Relato erótico

No estuvo bien, pero…

Charo
8 de marzo del 2019

Estaban a punto de la fiesta de graduación y se encontró a una de sus amigas en los pasillos de la universidad. Le dijo que la acompañaría a casa en el coche y, si quería, podían ir a comer antes.

Raquel – Barcelona
Todo pasó hace poco más de un año. Hacía dos semanas que habíamos terminado las clases y estábamos en ese periodo administrativo que se toma la universidad antes de las graduaciones.
A las chicas no las veía desde el último día de clase, cuando nos entregaron las notas finales, y antes de ese día, nuestro contacto se limitó casi a vernos en las clases, ya que el último semestre fue complicado académicamente y los proyectos que tuvimos eran complejos, lo que nos obligó a estar dedicadas a casi todo nuestro tiempo, además de que a las tres nos tocaron en equipos de trabajos diferentes, lo que redujo aun más nuestras salidas a un par de idas al cine como mucho.
Ese jueves tuve que ir a la universidad a buscar unos papeles y casualmente me encontré a Ana en uno de los pasillos. Nos saludamos y nos pusimos a hablar sobre lo que habíamos hecho estas últimas semanas, que pronto iba a ser la graduación, que vestido íbamos a ponernos, etc. Se ofreció a llevarme a casa con su coche y ya de camino, Ana me invitó a almorzar y acepté.
Llegamos al sitio, un pequeño restaurante muy íntimo, al parecer Ana y su pareja Joana lo frecuentaban. Hablamos de muchas cosas, la comida estuvo excelente. Al terminar, Ana me llevó hasta mi casa, me preguntó si al día siguiente la podía acompañar a hacer unas compras, ya que su novia estaba fuera unos días. Le dije que si, así que fijamos una hora.
Cuando nos fuimos a despedir yo me acerqué para besarla en la mejilla pero ella tiernamente puso sus labios sobre los míos y nos besamos. Fue un beso cálido y nuevamente pude sentir el sabor de esos labios que hacía unos meses no probaba. Nos miramos a los ojos sin decir palabra y luego me bajé del coche, nos despedimos.
Esa noche me costó mucho dormir, pensando en ella. No entendía el hecho de que si habíamos estado juntas tantas veces, como un simple beso me había puesto así. Luego me di cuenta que nunca habíamos estado del todo solas, siempre había estado Joana. Tal vez eso era lo distinto en esta ocasión.
Al día siguiente Ana pasó a buscarme. Ella vivía con sus padres, pero desde que estudiaba había alquilado un piso, hasta que se mudó con Joana. Sin embargo, a los ojos de todos, Joana le alquilaba una habitación a Ana, solo cuatro personas sabíamos la relación entre ambas.
Fuimos a un centro comercial a comprar y estuvimos toda la tarde dando vueltas en las tiendas. Cuando acabamos, comimos un bocata en una terraza.
Se nos hizo tarde y quedamos en salir esa noche a la disco, pero le pedí que antes me acercara a casa para poder bañarme y cambiarme de ropa, a lo que ella me dijo que fuéramos a su piso, que me prestaría ropa y así no tardaríamos tanto. Teníamos la misma talla. Las dos somos altas, 1,70, buenas tetas y buen culo.
Una vez en el piso fuimos a revisar lo que nos íbamos a poner. Me dijo que nos diéramos prisa y comenzó a desnudarse frente a mí. Tomó unas toallas y se fue caminando sin cubrirse hasta el baño. Era obvio que trataba de incitarme, y lo había logrado.

Fui hacia el baño pero la puerta estaba cerrada. No sabía que intención tenía pero le iba a seguir el juego.
Regresé a la habitación y me desnudé, me acosté en la cama y me puse a ver la tele esperando… Oí que ella salía del baño, entonces me acomodé en la posición más sexy que pude. Cuando entró a la habitación venía envuelta en una toalla blanca y con otra secándose el cabello. Cuando me vio en la cama casi se le salen los ojos, se quitó las toallas, se me acercó sonriente y me rodeó con sus brazos, la sensación de sus pezones me excitó de inmediato. Sus manos bajaban por mi espalda erizándome la piel y al llegar a mi culo comenzó a presionarlo. Cerré los ojos y empecé a suspirar.
Ana hizo que nos tumbáramos, comenzó entonces a darme pequeños besos en los pies y luego poco a poco fue subiendo por mis piernas. Yo estaba que me derretía al sentir como su boca cada vez estaba más cerca de mi cueva de placer. Pero de pronto se detuvo e hizo que me sentara en la cama. Luego ella, mirándome con ansia, acercó sus labios a los míos y nos besamos intensamente. Repentinamente se separó y dijo:
– Voy a poner música y bailamos, ¿te apetece?
Me extendió su mano para que la acompañara. Comenzamos a bailar abrazadas. Nos movíamos al ritmo de la música, sintiendo esa presión tan divina.
Los besos no se hicieron esperar, eran lentos y muy largos. Lentamente nuestras manos fueron acariciando nuestros cuerpos, al mismo tiempo que nuestro calor iba aumentando. Nuestros movimientos comenzaron a ser más ardientes, nuestros cuerpos completamente estrechados apretaban fuertemente nuestros senos. En medio de nuestro baile, metí una pierna entre las suyas, podía sentir su humedad y calor. Le apreté las nalgas con las manos mientras ella me arañaba la espalda. Nuestras lenguas se enlazaban en nuestras bocas en un beso sin fin.
Así estuvimos un rato hasta que fuimos a la habitación, caímos en la cama y empezamos a devorarnos. Nos deseábamos, nos apretábamos como si quisiéramos comernos, restregábamos nuestros cuerpos como queriendo fundirnos. Los besos eran de toda boca y las manos buscaban ansiosas nuestras vaginas.
Me separé de ella y la hice ponerse a cuatro patas frente a mí, acerqué mi boca a su coño y le di varios lengüetazos, separé sus piernas, me senté cómodamente detrás de ella, cogí sus nalgas para separarle más los glúteos y me lance a devorarla. Metí toda mi lengua en su chocho y comencé a chuparla, con mis labios separaba los suyos a la vez que movía mi cara apretándola contra su vulva.
Los quejidos y suspiros de Ana no se hicieron esperar, me excitaba sobre manera oír ese gemido agudo que salía de su garganta, era maravilloso sentir como la controlaba.
Su cuerpo respondía totalmente a mis estímulos, no paraba de repetir mi nombre entre gemido y gemido. Eso me volvió loca ya que caí en cuenta de que estábamos engañando a Joana. Arremetí con más fuerza, la cual se abría más en cada momento. En esa posición, mi nariz pegaba contra su ano y pude sentir como comenzó a dilatarse por si solo. El aroma de Ana me tenía a mil, mis pezones estaban durísimos, mi coño estaba ardiente y mi cabello todo bañado en sudor.

Seguía moviéndole mi lengua lo más profundo que podía, mientras le metí un dedo en el ano, el cual entro fácilmente. La entrada del dedo la estremeció toda, apurando definitivamente la llegada del orgasmo. Empujó fuertemente su vagina contra mi cara al tiempo que sus gemidos se convirtieron en gritos. Un oleada de sus flujos bañaron mi cara, yo lamía todo lo que podía y para aumentar más su estremecimiento agregué un dedo más en su ano. Eso le provocó un segundo orgasmo que la hizo convulsionar aun más fuerte. Saqué los dedos de su ano y gimió nuevamente al sentirse liberada.
Ella se me tiró encima para besarme como loca. Se acostó totalmente sobre mi cuerpo y me metió su lengua hasta la garganta. Después de chuparnos un rato, bajó a mis pechos y comenzó a mamármelos. Me lamía y me succionaba gustosa. Yo gemía al ritmo de sus chupadas, era genial. La situación nos tenía fuera de si a ambas. Apartó sus labios de mis senos y con su lengua siguió lamiéndome hacia abajo. Al llegar a mi monte, metió su cara entre mis piernas, a la vez que yo flexionaba mis rodillas para poner mis pies en su espalda. Ella comenzó a besarme y lamerme mi rajita. Tomó mi clítoris entre sus labios y comenzó a chuparlo. Yo gemía, me apretaba las tetas y empujaba mis caderas hacia ella. Sentí como dos de sus dedos me penetraron, me los metió muy profundo. Se movían dentro de mí mientras con su lengua seguía dándole a mi clítoris.
Mi respiración estaba muy acelerada, todo mi cuerpo estaba empapado de sudor y ahora era yo la que gemía como loca.
De pronto me obligó a ponerme boca abajo. Sus dedos seguían dándome guerra y pronto sentí como uno más se sumaba. Con su lengua comenzó a lamerme las nalgas y rápidamente cayó en mi ano. Sentir su lengua fue alucinante, comenzó a hundirse dentro de mi ano y eso me hizo explotar. El orgasmo recorrió todo mi cuerpo estremeciéndome sin control. No podía detenerme, convulsionaba y gritaba mientras los dedos y la lengua de Ana entraban cada vez más en mí.
Cuando al fin el alivio regresó a mi cuerpo me di la vuelta. Ana estaba sentada con las piernas abiertas, los ojos cerrados y lamiéndose los dedos. Me separó las piernas y se fue acercando a mí con las suyas también abiertas. Me di cuenta de lo que quería hacer. Nos acomodamos y unimos nuestras entrepiernas en forma de tijera. Al sentir sus labios vaginales sobre los míos me estremecí. Estaban calientes y húmedos. Ambas acomodamos nuestras bocas para que se besaran dulcemente. Era tan excitante sentir aquello. Entrelazó sus dedos en los míos y me ayudó a sentarme, nuestras bocas fueron directas la una a la otra. Sentía como mi rajita y la de Ana se daban besos de verdad, y con nuestros clítoris nos penetrábamos una a la otra. Nuevamente ambas estábamos totalmente excitadas. Movíamos nuestras caderas y apretábamos nuestras vaginas cada vez más fuerte. Nos besábamos como locas chupándonos y mordiéndonos, nuestras lenguas se lamían una a la otra. Nos abrazábamos muy fuerte con brazos y piernas, no queríamos que ninguna parte de nuestros cuerpos se separaran.

Ya estábamos tan compenetradas que nuestros cuerpos agitados se movían en un solo ritmo. Nuestros movimientos aumentaban más y más a la par de nuestro delirio, hasta que de repente sentimos como una bomba nos explotó dentro. Los orgasmos compartidos se apoderaron de nosotras. Ambas caímos de lado y lado en el colchón unidas solo por nuestros coños.
Lo que sentimos fue muy fuerte, estuvimos convulsionando y jadeando durante algunos minutos. Ambas estábamos extenuadas, ninguna decía nada, solo suspirábamos. Después de un rato aun podía sentir el chocho de Ana latiendo junto al mío. Noté que Ana tenía los ojos cerrados, estaba dormida profundamente. Me separé, cogí la sabana para cubrirnos y luego me deje caer suavemente sobre ella. Estábamos totalmente empapadas en sudor, oía su respiración pausada y rítmica. En esa posición no tardé mucho en quedarme dormida también.
A la mañana siguiente, me levanté, nos dimos un largo beso muy emotivo, típico de las despedidas y me fui.
No me cabe duda que Ana me llegó fuerte al corazón, ya que los días siguientes no paraba de pensar en ella. No la volví a ver hasta la graduación, pero en ese día no pudimos hablar mucho ya que cada una estaba con sus respectivas familias.
Dos meses después, Ana y Joana se mudaron a otra ciudad y por una de esas casualidades del destino, una empresa de esa ciudad me llamó para una entrevista laboral. Me comuniqué con las chicas para ver si me podía quedar con ellas unos días y aceptaron. De más está decir que lo pasamos de maravilla. Pude notar que Ana nunca le contó a Joana de la aventura que tuvimos mientras ella estaba de viaje. En ese momento me di cuenta que tal vez yo las hubiese podido separar. Ana realmente me amaba a mí también. Sin embargo no hice nada. No me pareció que la mejor manera de empezar una relación fuese sobre la destrucción de otra.
Después de esa última vez, hemos estado en contacto, pero no hemos vuelto a estar juntas.
Saludos

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