguimos hablando y bebiendo, hasta que dieron las dos del mediodía. Lola se levantó y fue a comentarle a Manuel a ver que le parecía que se quedara a dormir con nosotras, y él dijo rápidamente que sí, pero tenía que levantarse pronto y que si al día siguiente podíamos llevarla a su casa temprano. Le dije que sí, y así quedamos.

Después de la bolera, fuimos a comer algo, después fuimos a casa de unos amigos que tenían montada una fiesta y allí seguimos bebiendo y bailando, hasta allá las cuatro de la madrugada. Ya decidimos venirnos para casa porque ya estábamos cansadas y algo bebidas. Llegamos, entramos en casa, les preste unos pijamas y nos fuimos a acostar a mi habitación. Me dirigí un momento a coger unas cervezas de la cocina mientras ellas hablaban, cuando regresé, Lola fue al baño, y en eso que Lourdes me dijo con cara pícara:
– Lola me acaba de decir qué estás muy buena y que le encantaría que pasara algo entre las tres.
Me puse muy nerviosa solo de pensarlo y no contesté. Entonces regresó Lola a la habitación, y siguieron hablando, pero yo estaba muy nerviosa por la proposición, así que no hablaba y seguía bebiendo cerveza. La verdad es que ya andaba medio mareada, en eso que Lourdes salió de la habitación en busca de agua, aprovechando Lola para decirme:
– ¿Qué piensas de lo que le propuse a Lourdes?
No le conteste nada. No tardó en volver Lola y sentarse en la cama con nosotras. Me levanté un momento a dejar el vaso de cerveza vacío y cuando me giré, me las encontré a ellas dos besándose. En el fondo sentí celos, porque hubiera querido estar en el lugar de Lourdes, ya que me encantaba Lola. Ellas no dejaban de besarse, y entonces sentí una mano, me giré y vi que era la de Lourdes, entre mis piernas, acariciándome, tocándome… Se giró para mirarme y me dijo con una voz muy dulce:
– No te pongas nerviosa.
Acto seguido se acercó y nos empezamos a besar. Lo estaba disfrutando mucho, pero yo solo pensaba en el momento de poder besar a Lola. Seguidamente sentí que me acariciaba Lola, aproveché la situación para dejar de besar a Lourdes y me dirigí a los labios de Lola. Nos besamos al principio como con miedo, la besaba con nervios, me temblaban los labios al dárselo, pero fue tan hermoso ese beso. Nunca había besado a nadie así, de esa manera. Yo solo me concentraba en ella. Seguimos besándonos, acariciándonos, nos fuimos deshaciendo de la ropa, empecé a besar su cuello, luego fui bajando lentamente hasta sus pechos, que eran hermosos, empecé a jugar con sus pezones.

Ella tan solo gemía. Entonces Lourdes, también empezó a besarla, no me importó, yo solo quería seguir tocándola, sintiéndola entre mis manos…
Fui bajando por su abdomen, recorriendo su ombligo con mi lengua, bajé más y le di un beso en la vagina, escuché un leve gemido, se giró y me pidió con un tono de excitación extrema, que no lo hiciera, pero no le hice caso y seguí besando la parte interna de sus muslos. Sentía como su respiración se iba acelerando y no dejaba de gemir. Aproveché y empecé a penetrarla con dos dedos, mientras lamía su vagina. Después de unos minutos, sentí como se contraía, aceleré la velocidad de mis dedos y sentí que se corrió en un orgasmo. Subí besando cada milímetro de su cuerpo, hasta llegar a su boca, antes de besarla le cogí la cara para verla y nos quedamos mirando unos segundos, la besé y me recosté en ella, solo nos abrazábamos y acariciábamos; Lourdes ya solo nos observaba… Después de unos minutos, se giró y me dijo con una sonrisa:
– Tú no te me vas a escapar, quiero que sientas lo mismo que he sentido.
Otra vez mi corazón empezó a acelerarse. Comenzó a besarme dulcemente y sin parar, como si fuera la última vez que lo fuera a hacer. Así estuvo un buen rato, ella ya estaba excitada otra vez, trataba de hablar, pero cuando lo hacía, yo metía más la lengua para no dejarla hablar. Sentía como sus gemidos se apagaban en mi boca, cosa que me excitaba también. Bajó su mano hasta mi entrepierna y empezó a masajear mi clítoris, yo empecé a gemir como una loca y de repente la sentí bajar. Empezó a darme un placer indescriptible, lo hacía súper bien. Empezó a penetrarme, pero con la lengua; besaba mi vagina como si estuviera besando mi boca, con suavidad y ternura, la verdad me enloquecía; sentía como me pasaban escalofríos cuando lo hacía. Poco después llegué al orgasmo, en un grito que creo que se escuchó por toda la casa.
Empezó a subir besándome como yo le había hecho. La mire, nos besamos y nos excitamos nuevamente. Nos pusimos de manera que su vagina se frotara con la mía, nos besábamos, acariciábamos y nos decíamos cosas que casi ni podíamos entender de lo excitadas que estábamos las dos. Estallamos en otro orgasmo sin igual, al mismo tiempo que caímos rendidas sobre la cama, ella sobre mí.

Ya estábamos satisfechas, ella solo me abrazaba y me daba besos, yo acariciaba su espalda con la punta de los dedos. Lourdes ya estaba en la otra cama dormida, bueno eso creo. Le propuse ir a fumarnos un cigarrillo y así lo hicimos, nos vestimos y salimos a la terraza. Ya estaba amaneciendo. Me miró, cogió mi mano y me dijo que quería que lo nuestro se volviera a repetir, a lo que le contesté que estaba casada, y me dijo que eso no importaba.
– Lo que siento por ti es distinto. Desde que te vi, me llamaste la atención, tu nerviosismo, timidez, el que no puedes mirarme a los ojos…
Nos acabamos el cigarro y nos metimos en la casa. Le dije de irnos a la otra habitación para estar las dos solas. Nos metimos en la habitación, solamente nos cogimos de la mano y nos quedamos dormidas. Al día siguiente, sentí como me despertó con un beso en los labios, me dijo que si la podía llevar, y así lo hice. Intercambiamos números de teléfono. Ese mismo día por la tarde hablamos, nos empezamos a hablar todos los días, yo sentía que ya no podía estar sin ella, lo único que quería era hablar con ella, solo pensaba en ella en aquel momento que es inolvidable. Pasaron unas tres semanas, y no nos habíamos visto más, solo hablado por teléfono… Un día me dijo que le había contado lo nuestro a su marido y que el sentía celos de mí y deseaba que nos viéramos pues tenía que hablar conmigo.
Quedamos al día siguiente en una cafetería y me dijo que teníamos que dejar de vernos y hablar, ya que cada vez sentía más por mí (y la verdad, yo también), pero lo nuestro no podía ser, que estaba mal. Yo la escuché atentamente y asentí.

No quería ocasionarle problemas, pero por dentro sentía que me derrumbaba, que me moría. Yo la amaba, ya no podía evitarlo. Pasó el tiempo y ya me estaba olvidando de ella, empecé a salir con un muchacho de mi universidad, hasta que un día recibí su llamada. No podía creer que fuera ella, me pidió que quedáramos para vernos, que tenía ganas de estar conmigo, que me quería, que todo este tiempo lo único que había hecho era pensar en mí. Quedamos que pasaría más tarde a recogerme. En cuanto llegó, me abrazó y me besó, yo la aparté, pues estábamos fuera de mi casa y mi familia se encontraba dentro.
Fuimos a cenar, hablamos de lo que habíamos hecho en ese tiempo, pasaron las horas, hasta que le pedí que me llevara a mi casa, que tenía que llegar temprano. De camino a casa, íbamos en el coche sin hablar, no decíamos ni una palabra, solo íbamos cogidas de la mano. Llegamos, se aparcó, me acerqué, la besé y nos despedimos. Al día siguiente volvimos a quedar, dijo que tenía que hablar conmigo. Fuimos a tomar algo, entonces me cogió de las manos y me dijo:
– Te quiero pedir algo, no quiero que te vayas a enfadar. Quiero que estemos juntos tú yo y Manuel.
Me quedé con una cara de “no puedo creer lo que me está pidiendo”.
– ¿Qué te parece si llamo a Manuel y vamos a un hotel los tres?
Le dije que no.
– ¿Por qué? ¿No quieres estar conmigo? Es que te amo…
– Yo también te amo, pero solo quiero estar contigo, no con alguien más.

Nos despedimos con un beso y a partir de ese momento, con mucho dolor, dejamos de llamarnos y vernos. Si alguna vez hemos coincidido, nos saludamos como dos buenas amigas y cada una va por su lado. Yo solo quería estar con ella y me duele saber que no podemos estar juntas, pero siempre la llevaré en mí corazón… Siempre la amaré.

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