Relato erótico

Necesitaba sexo

Charo
10 de diciembre del 2019

Por motivos laborales se fue a vivir al sur del país. Encontró hospedaje en casa de una mujer madurita y atractiva. Estaba separada y se dio cuenta que andaba un poco escasa de sexo.

Manolo – CADIZ
Esta historia sucedió el otoño pasado en una ciudad del sur del país, donde fui a vivir, para trabajar en un buque. La dueña de la casa era ya una señora, como de unos 40 años, pero estaba muy bien conservada. Tenía buenas piernas y buen culo, redondo y al parecer durito, porque practicaba deporte. Estaba separada y no tenía novio, por lo tanto yo pensé que tenía unas ganas acumuladas de follar.
A veces yo le pedía prestado el baño y encontraba sus tangas recién quitados, tenían rastros de jugos vaginales todavía frescos, como si se hubiera masturbado o como si hubiera tenido un sueño erótico durante la noche.
Solía ponerse unos pantalones apretados, con lo que se notaba que tenía un coño grande y peludo, que con disimulo yo miraba, y me hubiera gustado mamárselo y meterle la lengua hasta lo más recóndito, haciéndola gemir de placer.
En cierta ocasión me pidió el favor de que la llevara en mi coche al centro de la ciudad. Cuando nos subimos le dije que se colocara el cinturón de seguridad, pero al parecer estaba trabado y entonces intenté ayudarle pero, sin intención, rocé sus pechos con mis manos, lo cual enseguida me excitó. Continué intentando soltar el cinturón fingiendo cierta dificultad y de esa forma le apreté otra vez las tetas. Noté que ella aparentó no sentir nada, pero pensé que me había excedido un poco, fui más recatado y no volví a rozarla.
Un día llegué y ella estaba sola. Había estado lavando, tenía la camiseta mojada y como no llevaba sujetador se le notaban dos tetas gordas, caídas, pero con dos grandes pezones, lo cual me excitaba a tope y con ganas de meterle mano al chocho.
Yo la quise saludar con un beso en la mejilla, ella me lo permitió y logré a rozar sus labios con los míos. Parece que esto le produjo cierto placer, pues me miró, aunque no me dijo nada. Entonces empezamos a hablar de cosas triviales. Yo estaba buscando la forma de acercarme a ella, o tocarla de algún modo, y de pronto se me ocurrió hablarle del tema de los masajes y lo buenos que eran para relajarse, entonces le propuse que si quería le podía dar un masaje.

Me dijo que sí. La llevé a la cama y la recosté boca abajo. Podía apreciar su gran culo sin disimular, ya que ella no me veía.
Empecé a masajear su espalda, suavemente, lo cual a ella le parecía muy placentero, entonces, atrevidamente le pasé las manos por la raíz de las tetas. Pude notar sus pezones erectos, lo cual me dio confianza para continuar con el manoseo. Como no me dijo nada, le cogí las tetas descaradamente y se las empecé a apretar.
Acto seguido, con una mano le acariciaba el culo y le iba pasando los dedos por el coño, a lo cual ella encogía y contraía el culo en señal de placer, mientras, con la otra mano, le seguía acariciando las tetorras. Sin más preámbulos, le quité la camiseta y empecé a besarle la espalda y la base de los pechos. Al mismo tiempo, le acariciaba el culo entero, separando sus nalgas y metiendo allí mi nariz. Ese olor a sudor me ponía más caliente.
Luego la giré hacia mí y, suavemente, empecé a besarle el estómago, el ombligo, subiendo hasta darle piquitos en los pezones. Su excitación era mayor y la mía también, pero, entre suspiros, me dijo:
– ¡No me haga esto, por favor!
Yo, simplemente, le tapé la boca con una mano y ella empezó a chuparme los dedos, mientras yo le besaba el pecho y con la otra mano le cogía el chocho por encima de la ropa. Luego me pegué a sus tetas y se las mamaba ambas, a intervalos. Sus pezones estaban bien erectos. ¡Qué gran chocho! No me alcanzaba la mano para cubrirlo. Ella a su vez, comenzó a quitarme la camiseta que yo llevaba, no opuse resistencia. Yo ya estaba que estallaba. Así que procedí a quitarle los pantalones tan ajustados que llevaba, y pronto quedó frente a mí ese gran coño, con unos labios muy grandes en los bordes, abultados. Esa cosa era más grande que mi cara. A pesar de su edad usaba una braguita blanca muy pequeña que le resaltaba más ese coñazo, y se veían señales de que estaba mojada. Yo no podía aguantarme las ganas de lanzarme a ese chochito y empezar a besarlo.
Por los agujeritos de la braga le salían los vellos negros. A los lados también salían vellos, aunque parecía recién depilada. Comencé a besarla desde las rodillas hacia arriba, muy lentamente, subiendo por esos grandes muslos que estaban hirviendo, como diciendo cómeme ya, cuando llegaba a su chocho, me detenía para husmear con mi nariz, ya que el olor de su coño mojado me llenaba de placer.

La besé por los lados, levantando su braguita y metiendo la lengua. Yo saboreaba sus jugos vaginales, ella se retorcía de placer. No esperé más y le quité la braga. Se veía esa raja húmeda y bien depilada. Le pasé la lengua por la superficie, haciéndola estremecer, y me apretó la cabeza contra su coño. Sin más preámbulos, le abrí los labios vaginales con mi lengua y comencé a lamer, metiéndole la lengua aun más adentro. Esos labios rosados y húmedos estaban sedientos de sexo, la puta estaba chorreando y se estremecía de placer, y cuando llegué a su clítoris, arqueó su cuerpo sin poder aguantar la excitación, yo le agarré el culo con mis manos y la apreté más hacia mi boca.
Con mis labios le apretaba el clítoris, se lo succionaba y al mismo tiempo comencé a rozarle el culo con mis dedos. Al principio, ella me apartaba los dedos de su ano pero por fin cedió. Lo lubriqué con sus calientes jugos hasta que le metí todo el dedo corazón. La muy golfa no sabía qué hacer, gemía, se retorcía y apretaba con sus manos, mi cabeza contra su chocho, mientras yo metía y sacaba el dedo de su culo en un movimiento, al principio lento, y luego muy rápido, hasta que no aguantó mucho y se corrió en un orgasmo largo y lleno de jadeos y contracciones. Cuando terminó, me tuvo largo rato en esa misma posición, acariciándome el pelo, con mi cabeza metida en su coño.
Al fin me limpié la boca con una sábana y me puse de pié, ella, inmediatamente, me agarró de las caderas, me quitó los pantalones y empezó a besarme la verga por encima del tanga que yo llevaba, pero no esperó mucho y me lo quitó con un movimiento brusco y desesperado. Mi verga quedó frente a ella, de la que ya goteaban los primeros chorritos. Me la agarró con las dos manos y se la llevó a la boca, primero, le besó la punta con los labios, luego se metió toda la cabeza en la boca y la apretó fuertemente. Su boca estaba caliente, me la chupó varias veces y luego empezó a restregársela por toda la cara, la nariz, los oídos y después empezó a succionar la punta otra vez. Yo sentía hervir mi sangre, notaba como mi pene crecía en su boca y se lo introducía mucho más adentro. Pronto comenzó a recorrer mi polla de la raíz hasta la punta, y me mamaba también los huevos. Noté que, en esto, yo no aguantaría mucho tiempo, entonces, saqué mi verga de su boca y la tendí a ella en la cama, le abrí las piernas y la intenté penetrar sin más consideraciones.
Pero me llevé una sorpresa cuando me dijo que no le hiciera eso, que ya habíamos ido demasiado lejos, porque ella, por su edad, podría ser mi madre. En medio de mi excitación yo no sabía qué hacer, entonces decidí tomarla por la fuerza, así que le agarré sus dos manos y se las puse detrás de su cabeza, la sostuve con una mano y con la otra agarré mi polla para metérselo en el coño. Ella forcejeó unos momentos, cerró sus piernas pero yo se las abrí de nuevo, y después de unos minutos, cedió y me dijo:

– ¡Me gusta que me tomen así, métemela toda por favor, quiero sentirla dentro de mí, húndemela sin compasión!
Parecía que tenía el, coño bastante estrecho, porque me costaba bastante metérsela y ella me decía que se la metiera despacio porque le dolía. Ella misma guiaba mi pene con sus manos y a cada centímetro que yo avanzaba, ella gemía y casi gritaba en un gesto mezclado de dolor y placer. Yo se la continué metiendo, y ella gritaba aun más, y me enterraba sus uñas en mi espalda, lo cual me excitaba mucho más. Y al final la penetré toda, puse sus piernas en mis hombros y comencé un movimiento rítmico, a lo cual ella empezó a moverse rápidamente. Y yo también. Apoyé mis piernas en uno de los extremos de la cama y con mis manos la abracé fuerte, de tal forma que ella casi no podía moverse ni oponer resistencia, entonces le imprimí más fuerza a mis movimientos y mucha más rapidez. Ella gritaba de desesperación y sentía cómo su coño se contraía y apretaba contra mi polla. La penetración era máxima y comenzó a moverse como loca de placer, por lo que tuve que golpearla con una mano en su cara para que se calmara un poco, pero esto solo logró acelerarla mucho más.
Esto me produjo más excitación, de tal forma que sentí correrme y no aguanté más. Le bajé las piernas rápidamente, la abracé fuerte y en estos momentos eyaculé sin pensarlo más, y sentí como sus músculos internos se contraían otra vez apretando mi verga. Este momento para mí fue infinito. Estuvimos abrazados un largo rato y me dijo que nunca le habían hecho algo semejante. Le pregunté que por qué era tan estrecha y me dijo que no sabía, pero que siempre le dolía mucho. Nos quedamos recostados de unos 15 a 20 minutos.
Al estar los dos acostados, desnudos, me puse a mirarle el coño y empecé a juguetear con él, y a acariciarla con mis manos. Pronto nuevamente sentí excitación y mi verga se puso dura. Entonces le pregunté, que si alguna vez se la habían clavado por detrás, y me dijo que no, que sí que lo habían intentado, pero que ella no lo había permitido. Yo le prometí que lo haríamos suavemente, sin prisas, y que no le dolería mucho, pero ella me dijo que no rotundamente.
Mientras hablábamos, yo seguía acariciándole el chocho y excitándola, hasta que ella comenzó a jadear de nuevo y a gemir. Aproveché para tocarle suavemente el culo e introducirle un dedo lentamente, pero cuando ella vio mis intenciones, trató de apartarme de esa zona. Yo, entonces, le sacaba el dedo del culo, y me concentraba en su chocho, pero de nuevo regresaba a su culo, con disimulo, y, de esta forma, logré meterle todo el dedo.
Ella me decía que por favor, no le hiciera eso, pero a la vez, ya no permitía que se lo sacase, y comenzó a hacer un movimiento rítmico con el culo. Entonces la giré y sin sacarle el dedo del ano, le comencé a meter la lengua en el coño y también entre las nalgas. Ella gemía aún más de placer. Entonces, decidí sacarle el dedo del culo y metérselo en el coño, mientras con la otra mano, le abrí lentamente las nalgas y empecé a rozarle la punta de mi verga en el culo.

Al principio, ella contraía el culo y no permitía nada, pero nuevamente yo iba al ataque con los dedos lubricados por la mezcla de semen y jugos que había en su chocho, e iba abriéndole otra vez el ano, hasta que, en un descuido suyo, le metí la punta del pene.
En ese momento, ella se paralizó para asimilar el pequeño dolor, pero yo le acaricié las tetas, y le dije que se relajara, que iba a ser muy placentero. Entonces comencé a penetrarla más y más por el ano y ella, enseguida, puso sus dos manos en las nalgas, abriéndolas poco a poco y se la metí lentamente. Ella gemía aún más, hasta que le introduje todos los 18 centímetros, quedando fuera solo mis bolas. Ella casi no podía moverse y yo comencé a sacarla y meterla muy suavemente.
Pronto ella se acopló a este nuevo movimiento y me siguió el ritmo. Fuimos acelerando más y más, ella gemía y me pedía que le hiciera más duro todavía, así que la cogí por las caderas con mis dos manos y fuertemente la apreté contra mí. Su placer era infinito. Después, con una mano, empecé a acariciarle el coño, a introducirle los dedos y cuando le encontré el clítoris, se lo empecé a frotar. La muy puta no podía resistir tanto placer, pero a la vez, sentía dolor ya que se agarraba fuertemente a la sábana, se quejaba, mordía la almohada e incluso me pareció ver dos lágrimas en sus ojos. Le continué dando con más fuerza por ese culo, hasta que noté que la muy puta estaba corriéndose, porque su culo se contraía y me apretaba la verga, lo cual me excitó mucho más, y aceleré el ritmo. Parecía que la fuera a reventar, y en ese momento, eyaculé todo mi semen hirviente, una parte quedó en su culo y la otra, logrando ella sacarse mi polla rápidamente, se giró y se lo metió en la boca, succionando de mí hasta la última gota. Luego quedamos rendidos en la cama.
Al rato me levanté, me lavé la verga y me fui a tender de nuevo en la cama. Ella me dijo que había quedado completamente exhausta, y a modo de broma, añadió que yo era un depravado, por todo lo que le había hecho, pero que era lo más maravilloso que le había pasado. Le respondí que aún faltaba más, pero me dijo que era imposible, que ya no tenía fuerzas.
Sin pensarlo, me quedé dormido, pero de repente me desperté al sentir una sensación de placer en mi polla, abrí los ojos y vi que era ella, que estaba pegada como un ternero a mi verga, me la estaba mamando, metiéndola y sacándola de su boca, metiéndola hasta lo más profundo de su garganta. Me chupaba la punta y me la succionaba con tanta fuerza que a veces me dolía, y yo me encorvaba del placer.

Pronto sentí como mi verga crecía aún más dentro de su boca y entonces la agarré de los cabellos, y empecé con un movimiento rítmico, como si la hubiera penetrado por el coño o por el culo.
Luego, sin sacarle mi polla de la boca, di un giro sobre mi espalda de tal forma que mi boca quedó bajo sus genitales, formando así el famoso 69. Sus labios vaginales estaban chorreando. Empecé a besarlos suavemente, colocando mi boca en su coño, mientras con las manos le abría las dos nalgas para observar el agujero de su culo, el cual trataba de abrirse y cerrarse. Con la lengua, busqué ese ano, y le metí la punta, y así mismo también le succionaba el culo, aunque ella, cuando se lo hacía, dejaba de mamarme el pene. Yo creo que el placer que sentía la hacía parar y gemir inmediatamente. Pero de nuevo, yo le buscaba con mi lengua su coño, y se la introducía lo más que podía, al tiempo que le metía mis dedos en su culo, ya lubricado.
Yo sentía sus jugos correr sobre mi cara, y mis labios y mi excitación aumentó aun más. Entonces aceleré la chupada que le daba en sus labios vaginales, los cuales besaba uno por uno, recorriéndolos completamente y saboreándolos hasta que encontré el clítoris y se lo chupé sin compasión, mordiéndolo suavemente con mis dientes, o apretándolo con mis labios. De pronto ella ya no podía resistir, me dejó de mamar y se corrió en un gran orgasmo que parecía no terminar.
Pero yo aún no había terminado, de nuevo le introduje mi pene en la boca y agarrándola de los cabellos, la obligué a mamar aún con más fuerza y más rápido, pues yo sentía que ya iba a eyacular.
Cuando empezaron a salir los primeros chorros de semen, ella sintió que yo ya iba a derramarme, e intentó sacársela de la boca, pero yo no se lo permití, la agarré con más fuerza contra mí y le dije:
– ¡Bueno, golfa! ¿Antes querías y ahora no? Tienes que terminar lo que empezaste.
Eyaculé todo mi semen en su boca y no encontró otro camino que tragárselo todo, pero como que le gustó me succionó de nuevo hasta la última gota. De esta forma quedamos los dos satisfechos y nos dormimos un largo rato. Después me vestí y le prometí volver a comérmela más a menudo.
Desde entonces aprovechábamos cualquier ocasión para follar, incluso en la cocina. Por las mañanas, cuando yo me levantaba, la encontraba preparando el desayuno, aún sin ducharse, y solo cubierta por una delgada bata. Entonces, yo me acercaba por detrás, me agachaba, le levantaba la bata, le metía mi lengua entre las nalgas, y como no llevaba bragas, inmediatamente encontraba su raja y su culo, y empezaba a mamárselos, mientras que con la otra mano, le agarraba el chocho y le frotaba el clítoris. La muy puta empezaba casi a saltar de la emoción, se volvía hacia mí, me tiraba al suelo, me desnudaba y de nuevo hacíamos el 69. Esto sucedía casi a diario.

Esta fue la historia con esta hembra, la cual quedó como enamorada de mi verga, porque a cada instante, me la mamaba sin pensarlo. Y siempre me pedía que se la metiera por el culo, ya que por ahí sentía un placer diferente, decía ella. Yo le daba gusto y se la hundía hasta hacerla gritar.
Saludos a todas los lectoras.

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