Relato erótico
No estaba previsto
A su mujer le parecía bien que los viernes por la noche saliera con sus amigos. Lo único que le recriminaba es que bebía mucho y que no sabía ni como podía llegar a casa. Aquel viernes le dijo que porque no se tomaban las últimas copas en casa y así lo controlaba. Nada salió como lo habían programado.
Alberto – Málaga
Aunque me da mucha vergüenza el admitirlo, por estar borracho a mi mujer se la tiraron unos amigos míos, mientras que yo la observaba completamente lleno de alcohol y de orgullo. Lo triste de todo es que a diferencia de otras personas, después de que se me pasa la borrachera, me acuerdo perfectamente y con todo lujo de detalles de todas las cosas que he hecho y las que he dicho.
Aunque mi mujer y yo llevamos más de diez años juntos, desde que comenzamos, yo le dije que la noche de los viernes era algo sagrado para mí. La mayoría de esos días yo bebía más de la cuenta y que la gran mayoría de las veces llegaba a mi casa y no sé como. Durante diez años mi mujer, de vez en cuando me pedía que dejase de beber, a lo que yo ni me molestaba en responderle, hasta que finalmente ella me propuso que invitase a mis amigos a casa y así me tendría más controlado.
Como de costumbre, yo estaba bastante bebido cuando invité a mis nuevos amigos a que fuéramos a seguir bebiendo a mi casa. Mi mujer, al verme llegar se sorprendió, ya que recién salía del baño, después de darse una buena ducha.
Como estaba con copas, no le di importancia a su vestuario, incluso me pareció gracioso, y la convencí fácilmente de que se quedase acompañándonos. La cogí por la cintura y tras apretarla contra mi cuerpo, les indiqué a los cuatro chicos del grupo, que podían pasar.
Inés se moría de vergüenza cada vez que alguno de ellos la miraba de pies a cabeza. Lo que en esos momentos quizás por lo borracho que estaba, no le daba la menor importancia. La seguí tomando por la cintura y me la llevé hasta la glorieta.
Como es de suponer, acabamos hablando se sexo, entonces, me di cuenta de que uno de mis amigos estaba intentando ver la entrepierna de mi mujer.
Otro del grupo, sacó nuevamente el tema del sexo, hablando de una mujer que bailaba desnuda en uno de los bares, a los que regularmente yo asistía. Cuando la comenzaron a describir, pusieron como elemento de comparación a mi mujer, que si las tetas de esa mujer eran de tal manera, y yo respondía de inmediato, como para llenarme la boca, que las de Inés eran más grandes, pero bien formadas y tiesas, que si las caderas de aquella tipa eran anchas, y yo les decía que las de mi mujer eran firmes y bien moldeadas. A todo lo que me decían yo respondía, que si el coño de aquella era bien peludo, yo me llené la boca diciendo, que mi mujer se lo depilaba por completo, que cuando terminaba parecía una nena. En esos momentos, otro de mis amigos comentó que si mi mujer estaba tan buena como yo decía, porque no lo podían ver si era verdad.
Yo, quizás más por machismo, que por sentido común, me opuse. Pero al parecer otro de los comentarios, hirió el ego de Inés y el mío también, al oír que otro decía:
– Lo que pasa es que Alberto ve a su mujer con ojos de enamorado, pero…
La pobre Inés estaba tan o más borracha que yo, ya que de no ser por eso de seguro no me hubiera preguntado:
– ¿Te gustaría que esos tipos se tragaran sus palabras?
A lo que sin pensar le respondí que si. Seguidamente me dijo:
– ¿Qué te parece si me quito la bata y les muestro mi cuerpo un poquito, para que se enteren? – como para asegurarse de que yo respondiera que sí, continuó diciendo – Además, no llevo nada debajo de la bata.
Yo tontamente, mientras terminaba de tomarme otro trago de cerveza, les dije.
– Para que veáis que no miento y que mi mujer tiene un buen cuerpo, Inés se quitará la bata.
Por unos instantes todos se quedaron en silencio, momento que mi mujer aprovechó para ponerse en medio de la glorieta y frente a todos despojarse de lo único que le medio cubría el cuerpo. Las expresiones de admiración no se hicieron esperar.
– ¡Que culo más bonito tiene… mira no tiene un solo pelito en el coño… que buen par de tetas tiene la mujer de este…!
Cuando ya la habían admirado, Inés buscó su bata, pero cuando se agachó para recogerla del suelo, nos mostro su maravilloso culo y su rosado chochete.
Al volver al banco donde yo estaba sentado, trataba inútilmente de ponerse la pequeña bata, por lo que le dije que tomara asiento, que luego se la pondría. El ambiente estaba muy caldeado y de pronto, Inés se levantó y se puso a bailar.
Hacían comentarios comparándola con la bailarina, pero ahora sé que eso sencillamente fue una manera de provocarnos, para ver si caíamos en la trampa que tan hábilmente nos habían tendido a mí y a mi mujer.
– Lo que pasa es que Alberto tiene miedo de que a su mujer le guste más como uno de nosotros se lo hace, y lo deje. – dijo uno de ellos-
Ya era algo más que personal, era como sí yo temiera que eso fuera verdad, cosa que no podía aceptar. De no ser por la borrachera que los dos teníamos, de seguro nada de eso hubiera sucedido, pero como ya sabéis tanto mi mujer como yo estábamos tan ebrios que nos molestamos por esas cosas que uno de ellos había dicho, pero sin darme cuenta o dándome cuenta, pero sin darle menor importancia dos de ellos ya acariciaban los muslos y coño de Inés, mientras ella, sonriente, disfrutaba de sus caricias. Al oír esas palabras, ella y yo nos mirábamos como poniéndonos de acuerdo, pero sin decir palabra. Para mí la manera en que Inés me miraba era como si me estuviera diciendo:
– Mira lo que dicen esos tipos de mí, que no puedo acostarme con dos a la vez. Déjame que les calle la boca.
Por su parte Inés, luego, me comentó que lo que ella entendió por medio de mi mirada fue:
– ¿A qué esperas para callarles la boca a estos tontos? Haz lo que tengas que hacer, que yo te respaldo.
Después de eso, Inés se levantó y se tumbó en el suelo, rápidamente, dos de mis amigos se le echaron encima. Uno le comía el coño, y el otro, le metió la polla en la boca.
Mi mujer la mamaba deprisa, posiblemente por el gusto que le estaba dando el de la “comidita”. De pronto, arqueó la espalda y vi como le llegaba el primer orgasmo, al mismo tiempo que el otro se corría en su boca.
El que se había corrido, se alejo de la “escena” y el que le había comido el coño, se la metió en la boca.
Entonces, vi que se levantaban los otros, uno se tumbó en el suelo y agarró a mi mujer y sin mediar palabra se la metió en el chocho y el otro se la metió por el culo.
Era una escena de lo más porno, pero lo más importante era ver como estaba disfrutando mi mujer.
No paraba de gemir y de correrse. De repente, se inicio un festival de leche. Se corrieron todos a la vez, se incorporaron rápidamente y le dieron un buen baño de semen calentito.
La sesión continúo unas horas más, pero, reconozco que tengo los recuerdos un poco confusos.
Fue una experiencia inolvidable, y la repetimos más a menudo, pero solo con la asistencia de otro hombre.
Besos para todos.