Relato erótico
No era lo correcto, pero…
Fueron a pasar un fin de semana a la montaña. Llevaban la tienda de campaña, comida y mucha cerveza. Su cuñada los acompañó. Dormían los tres en la misma tienda y cuando creyó que su cuñada se había dormido, echaron un polvo “silencioso”, pero por lo visto, no fue tan silencioso.
Diego – Sevilla
Este es el primer relato que escribo, así que de antemano les pido disculpas si no soy lo suficientemente detallista como algunos desearan. Mi nombre es Diego, tengo 29 años y 6 de casado, me casé muy joven por lo que no he podido vivir mi sexualidad a plenitud. No entraré en detalles describiéndome ya que les aburriría además parece que todos son de cuerpo atlético, bien parecidos y muy, pero muy dotados. Simplemente soy una persona normal, de aspecto normal, y sobre todo con una polla normal.
En fin, lo importante de esta historia me sucedió hace un año pero comenzó a gestarse mucho tiempo atrás, cuando fuimos mi mujer, mi cuñada y su servidor a acampar a la montaña, ni mi cuñada ni mi mujer son nada del otro mundo, pero sí lo suficiente como para atraer las miradas de los tíos a sus culos, y piropearlas. Las dos se parecen mucho físicamente. Buenas tetas, buen culo, buenas curvas y con bocas de mamonas.
Ese día llevábamos la tienda, algunas cosas para comer y mucha cerveza. Nos instalamos, hicimos una excursión y después nos preparamos algo de comer, pero sobre todo bebimos una buena cantidad de cervezas. Nos pusimos lo suficientemente alegres como para hablar de sexo sin tapujos,
pero sin dar ese paso que se necesita para pasar la línea que divide la prudencia de la locura total. Recuerdo que cuando nos acostamos (todos en la misma tienda) mi mujer estaba muy caliente con las bromas y cuando creíamos que mi cuñada estaba dormida echamos un polvo.
Le bajé los pantalones por detrás y comencé a acariciarle el clítoris mientras le daba besos en el cuello y le decía lo mucho que me excitaba que su hermana estuviera ahí y que nos pudiera ver.
Varias veces le dije que la despertara para invitarla a la fiesta pero ella me decía que si estaba loco, pero no dejaba de moverse, cuando le arrimé mi instrumento rozándole las nalgas me pidió, casi rogándomelo, que se la clavara ya, que me necesitaba dentro, nada más meterle la punta y comenzó a correrse en un casi silencioso orgasmo, digo casi porque tuvo que taparse la boca para no hacer ruido, justo en ese momento noté que una pierna me rozaba la mía y suavemente pero de forma evidente, me acaricia el pie.
Por la posición me di cuenta que no podía ser mi mujer sino mi cuñada. Tan solo fue una caricia pero el sólo hecho de saber que ahí estaba ella a nuestro lado despierta y que se había dado cuenta de lo que acabábamos de hacer fue suficiente para que tuviera una tremenda eyaculación, como nunca en mi vida la había tenido.
Cuando ya regresábamos y una vez en el coche, nos comentó que iba algo justa de dinero y a mi mujer y a mí se nos ocurrió decirle que, si quería, podía venir algún día a la semana a nuestra casa y nos echaba una mano. Dijo que si y quedamos que vendría los miércoles.
Así fue como empezó a ir todos los miércoles a mi casa. Un día me llamó al móvil y me dijo que se había roto la tubería de la ducha y que no sabía qué hacer.
Al llegar a la casa fui al baño y me encontré con el desastre que el agua había causado. Al entrar mi cuñada estaba de espaldas haciendo un inútil esfuerzo por parar el escape. Cuando me arrimé, se dio vuelta, llevaba una camiseta blanca de esas que cuando están secas son discretas, pero al contacto con el agua lo marcan “todo”. Pueden imaginarse mi reacción al ver ese show improvisado de “camisetas mojadas”, y para colmo mi cuñada es de esas mujeres que para estar por casa no llevan sujetador porque dicen que les incomoda.
Pude ver sus pezones totalmente erectos por el frío del agua y por más que quería no podía apartar la vista de ese par de preciosas tetas. Hice un esfuerzo por concentrarme y cogí las herramientas para arreglar el desperfecto, me quité la camisa para no mojarla. Una vez arreglado el daño estaba recogiendo las cosas y de pronto, se acercó por detrás y me abrazó. Al sentir la dureza de sus pechos, esa dureza que sólo se tiene a los 23 años, mi piel se erizó y me produjo una excitación tremenda.
– ¿Te gustó lo que has visto?- me dijo.
Sólo pude volverme hacia ella y la miré a los ojos, no sé cómo explicarlo pero me perdí en esos ojos marrones y simplemente me dejé llevar por mis deseos, la besé, la besé como nunca antes había besado a una mujer, prácticamente estábamos devorando nuestras bocas.
Ella sintió la fuerza debajo de mis pantalones, sentía mi polla atrapada deseando, suplicando que la dejaran salir. Me acarició por encima de los pantalones y esa fue la autorización que necesitaba para comenzar a llevar la iniciativa, parecerá estúpido pero muchas veces los hombres perdemos oportunidades sólo por precipitarnos, subí mis manos y las introduje por debajo de la camiseta y pude acariciar esos pezones desafiantes.
No aguanté más y me salió lo salvaje, le arranqué literalmente la camiseta y le comencé a comer los pezones, a cada movimiento de mi lengua en sus pechos ella me lo agradecía con un pequeño gemido, la levanté y coloqué en el borde del lavabo. Ella se sujetaba al borde de la cortina y comencé a bajarle short mientras jugaba con mi lengua en su ombligo, una vez que los tenía en el suelo pude apreciar su hermoso chocho, se rasuraba los lados y dejaba nada más un caminito de pelos, un caminito de deseo que estaba dispuesto a recorrer sin reparar en la consecuencias.
Le comí el chochito pasando y jugando con la punta de la lengua en su clítoris, ella comenzó a moverse de atrás hacia delante, despacio, con los ojos cerrados, mis dedos comenzaban a deslizarse por su entrepierna que a esa altura ya estaba bien mojada, por primera vez presté atención al sabor de sus jugos eran deliciosos, es un néctar que te embriaga y te envicia a probar más y más. Cuando un escalofrío recorrió su cuerpo y ella se mordió los labios dejando salir un ¡Mmmmm! desde el fondo del alma, supe que se había corrido.
Nuevamente la levante y la llevé a la habitación, durante el trayecto no dejábamos de besarnos, la deposité en la cama ella se abrió bien de piernas y sin pensarlo cogí mi polla que estaba a tope y de un empujón se la clave hasta el fondo.
Dio un pequeño grito, recogió un poco sus piernas y arqueó la espalda, estaba perdido viendo ese espectáculo cuando me percaté de que me estaba clavando las uñas, pero no me importó.
Comenzamos un mete y saca divino, el sonido de sus jugos haciendo charco en su coño, con cada embestida que le daba era como música erótica para mis oídos, tuve que hacer mucho esfuerzo para no correrme. Cuando noté que sus caderas se movían frenéticamente y que me apretaba cada vez más supe que estaba a punto de correrse. Entonces me tomó por el cuello y me dijo:
– Ahora sí, esto era lo que quería desde aquella noche en la montaña, quería follarte cabrón, no sabes cuantas veces me he masturbado recordando aquella noche.
Cerró los ojos y grito de placer.
Seguidamente pasó a llevar la iniciativa, se colocó encima y comenzó a cabalgarme como toda una amazona, eso me encanta, yo estaba como loco y me quería correr, se lo hice saber ella me dijo que tuviera cuidado. Saque la polla y se la metí en la boca, la mamaba y la masturbaba con rapidez hasta que cuando notó que me iba a correr se la sacó de la boca y la leche le salpico la cara y las tetas. Me corrí como un cerdo.
Me hubiera gustado correrme en su boca, pero ya llegaría la ocasión.
Al terminar me dijo que esperaba que me hubiera gustado porque esa sería la única vez que haría algo así. Yo no puedo quejarme, pero realmente espero el día en se vuelva a romper otro tubo…
Un saludo para todos los cachondos que leen la revista.