Relato erótico

No es correcto, pero…

Charo
29 de junio del 2018

Sabe que no está bien pero, le gusta su cuñado. Quiere a su marido y, aunque el sexo les funciona, tiene en mente echarle los tejos o algo más.

Cristina – Barcelona
Mi cuñadito, amiga Charo… ¡que ganas tenía de comérmelo! Me calentaba de solo pensar como sería el hermano menor de mi marido, tan joven, tan inexperto y tan lleno de ganas de conocer una hembra caliente como yo.
Espero que tengáis ganas de leer algo caliente que me pasó hace unos días, bueno, no me pasó, lo busqué desesperadamente, y lo encontré.
Con mi marido vamos disfrutando de todo lo relacionado al sexo, siempre intentamos hacerlo juntos, pero esto que hice con el hermano menor de mi marido, que no es tan menor, tiene 20 años. Yo tengo 29 años, y en lo que cuento no intervino mi marido, ni sé tampoco si le interesaría saberlo, aunque me gustaría que participara y yo creo que con el tiempo lo voy a lograr. Ahora empiezo a contar como sucedieron las cosas.
Hace tiempo que me calentaba la idea de follarme ese bomboncito, que se llama David, es muy guapo, vive solo y se lleva muy bien con su hermano mayor, mi marido, prácticamente inseparables, son una especie de padre e hijo, pero con más onda. Por mi parte, también tengo una muy buena relación con David. El vivió toda nuestra historia de amor y con mi marido prácticamente lo vimos crecer juntos, viene permanentemente a nuestra casa, come varios días de la semana allí y nosotros dos nos llevamos muy bien con él, nos cuenta sus historias con las chicas, que están todas locas por él, y nosotros por ahí también algunas nuestras, las menos calientes. Pero él con sus 20 añitos se calentaba enormemente con nosotros. De eso yo estaba segura aunque no lo demostraba.
En mis fantasías al principio me daba mucho morbo que me follaran los dos hermanos, pero últimamente fantaseaba solo con él, con enseñarle todo lo que me gusta que me haga su hermano mayor, decirle como me tiene que follar y también muchas veces haciéndolo con mi marido llegaba al éxtasis imaginando tener las vergas hermanas dentro de mí. Y mi curiosidad de saber que diferencia había con su hermano me llevó a armar todo un circo para comerme ese caramelito, aunque a pesar de muchas ocasiones de ver como miraba mis enormes tetas o de roces cómplices, no conocía la reacción que pudiera llegar a tener por la terrible relación que tiene con su hermano.
Habíamos pasado un fin de semana maravilloso yo, mi marido, mi cuñado y una noviecita de ocasión. Era domingo por la noche y estábamos ya cansados de tanta diversión nocturna entre viernes y sábado y el asado del domingo al mediodía que se había prolongado hasta la tarde con juegos de cartas y charlas amenas. Eran las 10 de la noche cuando nos estábamos despidiendo de esta parejita tan divertida. Con mi marido nos fuimos a dormir exhaustos porque al otro día él viajaba por trabajo y no regresaría hasta el miércoles y yo, entonces, iba a dedicarme a mi cuñadito.

El lunes llamé a David por teléfono antes de acabar mi trabajo para invitarlo a cenar, ya que yo estaba sola, accedió con gusto pero me aclaró que tenía un compromiso más tarde con una de sus chicas. Yo le dije que no había problemas, que comíamos temprano y así él podía hacer lo suyo. Pero no fue así. Yo preparé la comida y lo esperé ansiosa, me puse mi vestidito de batalla, que él ya conocía muy bien, por sus miradas evidentes, además siempre le he demostrado confianza y no es nada raro que yo estuviera cómoda en mi casa.
Él llego puntual y estaba guapísimo. Con el primer beso en la mejilla mis pezones comenzaron ha trabajar en mi cuerpo. Pero despacio, suspiré, me relajé y empecé a servir la cena, él comentó varias cositas que yo ni siquiera escuché por todas las morbosidades que tenia en mi mente en ese momento. Era inevitable mojarme con el solo roce del vestidito. Comimos, él más apresurado que yo pues no tenía la más mínima idea de mis intenciones, era una noche normal en la casa de su hermano. De pronto me invadió el temor por el rechazo, pero faltaba algo, ponerlo un poquito a tono a él.
Terminamos de cenar y le pregunté si le quedaba tiempo para terminar el vino que apenas habíamos tomado, me dijo que sí y nos dirigimos al saloncito para mirar la Tv. Una vez allí, con solo la luz de la pantalla y cada uno con su copa en la mano, me recosté en mi sillón preferido mientras él, en otro igual, hizo lo mismo. Sin hablar empecé a tocarme suavemente, disimulando y noté como él cada vez tomaba más vino y en algunas ocasiones me miraba de reojo. Yo seguí con mis juegos sensuales, movía las piernas, rozaba mis manos en mis tetas, jugaba con la copa de vino en mis labios, hasta que él rompió el silencio y me dijo que no iría a su cita, yo le contesté que por mi no se preocupara, que fuera.
– No es importante – me dijo – y además el vino está muy bueno.
Intuía que deseaba follarme, y si no fuera así, tenía más vino. ¡Sobrio o borracho me lo follaría igual! Había pasado casi una hora cuando sus ojitos, por efecto del alcohol y de tanto mirarme, se habían achinado. Yo le dije que tenía sueño, que si no se molestaba me iría a dormir, que él si quería podía quedarse a dormir también, pero me dijo que no, que no creía conveniente quedarse. No esperé más y acercándome a sus rodillas, ya que seguía sentado en el sillón, le dije que lo conveniente nunca es placentero y mirándolo a los ojos empecé a tocarle la verga por arriba de su pantalón y lamiéndome los labios seguí frotando esa hermosura que estaba dura como una piedra y deseaba salir de sus ataduras.
Él puso sus manos sobre mis pechos, que estaban turgentes de calentura, acariciándomelos, y sin decir palabra cerró los ojos y gimió con tanta ternura que yo apenas pude inclinarme para buscar su lengua caliente. Nos besamos llenos de jugos en nuestras bocas. Estábamos los dos a mil y él no dejaba de pellizcar mis pezones. Yo sabía que le gustaban mucho, le saqué la verga de su prisión y me encontré con 22 cm de una maravilla, reluciente, más blanquita que la de mi marido, y con mucha más energía.

La lamí suavemente en la puntita, cosa que lo hizo estremecer y de inmediato llenar de líquidos muy sabrosos que los tomé con dulzura. Al final me la metí toda en la boca hasta llegar a su tronco que crecía cada vez más, bajé a sus huevitos duros y casi sin vellos y los sobé delicadamente mientras él no paraba de gemir, pero paré cuando creí que se corría y me tiré en mi sillón con las piernas bien abiertas, mostrándole toda mi vagina húmeda y sedienta de su boca, haciéndole un gesto para que viniera hacia mi y antes de que posara la boca en mi coño caliente, abrí mis labios para que tuviera mi clítoris a su disposición, y le dije tocándomelo suavemente:
– Pasa la lengua por aquí, cariño…
El no lo podía creer, pero me empezó a comer el clítoris con locura, con la puntita de su lengua jugaba fascinado y yo deliraba de placer. Con mi mano le bajé un poquito la cabeza para que llegase a mi cueva que derramaba líquidos sin cesar. Allí metió su lengua como si fuera un pene, tragaba mis jugos gustoso, luego metió dos dedos hasta el fondo y me corrí en su mano, sintiendo él los espasmos sin sacar sus dedos de mi interior mientras seguía jugando con mi clítoris que estallaba por tanto placer que me había dado esa criatura. Luego me miró esperando una respuesta mía hacia su labor, pero no le dije nada. La maestra terminó siendo alumna, pero faltaba lo que yo tenía para mostrarle.
Lo senté a él ahora, medio acostado, con las piernas abiertas y todo su esplendor erecto, fui de rodillas hasta él y otra vez me la metí toda, pero ahora mas lujuriosamente, se la chupe de punta a punta, me la tragaba toda y él se retorcía de gozo, la sacaba de mi boca llena de jugos y la volvía a introducir, no me daba tiempo ni a respirar, llené sus huevos de saliva para manejarlos mejor hasta que sentí en mi garganta un torrente caliente de rico semen. El pegó un grito de placer y yo seguí con mi boca tragando toda su leche hasta dejarlo limpio, pero mi sorpresa fue cuando al seguir limpiando su miembro, comenzó a endurecerse nuevamente, y esta vez me gané la lotería.
Me levantó tomándome por la cintura y de un golpe me sentó encima de él y me incrustó toda su gran verga dentro de mi coño, otra vez mojadito. ¡Que placer como me follaba a ese chaval! Cabalgué sobre él retorciéndome como una loca, él cogía mi gran par de tetas y no se como lamía mis pezones a dúo y yo buscaba su lengua ardiente, para lamerlo y degustar nuestros sabores. David dejó mis tetas para acariciar mi culo y así comenzar a penetrarme con dos dedos mi ano. ¡Que delicia, que buen polvo que me estaba proporcionando mi cuñadito, era todo lo que yo había imaginado, y más! Yo quería darle el placer de mi culo estrecho, y como estaba de sentada, yo me giré, la saqué de mi coño, que estaba totalmente dilatado y abierto, y poniendo un poco de saliva en la punta de su verga me la fui metiendo poco a poco en el culo y dándole la espalda e inclinándome para que él se deleitase con el tremendo panorama, me la metí hasta mis entrañas. Luego cogí sus manos, que me asían por la cintura, y las llevé hasta mi clítoris mientras movía mi culo totalmente abierto sobre su polla erguida como un mástil.

Yo me corría sobre sus manos dejándoselas llenas de mis jugos y él se corrió dentro de mi ano con más fuerza que antes, sintiendo como me bañaban por dentro. Fue una maravilla, nos acomodamos en el sillón, yo tomé sus manos junto con las mías y le di un beso eterno, aunque entonces él comenzó a asustarse, dándose cuenta de lo ocurrido, pero yo le dije que sería nuestro secreto hasta que mi marido lo quisiera compartir. El esbozo una sonrisa cómplice, me dio otro beso y nos despedimos con un beso en la mejilla como el del principio.
Espero que haya gustado mi experiencia, que es real. Ahora tengo que preparar a mi marido para hacer un trío con su hermanito, o mejor dicho con mi cuñadito.
Besos, amiga Charo.

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