Momento para relajarse

Estaba de exámenes y subió a la azotea para descansar y relajarse un poco. De pronto apareció su compañero de estudios y le trajo una bebida. Bromearon, rieron y sin saber cómo empezaron a besarse.

Elena – BA RCELONA
Había subido a la terraza después de cenar a mirar al cielo y ver las estrellas y relajarse. Estaba en plena época de exámenes y era un sitio que me permitía estar tranquila y desconectar de todo. Al cabo de un rato subió mi amigo Carlos, que se había quedado fregando los platos, y me subió un vodka con limón. Cuando vi lo que me traía irónicamente le dije si lo que quería era emborracharme para aprovecharse de mí.
– Claro, desnudarte, ponerte a cuatro patas sobre la tumbona donde estás y follarte como a una perra en celo -me respondió el chico echándose a reír.
Los dos reímos con ganas mientras nos mirábamos a los ojos, él con autentica cara de deseo y yo intentando aparentar ser una niña buena, cosa que mi minúsculo tanga no dejaba pensar lo mismo. La tensión sexual se cortaba en el ambiente. El chico entonces cogió el hielo y pasándolo por encima mí, dejó que goteara sobre mis labios y yo sacaba la lengua para coger cada gota de agua que caía. Luego Carlos iba deslizando el hielo hacia debajo de tal manera que las gotas ahora caían sobre mi cuello y mi escote después.
Estaba cachondísima y él ya no podía más y cuando yo me incorporé para dejar la bebida en una mesita auxiliar que había al lado de la tumbona, él me cogió de los hombros y me dio un beso apasionado que dio paso a un morreo y a un muerdo en apenas centésimas de segundo. Acabamos comiéndonos la boca mutuamente. Carlos entonces me levantó el top dejando al aire mis dos pechos que, a mis veinte años eran preciosos, duros, de muy bien tamaño y con los pezones rosados.
– ¡Que zorra eres, ya tienes los pezones duros como dos pitones! – exclamó él.
Ese insulto y esa forma obscena de hablar a mi me ponían muy caliente y él lo sabía y aprovechaba para decirme palabras groseras y obscenas. Yo también le había quitado la camiseta y le hice ponerse de pie frente a mi mientras yo me sentaba en la tumbona de tal forma que el paquete del chico quedaba frente a mi boca. Con una mano solté el cinturón con facilidad y luego el botón, con dos dedos cogí delicadamente la cremallera y mirándole a los ojos con mirada lasciva se la fui bajando. Los pantalones cayeron a los tobillos del hombre y éste los retiró a un lado.
Ya solo quedaba el calzoncillo como última barrera antes de llegar al instrumento que poco después iba a entrar en mi coño. Mordí la polla por encima de la tela y dibujé la forma de la verga masturbándola ligeramente.

Con la boca cogí la cinturilla de los calzoncillos y la bajé hasta que llegado un punto, cayeron al suelo por su propio peso. La polla saltó completamente dura golpeándome en la cara. De golpe me metí el capullo en la boca y lo saboreé, parecía una gran cereza, jugaba con su lengua por toda su rosada cabeza para después meterme la polla en la boca y empezar a mamarla.
– ¡Así zorra, mámala como una puta! – me animaba él.
Yo, con estos insultos, todavía la mamaba con más rapidez ayudándome con la mano que masturbaba el pene y con la otra mano acariciaba los huevos. Pero no podía hacer que el chico se corriera así que me la saqué de la boca y me eché para atrás indicándole lo que debía hacer. Carlos se arrodilló frente a mi, entre mis piernas y con una mano tiró del tanga, bajándolo de golpe. Aquel día yo estaba completamente rasurada, salvo un pequeño mechón en el pubis. El me dio un lametón en toda la vulva para después acariciar los labios vaginales, tanto los mayores como los mayores. A pesar de la brusquedad de sus palabras se dedicaba a la tarea con mucha delicadeza.
Me comía el coño de tal forma que yo no paraba de gemir, de arquear la espalda, de apretarme los pechos y de pedirle más. Estaba empapada, mi coño no paraba de soltar fluido pero Carlos de repente se paró y se puso de pie frente a mí. Primero admiró mi cuerpo desnudo. Yo soy una chica rubia, de estatura media, ojos marrones, pechos grandes y firmes de pezones café claro, pubis casi rasurado salvo el pequeño mechón y el culito duro y redondo, muy apetecible. Me hizo poner a cuatro patas y en esa postura me la metió de un solo golpe en el coño empezando a follarme cogiéndome de las caderas y a veces de los pechos mientras me decía al oído:
– Zorrita que mojada estabas, te encanta como te estoy follando, ¿eh?
Eso hacía que yo jadease todavía más fuerte. Estaba gozando como pocas veces lo había hecho. De pronto él me la sacó y se tumbó en la tumbona con las piernas fuera de la misma. Yo capté el mensaje y me puso sobre su polla a horcajadas y sujetándola con una mano me fui dejando caer hasta que la tuve toda completamente dentro. Entonces empecé a bajar y a subir muy lentamente dejándola deslizar entre mis piernas muy poco a poco. Carlos aprovechaba para lamer mis pezones, luego los recorría en círculos y por último los succionaba muy lentamente. Con las manos me abría las nalgas para que yo oyera como mis labios vaginales chasqueaban y sonaban completamente mojados.

Pero entonces apareció el vecino en la azotea. Era un hombre casado pero su mujer estaba trabajando. Me asusté, pero eso también me puso más caliente y entonces alternaba ratos de penetraciones muy profundas con movimientos casi espasmódicos en aquel polvo. El hombre, que había tenido la intención de marcharse, se desnudó y se situó detrás de mí besándome en el cuello mientras con sus manos acariciaba mis pechos y se los ofrecía a Carlos que los recibía en su boca gustoso a la vez que yo botaba en su polla apretando algunas veces los músculos vaginales y consiguiendo que el roce de la polla con las paredes de mi chocho fueran más fuertes.
Estaba a mil cuando noté que algo viscoso y duro rozaba mi ano e intentaba abrirlo. Era la verga del hombre que intentaba metérmela por el culo y entonces yo, con mis manos, me abrí las nalgas a tope ofreciéndole a Javi mi culo para que lo penetrase. La polla entró en mi ano solo la punta para después salir y volver a entrar. Así estuvo un rato, saliendo y entrando la puntita hasta que, con un movimiento de caderas, el hombre metió la mitad del pene dentro de mí y se quedó quieto. Al oído, al oír que yo emitía un breve quejido, me dijo que era una zorra y que me iba a gustar.
Aprovechó que yo caía en uno de mis orgasmos para ensartarme completamente y acomodándose al ritmo que yo marcaba sobre la verga de Carlos comenzar a follarme muy lentamente y en breve espacio de tiempo yo era follada vigorosamente por dos vergas por mis dos agujeros y no paraba de jadear como una perra.

Cuando Carlos me avisó de su pronta eyaculación yo, después de que el casado me la sacase, me levanté poniéndome frente a las dos pollas y masturbándolas hice que se corrieran echando todo su néctar en mis pechos.
Besos Charo y te aseguro que fue una sesión inolvidable.