Morbo, guarreria y sorpresa

Contactó con una pareja, primero por carta y después por teléfono. Se contaron las fantasías que tenían cada uno de ellos y quedaron para verse cuando ellos viajaran a Cáceres. Llegó el día, hicieron el viaje y se vieron. Lo que pasó, que por cierto tiene mucho morbo, mejor que lo leáis vosotros.

Juan – CACERES
Hacía tiempo que mantenía algunos contactos, primero por esta revista y luego por carta, con una pareja que vive en Madrid, especialmente con él, un hombre de unos 50 años, muy agradable y muy culto, quien hablaba mucho con su pareja, una rubia de ojos verdes con unos 40 años de edad muy bien vividos, para tener nuevas experiencias en su vida.
Un día recibí una carta de él diciéndome que pensaban venir a Cáceres y que aprovecharían para conocerme. Yo, muy diligente, les contesté ofreciéndome a ser su guía por la ciudad y a recibirlos como buen anfitrión.
En su siguiente carta me pidieron que enviara unas fotos y a cambio me estaban enviando unas de ellos, vestidos, pero en poses insinuantes que dejaban ver un trasero muy bonito de ella y unos ojos verdes llamativos y agradables. Todo en su conjunto me pareció excitante.
Me contaban en la carta que era su primera experiencia con alguien, pero que consideraban que era el momento de probar nuevas cosas. Me prometían que si las fotos eran de su agrado, me volverían a escribir. Efectivamente me respondieron diciendo que tan pronto vinieran a Cáceres, se pondrían en contacto conmigo.
Pasaron cuatro meses sin saber de ellos y supuse que se habían arrepentido, hasta que recibí una llamada de él, en la que me decía que si tenía disponibilidad para el día siguiente porque vendría ya con su esposa. Le dije que sí y conversamos por unos minutos. Me comentó que estaban hospedados en el apartamento de un hermano que vivía en Madrid y lo tenía para sus visitas a mi ciudad y que la idea era que conversáramos un poco en un bar del centro. Quedamos de vernos al siguiente día a las 5 de la tarde, pero hablaríamos previamente para concertar el sitio exacto.

Al día siguiente, yo tenía una reunión de trabajo al mediodía. Que calculaba terminaría pronto para cumplir la cita, pero mi jefe no pudo llegar a tiempo y se retrasó todo, pensé que el plan se iba al garete.
En cuanto acabó la reunión lo llame, y me dieron la dirección del apartamento donde estaban. Llegué sobre las siete de la tarde. Salió él a recibirme e inmediatamente nos caímos bien.
Mientras subíamos las escaleras me dijo que la idea era hacerle un masaje con aceite a ella y de ahí, mirar a ver si pasaba algo. Cuando entré en el apartamento las luces estaban apagadas, a excepción de la cocina. Me invitó a pasar, me ofreció una copa, y a continuación me invitó a pasar al cuarto.
Allí estaba ella con una bata, acostada en la cama. La saludé con un beso en la mejilla y le pedí permiso para sentarme al borde de la cama. Hablamos durante algunos minutos, preguntaron por mí, por mis cosas y por algunas de mis experiencias en el tema, que no son tantas. Me dijeron que era su primera vez, pero que necesitaban hacerlo y que me habían escogido a mí. Eran sinceros e iban directamente al grano.
El marido se quedó en calzoncillos y yo, de momento, solo me saqué la camisa. El masajeaba las piernas de su mujer y yo la espalda. Después cambiamos de posición, pero pronto se “desbordó” todo. En un santiamén, el marido le estaba comiendo el chocho y ella me estaba acariciando la polla. En pocos segundos mi rabo estaba tieso y duro. Ella, lo miraba y le dijo a su marido que mi polla le gustaba y él le dijo:

– ¿Quieres que te la meta? – ella le respondió que sí y él le preguntó – ¿Por qué?
Ella contestó que era muy grande y que quería saber lo que se sentía con un trozo de carne como aquel penetrándola. Toda esa conversación la mantenían mientras él se la estaba clavando en el coño, por detrás ya que estaba a cuatro patas. Cuando se apartó, me aproximé por detrás y vi su ranura dilatada y excitada esperando ser poseída, El marido me pasó un condón y me lo puse, le apunté a su agujero y se la clavé hasta el fondo, mientras oía una exhalación de placer.
Empecé a entrar y a salir con fuerza, era una mujer preciosa y con el morbo añadido de que el marido miraba, estaba caliente como nunca.
El marido le hablaba, le susurraba al oído y le decía que era un putón y que le gustaba verla follada por otro hombre.
Noté que estaba a punto de correrme y saque la polla de aquel chocho que tanto placer me estaba proporcionando. Ella se extrañó, pero le dije que iba a correrme y que quería que me la chupara.
El marido ocupó mi lugar rápidamente y yo le metí la polla en la boca. La agarró con una mano y se la tragó enterita. Era una gran mamona, la pajeaba despacito y me masajeaba los huevos. Paró un momento y me dijo que cuando notara que estaba a punto de correrme que se la sacara de la boca. Le dije que sí, pero su marido, con un gesto me dijo que no le hiciera ni caso y que me corriera en la boca de su mujer.
Aquello me calentó todavía más, le agarré la cabeza con las dos manos y me follé su boca con fuerza hasta que empecé a soltarle “disparos” intermitentes de leche. Ella se quería apartar, pero la tenía tan bien agarrada que no tuvo más remedio que tragar. Tuvo un par de arcadas, pero hasta que no acabé no saque mi excitado cipote de su boca. Cuando acabé, se la ofrecí para que la limpiara y lo hizo.
Entonces me di cuenta de que el marido se había corrido en su chocho y la leche le resbalaba por los muslos. Ella se levantó y sonriendo dijo:
-Me habéis encerronado entre los dos, mi marido siempre ha querido que me bebiera su leche y nunca se lo había consentido. Reconozco que tiene vicio notar como la leche choca en el fondo de la garganta. Si se porta bien, cuando se la chupe, saborearé su leche.

Nos reímos los tres y fuimos al baño por turnos. Ella, que por cierto se llamaba Amanda, salió recién duchada, con el pelo mojado y se había untado el cuerpo con aceite. Estaba guapísima. Después nos aseamos los hombres y fuimos al salón a tomar un refresco.
Estuvimos hablando un rato y de pronto Amanda se arrodilló delante de nosotros dos y nos dijo que iba a chuparnos un poco nuestros “desmayados” rabos. En cuanto oí la palabra chupar, mi polla se puso morcillona.
Para ser la primera vez que montaban un trío, tenía mucha soltura. Nos mamaba la polla por turnos y consiguió que nuestras herramientas volvieran a estar en forma.
De pronto paró y mirándome dijo:
-No te parece que ahora te toca a ti. ¿Por qué no me comes el chocho un rato?, tengo ganas de correrme.
Cuando nos habíamos carteado y hablado por teléfono yo les había contado que a mí una de las cosas que más me gustan es comerme el chocho de una mujer. Por lo tanto, su petición era un regalo para mi, además lo lleva completamente depilado y podía ver su clítoris hinchado que pedía guerra.
Me dijo que me tumbara en el sofá y ella colocó su coño en mi boca, era una gozada. Restregaba el chocho contra mi boca y gritaba diciendo que no parara, hasta que se corrió. Noté que se quería levantar, pero la agarré por los muslos y seguí “comiendo”.
De pronto noté que alguien me cogía la polla y me la estaban chupando. Quise incorporarme, pero entonces fue Amanda la que no me dejaba, me puse nervioso, era evidente que el que me estaba mamando la polla era el marido. Nunca, ningún tío, ni tan siquiera me había tocado los calzoncillos, por lo tanto, aquello era nuevo para mí y muy a mi pesar, me estaba gustando. Me relajé y me deje llevar, casi me da vergüenza decir que me corrí como un cerdo, fue una de las mejores corridas de mi vida.

Cuando acabé, ella se levantó de mi cara y me senté en el sofá. Me miraban con una sonrisa en los labios. Entonces me lo aclararon todo. Por supuesto, no era la primera vez que se montaban un trío, y por supuesto también, no era la primera polla que el mamaba. Argumentaron que si me lo hubiesen contado, posiblemente hubiese acudido a la cita, pero que hasta la fecha, solo uno de los hombres con los que se habían encontrado, había dicho que no.
Dicho esto, hablamos de todo un poco y aún tenían otra sorpresa para mí. Se trasladaban a Cáceres. Al marido, el banco para el que trabajaba le había ofrecido la dirección de una nueva oficina y como ya me habían contado que originariamente era de Cáceres, habían aceptado.
Eso os lo cuento para que sepáis que no fue nuestro último encuentro. Nos vemos como mínimo una vez por semana, pero los os contaré los encuentros en otra ocasión.
Besos para todos de parte de los tres.