Relato erótico

No fue tan rollazo

Charo
25 de septiembre del 2019

Nunca le ha gustado asistir a las presentaciones y eventos que hacia su empresa, pero no tenía más remedio que ir. Aquella noche, lo tenía claro. Esperaría a que acabara la conferencia, comería algo y se largaría a su casa.

Gerard – BARCELONA
Confieso que no soy muy amante a ir a la fiestas a las que me invitan por parte de mi empresa, pues el ver más tiempo del necesario a personas con las que no siempre estás contento todo el día no me atraía, pero la secretaria de mi jefe nos insistía que debíamos asistir pues los jefes quieren que vayamos a esos eventos aunque sea un rato, por lo que dije:
– Bueno, un rato, tomo una o dos copas y me voy.
Con esa mentalidad fui a la reunión después de ponerme un traje, pues generalmente me gusta vestir informal. Llegué un poco después de la hora a la que comenzaba el asunto, pero ya había mucha gente y casi ningún lugar para sentarse, por lo que, dentro de mí, decía:
– ¡Además tengo que estar de pie!
Entonces busqué alguna cara conocida, especialmente de mis jefes, para intercambiar un par de palabras y saludos, y después desaparecer sin que se dieran cuenta. Tengo que decir que la reunión se celebraba en un restaurante con piscina, lo que lo hacía más atractivo en medio de la ciudad, además de contar con una amplia terraza con vista a dicha piscina, con iluminación de noche y fuentes de colores. Era un lugar atractivo y romántico.
Cuando comenzó toda la comedia, hubo presentación de los productos, monólogos aburridos de los directivos, etc. Ya empezaba a aburrirme, solo esperaba que algo para comer y que acabara la presentación para irme pero, no sé por qué, algo me hizo girar la cabeza a un extremo del salón. Allí fue donde la vi. Unos hermosos ojos, un cabello hasta los hombros, una boca perfecta y un aire de inocencia pero a la vez de sensualidad. Por un instante nos miramos y nuestros ojos se fijaron uno en el otro un instante.
Acabó la presentación y la concurrencia comenzó a tomar bocadillos, así que fui al tocador, pero grande fue mi sorpresa que al salir de allí me topé con ella frente a frente ya que ella iba al mismo lugar. Nos sonreímos y solo atiné a decirle:
– Hola.
Ella me respondió con la misma palabra y siguió su camino y yo el mío. Regresé al rincón donde estaba y miraré por la ventana mientras tomaba una copa pero, grande fue mi sorpresa cuando, al girarme, vi que ella estaba mirando también la magnífica vista a mí lado.
Algo dentro de mí me dijo que debía de acercarme a ella y le dije:
– Bonita vista, ¿verdad?
– Sí, es muy bonita y romántica – contestó
Ahora podía ver un poco más su bello cuerpo a través de su vestido rojo de una pieza, de tela muy delgada. Era una obra maestra de la naturaleza. Una piel blanca y suave, unos hermosos ojos claros, unas caderas amplias, unos pechos perfectos, piernas largas y llenitas. Mis pupilas se deleitaban con aquella visión.

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Hablamos, de cosas muy simples, donde trabajas, vienes mucho a esas reuniones, vienes sola, etc. Así estábamos cuando oímos que se invitaba a la concurrencia a bailar, comenzando con piezas ruidosas y movidas, lo cual ya no nos permitió seguir hablando amablemente. De repente las luces del salón bajaron y sobrevino un cambio total de música. Era obvio que ahora pondrían algo suave y romántico. Nuestro dialogo se había casi reducido a interpretar nuestras miradas y sonrisas pero, sin embargo, al escuchar el comienzo de una pieza llamada “Absurda confidencia” no pude resistir más las ganas de bailar.
– Me gustaría que compartiésemos esta pieza, tú y yo – le dije.
Sonrío y me dio la mano sin decirme nada, nos dirigimos al centro de la improvisada pista, la tomé entre mis brazos y ella reclinó su cabeza en mi hombro mientras nos movíamos lenta y suavemente al compás de la música. Las luces, como digo, eran bajas, por lo que nos rodeaba un ambiente perfecto de semioscuridad, lo cual iba volviendo excitante el momento.
Mis manos recorrían lentamente su espalda, desde la base de la columna hasta arriba, su vestido que, como era de tela delgada, me permitía palpar su cálida y suave piel, y ella me correspondía acariciando mi cuello y dándome un dulce beso en la mejilla, a lo que yo correspondí besando suavemente detrás de su cuello, mientras a su oído murmuré:
– ¡Eres tan bella!
Sus bellos ojos me sonrieron y nos fundimos en un cálido beso, al principio con suavidad, pero que fue como un encendedor de la pasión que internamente nos consumiría. Cerramos nuestros ojos al contacto de esa cálida caricia de nuestros labios, mientras dábamos paso al lenguaje de nuestros cuerpos.
Ahora podía sentir sus tetas contra mi pecho, claramente sentía que sus pezones se empezaban a endurecer, mientras la acariciaba suavemente, pegando su cuerpo contra el mío, frente a frente. En algún momento del baile, mis manos pudieron palpar su hermoso y suave trasero, a lo que ella correspondió acariciando el mío y relajándose al compás de la música. En cierto momento el roce frente a frente se hizo más evidente mientras nos besábamos con suavidad, lo que permitió que sintiera mi bulto rozar su monte de Venus, cosa que aumentó la temperatura de nuestros cuerpos, pues el solo roce puso mi miembro a despertar sintiendo su sexo tan cerca de mí.
Suavemente, con mi mano, toqué por debajo de su vestido sintiendo el tacto de seda de sus medias negras, subiendo lentamente, hasta sentir una minúscula tanga que llevaba, correspondiendo ella abriendo un poco más sus piernas dejándome sentir sus vellos suaves con mis dedos y que una cálida humedad los envuelve.

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Su linda mano acariciaba mi polla por encima del pantalón. Era una sensación excitante, ya que estábamos rodeados por otras parejas que nos envolvían y nos aislaban del resto del mundo, permitiéndonos sentir íntimamente nuestras caricias al compás de la música. Mi mano, suavemente, acarició sus labios del coño, lo que la hizo estremecer.
Bajó la cremallera del pantalón empezó a hurgar dentro, apartando mi calzoncillo y acariciando la cabecita de mi polla. ¡Que sensación!
Nuevamente susurré a su oído, antes de que acabase la pieza:
– ¿Por qué no salimos al balcón a contemplar la vista?
Contestó que sí, y aprovechando la semioscuridad, cogidos de la mano, nos dirigimos al balcón. Ella se sentó en una barandilla y abrió las piernas. Yo la abracé y me puse frente a ella. Ahora nuestros besos eran apasionados, nuestras lenguas recorrían nuestras bocas donde nuestra saliva, cual miel, se fundía. Mis manos ahora acariciaban sus pechos, redondos y blancos, con los pezoncitos muy duros.
Volvió a meter su mano dentro de mi bragueta, sacando mi moreno miembro al aire, me lo apretó y masajeó con suavidad y con firmeza al mismo tiempo, lo cual me hizo mirar al cielo. Ahora mi mano también podía acariciar su hermosa abertura, haciendo a un lado la delgada tela de su tanga. El terciopelo que lo cubre es terso y suave, ya la sentía húmeda y metí un dedo ahí con suavidad, lo empapé y me lo llevé a mi boca. Quería beber esa dulce miel erótica, correspondiéndome ella apretando más fuerte y moviendo su mano hacia atrás y adelante mi miembro, que ya estaba erecto en todo su esplendor, grueso y suave en la cabecita.
– Lo quiero, mi amor – me dijo al oído.
– Es tuyo, mi cielo – respondí.
Miró a ambos lados disimuladamente y al ver que no había nadie cerca y como estaba sentada, me acercó a ella y suavemente me lo besó en la puntita y entre sus manos lo guió más adentro, utilizando su lengua como si fuera una deliciosa paleta, moviéndola de arriba a abajo, recorriéndolo todo hasta la base de mis huevos, con pequeñas mordidas que, como si fuera una armónica, ponían mis ojos en blanco. Su boquita era realmente una experta en esas artes, pues en cierto momento ya entraba completamente en su boca. Entonces la cogí de la cabeza y le dije nuevamente al oído:
– Ahora me toca a mí.
Cambiamos papeles, me senté y me puse frente a su maravilloso centro del placer. Lo mamé con suavidad al principio, mi lengua recorría la puntita de su clítoris, que parecía un pequeño pene por lo excitado, saboreándolo con movimientos circulares, cosa que ahora le hacía ver a ella las estrellas.

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– ¡Aaaah… mi amor, que gusto… te quiero dentro de mí! – decía gritando.
Volvimos a la posición anterior y abriendo un poco más sus piernas, la penetré de una sola estocada. Pequeños gemidos, casi inaudibles, salían de ella, pues al metértela y sacártela al principio con suavidad y después con más fuerza, al mismo tiempo acariciaba de un lado a otro sus labios, lo que le provocó un sensacional orgasmo, cuyos líquidos me mojaban y se escurrían hasta mis huevos, sintiendo como su vagina se contraía de placer con mis caricias apretando mi verga, casi haciéndome correr.
Finalmente, ya no me pude aguantar más y le solté una buena cantidad de “crema” caliente, mientras, su coño no dejaba salir mi verga del placer tan intenso que le producía. Nos quedamos abrazados hasta que mi polla se quedó flácida.

Nos besamos dulcemente y con ternura, hasta que lentamente nos separamos y salimos de allí tomados de la mano, la acompañé hasta su coche y la besé dulcemente tras haber intercambiado teléfonos para una próxima cita más ardiente. Pero eso es otra historia.

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