Relato erótico

Morbo total

Charo
25 de diciembre del 2017

Para él, fue la mejor experiencia de su vida, sobre todo por lo morboso de la situación y el vicio que tenia aquella mujer.

Manuel – HUELVA
Yo, Manuel, 38 años, casado, 3 hijos, 1,80 cm, ojos verdes, cuerpo atlético y todavía en forma, agradecido a la vida por lo que me dio y muy sociable con la gente. Ella Marisa, casada con Juan, ex-compañero de estudios, 2 hijos, 30 años, rubia natural, ojos grises, 1,68 cm, pechos y culo excelentes, piernas largas y un andar de gata que hace que los hombres se giren a mirarla.
Lugar en que se desarrollan los hechos Huelva, en un barrio muy tranquilo de casas bajas tipo chalets, con gente muy amable que todavía se saluda cuando pasa, y los hechos se desarrollaron así.
Como todos los fines de semana, hago un asadito en la barbacoa que tengo en el fondo de mi casa, así que voy los viernes a la carnicería a elegir yo mismo la carne que voy a asar. Un viernes coincidí en la carnicería con Juan, lo cual me dio mucha alegría volver a verlo después de tantos años y después de hacer las compras nos fuimos a tomar un café para ponernos al día con relación a nuestras vidas.
Me contó que se había casado con una chica de aquí, que se llamaba Marisa, que tenían una niña de 10 años llamada Clara, que vivieron en el extranjero durante unos años, pero que las cosas no le había ido muy bien con los negocios, así que optaron por venirse a vivir nuevamente a España, que hacía 2 años que habían llegado y vivían en casa de los padres de Juan.
Yo, por mi parte, le conté mi vida, que me casé con 26 años después de terminar la carrera de abogado, con Toñi, una chica de mi barrio, que tenía una niña de 7 años y un niño de 9, muy buenos y sanos, y que mi vida era muy tranquila y agradable. Al rato me dijo que debía irse, que lo esperaba su mujer y después de darnos los respectivos números telefónicos, nos despedimos hasta otra vez.
A la semana me llamó desde el móvil a ver si nos encontrábamos el fin de semana a comer y a presentarnos a nuestras respectivas familias, quedamos en el domingo al mediodía, y le dije que si hacia buen día que se trajeran traje de baño para meterse en la piscina.
El domingo me levanté temprano, y mientras preparaba el fuego para el asado me hice unos largos en la piscina, porque me gusta mucho nadar. Cerca del mediodía Toñi me avisó que habían llegado y que fuera a recibirlos. Cuando abrí el portón lo primero que vi fue a ella, y me quedé alucinado, por lo guapa que era.
– Hola Manuel, como te va, te presento a mi familia – me dijo Juan.
– Hola soy Marisa, ¿qué tal, cómo estás? – añadió su mujer.
– Bien, muy bien – y dirigiéndome a la niña, añadí – Tú debes de ser Clara, ¿no?
– Sí y me ha dicho mi padre que tienen hijos, ¿están ellos?- dijo la pequeña.
– Sí Clara, están dentro, pero pasad por favor, que el sol es fuerte y quema mucho – dije invitándolos a entrar.

Ya dentro de la casa les presenté a mi familia y los invité a pasar al jardín. Mientras yo hacía la salsita para la carne, ellos se fueron a poner el bañador. Apareció Juan y lo primero que hizo fue tirarse a la piscina porque tenía mucho calor, yo lo imité y mientras él nadaba yo me refrescaba en una esquina, hasta que al rato aparecieron las mujeres. Me quedé extasiado cuando vi a Marisa enfundada en una bikini verde. Era como una diosa y gracias a que yo estaba en el agua no notaron la carpa que se me había formado en mi bañador, por lo que me puse a nadar yo también para pensar en otra cosa y que se me bajase la hinchazón.
Al rato salí del agua y puse la carne a asar, mientras oía la conversación de las mujeres, y Juan no quería saber nada con salir del agua. Al rato mi mujer se quiso meter también al agua, pero Marisa no quiso, por lo que nos quedamos los dos hablando de nuestras familias, pero ella me lanzaba unas miradas y unas indirectas que hacía verdaderos esfuerzos para no lanzarme a la carga.
Después de comer, los chicos quisieron helado por lo que Juan se ofreció a llevarlos y mi mujer aprovechó el viaje para dejar unas cosas en casa de una amiga que vivía de paso, así que mientras nosotros levantamos los platos y acomodábamos las cosas charlábamos.
– Dime Manuel, como van tus negocios – me preguntó Marisa.
– Bien, no me quejo y tú, ¿como te encuentras en esta ciudad?
– Más o menos, extraño bastante a mi familia y mis amigos, con quien salir a bailar y pasear.
– Sí claro, te entiendo, pero bueno si quieres puedes salir con Toñi, a ella le gusta mucho de salir a pasear.
– Gracias, es muy buena tu mujer y muy atractiva por cierto.
– Sí, bueno, tú también eres muy bella y ese bañador te queda de lujo.
– Gracias por el cumplido, se ve que te diste cuenta, pero por lo que a mi marido respecta, nada de nada.
– ¿No me digas que Juan no te ha dicho nada?
– No, la verdad es que hace tiempo que Juan no me dice nada.
– Que pena, lo siento.
– Es que me siento tan sola – dijo con los ojos vidriosos.
La agarré por los hombros y la abracé, en ese instante rompió a llorar, así que traté de consolarla con palabras dulces, le cogí la cara y le di un beso en la frente, luego en cada ojo y al fin nos miramos y nos fundimos en un beso apasionado.
Al poco rato ya le había desabrochado el corchete del sujetador, pero ella me frenó y me pidió que parara, que podían volver nuestras parejas con los niños. Entonces nos separamos. Fue la mejor decisión, ya que al cabo de un ratito llegaron todos. Pero igual quedamos en encontrarnos al otro día cerca de mi oficina.

La tarde transcurrió sin mayores comentarios, por lo que al anochecer se despidieron hasta otro día. Al otro día, a la hora señalada, me dirigí al punto de encuentro en mi coche y al llegar al lugar la vi. Llevaba una blusa rosa y una minifalda azul, con zapatos de tacón y una cartera muy bonita. En resumen era como una modelo para un desfile de modas. Al llegar a su lado, le abrí la puerta y subió rápidamente, arranqué, le pregunté donde quería ir y me respondió a un lugar donde estar solos, así que me dirigí a un hotel que quedaba bastante oculto, y entramos.
No fue más que entrar en la habitación cuando se tiró a mis brazos y nos besamos largamente, acariciándonos y empezando a sacarnos la ropa, con mucho cuidado la acosté en la cama y la terminé de desvestir. ¡Que atractiva era! No podía creer lo que me sucedía. Mientras tanto ella ya me había desabrochado el pantalón y estaba bajándome el bóxer, y así nos fuimos acomodando en un perfecto 69, quedando ella sobre mí.
Empecé a pasar la lengua por toda la raja de su coño y por los muslos, haciendo trabajar a mis dedos por toda la superficie y también acariciando su culo. Ella tampoco se quedaba quieta, ya se había engullido la mitad de mi verga y luchaba por más. Como chupaba, era una profesional.
Al ratito gemía y me pedía más por lo que empecé a chuparle el clítoris y eso terminó de descontrolarla, arqueó su espalda, gimió muy fuerte y volvió a chupar mi verga y yo, que ya estaba muy cerca, no me aguanté y eyaculé en su boca. Ella trató de tragar algo, pero era tal la calentura que yo traía que no pudo hacerlo con todo lo que le eché y parte fue a parar a las sábanas, luego se fue situando hasta quedar a mi altura y con muchos besos y caricias nos quedamos un rato quietos.
Ella me agradeció todo lo que le hice sentir, confesándome que hacía tiempo no gozaba de todas esas cosas que tanto gusto dan y al final nos fuimos a la ducha los dos
Al rato volvimos a la cama, y con ello volvieron las caricias y los besos y me fui situando sobre ella, hasta que mi miembro quedó a la altura de su coño y muy suavemente fui penetrando esa gruta estrecha y caliente hasta que mis huevos chocaron con su entrada, empezando a movernos, primero muy despacio y con muchos besos, y luego nos dimos la vuelta y yo quedé debajo de ella.
Marisa empezó a saltar, a pedir más y más, a decirme que era lo mejor que había conocido y gemía, hasta que se tensó, los ojos se le pusieron en blanco, lanzó un alarido y cayó sobre mí.

Había llegado al orgasmo más profundo y largo de toda su vida, como después me contaría. Yo también me corrí y le inunde todo su coño, cayendo ella sobre mi, y mientras le acariciaba la espalda y el pelo, le dije que era una mujer muy bella y agradable, que nunca había echado un polvo así. Ella por su parte me miró con mucha sensualidad y me besó de una manera que jamás nadie me besaría.
Este primer encuentro terminó así pero hubo más cosas, que ya contaré en una próxima carta.
Saludos.

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