Relato erótico
¡Estaba hambrienta!
Sabía que su cuñada tenía problemas con su marido y que la tenia abandonada sexualmente, al menos es lo que le había comentado su mujer. Aquella Semana Santa, fueron a una finca que la familia tenía y allí pudo comprobar lo “necesitada” que estaba su cuñada.
Benito – Sevilla
Me gustaría contaros una aventura que tuve con mi cuñada. Desde hace nueve años tiene problemas con su marido, no se entienden y por lo tanto no follan. Esto me lo contó mi mujer asegurándome que se lo había confesado su hermana, a mi cuñado no se levantaba y creía que era por problemas en el trabajo, pero de todas formas, la situación se le hacía insostenible.
Tengo que decir que mi cuñada está muy bien, tiene unas buenas tetas grandes y redondas, un culo gordo y salido y una cintura estrecha.
Esta Semana Santa pasada nos juntamos todos los familiares y yo estaba haciendo una barbacoa, y mi cuñada estaba delante de mí con un pantalón pegado tanto al cuerpo que no solo le marcaba perfectamente la forma de sus muslos, sino también se le notaba toda la forma del chocho, marcando unos gruesos labios y encima, en su blusa se marcaban unos pezones largos y muy tiesos. Yo no podía evitar mirármela con cierto disimulo, pero evitando que tanto ella como los demás se dieran cuenta de lo dura se me había puesto la polla.
Pasadas las doce de la noche, todos nosotros nos fuimos a tomar algo en un bar pero mi cuñada se quedó en el salón, mareada por lo que había bebido. Al cabo de un rato yo regresé a casa y allí estaba ella, sentada en el sofá y al verme me preguntó:
– ¿Qué haces aquí, no estabas con ellos?
– Es que tu hermana estaba preocupada por ti, porque has bebido mucho y temía que te encontraras peor – le contesté.
Ella no dijo nada más, pero se dejó caer a un lado quedándose medio apoyada en el respaldo del sofá con las piernas abiertas. Yo no podía apartar mis ojos de aquel coño que se le marcaba en el pantalón y pensaba en los nueve años que llevaba sin hacer nada. Al final la cogí por la cintura y le dije:
– Cuñada, acuéstate en la cama de la habitación de invitados y descansa.
En volandas la llevé a la habitación, la dejé en la cama y sin que ella protestara la desnudé por completo contemplando a placer sus gordas tetas, de pezones largos y duros, y aquel coño de labios abultados que yo tanto había imaginado, adornado de largos y abundantes pelos negros.
– Quédate un ratito conmigo – me dijo medio a media voz.
Acepté y tras dudarlo unos instantes, me incliné sobre ella y empecé a besarla en el cuello bajando luego hasta su tetas, besando y chupando sus duros pezones, gozando yo al oírla gemir cada vez más fuerte, luego el ombligo y al final me encontré con aquel coño empapado, que me dispuse a comer, pero ella me cortó diciéndome:
– Espera, no me lo comas que me he corrido y estoy toda mojada.
Yo tenía la polla como un tronco de dura, aunque no la tengo muy grande, unos 18 centímetros de larga por 12 de gorda. Pues bien, cuando vi aquel coño empapado, pasé de todo, metí mi lengua en chupando y recogiendo todos sus jugos y así seguí hasta que se volvió a correr, ahora en mi boca.
Mientras ella se reponía de su segundo orgasmo, yo me desnudé por completo y una vez en pelotas adopté, encima de ella, la postura del 69 y volví a comerle el coño y luego incluso metí la lengua en el agujero del culo lamiendo y volviéndola loca de placer, lo que hizo que me cogiera la polla y se la metiera en la boca mamándomela como una experta.
– La tienes muy gorda y grande – me dijo sacándosela de la boca para respirar.
– Eso es por el tiempo que no ves, coges y chupas una – le contesté.
– ¡Pues métemela que ya me he corrido dos veces, métemela que pronto van a venir todos del bar! – añadió.
La obedecí, coloqué sus tobillos en mis hombros y metiéndosela de golpe en el coño empecé a follármela.
– ¡Dame fuerte, fóllame viva! – empezó a decirme.
Entonces salí de ella, la puse a cuatro patas y volviendo a metérsela en el chocho me la tiré a lo loco al tiempo que acerqué un dedo al agujero de su culo, que estaba muy cerrado, y empecé a meterle la punta muy despacio.
– ¡No, no, por ahí no! – me suplicó al notar mi dedo.
Saqué el dedo y seguí follándomela hasta correrme, metiéndole toda mi leche en sus entrañas. A continuación me comí su coño nuevamente hasta que se corrió como un pantano el cual, al poco rato, yo dejé seco con mis lamidas. Le chupé los labios, la pipa, le abrí el coño con los dedos y le metía la lengua para recoger las últimas gotas de esa miel tan sabrosa que sueltan las mujeres.
Me fui rápidamente de la habitación y a los diez minutos llegaron todos. Oí como mi mujer entraba en la habitación de su hermana para ver si estaba bien y al salir cerró la puerta.
Cuando entró en nuestra habitación, me hice el dormido, pero por visto, la muy cerdilla venía caliente, ya que me “despertó”, chupándome la polla. Como me acaba de correr, a mi rabo le costaba levantarse, hice ver que me despertaba y le dije que posiblemente el alcohol me estaba jugando una mala pasada. Dejó de mamármela, pero dijo:
-Pues a mí, me ha puesto caliente, o sea que si quieres me podrías comer el chochito, estoy muy caliente.
Dicho y hecho, se sacó las bragas, se colocó encima de mi cara y me “dio” su coño para que lo chupara.
Y vaya si iba caliente, a los pocos minutos de lamer y chupar su clítoris, se corrió como una cerda. Pero lo que más me sorprendió fue, que en lugar de levantarse y darse por satisfecha, siguió restregando el coño por mi cara y me decía que se lo mamara, que quería más. Seguí chupando y conseguí que se corriera por lo menos tres veces más.
Sorprendentemente, mi polla se había levantado y quería guerra. Mi mujer se dio cuenta y levantándose se dispuso a hacerme una mamada de las que me gusta. Lenta y profunda.
Cuando vio que estaba lo suficientemente dura, se apartó, se puso a cuatro patas y me ofreció su culo. Hemos practicado sexo anal algunas veces pero no es lo que más le gusta, en cambio aquella noche me estaba ofreciendo el ojete sin rechistar.
Me puse como loco. Le comí el agujerito un buen rato y cuando me pareció que estaba preparado para recibirme coloqué el capullo en la entrada. Normalmente ero yo el que empujaba poco a poco hasta que la tenia bien metida hasta el fondo, pero aquella noche, fue ella la que echó el culo hacia atrás y se la clavó de golpe. Aquello me puso a mil, la agarré por las caderas y me la folle como un poseso. Al cabo de un buen rato me corrí y le llene el culo de leche.
Nos tumbamos y sonriendo me dijo:
-Me parece que voy a tomar una copita cada día, ha sido uno de los mejores polvos de mi vida.
Nos dimos un beso y nos pusimos a dormir.
Al día siguiente fui el primero en levantarme o eso creí yo, ya que al pasar por delante de la habitación de mi cuñada, oí ruidos. Pegue la oreja a la puerta y me pareció que alguien jadeaba. Abrí despacito y vi a mi cuñada follándose con un consolador.
Entré rápidamente y me dijo que su marido la había llamado al móvil y le había dicho que se iba a casa que tenía que entregar unos trabajos y allí, tranquilo acabaría antes.
Verla con aquel aparato de plástico en el chocho me puso como una moto. Me acerqué y susurrando le dije que fuera al cuarto de baño que había en la planta de abajo. Allí no dormía nadie y podíamos hablar.
Nos fuimos los dos y en cuanto entramos, la agaché con la cara pegada al lavamanos y se la clavé en el chocho. Tuve que taparle la boca porque la muy guarra casi se pone a gritar. Me la follé con muchas ganas y cuando estaba a punto de correrme, la arrodille y se la metí en la boca. Vi que quería apartarse, pero la agarré del pelo y me corrí en su boca. Como no podía apartarse, no tuvo más remedio que tragarse toda mi leche.
Se levantó y dijo que a su marido nunca se lo había hecho, yo le dije que si quería seguir follando conmigo, las cosas tenían que cambiar. Dijo que estaba de acuerdo. Nos dimos un beso y me fui corriendo al cuarto de baño de la planta superior. Cuando estaba en la ducha, mi mujer entró y me dijo comiera mucho, porque aquella noche quería sesión culera.
Bueno como veréis, tenía dos hembras para mí solo, era un poco agotador, pero cuando regresamos a la ciudad, me lo pude combinar muchísimo mejor.
Por supuesto, mi mujer nunca se ha enterado de que estoy follando con su hermana, lo que sí ha comentado que desde hacía un tiempo la veía más feliz…
Besos para todos los cachondos que leen esta revista.