Relato erótico
No fue culpa mia
Pensaron que les iría bien pasar unos días tranquilos en una casa rural. Trabajaban mucho y apenas se veían. El lugar era paradisiaco pero, nada más llegar llamaron a su marido desde el trabajo, había un problema informático y tenía que volver. Dijo que volvería al día siguiente, pero…
Cristina – TOLEDO
Mi nombre es Cristina, vivo en Toledo, y voy a contar lo sucedido en la semana santa pasada en una estancia turística del norte, cuyo nombre no importa, pero de las cuales hay muchas y se han puesto de moda últimamente. Con mi marido, que nos vemos poco debido a su trabajo, decidimos esta vez salir en busca de paz, tranquilidad y contacto con la naturaleza, de forma de hacer algo distinto a las propuestas de la zona costera, en particular escapando de las posibles amistades y de reencontrarnos ambos en una especie de segunda luna de miel.
A Ramón, mi marido, como he dicho, lo veo poco últimamente, así que esto de pasar unos días juntos me llenó de alegría.
Salimos de Toledo por la mañana, en nuestro coche, charlando como hacía mucho tiempo no hacíamos y planeando las cosas que podríamos hacer. Al atardecer, no bien llegamos al mesón y nos entregaron la habitación, comenzamos a besarnos como cuando éramos novios. Nos desnudamos y metimos en la ducha mientras seguíamos besándonos y acariciándonos. Casi sin dejarme terminar de secar, Ramón me sacó del baño y tendió sobre la cama, empezando a comerme mi almejita. Hacía tiempo que no me la chupaba así, con tantas ganas. Yo estaba en la gloria y casi me estaba por correr, cuando sonó el móvil de Ramón.
Se había armado un lío en la oficina y como él es el Ingeniero de Sistemas Informáticos, y era una emergencia, tenía que regresar. Me dejó muy cachonda y se marchó en el acto para Toledo, prometiéndome que en un par de horas estaría arreglado el problema, a más tardar por la mañana.
Con una rabieta bárbara y sin ganas de bajar a cenar sola, intenté dormir, pero antes puse una película en el cable para ver si me venía el sueño, pasé por dos o tres canales en donde estaban dando unas porno. ¡Justo lo que me faltaba! Encima de esto, por otro lado me llegaban los gemidos y gritos de la parejita de la habitación contigua, recién casados, de luna de miel. Todo eso me recalentó tanto que acabé masturbándome hasta quedar profundamente dormida.
A la mañana no volvió Ramón, pero me llamó por teléfono diciendo que la cosa se había complicado, que su puesto estaba en juego y que por lo tanto se quedaría hasta arreglar el problema, probablemente llegase de noche o mañana por la mañana. Lindas vacaciones, pensé para mis adentros.
Después del desayuno había programadas una serie de actividades, escogí salir a montar a caballo y allí conocí a don Jesús, el encargado de las clases. Aspecto campesino, rústico, pero de buen físico y edad indefinida, pero mayor de 50 años, pensé. Muy amable.
Elegí una yegua y me dirigí en busca de un lago que me indicó Jesús. Cuando llegué vi a una pareja haciendo el amor junto al agua y medio escondidos entre los árboles. Bajé de la yegua, tendí una toalla, pero sin hacer ruido me quedé mirándolos, empezando a acariciarme el chocho, casi sin querer.
Los reconocí como la parejita que estaban en el cuarto al lado del mío y que no me dejaron dormir anoche. La muchachita, que estaba muy bien y tenía carita de nena y de zorra, se subió al borde del lago, abrió bien sus piernas sobre el agua y el muchachito, desde el agua, empezó a comerle el coño. ¡Ya no aguanté más! Refregándome como una histérica y metiéndome dedo, me corrí en un santiamén mordiendo mi toalla para no hacer ruido. ¡Parecía estar todos pasándolo bien y yo sola como un perro!
Volví mojada aún a la cuadra, busqué a Jesús para entregarle la yegua, pero no lo vi, entré en el cobertizo y cuando estaba desensillando a mi yegua percibí sobre un rincón escondido, un rayo de sol que iluminaba tenuemente a una pareja. Intrigada o curiosa, me acerqué y vi en una cama fabricada de paja a una de las turistas que estaban en el mesón, haciéndole una mamada de novela a uno de los muchachos que atendía las mesas en el desayuno.
El muchacho poseía un hermoso pedazo de polla que se lo estaba comiendo entero la mujer que, sin dejar la verga, se empezó a desnudar, Estaba buena también, con unas grandes tetas. Entonces se la sacó de la boca y le empezó a hacer una cubana hasta hacerlo correr. A esa altura yo ya me estaba acariciando las tetas y con la otra mano jugando de nuevo con mi clítoris. ¡Como extrañaba a Ramón!
El mozo se la empezó a comer a besos, la acostó y separándole las piernas comenzó a clavársela lentamente mientras que le apretaba los grandes y oscuros pezones. Yo tenía dos dedos en mi coño y el anular dando vueltas por mi ano. Me aguantaba para correrme con ellos, cuando oí una voz detrás de mí que, en un susurro, me decía:
– Siga, no se detenga por mí.
Sorprendida vi a Jesús con su gruesa verga en la mano, mirando la misma escena que yo y pajeándose también. Muerta de vergüenza salí corriendo. Pero Jesús me alcanzó, me pidió que lo disculpase si me había ofendido y me dijo que no me preocupase, que allá en el campo el masturbarse ambos sexos era muy común ya que no abundaban normalmente los elementos del sexo contrario, que él no pretendía nada de mí, que eso que pasó era nuestro secreto y que si me sentía sola, podía contar con él para conversar o lo que gustase…
Le agradecí, y sintiendo un calor enorme en mis mejillas, salí volando para mi habitación a tomarme un vaso de whisky para sobreponerme a esta escena, pegarme una ducha de agua fría y cambiarme para almorzar. Después del almuerzo y de una buena siesta, sin esperanzas en que Ramón llegase aquel día y olvidándome de lo sucedido, bajé a tomar un café y participé como escucha de una discusión entre la parejita de recién casados en donde ella quería salir a montar a caballo y él pretendía quedarse a jugar a las cartas con unos veteranos que lo habían invitado. Finalmente él se quedó y la muchachita, Ester, me enteré que se llamaba, salió enfada hacia las cuadras.
Terminé rápido mi café procurando alcanzar a Ester para salir juntas, ya que ambas estábamos solas en ese momento, pero me intimidaba el hecho de encontrarme cara a cara con Jesús, después de lo que había sucedido. Al acercarme vi a la dulce y delicada de Ester con toda la verga de Jesús en la boca y unos momentos más tarde empezaron a follar. Jesús la puso a cuatro patas y empezó a hablarle bajito en la nuca mientras se la clavaba desde atrás y jugando con la otra mano en el ano de la chica. Una vez que ella llegó a un orgasmo gritando, él se la comenzó a clavar por el culo. ¡No lo puedo creer, esa dulce chica comiéndose el enorme miembro de Jesús por el ojete y gozando como una condenada, me dejó helada! Yo que nunca pude terminar de meterme por el culo la verga de Ramón, y algún otro noviecito, que la tiene menos gorda que la de Jesús.
La muy putita de Ester, en un instante se comió toda la verga de Jesús en su dulce culito y estaba gozando como una loca. No aguanté más y me volví al hotel a todo galope pensando en que todo el mundo estaba ligando, menos yo. Con las ilusiones que me había hecho de estar a solas con Ramón unos días y las ganas de follar que tenía. Al fin y al cabo estaba confirmando que su trabajo era más importante que yo.
Por la noche, después de la cena desde la terraza vi a Jesús, solo, en el monte pegado al hotel, arrimado a un fuego y tomando unos vinos. Me decidí a acercarme para hablar con él. La noche estaba preciosa y no tenía otra cosa que hacer. Además si me iba a acostar temprano probablemente me tendría que tragar nuevamente los grititos de la putita de al lado, quizás enseñándole ahora a su muchachito como se hace para ensartarla por el culo. Lo que me faltaba.
Me senté enfrente de él, me sirvió un vinito casero y comenzamos a charlar de cualquier cosa. Seguí entonces con él tomando vino y hablando cada vez en forma más íntima. La situación, los vinitos y mi curiosidad por lo que había visto a la tarde me llevaron a contarle que sin querer lo vi atravesar el culo de la muchacha y que realmente estaba sorprendida de que ella ni chistó. Jesús se rió y pausadamente me dijo que en realidad le costó un poco, porque la chica era virgen del ano. Increíble, ya que vi como él se la metía hasta el fondo, como cuchillo caliente en la manteca.
Ni lento ni perezoso, captando mi debilidad y curiosidad, Jesús me cogió de la mano, hablándome bajito y en forma muy cariñosa me llevó al cobertizo y allí, sobre la cama de paja, me comenzó a desnudar suavemente, besándome, acariciándome todo el cuerpo y sin parar de decirme que bonita que era yo y cada una de mis partes que tocaba y besaba.
Necesitada como estaba, me volví loca de placer, solo pensaba en follarme a ese dulce y rústico veterano. Mi boca buscaba su boca, sus manos mis tetas y mi chochito y las mías no paraban de acariciar su grueso paquete, hasta que logré soltarle el cinto, bajar sus pantalones y empezarlo a pajear. Al rato, Jesús se sentó sobre un tronco de altura muy adecuada y dulce, pero firmemente, me cogió la cabeza, me agachó y me hizo chupar su miembro, mientras me empezaba a masajear la espalda. Lentamente me metió un dedo en el coño comenzando a juntar mis jugos en el ano, que empieza a acariciar con sus rústicos pero hábiles dedos.
– ¡Para, que nos vamos a perder lo mejor! – me dijo de pronto Jesús, cuando yo ya me había vuelto loca de ganas de sentir la leche de este miembro y lo estaba pajeando con las manos y la boca.
Separándome y besándome, me apoyó de espaldas sobre la paja, levantó y abrió mi piernas y chupó mi chocho de una forma espectacular hasta que estaba a punto de correrme, pero él, hábil y tranquilamente, puso su áspera lengua en mi ano, luego volvió al clítoris, mientras me metía un dedo en el culo y empezaba a sentir que mi ano se comenzaba a dilatar, luego sentí otro dedo más entrando y saliendo. No aguantaba más de deseo, pero no lograba correrme- ¡Me tenía como loca!
Ya estaba vencida, no tenía escapatoria y además a esa altura ya deseaba yo que me rompiera el culo de una vez este impensado amante campesino. Entonces, con la sabiduría de sus años, Jesús me puso frente a él, me la clavó por el coño y empezó a bombearme hasta que, cuando estaba por correrme, me metió un dedo en el ano y así exploté. Casi al borde del desmayo del placer, comenzó a sacar su dedo despacito y en su lugar apoyó su glande sobre mi ano y empezó a presionarlo, en forma inesperada para mí ya que siempre supuse eso que se hacía a cuatro patas y desde atrás. Así como estaba siguió empujando su glande en mi ano, suavemente pero con decisión y la verga comenzó a entrar solita y sin daño, centímetro tras centímetro.
Recuerdo que sonreí en ese momento pensando en mi Ramón y sus poses, videos educativos y variados tipos de gel lubricante que nunca pudieron vencer la resistencia de mi agujerito.
– Ríete, si te gusta, que es gratis – me dijo Jesús al verme sonreír.
Mientras, yo podía sentir la forma en que mi culito se seguía abriendo y empezaba a comerse toda esa gruesa verga, hasta sentir finalmente que sus huevos hacían tope en mis nalgas. Sentía como un ardor en mi intestino, una sensación distinta pero que no me molestaba demasiado y que olvidé al momento en que Jesús comenzó a frotarme el clítoris con la otra mano y me metía y sacaba su grueso y áspero dedo mayor de mi coño. Eso me excitaba mucho y me obligaba a distenderme, a relajarme, cosa que él aprovechaba para machacarme el ojete con su aparato.
Después de un delicioso balanceo, Jesús cogió firmemente mis pechos y se corrió dentro de mis entrañas. Por primera vez sentí esa sensación del pene apretadito, dilatándose y comprimiéndose, rociando mi friccionado intestino con un tibio calorcito nunca experimentado.
Besándome cariñosamente y tras habérmela sacado del culo me la acercó a la boca y yo, sin ningún disgusto, ya que la verga de Jesús lo merecía, comencé a hacerle mi mejor mamada. Le lamí desde los huevos hasta el glande y lo mamé hasta el final, con la mayor cantidad posible de verga en mi boca, pajeándolo con una mano mientras que le acariciaba los huevos con la otra, saboreando finalmente hasta la última gota de su suculento esperma.
Muerta de cansancio, contenta y muy satisfecha, me despedí de Jesús con un cariñoso beso en la mejilla.
– Tenemos otro secreto compartido – me dijo.
Me fui a mi habitación a pegarme una ducha y a dormir profundamente. Si la parejita follaba hasta tarde por la noche, no me importaba. Mi coño no aguantaba más sacudidas aquel día, estaba completo. Al día siguiente volvió Ramón, se sorprendió de lo contenta y distendida que me encontró, aunque hubiera pasado el sábado y el domingo sin él y me obsequió con un hermoso Huevo de Pascua, muy sabroso… pero no tanto como los de Jesús, el enculador.
Besos y hasta otra.