Relato erótico

Morbosas confidencias

Charo
30 de abril del 2018

Tiene un amante y el sexo con él es muy bueno. Un día, mientras echaban un buen polvo, le insistió son su fantasía. Ella quería montarse un trío con otra mujer. Incluso le contó una experiencia que tuvo.

Lorena – Alicante
Soy Lorena de Alicante, con una de mis experiencias. Tengo un amante que se llama Víctor y que me deja totalmente satisfecha en el sexo pero, a pesar de ello, lo que me gustaría mucho es que se cumpliera mi sueño de estar en la cama con él y con otra mujer. Muchas veces se lo comentaba y él solo me preguntaba:
– ¿Y me dejarás comerle el coño y metérsela?
– ¡Claro, igual que a mí! – le contestaba yo.
Una noche nos encontramos en el trabajo, o sea en el centro de masajes. Llegué y él ya estaba allí, totalmente desnudo sobre la cama. Me quité los zapatos y los pantalones y me eché a su lado, besándole.
Él me abrazaba y me restregaba su nabo, endurecido a tope. Entonces me saqué el jersey y el tanga, quedándome tan desnuda como estaba él. Por mi postura, yo estaba dándole todo mi culo pero él me la metió por el coño. Cuando la tuvo toda dentro, se quedó quieto pero me restregaba el clítoris con la mano y de esta forma, sin tardanza, me puse cachonda como una perra en celo, tanto que apartándolo, me subí encima de él y me la enchufé de nuevo en el chocho. Mientras me movía muy lentamente, no paraba de besarle en la boca y en el cuello, aunque de vez en cuando, también gemía y suspiraba de placer. Cuando noté que me iba a correr, paré de moverme. No tenía prisa, quería alargar el placer de ambos, pero él, besándome, colocó sus manos en mi culito y empezó a moverme otra vez. Y de pronto, grité:
– ¡Oooh… cariño, me voy a correr, sí… me estoy corriendo… oooh… que gusto… aaah…!
Caí sobre su cuerpo, sin sacarme su polla del coño y que notaba aún medio endurecida por lo que, casi por instinto, empecé a moverme lentamente y no pasaron cinco minutos cuando me corrí de nuevo gimiendo quedamente. A pesar de todo, a pesar de mis intensos placeres acabados de recibir, yo deseaba un orgasmo aún más duradero, más intenso. Las piernas, que yo mantenía dobladas, las estiré y me apreté aún más contra él, notando toda mi piel pegada a la suya. Mi raja estaba chorreando por lo que su polla entraba y salía con suma facilidad y de pronto grité de nuevo:
– ¡Oh, mi amor, me voy a correr otra vez, sí… oooh…!
Contuve mi orgasmo unos segundos pero pronto empecé a gemir y luego a berrear como una posesa por culpa de este último orgasmo, mucho más intenso y fuerte que los anteriores. Quedé rendida por completo.
Puso el ventilador ya que el calor en la habitación era terrible y luego se fue a buscar algún refresco puesto que yo tenía la boca seca. Tras descansar un buen rato me dijo que me tumbara boca arriba y me dejara hacer. Obedecí y entonces me levantó una pierna y me metió la polla en el coño, de lado, follándome con extrema lentitud, tanto que yo, sin poderlo resistir, le dije que lo hiciera de golpe.

Al decirme él que no, que le gustaba más así, me la saqué del coño y me la metí en la boca, saboreando su glande que soltaba gotas de líquido pre seminal que yo me tragaba con sumo placer. Al final me folló de nuevo y por fin soltó toda su leche en mis entrañas.
– ¿Quieres que te abra el culo? – me preguntó de pronto.
– Sí, pero sin hacerme daño – le dije – Espera, creo que por ahí hay un bote de vaselina.
Me hizo acostar de bruces sobre la cama, me untó el culo con la vaselina, me metió primero un dedo, luego dos y al final, tras lamerme también el coño, le ofrecí toda mi raja, con el agujero de mi culo cada vez más abierto.
Con los dedos metidos en mi ano, no dejaba de comerme la pipa y de vez en cuando me decía:
– ¿Te gusta, cariño?
Yo le contestaba que sí y cuando me hizo poner a cuatro patas, me restregó su verga, dura como el acero, por mi agujero anal. Luego me metió la punta de una pequeña embestida mientras que con una mano retorcía uno de mis pezones, que yo tenía como dos pitones. Al final su verga entró en mi hasta que los cojones hicieron tope. De esta manera nos corrimos los dos, sintiendo yo como su leche me llenaba el culo. Tras ducharnos, los dos juntos, nos vestimos y nos fuimos a una terraza de la playa. Eran las ocho de la noche, o sea que habíamos estado tres horas haciendo el amor. Nos sentamos, pedimos un helado y mientras nos lo tomábamos, yo le decía:
– Me gustaría estar con una chica y contigo. Ya hice un trío una vez estando en Zaragoza con un matrimonio joven, de unos 30 años, y me lo pasé muy bien.
Entonces le conté la historia. Había tenido que irme a Zaragoza para encontrarme con los protagonistas de un contacto al que había escrito. El chico se llamaba Juan y la chica Estrella, una mujer muy guapa. Había quedado con que él vendría a recogerme a la estación, y así lo hizo. Tras saludarnos, subimos al coche. Él conducía despacio, yo le miraba de reojo y la verdad es que me estaba calentando.
– Lorena – me dijo de pronto – bájate los pantalones para que pueda ver tu chochito.
Dudé unos segundos pero al final le complací y no solo me bajé los pantalones sino también el tanga, mostrándole, completamente desnudo, todo mi coño que él me tocó diciendo:
– ¡Que chochito más apetitoso tienes!
Al sentir su mano en ese lugar tan sensible, que él no paró de sobar durante todo el camino, dejé las bragas completamente mojadas. Al notarlo, él también se bajó los pantalones sacando al aire una hermosa polla, totalmente erecta.

Tenía un buen mazo que toqué hasta que, sin poderlo resistir e inclinándome, me lo metí en la boca. Cada vez estaba más excitada. Tras chupársela un buen rato, me senté y él me masturbó hasta que, entre profundos gemidos, me corrí. Cuando llegamos a su pueblo, me dejó en un bar diciéndome:
– Espera aquí, que voy a buscar a Estrella, le darás una buena sorpresa ya que ella no sabe que has venido.
Me senté en una mesa, pedí un café con leche y esperé. Al rato llegaron. Nos dimos un beso y hablamos un rato. Luego volvimos al coche para dirigirnos a su casa. Por el camino, las dos sentadas atrás, Juan nos dijo que nos tocáramos pero como ella estaba algo cortada, decidimos esperar hasta llegar a casa. En cuanto llegamos nos duchamos y después, desnudas, nos sentamos en el sofá. Mientras yo le daba un masaje en la espalda a Estrella, apareció Juan que se sentó a mi lado empezando a acariciarme cosa a la que, al poco rato, le ayudó su mujer.
Cuando empezaron a chuparme los pechos a dúo, ya estaba empapada por lo que Juan se arrodilló ante mí y comenzó a comerme el coño, haciéndome correr casi en el acto. Ya más tranquila, nos fuimos los tres a la cama y allí nos pusimos las dos a chupársela a Juan. Le comíamos los huevos y el tío se retorcía de gusto. Estrella se montó encima de su marido, de espaldas a él, enchufándose su endurecida polla en todo el coño. En esta postura, mientras ella le cabalgaba, yo podía comerles a ella la pipa y a él los cojones, que golpeaban, a cada embestida, en su culo. Al correrse Estrella y salirse de su marido, yo me coloqué a cuatro patas y él me la clavó en el coño de un solo golpe empezando a follarme salvajemente mientras su mujer me chupaba las tetas. Mi corrida fue brutal, entre gemidos y gritos, mientras Juan también se corría llenando mi coño de su cuajada caliente. Juan todavía la tenía dura como el acero.
Entre las dos estuvimos acariciándolo y mientras nos comíamos su hermosa verga y sus huevos, él nos tocaba el chochito a las dos a la vez. Al final, tumbado boca arriba, su esposa le metió el coño en la boca, yo me subí, clavándomela en el chocho. Ya estábamos cansadas pero él aun no se había corrido, así que le hicimos una paja hasta que soltó tres chorros de semen. Nos dormimos y al día siguiente me llevaron a la estación donde cogí el tren para Alicante.

Así terminé la historia para regocijo de mi amante. Ya os contaré si se anima a montar un trío con otra mujer.
Besos

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